Vicente Bataller, General de Brigada (Retirado)

Presidente de la FEDA-VBVE

Creación de los GOE/BOEL

La década de los años 80 cerró definitivamente el proceso de transformación de las COE en GOE. De este modo muchas COE, o bien se disolvieron, o bien se trasladaron de acuartelamiento y guarnición e integraron en una unidad superior, el Grupo de Operaciones Especiales (GOE). Las COE perdieron gran parte de su personalidad propia, independencia y autonomía que cederían a un escalón superior. El primer GOE, Órdenes Militares, se creó en mayo de 1979 en Colmenar Viejo (Madrid); en el mismo se integraron las COE 11 de Plasencia y 12 de Madrid con la denominación de UOE 11 y 12 y se constituyeron, además, dos unidades nuevas, la UOE 13 y la de PLM.

Su primer jefe, el comandante Evaristo Muñoz Manero, organizó un GOE modélico, reclamado reiteradamente para ser mostrado ante visitas de altas jerarquías castrenses españolas y extranjeras.

Ello sirvió para proyectar a su unidad hacia un nuevo concepto de las operaciones especiales y una mayor colaboración con las fuerzas especiales similares de otros países al participar en numerosos ejercicios: Comangoe (comandos portugueses), alternativo en España y Portugal; Pegasus en Bélgica, Schinderhannes en Alemania, éstos últimos con intervención de unidades especiales de Alemania, Bélgica, Holanda, Francia, USA, Reino Unido y Portugal, además de las Trabuco, realizados en España, con la participación de los boinas verdes norteamericanos.

 Dado el buen resultado del GOE I, a mediados de los 80 se inició la creación del resto de GOE. Así, en 1984, con la COE 31 de Alicante y 32 de Paterna (Valencia) se fundó el GOE Valencia III en Alcoy (Alicante), en 1985 se disolvieron la COE 21 de Tarifa, 22 de Huelva, COE 91 de Granada y COE 92 de Málaga y con su material se formó el GOE Santa Fé II en Granada y la Bandera de OE de la Legión (BOEL) Maderal Oleaga XIX en Ronda, en la que se integró la UOEL.

Por su parte, con el material de la COE 61 de Burgos y la 62 de Bilbao, se constituyó en 1986 en el GOE San Marcial V en Burgos, y con el material de la COE 41 de Barcelona y 42 de Tarragona se formó, en 1987, el GOE Almogávares (luego Tercio de Ampurdán) IV en Barcelona. Por último, la COE 71 de Oviedo, 72 de Gijón, 81 de Orense y 82 de El Ferrol se disolvieron en 1988 y su personal y material se acoplaron al GOE La Victoria VI que se creó en la Coruña. El resto de COE desaparecieron, con la excepción de las tres isleñas, esto es la 101 (luego 7) en Palma de Mallorca y la 102 (luego 81) en Santa Cruz de Tenerife y la 103 (luego 82) en Las Palmas de Gran Canaria.

En definitiva, con esta remodelación nos encontramos con siete unidades tipo grupo, esto es, el GOE I mandado por Evaristo Muñoz Manero de comandante y luego de teniente coronel, así como, posteriormente, por Tomás Varela, Manuel Alonso, José María Armendáriz y Vicente Gonzalvo. El GOE II, del que fue su primer jefe el comandante Ricardo Castillo y luego Pablo Martínez Izquierdo y los tenientes coroneles Rogelio García de Dios y Francisco Asensi. El GOE III, fundado por el comandante Felipe de Tiedra, al que sucedió Jaime Perote y Vicente Bataller (que lo mandó primero de comandante y luego de teniente coronel, con quien se integró en el MOE). El GOE IV, cuyo primer jefe fue el comandante Carlos Alemán, seguido de Miguel Cervilla y los tenientes coroneles Amancio Alonso y Antonio Cabello (hasta su integración en MOE). El GOE V, fundado por el comandante Luis Téllez de Meneses, mandado luego por Miguel Jáuregui, José Miguel Escribano y Jesús Imaz. El GOE VI, cuyo primer jefe fue el comandante Carlos Suero y luego Lorenzo Navarro de los Paños. Por último, la BOEL, fundada por el teniente coronel Antonio Lucas y luego mandada por José López Hijós, Zacarías Hernández, Francisco García-Almenta, Jaime Perote, José Manuel Sánchez-Gey y Javier Varela (con quien se integró en el MOE).

