Operación «Moscardó 94»

Coronel Lorenzo Fernández Navarro de los Paños y Álvarez de Miranda

Antiguo comandante jefe del GOE VI

Publicado en la revista Noroeste nº 33.

Introducción

A mediados de 1994 el GOE VI «La Victoria» realizó un ejercicio «multipropósito» que, por sus características, era una experiencia realmente nueva, al recrear el ambiente y las circunstancias en que se desenvolvían las fuerzas de UNPROFOR en el territorio de la antigua Yugoslavia.

La finalidad del ejercicio estaba claramente determinada en la orden de operaciones que la desarrollaba:

«Adiestramiento en un ejercicio específico para las Unidades de Operaciones Especiales, orientado a los cometidos y situaciones que posiblemente puedan presentarse a las fuerzas españolas en el cumplimiento de misiones de las Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina. Comprobar el grado de eficacia de la unidad para cumplir tales misiones. Obtener conclusiones para orientar al adiestramiento de la fuerza y cuadros de mando, en relación con los posibles cometidos a desempeñar».

Así pues, la ambientación general coincidía en todos los aspectos: geográficos, políticos y militares, con la situación en que actualmente se encuentran la fuerzas de las Naciones Unidas españolas desplegadas en Bosnia-Herzegovina. A tales efectos se estableció la siguiente concordancia: Destacamento español de Jablanica (campamento de Parga); Prozor (Friol); Tomislavcrad (Sobrado de los Monjes); Posusje (Arzúa); Dresnica (Guitiriz); Potoci (Curtis); Buna (Puentecarreira); Satina (Corredoira); Grude (Boimorto). Puesto de mando de la agrupación Coruña en Medjugorce CMT de Bando (Santiago).

Si bien la «ambientación» era la situación potencial en que pueden llegar a encontrarse las fuerzas de UNPROFOR destacadas en la extinta Yugoslavia, el ejercicio en sí se compuso de tres fases netamente diferenciadas, de las cuales solo la segunda, operación General Gómez, se desarrolló de acuerdo con la situación en que en ese momento se encontraban todas las fuerzas de Naciones Unidas, entre ellas las españolas, y, por lo tanto, era esta parte del ejercicio la que apartándose de las prácticas habituales de acciones de combate, pretendía entrenar al GOE y obtener conclusiones para cometidos tan difíciles y atípicos como los que debían afrontar fuerzas militares en misiones de Interposición.

En el transcurso de la segunda fase del ejercicio, la COE 61 simuló un contingente de cascos azules que debían escoltar un convoy bajo protección de Naciones Unidas entre Jablanica (Parga) y Medjugorce (Bando), durante el trayecto, la columna al mando del capitán Salamanca tuvo que resolver un sinfín de incidencias que le plantearon las milicias «serbocroatas» del capitán Arenas. En numerosas ocasiones el convoy estuvo detenido en los sucesivos checkpoint; otras veces fue obligado a retroceder teniendo que buscar rutas alternativas y siempre con la difícil tarea de compaginar la seguridad militar con la actitud conciliadora y pacífica propia de las misiones de paz.

La tercera parte, aunque dentro de la ambientación general, fue un «ejercicio tipo» de captura-interrogatorio-evasión y escape de prisioneros y sirvió para que los soldados del 1º llamamiento del R/94 se ganaran su querida boina verde, tras superar las durísimas pruebas «reglamentarias».

Fase de ejecución «Moscardó 94»

Una vez más, el GOE se enfrentaba a un ambicioso ejercicio desarrollado en una extensísima zona, tal como en la realidad impone el cumplimiento de misiones especiales. El área de acción estaba delimitada por Santiago de Compostela, Ferro, Parga, Lugo, Melide y Arzúa.

