Mi visión sobre el curso de OE y la COE 42

Miguel Alcañiz Comas. Teniente general. Antiguo teniente de la COE 42   

Un curso que imprime carácter

La profesión militar requiere una vocación constante que acaba convirtiéndose en un estilo de vida. Unos cuantos, de esos enamorados de la profesión, una vez finalizados sus estudios académicos, se embarcan en la aventura de ingresar en la Escuela Militar de Montaña y de Operaciones Especiales situada en la hermosa ciudad de Jaca, y durante otro curso escolar, prolongan su formación militar y se especializan en el campo de las operaciones especiales (OE).

¿Qué mueve a unos jóvenes oficiales y suboficiales a solicitar este curso? Múltiples pueden ser las razones  pero, en muchos casos los inicios vienen de la tradición oral épica de nuestra milicia, sumando, al desarrollo de nuestra imaginación, un componente de aventura y valor, y un desprecio al riesgo que se convierte en espíritu de sacrificio que te permite alcanzar el objetivo marcado.

¿Es difícil obtener plaza en el curso? Nunca fue fácil conseguir ser alumno del mismo. Si bien en un primer momento la exigencia es poseer un nivel físico envidiable, existe otro componente psíquico que cada vez te va haciendo más falta; de tal forma que aquellos que solo tengan un buen músculo, si no tienen en reciprocidad un cerebro bien amueblado, no le llegarán los estímulos suficientes al corazón para que con sus latidos aporten el oxígeno preciso en cada momento.

Una vez superas el ingreso, tienes de entrada una ayuda suplementaria añadida; esta no es otra que uno de los símbolos fundamentales que siempre nos han distinguido a las Unidades de Operaciones Especiales (UOE), a los guerrilleros; la boina verde. El lucir esta prenda de cabeza desde el primer día, te da crédito y alas para superar con éxito esfuerzos y situaciones duras que indudablemente se te van a presentar.

Si una cosa tiene de bueno nuestro curso, es la variedad y polivalencia en la programación y ejecución, razón por la cual, además de evitar un hipotético cansancio que puede desembocar en el aburrimiento, te faculta para hacer frente a las múltiples situaciones que se te pueden presentar en el combate.

Mucho habrán cambiado como es lógico, las otrora famosas fases del curso: básica, topográfica, esquí, escalada, supervivencia, paracaidismo, agua, combate, etc. Pero, en cada una de ellas, y en las nuevas, aprenderás, que cuando te crees que ya no puedes más, siempre estará a tu lado un compañero para demostrarte que aún te queda en la recámara el 50% de tus fuerzas. El compañerismo es por tanto otro de los pilares básicos del curso. Si este debe prevalecer en todas las parcelas de nuestra profesión, quizás en situaciones complejas y delicadas sea cuando más marcado se manifiesta y cuando más hondo sale el agradecimiento.

El paso de los meses y la superación de las pruebas, exámenes y fases, forjan y multiplican en ti unas cualidades que serán tu norte para el resto de tu carrera: disciplina, espíritu de sacrificio, abnegación, cooperación, amor a la responsabilidad, etc. Finalizado el curso, obtienes con orgullo y satisfacción el otro símbolo que lucirás para siempre en el pecho de tu guerrera “el machete y las hojas de roble”. Las UOE te esperan y un amplio y apasionado mundo profesional se te abre a tus pies.

En mi caso, tuve la suerte de poner en práctica las enseñanzas recibidas en la Compañía de Operaciones Especiales (COE) nº 42 de Tarragona, a las órdenes del capitán Fermosel, que contaba con una plantilla de magníficos sargentos y guerrilleros, de los que guardo un grato recuerdo y hablaré más adelante.

Con el paso de los años: Jaca, Batiellas, Candanchú, la Peña Oroel, la Pardina de Fatas, la Selva de Oza, el vértice Cuculo y un largo etc. quedarán imborrables en tu memoria; y sin darte cuenta, el curso primero y la COE 42 después, han impreso en mí un carácter y un estilo de milicia. Pocos cursos dejan esta profunda huella.

Mi visión sobre la COE 42  

Las UOE se crearon en el ejército español a lo largo de la década de los años 60. Desde su fundación irradiaron un halo de eficacia y prestigio que traspasó las filas castrenses y llegó rápidamente al resto de la sociedad española.