La Subinspección de OE y la PIPOE  

En 1985 se creó en Madrid la Subinspección de OE (luego cambió de denominación y acabó en la 3ª Sección de OE y Montaña). Ello supuso un paso adelante para encauzar las necesidades de los GOE, exponer sus problemas, unificar criterios y confeccionar un plan específico de instrucción y adiestramiento de las UOE. Dependía de la Inspección de Infantería y estuvo dirigida primero por el coronel Gordo, profesor veterano del curso de OE de Jaca, y posteriormente por el coronel Vázquez Soler, que durante muchos años fue jefe de la COE 12 de Plasencia y luego jefe del citado curso y del de OE de la Legión. Fue precisamente gracias al empeño del coronel Vázquez el que en España se organizara un ejercicio internacional con estilo guerrillero: la Prueba Internacional de Patrullas de OE (PIPOE).

Fue sede de la PIPOE la EMMOE de Jaca, donde cada año se reunían patrullas de todas las UOE españolas, incluida la de la Armada, la EZAPAC del Ejército del Aire y el GAR de la Guardia Civil, que junto con patrullas de seis países occidentales (FINABEL) tomaban parte en esta prueba de gran dureza que en cada nueva edición incrementó aún más el número de extranjeros participantes. 

La I PIPOE celebró su primera edición en septiembre de 1991 en una zona de la Sierra de Guara (Huesca). La prueba consistía en una infiltración durante cuatro jornadas, a una media de 8-10 horas por día, con marchas intensivas de alta montaña en Monte Perdido, bajada por el cañón de Balces y cruce con bote y aletas de los pantanos de Mediano y el Grado. Por primera vez en su historia, España se convirtió así en un país anfitrión que organizaba un ejercicio internacional con intervención de numerosas UOE.

También por esta época, concretamente desde noviembre de 1985 hasta febrero de 1989, los GOE prestaron un servicio poco corriente, la guarnición de las islas y peñones del norte de África. Nombres como Chafarinas, Alhucemas y Vélez quedaron grabados para siempre en muchos boinas verdes que, durante un mes, rotativo entre todas las COE peninsulares, daban seguridad a estos islotes repletos de historia.

El adiestramiento de los GOE/BOEL. Operaciones especiales

Si bien al crearse los GOE continuaron los ejercicios de guerrillas y contraguerrillas -muy formativos por la doble acción y el sacrificio y dureza que entrañaban- pronto dieron paso a los ejercicios de operaciones especiales propiamente dichas, más acordes con los nuevos tiempos que corrían. En este sentido se contó con la experiencia adquirida tras el gran paso que supuso el tomar contacto con UOE de los países occidentales.

A ello debemos añadir la paulatina profesionalización de la tropa, lo que permitía disponer de mayor tiempo para el adiestramiento, una mayor especialización del personal y el lograr, por fin, el que los boinas verdes fueran paracaidistas -el primer curso con personal de los GOE se realizó en diciembre de 1996- lo que posibilitó el empleo desde entonces de esta técnica de inserción por aire, muy habitual en las UOE de todo el mundo. De este modo, los GOE/BOEL se prepararon para acometer tres grupos de misiones de OE: acción directa, reconocimiento especial -una modalidad más amplia de lo que habían sido las patrullas de reconocimiento en profundidad o PRP- y asistencia militar.