Tanto en la preparación como en la ejecución del tema táctico, el GOE contaba exclusivamente con sus efectivos y la agregación de un elemento de las FAMET compuesto por 2 helicópteros BO 205 de reconocimiento y ataque y 4 aparatos UH-1 H (transporte). Para que el ejercicio pudiera ser de doble acción -los que sin duda resultan de mayor eficacia en el adiestramiento de las unidades- fue necesario que todos los componentes del GOE se multiplicaran cumpliendo sucesivamente cometidos diversos, haciendo, tan pronto de fuerzas propias como enemigas, para posteriormente, transformados en contingente español, reforzar los efectivos de UNPROFOR. Esta actuación descentralizada, que a pesar de las distancias resultó admirablemente precisa y coordinada, fue posible gracias a la competencia profesional y espíritu de servicio de todos los cuadros de mando, así como la disciplina y espíritu militar de los guerrilleros, lo que permite confiar en que cualquier orden dada, por compleja, difícil o penosa de cumplir que resulte, será exactamente ejecutada por quien la recibió, sean cuales fueren las circunstancias; de día o de noche, lloviendo, sin comer ni dormir si llega el caso, y sin necesidad de más vigilancia que la propia conciencia del boina verde y su sentido del deber.

El día 3 de mayo la PLMM y la COE 62 se trasladaron a Bando, en Santiago de Compostela, donde se ubicaba la Base Operativa que, situada según la ficción del ejercicio en Medjugorje, sería el lugar donde se estudiaría y prepararía la operación de rescate y desde donde partiría el contingente de operaciones especiales que la llevaría a cabo.

Al mismo tiempo la COE 61 se desplazó a Parga, comenzando la ímproba tarea de organizar la base de Jablanica. Se contaba para ello con la circunstancia de que el capitán de la compañía, Enrique Salamanca de Garay, la conocía en realidad por haberla visitado repetidas veces durante su estancia en territorio de la antigua Yugoslavia como observador de la Comunidad Económica Europea en la primavera del año 92.

Fieles a la teoría de que solo es posible realizar ejercicios de gran realismo si los objetivos son reales, no se escatimaron esfuerzos en organizar el destacamento de Jablanica, para lo cual se establecieron puestos de control y defensa protegidos por sacos terreros, caballos de frisa y alambrada, aumentando el realismo del ambiente merced a la instalación de carteles realizados por el equipo de trabajo del brigada Regueiro y que reproducían con gran exactitud los auténticos, según información obtenida de fotos aparecidas en la Revista Internacional de Defensa.

Del esfuerzo realizado por el capitán Salamanca, sus ochenta «cascos azules» y el equipo de trabajo del brigada Regueiro dan idea los más de 800 sacos terreros y los doscientos metros de alambrada que se instalaron. Una gran bandera azul con las letras UN en blanco ondeando en lo alto de un mástil, completaba el realismo de la base que ocupaban los «cascos azules» españoles.

Antes de entrar en detalles sobre la ejecución de la primera parte de la operación «Moscardó 94», conviene transcribir la ambientación general del ejercicio en sus tres puntos básicos: antecedentes, evolución de los acontecimientos y propósito del mando propio.

  1. Antecedentes

El destacamento español «Alcázar de Toledo» acantonado en Jablanica, ha intervenido para evitar el asesinato a manos de los serbios de un grupo de civiles bosnios entre los que se encuentran mujeres, niños y ancianos, tomándolos bajo su protección en una zona del extrarradio de la población, próxima al campo de fútbol donde se halla ubicado el destacamento.

Tras una serie de entrevistas entre el jefe de las milicias serbias y el jefe del destacamento español, ha ido subiendo la tensión al pretender el primero que se le entreguen todos los varones mayores de 18 años y dos hermanas, Gavra y Jelena Draganovich, a las que acusan de haber aprovechado su cometido de intérpretes al servicio de NU para proporcionar información a las milicias bosnias.

 

  1. Evolución de los acontecimientos

Ante la negativa del jefe español de acceder a las pretensiones serbias la tensión ha llegado al enfrentamiento armado cuando las fuerzas españolas han sido atacadas en su destacamento. Rechazado el ataque serbio el jefe del destacamento español ha ordenado aumentar las defensas, organizando el terreno y acogiendo en el interior a la población civil amenazada.

La situación es pues de cerco declarado. Se mantienen las comunicaciones por radio con el Cuartel General en Medjugorje.

El día 2 de mayo un contingente español que escoltaba un convoy de ayuda humanitaria es interceptado produciéndose un tiroteo, en el cual milicias del jefe serbio Ratko Mladic causan varias bajas y capturan a tres soldados españoles que han resultado heridos siendo uno de ellos el hijo del jefe español del destacamento de Jablanica, que presta sus servicios como operador de radio en un BMR de la Agrupación «Alcázar de Toledo».

