Entrevista a Jerónimo Lozano Flores. Antiguo cabo de la COE 42, voluntario 1976-77

Socio fundador de la Asociación de Veteranos Boinas Verdes de Tarragona. 

Realizada por Miguel Ángel Núñez.

Vocal Relaciones Externas FEDA-VBVE.

Jerónimo: ¿Por qué tomaste la decisión de irte voluntario 20 meses a una COE y cómo fueron tus comienzos en la COE 42 en Tarragona?

La decisión la había tomado con 17 años porque quería hacer la mili con los de la boina verde. ¿Por qué? Porque los veía por Tarragona, porque era lo más parecido a los comandos que leía en los cómics de Hazañas Bélicas. Me atraía la vida militar desde siempre. Me encantaba ir a casa de un tío mío que vivía en Madrid porque se veía el patio de un cuartel y me pasaba las horas mirando cómo hacían la instrucción los soldados. Siempre he tenido espíritu militar.

A los 17 años le pedí a mi padre que me firmase el permiso paterno en el juzgado para poder entrar voluntario en la COE 42, a lo que se negó. Decía que era muy joven y que ya me llamarían cuando me tocase hacer la mili. Al año siguiente me fui al Gobierno Militar de Tarragona y pregunté por el banderín de enganche de la Legión. Un teniente legionario me dio unos papeles informativos y me dijo que me lo pensara muy bien. Yo le pedí un póster de Legión y, al llegar a casa, lo coloqué en la pared y los papeles en la mesita de noche. Mi madre me preguntó que qué era aquello y le dije que si no me dejaba ir a la COE me iría a la Legión ya que allí no hacía falta el permiso paterno. Cuando llegó mi padre de trabajar del turno de noche, oí a mi madre que le decía: “Ves a la habitación de tu hijo que dice que se va a la Legión”. “Este muchacho está loco”: dijo mi padre; y sí, vino, hablamos y me prometió que me daría el permiso paterno en la siguiente convocatoria. Y así fue como entré en mi querida COE 42.   

Mis comienzos en la COE 42 fueron como la de cualquier “bulto” recién llegado. Mucho de todo: instrucción, gimnasia, teórica, imaginaria y todo a la carrera, la “instrucción nocturna” con los veteranos, etc. como un recién llegado, pero increíblemente lo vivía como si fuera una película. Cada día era distinto.

Estuviste como cabo furriel a las órdenes del capitán Fermosel. ¿Nos puedes decir cuál fue el mejor y el peor momento pasado que recuerdas en el desempeño de tu responsabilidad?

Cogí la responsabilidad de la furrilería en un estado deplorable. No había estadillos de material, las pocas listas que había no coincidían con el material, faltaba de todo. Lo único que había más completo era la sección de submarinismo y esquí: Faltaban cabezales, sábanas, mantas; en fin, de todo un poco.

Cuando me licencié, en la compañía sobraba de todo. Solo en mantas, había 52 más de la cuenta. ¿Cómo se consiguió? Es un secreto de cabo furriel y no se puede explicar por escrito por lo extenso y las técnicas empleadas.

El peor momento fue cuando me tuve que enfrentar a dos mandos, uno de la compañía y otro del regimiento, porque se llevaron material de la furrilería y no quisieron firmarme el vale correspondiente. Por supuesto que lo puse en conocimiento del capitán Fermosel, el cual me felicitó y me aseguró que nadie tomaría represalias contra mí, como así fue. En más de una ocasión, comentó que yo era el mejor cabo furriel que había tenido. Yo solo cumplía con mi deber. Está mal que yo lo diga, pero fue así.

¿En qué consistía la preparación de los soldados en operaciones especiales y qué opinión te merece la formación recibida en la COE 42 durante tu estancia?

Nuestra preparación consistía en el aprendizaje de las técnicas para realizar las fases correspondientes y en el endurecimiento físico, parte imprescindible para afrontar con éxito las distintas especialidades.