El primero comprendía golpes de mano o ataques a objetivos críticos, localización y captura de personal o material, rescate de rehenes o prisioneros, guiado terminal con láser de misiles lanzados desde aviones, … Por su parte, con el reconocimiento especial se perseguía la obtención de información sobre los elementos de mando y control enemigo, sus armas especiales, sus capacidades, intenciones y actividades… Por último, la asistencia militar tenía como finalidad ampliar el conflicto en la retaguardia enemiga o adiestrar fuerzas aliadas en cuestiones específicas. Además, las UOE podían intervenir en otras tareas complementarias, como la evacuación de personal no combatiente, apoyo a autoridades civiles, operaciones humanitarias y de apoyo a la paz, operaciones psicológicas…

Las especialidades de los GOE/BOEL

Para cumplir estas misiones las compañías de los GOE se especializaron, una COE en combate (acción directa) y otra COE en información (reconocimiento especial). Además, se creó una sección de especialidades, compuesta por un pelotón de montaña y otro de agua (un tercero de paracaidismo manual nunca llegó a constituirse). A su vez, en la COE de combate se organizó un pelotón de combate en población y otro de tiradores de precisión.

Por su parte, en la COE de información se estableció una sección de Patrullas de Reconocimiento en Profundidad (PRP). Se trataba de patrullas especializadas en la obtención de información e identificación de material similares a las que ya disponían el resto de países de la OTAN, surgidas ante la amenaza de una invasión por Centroeuropa de unidades acorazadas del Pacto de Varsovia. Más tarde, con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la guerra fría, desaparecieron también las PRP.  

  

Al alcanzarse una total profesionalización, y en consecuencia una larga estancia de la tropa en las UOE, los boinas verdes no sólo se especializaron por cometidos (acción directa y reconocimiento especial) y por modalidades de inserción (montaña, agua, paracaidismo), sino que las COE pasaron a ser mandadas por comandantes y estructuradas en equipos operativos al frente de un capitán, y en equipos básicos a las órdenes de un oficial. Estos equipos estaban compuestos por pocos boinas verdes pero muy cualificados, al ser en su mayoría sargentos, cabos 1º y cabos y soldados con varios años de preparación y experiencia. Los huecos que quedaban se completaban con los soldados de nueva incorporación a los GOE, no sin antes superar el correspondiente curso de OE para tropa. Este curso fue homologado primero por el jefe de la Fuerza de Maniobra hasta que se hizo cargo del mismo la EMMOE de Jaca, que certificaba el correspondiente diploma de aptitud.

Golpe de mano

En lo que a las misiones acción directa se refiere, el caso más típico practicado en los GOE era el golpe de mano. A modo de ejemplo, éste consistía en un ataque por sorpresa contra un puesto de mando o una instalación militar para destruirla, rescatar un rehén… Para llevarlo a cabo, fijado el día y la hora del ataque, empezaba la cuenta atrás del tiempo disponible, que se distribuía entre la organización de la operación y su ejecución. Lo primero comprendía tres fases, la de estudio y preparación, la de confección del plan de ataque y la de explicación y ensayos. Por su parte, la ejecución podía abarcar hasta siete fases, una inserción con un medio aéreo, naval o terrestre (por ejemplo, con lanzamiento paracaidista), una infiltración a pie de aproximación al objetivo, la entrada al mismo, la actuación en su interior, la retirada o exfiltración, la posterior concentración en un punto de reunión y por último una extracción (por ejemplo, en helicópteros). 

Ni que decir tiene que cada paso de un hombre debía estar perfectamente sincronizado con el de sus compañeros, lo que requería una perfecta instrucción y ensayos previos para conseguir la sorpresa y evitar bajas. Como conclusión, era necesaria una formación específica para este tipo de acciones, realizadas de noche, incluso en condiciones meteorológicas muy adversas, lógicamente difícil de resumir aquí pero fácilmente comprensible incluso para los eruditos.

Patrullas de Reconocimiento en Profundidad

Respecto a las patrullas de reconocimiento en profundidad o PRP, supusieron un salto cualitativo en dos aspectos, primero la identificación del material (en ese momento del Pacto de Varsovia), lo que convirtió a los boinas verdes en unos expertos en esta materia dentro del ejército español, y segundo, el enlace a grandes distancias, lo que obligó a trasmitir imágenes en tiempo real (ahora parecerá hasta poco relevante, pero en las décadas de los 80-90 era el no va más, sólo accesible a los medios que disponían los GOE/BOEL).