Identificado por sus captores el referido prisionero, el día 3 a las 12,30 horas el jefe de las milicias que asedian Jablanica conmina al jefe español para que entregue a toda la población civil bajo su protección amenazándole, caso de no hacerlo así, con matar a su hijo y dando un plazo de 48 horas, tras poner al habla por radio a padre e hijo, y confirmarle éste, que se encuentra prisionero en Kotor y no duda que será pasado por las armas.

En tal situación, el jefe español de Jablanica toma disposiciones para defender el destacamento y los refugiados a toda costa, al tiempo que informa al mando de la situación.

  1. Propósito del mando

Conocida la situación y con la finalidad de que por tercera vez en la historia no se repitiera el sublime sacrificio, el mando español decidió una operación de rescate, lo cual era factible en esta ocasión gracias a disponer de Unidades de Operaciones Especiales.

Cercado el contingente de cascos azules españoles en Jablanica y puesto su jefe en la difícil situación de cumplir con su deber, o permitir la muerte de varios rehenes entre los que se encuentra su propio hijo, decidió el mando español organizar una operación de rescate para liberar a los prisioneros que se encontraban confinados en una antigua fortaleza militar. Esta fortaleza estaba supuesta en el Castillo de San Felipe en la margen derecha de la ría de Ferrol, que por sus características permitía planear y ejecutar una acción de operaciones especiales en condiciones de una extraordinaria similitud con la realidad.

Una vez liberados los rehenes, serían helitransportados junto con las fuerzas de OE que habían ejecutado la acción, al destacamento de Jablanica (Parga) para reforzar la guarnición de cascos azules allí existentes y rechazar un posible ataque enemigo, previsible tras la operación de rescate que le privaba de su baza para conseguir, mediante presión, el logro de sus objetivos.

Este artificio permitía la realización en Parga de un tema nocturno de fuego real, poniendo en práctica la organización y defensa de un destacamento aislado.

Solamente falta por decir que de acuerdo con las sucesivas misiones a cumplir por los ejecutantes, una vez que el capitán Salamanca y su COE 61 habían instalado el destacamento de Jablanica, se trasladaron en camiones al Castillo de San Felipe, donde se constituyeron en la guarnición enemiga que protegía a los rehenes, permitiendo de esta forma que el rescate fuera un ejercicio de «doble acción» algo indispensable cuando se persiguen altas cotas de realismo tanto en la preparación como en la ejecución.

Finalizado el rescate, mientras que rehenes y las fuerzas de operaciones especiales que los habían rescatado eran helitransportados a Parga, la COE 61 regresaba en camiones, transformándose nuevamente en cascos azules, para tomar parte en la defensa del destacamento «reforzado» por la COE 62 del Capitán Arenas, ejecutante del golpe de mano. Durante las casi 24 horas en que la base estuvo vacía, se encargó de la custodia (poblado de tiendas modulares, parapetos, barreras contracarros, etc.) unos elementos pertenecientes al equipo de trabajos.

El día 5 de mayo el destacamento español de UNPROFOR en Jablanica, ante la evolución de los acontecimientos, recibió la orden de replegarse sobre Medjugorje llevando consigo al personal civil bajo protección de Naciones Unidas e iniciándose de esta forma la segunda parte del ejercicio; la operación «General Gómez», nombre puesto en honor de la increíble gesta protagonizada entre el 22 de junio y el 19 de diciembre de 1836 por el general Miguel Gómez Damas que realizó una legendaria incursión de 4.500 kilómetros en territorio enemigo consiguiendo regresar a sus bases.

Como ya se ha dicho, aunque la ambientación general respondía a una situación hipotética -aunque potencial- la segunda parte del ejercicio, la operación «General Gómez», tenía ya el planteamiento real en que en ese momento se encontraban las fuerzas de UNPROFOR en la antigua Yugoslavia.

