Coronel Miguel Ángel Simón Picapeo
Alumno XIII Curso OE
Prólogo jacetano
Loarre es una etapa en el camino,
Pirineos, maná del sentimiento,
cumbres y valles en el pensamiento,
el soldado sueña con su destino.
Oroel, un perfil memorizado,
Rapitán en lo alto, centinela,
Puente de San Miguel, que al río vela,
Árbol de la Salud, rincón amado.
Catedral de San Pedro, el pueblo reza,
Santa Orosia, Patrona venerada,
a ti el jaqués dirige la mirada.
Señorial Ciudadela, fortaleza.
Y allá en la Peña el Monasterio Viejo,
de su noble pasado es el reflejo.
El XIII Curso
Con paciencia la apnea se supera,
siguen saltos, flexiones y carreras,
el largo psicotécnico marea.
Fin de la prueba, empieza la tarea.
El paso talonado es herramienta.
Defensa personal, arma secreta,
ni un solo instante sin estar alerta.
El Grosín es el rey de los oteros.
Aun con brújula, plano y Casiopea,
se enrisca el solitario en Solaneta,
un equipo perfecto es la pareja.
Para saber reptar hay que reptar,
de noche y embarrados: a reptar.
Quien grite en el conguito está acabado,
pero a nadie la claustrofobia tienta.
Un clic durante el tiro es de novato,
en Batiellas se lleva bien la cuenta.
El pasillo de fuego el cuerpo templa.
El morse es un lenguaje dominado,
concentración, oído y se ha logrado.
Un buen anclaje en rápel es sagrado.
Detonadores, mechas y explosivos,
¡ojo!, las cargas son objetos vivos.
Boina y cuchillo marcan un estilo
indeleble hasta el último suspiro.
Botas de tres hebillas, camaradas,
se aferran a la roca en la escalada,
al saltar del camión son una almohada
y en los trotes sin fin semejan alas;
se las cuida como al mejor amigo.
Con el poncho otra piel nos ha nacido,
aunque ligero, proporciona abrigo.
No son batiburrillos las mochilas,
sino el hogar repletas y ordenadas.
En el monte la niebla es un dilema,
anuncia el rayo al inminente trueno,
caen copos como una lluvia sorda,
delgado el cabo que al iglú atempera,
granizo más ventisca hacen un pleno,
qué gran refugio es una humilde borda.
El Bosque de las Hayas, marcha amena.
Si el Tobazo está helado no hay problema,
el Tubo de la Zapatilla espera
con su empinada alfombra volandera.
Supervivencia, vencerá la mente,
débil el individuo, el grupo fuerte,
es la hoguera nuestro mejor nutriente
y la Selva de Oza nos acoge.
Alegría al volver a Zaragoza,
pesada en Pontoneros la barcaza,
visita interesante en Instalaza.
El embarque se adorna de valor,
excita la chicharra el corazón,
un instante de vuelo sin motor
y a cumplir en silencio la misión.
Aguas del Aragón embravecido,
que llega a Yesa y queda adormecido.
A tientas se bucea en el pantano,
todo es oscuridad, ramaje y fango.
Combate en poblaciones despobladas,
Ermita de Iguacel, Garcipollera,
el equipo trabaja conjuntado.
Por Atarés se monta una emboscada.
Pardina de Fatás, golpe de mano.
El prisionero escapa y se examina:
diversos ejercicios, tirolina…
Jamás baja la guardia, enmascarado,
y empecinado lucha por su gente,
no desanima el cerco al infiltrado,
vital la información del confidente.
Si la contraguerrilla no espabila,
nunca podrá vencer a la guerrilla.
El mar inmenso es un entorno nuevo
y el alumno completará el programa,
penetra el frío, intenta hacerle mella,
se sobrepone y triunfa con esfuerzo,
a remo, en superficie y con botella.
En La Escala culmina la aventura,
para en Jaca obtener su recompensa.
Y el premio lucirá siempre en el pecho.
Epílogo
En cuarto menguante y cielo estrellado,
la muga es ideal para una cita
y el veterano acude ilusionado.
Sentado en la cadiera, ensimismado,
a las brasas con la memoria atiza.
Soldado intemporal, sobrio y callado.
sonríe el guerrillero. Y medita
