COE 82. Una magnífica unidad y escuela de mandos. Carta al Coronel Zato

Comandante José Baamonde Neto

Antiguo Sargento de las COE 82

Mi mejor unidad

Dice mi camarada y amigo, el comandante Vicente Sáenz Arosa, que la ya disuelta COE 82 (San Cibrao – Lugo), la que fue su primer destino, ha sido la MEJOR unidad. Estoy totalmente de acuerdo con él. Esta compañía fue mi segundo destino, ya que, cuando me incorporé en octubre de 1983, procedía de otra COE en la que, entre otras cosas, aprendí a respetar el significado de la boina verde y a entender la personalidad de los que servían en la COE, ya fueran cuadros de mando, clases de tropa o tropa de reemplazo.

Tal y como describe el comandante Sáenz, la COE 82 era una compañía tipo B, de dos secciones, que dependía administrativamente del Regimiento de Infantería Mérida 44 (Ferrol), aproximadamente a 100 km, por una sinuosa carretera de los años 80. La COE 82, ubicada en el campamento de San Cibrao, a una distancia de unos 5 kilómetros de Lugo, en pleno rural gallego, rodeada de monte por todas partes, sin grandes poblaciones en un radio de 20 kilómetros, excepto la amurallada ciudad de Lugo al oeste y fácilmente evitable. Con campo de maniobras propio que, aunque no muy grande, daba mucho juego, con un campo de tiro de 200 m y otro de 30 m. Todo ello permitía desarrollar el programa de instrucción en las propias instalaciones y alrededores que se completaba con las salidas mensuales al campo.

Contaba con una pequeña Unidad de Servicios al mando de un sargento que dependía del regimiento y que, normalmente, ocupaba la vacante con carácter voluntario. Por ello, los sargentos 1º y sargentos de la COE éramos mensualmente los responsables de la cocina y de la cantina. Por aquella época, los servicios de cuartel eran semanales, entrabas un viernes por la mañana y hasta el siguiente viernes no relevabas el servicio.

La ubicación de la COE, los servicios de cuartel, la cocina y cantina, el tipo de instrucción y adiestramiento, los 120 días de maniobras al año, la climatología lucense con su frío, lluvia y humedad, el nivel de preparación de tus mandos y compañeros de empleo que no te permitían un momento de respiro, por lo que significaba portar la boina verde, la tropa excepcional que tras dar un paso al frente en el CIR, ante la llamada de los equipos de captación venían voluntarios a la COE…  Por todo ello, por todas esas pequeñas cosas, hicieron también de la COE 82 la mejor unidad en la que he estado destinado.

Escuela de mandos

La COE 82 supuso para mí una “Escuela de Mandos”. Llenó la “mochila imaginaria” que todos llevamos a cuestas, de enseñanzas aprendidas tras muchos errores. Llenó mi mochila con el apoyo incondicional de mi familia. Llenó mi mochila de buenos consejos de compañeros y amigos. Lleno mi mochila de lecciones que me dieron mis mandos. Y llenó mi mochila de lo que aprendí observando a una tropa que, con espíritu aventurero y, fuera cual fuera la situación social, económica o profesional en la que se encontrara, sabía que tenía que servir a España entregando unos meses de su vida y ¡qué bien cumplían!, con la única recompensa de “la satisfacción del deber cumplido”.

Esa “mochila” es la que me ha permitido llegar hasta aquí y poder escribir, con cierta nostalgia, estas pocas líneas. Hay cosas de las unidades que se extravían con el paso del tiempo, como los diarios de operaciones e incluso los álbumes de fotos. Pero lo que nunca se pierden son los recuerdos de los momentos vividos, esos recuerdos tatuados en nuestro corazón; ni tampoco se queda por el camino el vínculo de lealtad, respeto y afecto que se crea con el trabajo diario entre camaradas y entre los mandos y sus hombres.