Para ello, el capitán Arenas que al mando de la fuerzas de operaciones especiales había liberado a los rehenes y luego tomado parte en la defensa de Jablanica (ejercicio de fuego real nocturno en Parga) se transformó en elemento hostil, dirigiéndose, al mando de su unidad, a ocupar la zona de terreno comprendida entre Parga y Santiago de Compostela para, simulando la acción de los contingentes serbocroatas, poner al capitán Salamanca y al convoy custodiado por sus cascos azules, frente a las mismas circunstancias, problemas y tensiones con los que se encontraban los contingentes de UN, al atravesar los múltiples «checkpoint» y zonas hostiles en poder de los diversos elementos enfrentados.

Fue esta parte del ejercicio la que apartándose de los cometidos habituales que realizan los GOE resultó sumamente interesante y novedosa para todos los que en ella tomaron parte, según quedó de manifiesto en el juicio crítico realizado al final.

Secuencia del ejercicio

Hecho el boceto de la operación, se pretende -difícil tarea desde luego- que el lector pueda, si no vivir la irrepetible experiencia de los ejecutantes, sí al menos intuir sus vivencias y asimilar un ejercicio en el cual, debido a la variedad de las situaciones creadas, y al hecho de que las diversas fracciones del GOE cambiaban continuamente de «rol» se hace tan difícil de «seguir» como la trama de una novela de intriga.

Esto debe servir para valorar en su justo mérito la perfecta organización y funcionamiento de la unidad, toda vez que la acción no se limitó a una imaginativa y original orden de operaciones, sino que se materializó, ejecutándose con la «precisión de un Longines».

Ya se ha dicho que el día 3 de mayo, mientras la COE 61 se trasladaba al campamento de Parga para organizar la base de Jablanica, la COE 62 lo hacía a Bando donde se ubicó la preceptiva Base de Aislamiento y en la que comenzó el estudio y ensayo de la primera parte del ejercicio, golpe de mano para liberación de rehenes.

En Bando se inició el estudio detallado y minucioso de la operación, planeándose sobre la información disponible. Dado el carácter de fortaleza inexpugnable que tiene el objetivo (el Castillo de San Felipe en la ría de Ferrol), joya magnífica de la arquitectura militar española, era necesario plantear una acción por sorpresa que permitiera el acceso a su interior y el aislamiento de la parte central, lugar donde según la información disponible se hallaban los rehenes. Esta compartimentación era obligada, pues debido a la extensión del objetivo, no resultaba posible ocuparlo ni «limpiarlo» en su totalidad.

La resolución del problema se vio facilitada por el hecho de que su estructura concebida para resistir acciones externas se componía de diversos recintos, auténticas fortalezas sucesivas que de forma similar a las conocidas muñecas rusas, quedan guardadas una dentro de otra.

Decidido pues el ataque, de forma que lo más rápidamente posible se accediera al centro de la fortaleza, faltaba solo estudiar un itinerario de repliegue, previendo su limpieza y aseguramiento hasta que se hubiera evacuado a los rehenes y replegado el último guerrillero.

Concebida la solución al problema táctico planteado, se articuló la unidad que había de resolverlo (la COE 62 del capitán Arenas) distribuyendo medios y misiones.

Los nombres de las PACOMB (Patrullas de Combate) en que se fracciona la unidad, respondían a sus misiones: era el mejor procedimiento para que cada hombre asimilara y recordara su cometido… y para dirigir la acción cuando la tensión nerviosa del combate jugara malas pasadas al entendimiento, máxime en acciones de OE donde las situaciones cambian a velocidad vertiginosa, con el durísimo contraste entre la agobiante opresión del silencio absoluto, cuyos eternos minutos se miden en latidos del corazón, y el brutal choque anímico producido cuando, rota la sorpresa, el espacio se llena de gritos, disparos, explosiones y voces de alarma.

En esos momentos en que el corazón quita el protagonismo al cerebro, la saliva sabe a sangre y la capacidad de razonar desciende ocho enteros es imprescindible no olvidar nada del guion y, a falta de apuntador en el escenario del combate, nada mejor que el nombre de los protagonistas les recuerde de forma permanente cuáles son sus misiones. Esta es la razón por la cual las diversas patrullas recibieron nombres que es preciso explicar para que no resulten absurdos al profano en estas lides. Se expondrán secuencialmente con la finalidad de facilitar la comprensión del ejercicio.

