Denali (6195 m). Dos Guerrilleros en la montaña más alta de Norteamérica

Comandante  Alfonso Blas López

Antiguo sargento y teniente del GOE III y capitán y comandante del GCG MOE

Cabo mayor Carlos Cardelle Montero

Antiguo guerrillero, cabo y cabo 1º del GOE III y actual cabo mayor del GOE III

Presentación

Las prácticas de vida y movimiento en montaña, tanto estival como invernal, más conocida como la fase de nieve (esta última en las regiones militares donde existían estaciones de esquí), junto a las de escalada y uso de teleféricos, etc., siempre estuvieron presentes en los programas de instrucción y adiestramiento de las antiguas COE. En los GOE/BOEL incluso se creó en plantilla un pelotón de montaña  y en el actual MOE también existen equipos operativos especializados en montaña.

En definitiva, la montaña, incluso nevada, más que un obstáculo, siempre ha sido una aliada para los boinas verdes: “Ni la montaña con su grandeza, ni el mar con su majestuosidad, ni el bosque con su misterio y belleza, empequeñecerán el alma del guerrillero”.

Para el comandante Blas, en la reserva desde agosto del pasado año y con 36 años portando la boina verde, y al cabo mayor Cardelle, que sigue en activo, con mas de 28 años en operaciones especiales, no solo “no hay a sus duros pies riscos vedados” sino que apuntan hacia lo más alto a la hora de escalar o ascender a las montañas más elevadas del planeta. Según me han contado, en varias ocasiones, cuando la situación era extrema han recurrido a máximas guerrilleras como el “nunca no puedo” o “cuando la mente diga basta, el cuerpo debe decir adelante”. Convertidos en alpinistas famosos a nivel nacional e internacional, son un referente y un motivo de orgullo para todos los veteranos y actuales boinas verdes por el prestigio que supone para las unidades de operaciones especiales.

Alfonso Blas, que además de OE también está diplomado en montaña y Educación Física y Carlos Cardelle, que de cabo 1º realizó el curso superior de mandos de OE (solo dos casos excepcionales en tropa de los GOE) y que también está en posesión del curso de buceo, antes del Denalí, han escalado juntos, y por citar solo algunas algunas: Amadablam (6812 m) y Lobuche (6119 m) en septiembre del 2019 en el Himalaya; Alpamayo (5947 m), Tocllaraju (6032 m) y Pisco (5752 m) en julio de 2014 en la cordillera blanca de los Andes peruanos; Cervino (4478 m) y Castor (4223 m) en los Alpes; así como múltiples actividades de escalada en roca, en hielo, esquí de travesía y alpinismo en la mayoría de las cordilleras de la península. Es destacar la ascensión sin oxígeno al Manaslu (8163 m) en el Himalaya en el año 2021 y un intento al Brod Peak (8051 m) en el Karakórum en el 2022 de Cardelle. En el GOE III empezaron su andadura en 1996, cuando Blas pasó a mandar la sección de especialidades y Cardelle se encontraba en el pelotón de especialistas en montaña. Durante la semana hacían montaña militar y los fines de semana civil.

De los protagonistas de esta expedición, magníficas personas, puedo dar fe de sus enormes valores, tanto profesionales como morales, pues fui su jefe durante los diez años que mandé el GOE III. Pero dejemos que sean ellos quienes nos cuenten, de primera mano, cómo vivieron esta experiencia. Asimismo, en el programa LA VOZ DE LA GUERRILLA, 5º MAGAZINE, viene una interesante entrevista sobre los momentos vividos en esta expedición que se puede ver en  https://fedavbve.com/la-voz-de-la-guerrilla/   (Presentación efectuada por Vicente Bataller, director de la revista Boina Verde y presidente de la FEDA VBVE).

La decisión

Tras varios años de espera y después de haber escalado en algunas de las más importantes cordilleras del mundo, por fin llegó el momento de afrontar un nuevo reto: El Denali que, con sus 6.190 metros de altitud, es la montaña más alta de Norteamérica.

A pesar de no ser una montaña excesivamente alta, el desnivel de unos 4.000 metros que teníamos por delante, sumado a las bajas temperaturas por su cercanía al círculo polar ártico, hacen del Denali una montaña dura de ascender.

Este importante desnivel es el que nos obligaría a movernos lentamente por el interminable glaciar de Kahiltna, con una cantidad de material inusual en prácticamente cualquier tipo de expedición: con unos 45 kilogramos en un trineo, que se suman a los casi 15 que llevábamos en la mochila, comenzaron los trece días que estuvimos inmersos en esta enorme montaña.

No fue difícil decidirse por una montaña como esta: un nuevo continente, un frío glacial, otro estilo de escalada, etc. estimularon nuestros sentidos, animándonos a la realización de algo que, a pesar de ser una actividad montañera más, iba a ser muy diferente a otras. Además, los comentarios de viejos amigos, tales como: “Es tan diferente el estilo, que te va a encantar”, “es la única ascensión que repetiría”, “cuando el avión te deja en el glaciar y se va, aparece una profunda sensación de aislamiento y soledad”, no han hecho otra cosa que alimentar estos estímulos.