Las hoy solitarias y abandonadas calles de San Cibrao, no olvidarán nunca las formaciones y las voces ejecutivas; los cánticos al regreso de la instrucción; las respiraciones agitadas durante la educación física; el goteo del sudor sobre la tierra; la carga del camión Reo y de su remolque de ½ Tm antes de una salida mensual;  el ruido de los motores de los camiones Avia, antes de embarcar en ellos para ir de maniobras pues aún no había autobuses de Dirección de Transportes (DITRA); el inicio de las marchas a pie para traslado a las zonas de maniobras; el alfabeto fonético internacional; las prácticas de transmisiones; el montaje de las antenas de hilo; los pedales del generador de la AN/GRC 9; la tabla de combate; la tabla de esgrima de fusil con el entrechocado de fusiles; los gemidos de dolor; el retumbar del tatami en defensa personal; los gritos en las katas; las alarmas; las acogidas a los puntos de reunión; la preparación del material de escalada; las teóricas de nudos; los pasos al frente de las filas en la revista de paseo; las revistas de armamento; el ruido de las detonaciones de los fusiles en los ejercicios de tiro; las revistas de cargadores; las revistas de equipo y de la aguja e hilo; el toque de diana y el toque de silencio; los chorreos de toda índole; el conteo de las flexiones de brazos;  los ladridos de los perros del destacamento; el ruido de la maquinaria en el taller de mantenimiento; el motor de la furgoneta del subteniente Lombao (Q.E.P.D.), el olor de las cocinas; el olor a caldo; el aroma del ansiado café en los días de frío; el himno nacional en el izado de bandera  y… el toque de oración en el arriado que marcaba el final del día militar, pero no de la instrucción…

Carta al coronel Zato

Para terminar, quiero aprovechar la ocasión que me brinda esta revista para dirigir una carta al coronel Zato:

 “Mi respetado Coronel: me he llevado una gran alegría al saber de V.S. por Vicente Sáenz.  La verdad es que ha sido un acierto el ponerme a las órdenes de Vicente para contribuir, con mi pequeño grano de arena, a que el espíritu de la COE 82, el espíritu de San Cibrao, no caiga en el olvido.

He tenido el orgullo de pertenecer a la COE 82, cuando era un joven, inexperto y también inmaduro sargento que se dejaba influir de otros modelos de mando menos recomendables. Pero gracias a Dios, tuve a un capitán, D. Juan Zato Paadín que supo corregirme, reconducirme y reprenderme, pero siempre con paciencia y buenas maneras. ¡Las que a mí, en ocasiones, me faltaban!

Mi coronel, con el transcurrir de los años he sabido la importancia que tuvo mi paso por la COE 82, en mi humilde trayectoria. Esa dedicación en cuerpo y alma que teníamos en aquella época condicionada por la situación geográfica de la compañía. Siempre dispuestos a sacar adelante cualquier reto. Sin miedo a los servicios de cuartel. Siempre afrontando los cometidos sobrevenidos. Nunca sujeto al reloj a la hora de los preparativos antes de salir de maniobras, o al finalizar las mismas. Asumiendo siempre con ganas cualquier tarea… Todo ello contribuyó a que en mis siguientes destinos nunca tuviese miedo a las responsabilidades por complicadas o inmediatas que fuesen.

Mi coronel, otra virtud que he valorado de V.S con el paso de los años ha sido su preocupación por sus mandos y tropa que, como joven sargento, no te paras a  valorar, ya que  solo piensas en instrucción, instrucción y más instrucción.

San Cibrao era un destacamento antiguo que necesitaba un mantenimiento continuo. Ahora me imagino lo difícil que ha tenido que ser el “pelearse” en los diferentes despachos para conseguir el dinero necesario para adecentar las instalaciones; sustituir el mobiliario; cambiar el tatami;  pintar los edificios; reparar los tejados; limpiar la maleza; comprar material de escalada; alquilar las botas de esquí en Manzaneda; mantener el material de submarinismo;  parchear las Zodiac; la reparación de la caldera de la calefacción y de las duchas; la compra de herramienta y utillaje para que el sargento Regueiro realizase el mantenimiento de 2º escalón. ¡Qué buen profesional y gran persona era Regueiro!

Aunque para mí, la obra por excelencia fue la residencia de mandos. Tuvo que ser una infraestructura por la que ha tenido que pelear mucho, no solo para su construcción, sino también para amueblarla, compra de menaje y de textil (sabanas, mantas, colchas, cortinas, toallas…). Aunque para este cometido especial, contaba con la inestimable ayuda de su esposa Dª Lila Montenegro (E.P.D.)

Mi coronel, también he valorado con el paso de los años, la misión que nos asignaba a los tenientes y sargentos, de que contactásemos con los alcaldes y pidiésemos los permisos necesarios para acantonarnos o vivaquear en las diferentes salidas mensuales. Allí aprendí a relacionarme con los panaderos y demás proveedores para que la logística no fuese obstáculo ni impedimento para que se consiguiesen los objetivos de instrucción y adiestramiento.

Mi coronel, aunque tarde, muchas gracias por todo y. lo que es más importante, muchas gracias por permitirme formar parte de esa unidad especial con un envidiable plantel de mandos y de tropa que fue la COE 82,…  hace ya 40 años.

Siempre a sus órdenes. José Ángel Baamonde Neto”

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