Patrulla de Combate «Caramelo» que al mando del teniente Rebollo debía ser la primera en abrir fuego sobre la entrada principal del castillo, haciendo creer al enemigo que se intentaba atravesar el foso y forzar la puerta. Esta acción a modo de señuelo -de ahí su nombre debería concentrar a toda o a la mayor parte de la guarnición del castillo en las almenas y baluartes que baten de enfilada y flanco el foso y rastrillo de acceso, por creer que ese era el punto amenazado.

Patrulla o equipo «Porcelana», al mando del sargento De las Heras, debería encontrarse en posición antes de que «Caramelo» rompiera el fuego. Su misión era batir de flanco el segundo foso y acceso al recinto interior, con la finalidad de impedir el regreso del enemigo al reducto central cuando la explosión de la carga que debería volar la puerta del foso norte le hiciera comprender que la acción real tenía lugar a sus espaldas. El nombre de «Porcelana» venía determinado porque su misión era «aislar el reducto central y por ser una misión delicada» ya que del cumplimiento eficaz de su cometido dependía la facilidad y rapidez con que los otros equipos podrían dominar y limpiar el corazón de la fortaleza.

Equipo «Ariete», mandado por el teniente Alfageme, debía volar la gruesa puerta del foso norte mediante dos torpedos Bangalore; los torpedos aunque de tamaño y peso real eran obviamente simulados; no obstante, el artificio pirotécnico así como el cebo empleado fueron reales. La puerta reventada mediante tan poderosa carga explosiva sería el punto por el cual penetrarían en el castillo el resto de los equipos.

Equipo «Criada», mandado por el teniente Jáñez; era el encargado de «limpiar» toda la parte superior del castillo, «barriendo» resistencias y abriendo mediante cargas explosivas las distintas puertas y rejas. Como era habitual en el GOE VI se empleó plastilina con cebos y detonadores reales. Este procedimiento permitía que la práctica fuera absolutamente idéntica a la acción de combate con explosivo plástico, pero no causara los destrozos que en el edificio produciría el empleo del XP reglamentario. Una vez «explosionadas» las cargas, las puertas así «voladas» se practicaban sin más dificultad que abrir sus hojas a las que previamente al ejercicio se quitaron cerrojos o abrieron cerraduras.

Equipo «Monje», mandado por el sargento Grandal, debía recorrer la parte inferior de la fortaleza que por sus arcadas alrededor del patio central, ubicarse la capilla y la existencia de celdas en su perímetro, sugerían el claustro de un monasterio. En una de las celdas se encontraban los rehenes que debían ser liberados por el equipo «Ariete».

Equipo «Kevlarn», al mando del cabo 1º Enríquez, era el encargado de proteger el repliegue de todos los asaltantes que había accedido al interior del objetivo; así pues, era el último en abandonar la fortaleza que deberían efectuar escalonadamente. Como es obvio, recibía su nombre por la famosa fibra sintética que constituye los chalecos y cascos antifragmento que protegen al combatiente.

Ni que decir tiene que lo expuesto es una breve síntesis de la acción, en la cual los diferentes equipos o patrullas de combate cumplían, aparte de la misión principal que daba origen a su nombre, otra serie de cometidos sucesivos o simultáneos estrechamente ligados y coordinados que cubrían desde el acceso al abandono del castillo.

En la exposición final realizada en la galería de tiro neumático del campo de tiro de Bande, se puso de manifiesto que cada hombre conocía perfectamente la misión: la general, la de su patrulla de combate y la suya específica dentro de esta.

Sobre un plano del Castillo de San Felipe y fotografías del mismo, supuestamente obtenidas por los elementos de una Patrulla de Reconcomiendo en Profundidad (PRP) previamente infiltrada, el capitán Arenas expuso ante el jefe del GOE la secuencia de la acción: estaban presentes, además de todos los ejecutantes, el mando, la PLMM y los pilotos de las FAMET que realizarían la infiltración de las PACOMB, así como el mayor Eduardo José Martins Veloso y el teniente Joaquín Camilio de Sousa Monteiro que asistían como observadores, pertenecientes ambos a la unidad de Rangers (Boinas Verdes) del Ejército portugués con base en Lamego, donde se encuentra su Centro de Instrucción de Operaciones Especiales (CIOE).