Además, en la Cordillera de Alaska, debido al mal tiempo, la gran altitud y las ubicaciones geográficas donde suelen ocurrir los accidentes, es muy raro que el personal de rescate pueda responder a una emergencia de manera oportuna, por lo que los alpinistas son responsables de su propia seguridad y deben de tener el conocimiento suficiente, los materiales, el entrenamiento y ​​el sentido común para poder realizar la expedición en completa autonomía.

Como reto, ¿qué más se podía pedir?

Vuelo al glaciar

El día 17 de mayo de 2023 por la mañana, bien temprano, nos llegó un mensaje de la compañía aérea informándonos de que las condiciones para el vuelo eran idóneas. Así que nos presentamos en el aeródromo e iniciamos una de las travesías aéreas más impresionantes que uno se puede imaginar, entre ríos y bosques primero, para hacerlo entre montañas y glaciares después.

Desde el Base Camp hasta el Medical Base Camp

Una extraña sensación te recorre el cuerpo cuando desconectas de ese cordón umbilical con alas y te das cuenta de que, a partir de este momento, y a pesar de que hay más gente que está realizando esta escalada, ya solo dependes de ti mismo y de tu compañero de cordada.

Una vez que enganchas el trineo al arnés, todo pasa a ser inusual. Empiezas cuesta abajo para luego remontar; pensabas que ibas a tirar de un trineo, y este, a veces, opta por adelantarte. Incluso el arnés molesta donde nunca antes lo había hecho. Lo que está sucediendo no es más que todo es diferente. Vives dentro de un gigantesco congelador, con temperaturas muy bajas, con muchísima luz que se prolonga más allá de lo que lo hace en cualquier día de los que estamos acostumbrados. Además, de vez en cuando, alguien pulsa el botón de viento, nieve, niebla, o, ¿por qué no?, todos a la vez.

Tras varios días de travesía recorriendo el glaciar y debido a la pendiente y a la altitud a la que estábamos, nos vimos obligados a realizar el tramo que va del Campo 3 (3350 m) al Medical Base Camp (4330 m) en dos veces con un descanso intermedio de un día, para favorecer la aclimatación siguiendo la máxima de “escala alto, duerme bajo” que se recomienda para evitar el mal de altura.

Durante esos días iniciales, fue necesario cambiar de mentalidad. No tener prisa y esperar a que el sol se presentara con dignidad suficiente como para paliar el frío que nos rondaba permanentemente. Por otro lado, las largas horas de luz nos hacían pensar que nunca íbamos llegar de noche a nuestro destino.

El Medical Base Camp

Una vez en el Medical Base Camp, aunque en la misma tierra inhóspita, pudimos cambiar el perfil: aparcamos el trineo, al que nunca nos habíamos acostumbrado, y volvimos a ser montañeros de los de mochila.

Cuando nos despertamos el primer día, observamos el final de lo que debió ser una noche muy dura que se habría prolongado en la mañana. De los montañeros que en ella habían intentado algo, nueve personas sufrían congelaciones en varios dedos de las manos, por lo que ahí terminaba su expedición, iniciando un lento regreso al Campo Base en busca de su avioneta. No se podía hacer otra cosa.

Por otro lado, los más precavidos, habían permanecido en ese “cómodo” campo a la espera de que hubiese unas buenas condiciones que les permitieran tener una ventana de dos días para intentar la cumbre. Pero, al final, no habían hecho otra cosa que agotar el tiempo que tenían y ya se veían obligados a empezar el retorno.

Por nuestra parte, antes de salir de España, contactamos con el experto meteorólogo Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, cuyos consejos fueron una parte fundamental de la expedición. Los primeros mensajes que nos enviaba corroboraban lo que ya habíamos deducido de nuestras lecturas antes de partir, que estábamos en una zona del planeta de difícil predicción meteorológica. Al principio, sus mensajes eran algo así como: “Está complicado”. Sin embargo, unos días más tarde, nos anunció que parecía que se acercaba una ventana de buen tiempo, que podría ser de cinco días. Elías, un guía español que vive en Colorado con quien coincidimos en la expedición, nos lo confirmó, aunque añadió que, cuando suben las temperaturas, después de los primeros días pueden ir acompañadas de grandes nevadas. Con toda esta información, fechamos el 5 de junio como el primero de esos días.

Así, desde el Medical Base Camp, intentamos subir al High Camp la tienda pequeña y casi todo lo necesario para hacer cumbre más adelante, con la finalidad de regresar al Medical y recuperarnos de ese esfuerzo. Sin embargo, el mal tiempo y un fortísimo viento nos obligaron a detenernos a mitad de camino, donde hicimos un depósito para,  posteriormente, regresar al Medical Base Camp donde descansaríamos un día, con la idea de realizar una ascensión que nos llevaría a cumbre el 6 de junio.