Los jóvenes españoles que entraban en quintas, al igual que los que estábamos realizando nuestros estudios en las academias militares, sentimos la llamada de alistarnos a esas ya famosas COE. Las razones de ese paso adelante fueron muchas, pero uno de las más importantes fue el seguir a los muchos componentes típicos de la edad: imaginación, aventura, valor, desprecio al riesgo, espíritu de sacrificio, etc.

Finalizados mis años de enseñanza de formación militar en las academias de Zaragoza y Toledo, me incorporé como teniente de infantería a la COE 42 el verano de 1978. Llevaba en mi mochila muchas ilusiones y expectativas; dejaba atrás unos años duros de estudios, se acababa la teoría y comenzaba para mí el momento de poner en práctica los muchos conocimientos adquiridos.

Tuve la inmensa suerte de que mis primeros pasos en la compañía fueran guiados por una persona inteligente, sensata, templada y resolutiva. Me estoy refiriendo a mi capitán D. Víctor Fermosel Díaz. ¡Qué importante es para un joven oficial tener un buen maestro, tú primer capitán! Rápidamente me integré en un mundo de trabajo exigente, de dura instrucción, de esfuerzo físico y psíquico, de muchos días de campo, de escenarios variados, de sacrificios y de riesgos, etc. Con el paso de los días me gustaba cada vez más lo que hacía, estaba más a gusto, el tiempo volaba, no me importaba que llegaran los lunes, me divertía mi trabajo, me gustaba esa profesión, era feliz.

Desde el primer momento tuve que influir, convencer, confiar, dirigir, trabajar y liderar con todos mis subordinados. Tenía un buen plantel de suboficiales y un grupo de jóvenes soldados maravillosos. No existía la palabra imposible, con ese enorme potencial humano todo era fácil. Me viene a la memoria un dicho que me enseñó un Páter castrense cuando mandaba mi regimiento y, ahora, con la perspectiva del paso de los años te enseña a valorar a una unidad, es por lo que considero oportuno y apropiado aquel adagio: «Mi coronel, aquí imposibles hacemos todos los días, milagros, solo de vez en cuando». Esa era la valía de mi COE 42.

Los símbolos son una representación apreciable de un pensamiento o de una idea, son una señal de identidad que aglutina a un colectivo y le distingue del resto. En el mundo de la milicia tiene una gran importancia la simbología. En nuestro caso, la boina verde y el machete con las hojas de roble te aportan desde el primer momento una ayuda suplementaria, te dan crédito y alas para superar con éxito las muchas situaciones duras que se te van a presentar pero, sobre todo, crean un espíritu de unidad, tejiendo lazos de cohesión y hermandad con el resto de compañeros y pronto sientes el orgullo de permanecer a las filas de la unidad.

Con el paso de los meses y la superación de las diferentes fases junto con mis subordinados, se adquiere una forja y se multiplican tus cualidades, de forma tal que serán tu norte para el resto de tu carrera: disciplina, lealtad, espíritu de sacrificio, abnegación, valor, cooperación, amor a la responsabilidad, iniciativa, compañerismo, etc.

Tarragona, Mas Enrich, Los Castillejos, Farena, La Molina, Alp, Punta la Mora, Puertos de Beceite, Els Reguers, Prades, La Musara, Massanet de Cabrenys, La Bayol, etc. quedarán imborrables en mi memoria y sin darme cuenta imprimieron en mí un carácter y un estilo de milicia.

Vi a muchos de mis soldados llorar el día de su licencia. Esa era una inequívoca señal de que querían a su COE 42, que su cuerpo tiraba para delante pero su alma quedaba atrás. No me cansé de repetir: «El que tenga un buen corazón, solo se acordará de las cosas buenas de la mili» «¡Dios mío, cuánta gente buena tuve el honor de mandar!»

Sirvan estas modestas líneas, como homenaje y muestra de sincera gratitud a todos los diplomados en OE que con su vocación y entrega al servicio han creado una excelente escuela de mandos, así como a mis queridos mandos y guerrilleros que conocí en la COE 42. Mi más sincera enhorabuena a todos aquellos bravos soldados guerrilleros que, con tremenda generosidad, eligieron voluntariamente el llevar una boina verde para servir a España.

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