Eso sí, llamaba la atención el equipo, al requerirse una mochila especial de mayor capacidad que la reglamentaria y expresamente confeccionada para transportar, además del equipo normal, mejorado para que fuera totalmente impermeable, las raciones alimenticias y agua para los días previstos que durase la misión. Imaginemos el peso adicional que suponía la comida y bebida para ocho días, que como mínimo, duraba la misión, a lo que había que añadir los útiles para la construcción y enmascaramiento del pozo donde se iban a esconder, prismáticos de visión nocturna y diurna, camping-gas, botiquín, traje NBQ en su caso y, especialmente, los medios radio y pilas de repuesto, con todos los accesorios (terminal digital, generador, antenas especiales…). Veamos como lo cuenta un boina verde:

«Los alemanes, responsables de organizar el ejercicio Schinderhannes, antes de embarcar en los aviones nos entregaron unos sobres sellados con una letra en la portada, que sólo debíamos abrir al observar el paso de vehículos con una de las citadas letras colgadas en los laterales. En el interior de cada sobre se encontraban fotocopias de carros de combate, transportes orugas, obuses, aviones… del Pacto de Varsovia que, llegado el momento, deberíamos identificar y transmitir de inmediato. Los sobres no usados se devolverían sellados (no se podían abrir, para evitar hacer trampas). Saltamos de noche en paracaídas, junto a compañeros de otros países, con aquella pesadísima mochila en un claro que había entre los bosques alemanes. Una hora más tarde ya se divisaba una columna de vehículos militares que se aproximaba a la zona, seguramente avisados por algún paisano a través de su policía local, que habitualmente colaboraba en estos ejercicios. Supongo que iban a montar emboscadas para capturar a los paracaidistas.

Nuestro desplazamiento tras el salto era lentísimo, no ya por la pesada carga, sino sobre todo porque continuamente nos deteníamos a observar con las gafas de visión nocturna para eludir los controles inesperados que existían por todas partes.

En la segunda noche de marcha, alcanzamos las proximidades del cruce de autovías que debíamos vigilar; la patrulla se dividió en dos binomios e inició los trabajos de acondicionamiento y enmascaramiento. Al día siguiente empezaron a pasar unidades de una división alemana o vehículos aislados, marcados por un número o una letra que se correspondía con uno de los sobres. El binomio de observación, tras abrir el sobre y extraer las fotocopias de material que contenía, trataba de identificar el modelo de armamento, pasaba la información con medios VHF a la pareja situada más a retaguardia, y ésta, a su vez, lo transmitía en HF (tras cifrar el mensaje) a la base radio española ubicada en un cuartel alemán, junto a las del resto de países participantes. Cuando esta información, de nuevo en claro tras ser descifrada en la base radio, fuera recibida en el cuartel general del cuerpo de ejército alemán, se anotaría la veracidad en los aciertos y el tiempo transcurrido desde que se originó (hora del paso de los camiones con letras).

Un día sí y otro también, sigilosos camiones alemanes, no los que llevaban letras, sino los que transportaban tropas enemigas, aparecían de repente y rastrillaban la zona palmo a palmo (en ocasiones por haber localizado quizás el punto de emisión por radiogoniometría). El bosque espeso favorecía la huida de la patrulla, que regresaba de nuevo a cumplir la misión una vez despejado el terreno.

Por fin, cumplida la misión y agotados los víveres y el agua, con los músculos agarrotados y el cuerpo frío por aquella obligada inmovilidad de varios días, iniciamos la larga marcha de exfiltración, inquietos por la posibilidad de ser emboscados -caer prisioneros suponía una dura prueba de interrogatorios, soportar posturas incómodas con los ojos vendados y manos atadas, sonidos repetitivos- y por el temor de no llegar al punto acordado con anterioridad a la hora prevista, donde un helicóptero nos recogería con la puntualidad característica de los germanos, ni un minuto antes ni otro después».

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