El dilema

Por un lado, comprobar que los descansos que considerábamos no nos llevarían a cumbre hasta el día 6, aun sabiendo que el mejor era el 5; por otro, ver que los escaladores que bajaban, lo hacían sin alcanzar la cumbre por haber esperado demasiado. Con todo, decidimos sacrificar el descanso y, después de debatir toda la mañana del día 4, a las 14 horas partimos para el High Camp.

En el camino al ascenso recogimos el depósito que habíamos dejado anteriormente. Desgraciadamente, a partir de este punto, Alfonso sufrió una pájara que no le abandonó hasta la cima. El hecho de comer abundante y con facilidad, beber continuamente y descansar perfectamente anulaban cualquier problema relacionado con la altitud. El comandante médico, Jorge Palop miembro del Grupo Militar de Alta Montaña, y experto en medicina de montaña, con quien estábamos en contacto permanente, nos lo corroboró.

La conquista de la cumbre

El día parecía bueno, aunque con algo de viento, a veces fuerte; y el terreno, más delicado hasta el Denali Pass, hacía que la ascensión fuera lenta. No fuimos los únicos que vieron sus posibilidades ese día, así que tuvimos que ir despacio debido al ritmo de los que iban delante.

Cuando llegamos al Denali Pass, llevábamos un tercio de la altitud a cima, lo que nos animó a acelerar. Sin embargo, cuando aumentamos un poco el ritmo, nos dimos cuenta de que la pequeña hipoglucemia que Alfonso sufría desde el día interior estaba todavía presente, por lo que decidimos,  mantener el paso lento, para poder llegar.

Por fin desapareció el viento y apareció el maravilloso día que esperábamos y que nos acompañaría en nuestro paso sosegado y nuestros múltiples descansos hasta la ansiada cima.

El regreso

El regreso al High Camp fue más sencillo, pero la vuelta al Medical Base Camp no la pudimos hacer el mismo día de cumbre tras recoger el campamento, tal y como teníamos planeado, por lo que dormimos en el High Camp una noche más. Nos despertamos, desayunamos, levantamos el campamento rápidamente y nos dirigimos al Medical Base Camp, donde pernoctaríamos nuestra última noche, para continuar descendiendo al siguiente día.

Un trineo peleón en la bajada seguía dando señales de que ese no era nuestro medio, pasando delante de nosotros cuando quería: unas veces por el costado y otras por detrás, barriendo nuestros pies cual entrada futbolera. Fue muy bueno el intento de Carlos de utilizarlo como vehículo, claro, hasta la primera piña.

Inicialmente, teníamos previsto parar al alcanzar el Campo 1, pero tras llegar y estudiarlo sobre el terreno, decidimos caminar todavía dos horas y media más, con lo que a la una y media de la mañana lo habíamos conseguido. Ya solo faltaba ser recogidos por la avioneta a primera hora. Sin embargo, una serie de nubes bajas retrasó 24 horas el vuelo de la avioneta.

Y vosotros veteranos y actuales guerrilleros, durante estos trece días de esfuerzo, sufrimiento y muchas satisfacciones, sabíamos que nos acompañabais a través de las redes sociales, desde donde nos alentabais y difundías día a día el ascenso al Denali.  Sabíamos que estabais ahí dando ánimos y compartiendo con nosotros esta experiencia, porque así lo sentíamos. La boina verde y ese carácter que nos imprime a todos, ya desde el primer momento que deseamos tenerla en nuestra cabeza, no iba a dejar que nos rindiésemos fácilmente. Ella y vosotros nos habéis ayudado a organizarnos mejor para ser eficaces, nos habéis enseñado lo que es la cohesión para sumar y nos habéis ayudado a tomar las mejores decisiones que nos facilitarían el llevar a cabo nuestra misión. Gracias por tanto tiempo entre vosotros.

La parte solidaria:

La otra cara de esta expedición, es que hemos querido darle un sentido solidario, puesto que tanto Carlos como Alfonso somos conscientes de la suerte que muchos de nosotros tenemos por haber nacido en un país como España, en el seno de una familia bien estructurada o, simplemente, por nacer y vivir con salud. Por ello, en este nuevo reto nos hemos propuesto dar visibilidad a través de esta actividad a las entidades que se citan más adelante. La idea, es que de alguna manera transformemos esa suerte en generosidad, aunque solo sea para conocerlos y saber de sus actividades:

Rafiki Africa es una Organización No Gubernamental cuya misión es trabajar y colaborar con las personas de dos distritos ugandeses, Sembaule y Hoima, en sendas aldeas, Katwe-Kenziga e Ikoba, para que puedan erradicar la pobreza extrema, vivir en condiciones dignas y que no tengan que abandonar su territorio.

https://rafiki-africa.org/

Instagram: @rafikiafricaes

La fundación UNER es una plataforma de apoyo e investigación por y para las personas con alteraciones cerebrales y sus familias.

https://www.fundacionuner.es/

Instagram: @fundacionuner

Club R19 es una asociación benéfica de apoyo a los enfermos de fibrosis quística.

https://www.r19.co.uk/

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