Qué duda cabe que mi paso por la COE 42 marcó mi vida. Fue un antes y un después. Entré siendo un joven y salí siendo un hombre con valores y las ideas muy claras de cómo sería mi vida. Otra cosa es lo que las circunstancias te marcan y te derivan. Todo lo que aprendí en la COE 42, de una u otra manera, lo he aplicado en el devenir de mi vida.

Ahora lo que tengo claro es que me equivoqué en no quedarme en el Ejército. Prueba de ello es que, 45 años después, sigo ligado de una u otra manera al Ejecito por medio de la Asociación de Veteranos Boinas Verdes Tarragona (AVBVT).

De todas las fases que hiciste, ¿cuáles fueron las más interesantes y por qué?

Todas las fases fueron instructivas, pero la de la supervivencia fue especialmente interesante. Me gustó mucho y me enseñó a sobrevivir en condiciones extremas, a encontrar agua, a comer cosas impensables; en definitiva, a sobrevivir.

   

También fue emocionante la fase de submarinismo. Era algo nuevo para mí. Me gustó mucho. Después de licenciado lo practicaba en verano y enseñé a mis dos hijos a bucear. Hoy en día, los dos practican este deporte; además, el pequeño también practica paracaidismo, algo que eche en falta en mi paso por la COE 42. Pero el culmen fue hacer rápel desde helicópteros. Montar en Chinook (HT-17) fue muy emocionante. En definitiva, todas las fases fueron interesantes y enriquecedoras; de todas aprendí.

¿Cuál ha sido la fase que fue especialmente dura para ti y qué recuerdos tienes de aquella experiencia?

En principio, fue pasar el conguito por lo agobiante que se me hacía. Lo encontraba claustrofóbico, pero fue pasarlo un par de veces y ya me metía con los compañeros para hacernos fotos. Fue el desconocimiento lo que me impresionaba a mí. Mis recuerdos son agradables pese a los primeros momentos. Luego todo fue rodado, después de 45 años guardo gratos recuerdos. Lo peor que te puede suceder es que, la primera vez que pasas, se pare el que está delante de ti como me sucedió a mí. Yo le dije de todo menos bonito. Luego resultó que era el sargento Robles. Menos mal que se lo tomó a broma y la cosa no paso de ahí.

   

¿Existe alguna anécdota, experiencia vivida, hechos acaecidos, recuerdo especial… que te haya marcado como persona en tu día a día en la vida personal, familiar, profesional…?

Cuando estuvimos haciendo vigilancia de fronteras, la compañía estaba dividida en dos secciones. Unos estábamos con el capitán Fermosel y los otros con el teniente Manuel Rodríguez en Jabalí y Massanet de Cabrenys, respectivamente. El capitán me mandó llevar al teniente unos papeles y unas órdenes. Yo era enlace. Con la Bultaco Alpina que teníamos en la compañía, me fui a llevárselo. De vuelta ya era de noche en el Pirineo y se me paró la moto.    

Enseguida quise ponerle la reserva de gasolina y cuál fue mi sorpresa que ya estaba puesta. Me había quedado sin una gota. Recordé que durante la tarde habían estado los sargentos con la moto y no la llenaron; la dejaron en la reserva. El caso es que estaba en medio del Pirineo solo y sin una bala en el subfusil Z. Los ruidos del bosque me parecían sospechosos. Después de estar unas dos horas solo, vi unas luces que venían por la pista forestal y decidí ponerme en medio de la pista con el Z en la mano dando el alto con intención de que me llevaran al campamento. Pero no llegaron hasta mi altura. Se pararon unos cincuenta metros antes, lo cual me mosqueó bastante. Resultó que eran el Willys y el camión de la compañía que venían de repostar y con gasolina para la moto.

La impronta y el carácter que me dejó la boina verde sirvió para superarme y pasar de ser un comercial más de la empresa, a ostentar dos jefaturas en comercial y llegar a director comercial.

Paralelamente monté mi propia empresa. Ahora estoy felizmente jubilado y con la tranquilidad que dan los años.