Con las últimas luces del día, la formación de 4 UH escoltados por los dos helicópteros de reconocimiento y ataque, transportaban a la primera oleada desde Bando hasta las proximidades del objetivo. Al amanecer del día siguiente lo haría la segunda oleada que debía reforzar y completar la acción iniciada por la primera cuando la noche estuviera llegando a su fin. El fraccionamiento de la unidad venía obligado por la capacidad de los medios aéreos disponibles y las horas del helitransporte por no disponer las tripulaciones de medios de visión nocturna.

Dadas las características de fortaleza inexpugnable en fuerza que presentaba el objetivo, la única acción con garantía de éxito debería ser un ataque por sorpresa efectuado de noche y así lo planteó el capitán Arenas. No obstante, el comandante jefe del GOE impuso que la acción fuera al amanecer por dos motivos básicos. El primero para realizar una práctica de heliasalto, pues el mero helitransporte de las PACOMB a la retaguardia enemiga que en situación real resulta imprescindible, puede ser sustituida en un ejercicio por el transporte en camiones y en consecuencia no se obtiene el óptimo rendimiento de los medios aéreos disponibles; la otra razón era que el ejercicio pudiera ser visto y filmado, algo imposible de ejecutarse de noche.

Para tratar de compaginar la realidad táctica con la ejecución didáctica se organizó la operación de forma tal que la primera oleada infiltrada mediante helitransporte la tarde anterior, se aproximara al objetivo durante la noche atacando al despuntar el alba; la segunda fracción realizaría un heliasalto que debía seguir sin solución de continuidad a la sorpresa nocturna. La ejecución del tema demostró que esto no era posible debido a la distancia -propia de una acción real- que separa Santiago de Ferrol, pues como ya se ha dicho, al no tener los helicópteros capacidad de vuelo nocturno, estuvieron en Bando con los motores en marcha, hecho el prevuelo y con las patrullas de combate a bordo, hasta que la primera claridad les permitió despegar.

Los tiempos previstos y la secuencia de la operación se cumplió con una exactitud y precisión tales que puso de manifiesto la organización, adiestramiento y disciplina de la unidad de helicópteros, de igual forma que la llegada y desembarco de la fuerza en las difíciles zonas inmediatas al objetivo evidenció la habilidad y arrojo de los pilotos.

No obstante, los minutos imprescindibles para que la formación aérea cubriera los 55 kilómetros que separan Bando de Ferrol y el hecho de que los tiempos se hubieran ajustado con el fin de que la sorpresa inicial fuera continuada de forma inmediata con un refuerzo helitransportado fue la causa de que ambas acciones tuvieran lugar ya con luz suficiente para que los defensores -esperando el asalto como sucede habitualmente en todo ejercicio de doble acción- hicieran un fuego eficaz sobre los atacantes, que en una realidad de combate hubiera hecho probablemente fracasar el asalto.

De todos modos, y hecha esta observación, el ejercicio cumplió perfectamente su función didáctica y sirvió de adiestramiento, tanto para atacantes como para defensores, poniendo una vez más de manifiesto que un heliasalto para que tenga éxito requiere dos premisas básicas: por un lado, un gran apoyo de fuego proporcionado por helicópteros de ataque; y por otro, que el objetivo elegido no sea «fuerte» (aunque naturalmente pueda ser importante tal como un centro de transmisiones, un puesto  de mando, un vivac, etc.) teniendo grandes posibilidades de fracasar ante una fortaleza o posición fuertemente organizada.

Apocalipsis Now sobre la ría de Ferrol

La noche había sido -cosa rara en estas tierras- luminosa y transparente, con el cielo punteado de infinitas estrellas rutilantes, cuya luz, unida a las de Mugardos y San Felipe reflejándose en las calmadas aguas de la ría, ofrecían un aspecto fantástico de belleza y serenidad, capaz de subyugar la imaginación hasta de los centinelas, no dados por lo general -salvo honrosas excepciones- al goce de los sentidos, ni al romanticismo que de vez en cuando les brinda el cumplimiento de su importante misión: el silencio de la noche, la luz difusa del alba y el aroma húmedo del campo en la amanecida.

