Simbiosis Legionarios – Guerrilleros

Coronel José Antonio Vázquez Soler

Jefe del curso de OE de la Legión (1983-84)

La simbiosis legionarios–guerrilleros se puede decir que comenzó con motivo de la reunión que tuvo lugar en la Dirección General de Enseñanza, a la que asistieron el general Iraizoz de la EMMOE, el general Pallás de la Inspección de La Legión y el teniente general director de la D.G. Enseñanza.

El general Pallás pretendía que los mandos legionarios que acudían a la EMMOE a realizar el Curso de Operaciones Especiales y que, normalmente, eran dos oficiales y dos o tres suboficiales, sargentos o cabos 1º, aumentaran de modo significativo porque consideraba que La Legión se había quedado estancada en los años 20 y que era necesario actualizarla. Después de estudiar los programas de instrucción de diversas unidades, había llegado a la conclusión de que el más acertado y actual era el del Curso de Operaciones Especiales que se desarrollaba en la EMMOE.

Para poder desarrollarlo, pretendía crear una Bandera de Operaciones Especiales de la Legión, BOEL, que desarrollara este programa y que sirviera de modelo a las demás. Cuando solicitó que el número de mandos legionarios que acudían al Curso, a nivel suboficial y cabo 1º, aumentara de manera significativa hasta unos 20 aproximadamente, el general Iraizoz le contestó que no era posible ya que con el número de alumnos que lo cursaban en la actualidad, la capacidad del curso estaba al máximo y no podía absorber esa cifra.

Como consecuencia de ello y de las discusiones correspondientes, el general Iraizoz propuso que se creara en la Base Legionaria de Ronda un curso análogo al de la Escuela al que esta le prestaría su apoyo. El general Pallás estuvo de acuerdo. En la Base Legionaria de Ronda donde estaba ubicado el 4º Tercio, se podía disponer de instalaciones para acoger a unos 25 alumnos, todos ellos sargentos y cabos 1º con cuatro capitanes diplomados que se encontraban en los Tercios como profesores, el capitán López Mayoral de la EMMOE y como auxiliares de profesores el brigada Mario de la Academia de Formación de Mandos Legionarios y el sargento Rojas de la UOEL. Todos ellos bajo la dirección del comandante del Curso, José Antonio Vázquez Soler, de la EMMOE.

Los cuatro capitanes designados como profesores fueron: el capitán Escribano del 4º Tercio, el capitán Coloma, del 3er Tercio, el capitán Palomino de la Academia de Formación de Mandos Legionarios y el capitán Bataller del 2º Tercio.

La Escuela presentó el programa a desarrollar, análogo al del Curso Básico que venía a durar unos 5 meses cuando el superior duraba 9, en ambos se desarrollaba el del Paracaidismo.

Cuando en la Escuela se me nombró para mandar el Curso en Ronda, para mí fue una alegría e ilusión, aunque ella supusiera separarme de mi familia, trasladándome al otro extremo de España. De teniente cuando estaba destinado en la BRIPAC en la 1ª Bandera, siempre tuve la idea de que, al ascender a capitán, con mis Diplomas de Operaciones Especiales, Montaña (aptitud y diploma, de esquí y escalada) y Paracaidismo (automático y manual), pediría destino a una COE. Nunca estuve de acuerdo con el programa de instrucción de la BRIPAC y por medio de un capitán de la Bandera que tenía amistad con otro americano destinado en la Embajada de USA, solicité a este el programa de los americanos, inmersos entonces en la Guerra del Vietnam. Los USA disponían de una base en el Canal de Panamá, en donde desarrollaban un curso de contrainsurgencia al que acudían mandos sud y centroamericanos por lo que los textos estaban en español. El capitán americano me recibió con toda cordialidad proporcionándome los textos citados. Puesto a continuación en contacto con el agregado militar de la Embajada portuguesa, le solicité información sobre los textos utilizados por ellos en la guerra contra la guerrilla en Angola.

Con la autorización del general inspector del Arma de Infantería y en coche oficial me acerqué a ambas embajadas después de citarnos por teléfono. El día que fui a la embajada estadounidense no hubo problemas regresando con los textos citados. Pero el día que fui a la portuguesa, al presentarme al portero, me cogió del brazo con mucho misterio conduciéndome a un lado de la recepción y tras asegurarse que no nos oía nadie me dijo que el agregado militar había salido aprovechando que el embajador tuvo que acudir a una reunión y, según el portero, “como usted sabe, cuando el gato no está, los ratones andan sueltos. El agregado lo llamará para concertar otra reunión”. Al poco de llegar a la Inspección, me llamó el agregado que, tras disculparse, propuso una nueva cita a la que acudí días después. Para mi sorpresa, me proporcionó dos volúmenes de la táctica que empleaban en Angola, en español.

A pesar de los años transcurridos, todavía los conservo, lo que no conseguí fue que se nombrara una ponencia, bajo la dirección del teniente coronel de Enseñanza, diplomado en OE y Montaña para actualizar los manuales del curso de OE. Lo que sí hice fue un manual de bolsillo, por mi cuenta, basando la parte de táctica sobre todo del portugués.

También me publicaron un artículo, creo que en la “Revista Internacional de Defensa”, en la que tanto nuestro general Bataller como yo, enviábamos artículos. En este al que hago mención, describía las trampas utilizadas por el Viet Cong, todas ellas muy sencillas y efectivas. Si logro recuperar el artículo que andará por algún lugar, lo mandaré como curiosidad y muestra del ingenio humano para hacer la puñeta (con perdón) a sus semejantes.

Que al curso de la EMMOE le saliera un competidor no cayó bien y no me refiero a los capitanes profesores. A mí, en cambio, se me presentó la oportunidad de llevar a la práctica lo que intenté cuando estuve mandando el Curso y no se me permitió.

Consideré entonces que hay algunas asignaturas: transmisiones, criptografía, explosivos, etc. a las que deben dedicar más tiempo los oficiales, suboficiales y cabos 1º (sobre todo estos últimos). En Ronda, el entonces capitán Coloma que les daba clases de Defensa Personal, se puso en contacto con la escuela de Educación Física de Toledo y esta le mandó el programa para que, al finalizar el curso, los alumnos obtuvieran el título de cinturón marrón. Asimismo, tratamos de hacernos con armas extranjeras utilizadas por el Pacto de Varsovia para lo que llegamos a ponernos en contacto con un traficante de armas (no me preguntéis si eran legales o ilegales) pero no conseguimos nada.

Con ello concluyo esta primera parte. Si al general Bataller le parece bien, continuaré con una segunda. Del Curso, el entonces capitán Bataller escribía en la revista La Legión todos los meses, yo simplemente podría añadir algún comentario. En la revista Ejército, publiqué un reportaje sobre el “Primer Curso de Operaciones Especiales de la Legión”, en agosto de 1985.

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