Nos consta que eres socio y fundador de la Asociación de Veteranos Boinas Verdes de Tarragona (AVBVT). ¿En qué año se creó, cuál fue su principal finalidad y cuántos años estuviste al frente como presidente?

El asunto de la Agrupación de Veteranos Boinas Verdes, que es como se llamó en un principio cuando se montó: yo necesitaba la compañía. La licencia, para mí, fue traumática. Yo no podía vivir sin la compañía y su dinámica diaria. Hablé con el capitán Fermosel y le conté mi idea de la agrupación. Le pareció bien y nos preparó una entrevista con el capitán general de la IV Región Militar el cual nos animó a ponerla en marcha. Me comentó que no tenía noticia de ninguna otra asociación de OE. Yo empecé a darle forma a los dos años de licenciado, en el año 1979, y, fundamentalmente, la idea era no perder el contacto con la compañía y ayudarnos entre nosotros por si algún compañero necesitaba algo de los que estábamos mejor posicionados.

Estuve de presidente de la agrupación unos siete u ocho años, no recuerdo exactamente. Realmente lo que en un principio fue el reunir los reemplazos de la 42 a lo que se ha convertido hoy día, y no es que yo me quiera atribuir el mérito, pero el primer granito de arena algo hizo.

En tus comienzos cómo presidente de la asociación, ¿cuáles fueron tus principales retos y dificultades a los que tuviste que hacer frente y con qué apoyo, colaboración y ayuda contaste?

Como todos los comienzos en la vida, este reto fue muy difícil, mucho. No había teléfonos móviles, ni correo electrónico, ni WhatsApp; en definitiva, lo que nos hace la vida más fácil hoy en día. Tenía que ponerme en contacto con ellos mediante el teléfono convencional o cartas manuscritas cuando llegaba del trabajo. Creo que el compañero Alberto Fernández Coto de Guadalajara, aún tiene una carta manuscrita de aquellos principios.

El tema económico: lógicamente, no tenía financiación alguna. Compraba los folios por paquetes; los sobres, por cajas y los sellos, por tiras. Usaba el teléfono particular, claro, pero era un reto que me puse y no me importaba el gasto. No tenía otro vicio. Además, mi señora siempre me apoyó: “Gracias, Paquita, por aguantarme los 45 años de COE que llevo”.

Años después, establecimos una pequeña cuota anual. Creo que fue de 500 pts. que ayudaron en el tema de los gastos. También hicimos un primer carné y camisetas para recaudar algo más.

Cuéntanos alguna anécdota o experiencia vivida como presidente de la asociación por la cual te sientas especialmente orgulloso.

   

Puesto que la principal divisa de la agrupación era ayudarnos entre nosotros con los veteranos más necesitados, nos enteramos de que un compañero estaba pasando por una mala etapa. Casado con tres hijos, uno era aún un bebé de pocos meses, y rondaban las fechas de navidad; estaban al caer. Lo comenté entre varios y llegamos a la conclusión de que teníamos que echarle una mano. Juntamos un dinero y nos fuimos a un supermercado. Llenamos dos carros de comida, además de los dulces, turrones y demás cosas relacionadas con la navidad. También compramos pañales y potitos para el pequeño. Esas navidades fueron normales. No carecieron de lo mínimo indispensable. Más tarde, el compañero encontró trabajo en una multinacional, con lo que retomaron su ritmo de vida habitual. Lo que sí puedo decir es que la satisfacción personal que te queda no tiene precio.

También coloqué a algunos compañeros en empresas que conocía, incluso en la empresa de mi propiedad que tenía por aquellos años.

Y, por último, si pudieras regresar al pasado, ¿volverías a presentarte como voluntario en la COE?

¡¡Sí!! Sin dudarlo un solo instante. Además, intentaría quedarme y hacer carrera militar y eso que, gracias a Dios, no me ha ido mal en la vida.

Jerónimo, te agradezco el tiempo que nos has dedicado, por ser como eres y por el ejemplo que nos das a todos. Ha sido un placer entrevistarte.

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