El hecho de que abandonaran los sacos de dormir tendidos en las duras losas de piedra, el comandante jefe del GOE y los invitados portugueses y que el incansable fotógrafo, Luis, nuestro entrañable «reportero de guerra» con la cámara de vídeo sobre el hombro y la máquina fotográfica en la otra mano recorriera pasillos buscando ángulos y encuadres, alertó a los centinelas haciéndoles saber que el asalto era inminente. En realidad, todos los defensores se hallaban ya despiertos y apercibidos y, aunque cumpliendo las órdenes impartidas permanecían en sus sacos de dormir hasta que sonara la alarma, su actitud vital no era la del hombre que duerme plácidamente y es despertado en forma brutal por el fuego de los asaltantes, sino más bien se parecía a la de los caballos de carreras, que encerrados en sus «boxes» esperan impacientes que le abran las compuertas. La actividad del brigada Gonzalo con su cámara y la del brigada Regueiro tomando posiciones al frente de su equipo de simulación no permitía ningún género de dudas sobre el inicio de la acción y, a pesar de ser toda una ficción, comenzaron las descargas de adrenalina.

Ya se distinguía, sin género de duda, un hilo blanco de uno negro (según la magnífica definición del Corán para distinguir entre día y noche) cuando sonó la alarma. Se hizo entonces evidente que el planeamiento tenía un pequeño fallo, el cual, como suele suceder, tuvo consecuencias desastrosas para la acción: se trataba de que el equipo «Caramelo» inició la acción el primero en lugar de hacerlo inmediatamente después de ser volada la puerta del foso por «Ariete». El planteamiento que puede ser eficaz y apropiado en el caso de encontrarse ante defensores poco instruidos y disciplinados -milicias- fue contraproducente al aplicarse sobre una guarnición perfectamente mandada y adiestrada por el teniente Andrés que previamente había reconocido el objetivo, estudiado y ensayado un plan de defensa y disponía de un contingente -su sección- capaz de ocupar rápidamente el lugar asignado y cumplir la misión impuesta por las consignas de defensa.

La acción en el interior del castillo revistió un gran realismo pues mientras atacantes y defensores se enfrentaban empleando sus fusiles con munición de fogueo, el equipo de simulación del brigada Regueiro «ambientaba» con abundante pirotecnia de grueso calibre, cuyas atronadoras explosiones potenciadas por los encajonados muros y bóvedas de piedra, hacían retumbar paredes y ventanas, simulando las granadas de mano, disparos de C-90 y las cargas explosivas necesarias para volar las sucesivas puertas y rejas que compartimentaban interiormente la fortaleza.

Apenas habían transcurrido cinco minutos del inicio del asalto cuando sobrevolando la ría apareció el refuerzo helitransportado que procedía de Bando.

Tras unas espectaculares pasadas de los helicópteros de reconocimiento y ataque que simulaban el fuego de apoyo proporcionado por su cañón de 20 milímetros y cohetes, llegó la oleada de helicópteros de transporte que con perfecto sincronismo y en arriesgada maniobra, fueron depositando mediante vuelo estacionario, el refuerzo de boinas verdes que llegaba para consolidar y limpiar el objetivo. El lugar elegido para desembarcar la fuerza era un diminuto claro en un bosque de eucaliptos situado en las inmediaciones del castillo lo que obligó a los pilotos a poner a prueba su pericia y sangre fría.

Efectuado el desembarco, los aparatos se trasladaron a una zona de espera próxima, hasta el momento de ser avisados por radio para que acudieran a recoger los rehenes y la fuerza de asalto, transportando todo el contingente a Bando.

A la llegada de los helicópteros, el castillo no se hallaba todavía dominado (debido a las razones que se expusieron y otras ajenas a la realidad del combate), lo que sin duda hubiera causado el probable derribo de más de un aparato por parte de los defensores.

Entre las causas propias de la ficción apuntadas, se encontraba una «jugada sucia» de los defensores: en efecto, se había decidido la entrada en la fortaleza mediante la voladura con una potente carga explosiva (dos torpedos Bangalore) de la robusta puerta de acceso al foso más rápido y directo al corazón del castillo. Obviamente para no destrozar la puerta, la carga era simulada (aunque de peso y tamaño real), siendo solamente verdadero el artificio pirotécnico con que se debía activar mediante la explosión real del cebo. Producida la explosión que simulaba la voladura, los atacantes debían abrir la pesada puerta a la que previamente y desde dentro el jefe del GOE había descorrido los cerrojos. No obstante, y mientras el jefe de la unidad tomaba posiciones en la azotea para presenciar la acción, algún astuto defensor volvió a correr los cerrojos por lo que, cuando el teniente Alfageme al frente del equipo «Ariete» quiso abrir la puerta una vez producida la voladura simulada, se encontró con la imposibilidad de hacerlo.

El forcejeo y batir del portón intentando abrirlo (se había dicho a los atacantes que una vez explosionada la carga simplemente habría que empujar las hojas), alertó a los defensores que acudieron a cubrir aquel punto por el cual era evidente que penetraría el enemigo.

El jefe del GOE comprendiendo lo sucedido, acudió para descorrer nuevamente los cerrojos, pero los atacantes cuando pudieron finalmente abrir la puerta se encontraron el acceso batido de enfilada teniendo «gran mortandad». Para equilibrar esta anómala situación y, que de paso los defensores comprendieran perfectamente la eficacia del fuego de apoyo, se ordenó al equipo de simulación que desde la azotea dejara caer sobre los que cerraban el acceso al patio, unos cuantos petardos.

Indudablemente no eran granadas de mano, pero lograron con el efecto psicológico de sus potentes explosiones, que los defensores abandonaran sus privilegiadas posiciones de tiro buscando refugio bajo las bóvedas del piso bajo.

Una vez rescatados los rehenes y replegada escalonadamente la fuerza asaltante, se dio por concluida la acción, regresando unos y otros en helicóptero a Parga (Lugo), donde deberían reforzar la guarnición de la supuesta Jablanica, mientras que los defensores lo hacían en camiones, transformándose de nuevo al llegar en cascos azules.

Durante todo el día, los cascos azules y la fuerza OE, que tras realizar el rescate de los prisioneros había reforzado la posición defendida por los primeros, se dedicaron a perfeccionar las defensas del destacamento, organizando su defensa perimétrica mediante la asignación de sus cuatro sectores a otras tantas fracciones de la fuerza, dejando una quinta en reserva.

Llegada la noche se simularon una serie de ataques por el sector este, lugar que por corresponder al espaldón del antiguo campo de tiro, permitía realizar ejercicios de fuego real. Se habían dispuesto ante el referido espaldón no menos de treinta blancos de gran realismo fabricados con cajas de granadas de mortero a las que se había provisto de piernas y cabeza, ofreciendo un aspecto de enemigo en guerrilla muy real. Una serie de bolsas de plástico rellenas de viejos colchones de espuma impregnados en gasolina y gasoil estratégicamente distribuidas entre los enemigos y a las que se daba fuego mediante un sistema con retardo, permitía la iluminación nocturna del campo de batalla, aumentando las siluetas a la incierta luz de las llamas, el efecto de realismo. No obstante, este despliegue y el esfuerzo que supuso organizarlo fue en vano ya que debido a las restricciones impuestas al campo de tiro por el llamado «informe Mariño» no fue posible efectuar el fuego de fusilería y materializar las barreras de ametralladora con sus balas trazadoras, a pesar de estar el tiro perfectamente jalonado y apuntar las máquinas a parapetos de sacos terreros que absorberían los impactos imposibilitando cualquier rebote. Así pues, aunque se había instalado alambrada y realizados pozos de tirador, solo pudo dispararse con mortero, lanzagranadas y sistemas C-90, desvirtuándose el tema defensivo con fuego real planteado.

Durante toda la noche fueron intercambiándose los diversos sectores, permitiendo de esta forma que aparte de practicar el relevo de una posición defensiva, pudieran realizarse ejercicios de tiro todos los guerrilleros participantes. Sobre las cinco de la madrugada hubo de ordenarse el alto el fuego, pues la impenetrable niebla que cubrió el campo hacía muy peligroso el tiro de morteros y lanzagranadas, alguno de cuyos disparos por la pérdida de referencias, quedó preocupantemente corto. Con las primeras luces del amanecer prosiguió el ejercicio hasta concluir el crédito de disparos dando por rechazados todos los intentos enemigos de tomar la posición.

El juicio crítico habido al final, puso de manifiesto lo interesante de la experiencia, opinión que compartían tanto los mandos como la tropa del GOE VI.

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