Casimiro Sanjuan Martínez. General de división. Antiguo teniente de la COE 22.
Como todas las COE, la 22 sufrió las consecuencias de convivir en las instalaciones de un regimiento, el “Granada 34”, del que la dependencia no era orgánica y del que además debía recibir todos los servicios, guardia, alimentación, etc. La COE solo hacía sus servicios internos y esto no era bien aceptado por algunos de los cuadros de mando del regimiento. Por eso, siempre solía ser la última unidad en recibir los apoyos que se les daba a las unidades orgánicas y adolecía del material que debía tener para su adiestramiento específico (agua, montaña, etc.)
En el verano de 1977, cuando nos incorporamos los dos tenientes tras acabar el XXI Curso de OE, nos enteramos que el coronel nos quería imponer ocho días de arresto. Nos estaba esperando por no haberle escrito la carta que normalmente se remitía cuando se salía destinado. No se la habíamos mandado por expreso deseo del capitán, que nos dijo que no era una obligación puesto que no dependíamos orgánicamente del regimiento y además el coronel odiaba a la COE y al capitán le había arrestado dos veces por “enfrentamientos” a causa de defender los derechos de la unidad. Tuvimos la suerte de que unos días antes el coronel había pasado a la reserva y no gozaba de mucho aprecio en el regimiento. En caso contrario nos hubiéramos encontrado con ocho días en nuestra hoja de servicios.
No obstante, cuando me incorporé me quedé al mando de la unidad porque el capitán y el otro teniente se marcharon de permiso. Lo pasé mal porque en el regimiento me hicieron la vida imposible. Todo eran problemas con la COE; que si no hacían guardias, retenes, cocinas, etc. e incluso me ordenaron que pintase la fachada del pabellón de la COE. A todo ello presenté de forma reglamentaria mi negativa, exigiendo una orden por escrito, porque no entraba dentro de nuestras responsabilidades.
En una ocasión el teniente coronel que mandaba accidentalmente el regimiento me mandó llamar para decirme que, o sacaba el perro mascota de la COE (un gran danés propiedad del capitán) de las instalaciones del Regimiento, u ordenaría que lo matasen. Tuvimos que poner una tienda de campaña fuera del recinto para que se quedase el perro.
El vehículo que llevaba a una salida de topografía en la zona de la Sierra (Fuenteheridos Aracena) estaba en tan malas condiciones que tuve que alumbrar al conductor con una linterna para poder seguir el camino. Ese estado de vehículos era normal en esa época.
Los guerrilleros esperaban con ansiedad las salidas mensuales al campo. En ellas, además de realizar bonitos ejercicios diurnos y nocturnos, se comía mejor que en el cuartel. Se solían comprar dos cerdos en la zona y todo tipo de comestibles. Las relaciones con la población local eran excelentes. Los soldados del regimiento que nos acompañaban de apoyo, conductores, cocineros, etc., se peleaban por salir con nosotros.
En la fase de agua que se realizaba en la costa gaditana, más adecuada que la de Huelva para hacer las prácticas, los mandos tuvimos que poner dinero para comprar aletas para los soldados porque no había suficientes y las existentes estaban en muy malas condiciones. El resto del material (lanchas, motores, botellas de oxígeno, etc.) nos lo prestaban las unidades de Ingenieros de la División N.º 2 con sede en Jerez de la Frontera.
Parte del explosivo y cebos también los conseguíamos a través de compañeros de promoción destinados en el Regimiento de Ingenieros de Sevilla. En unas prácticas de explosivos estuvimos a punto de utilizar una mecha lenta del año 1936 (más de 40 años).
El capitán Varela conseguía algunos favores (colaboraciones de helicópteros, de vehículos, maniobras, etc.) por medio de sus amigos en el CG de la 2ª RM. Para conseguirlo, algunas veces viajaba a Sevilla con cajitas de gambas como agradecimiento.
Las guerrillas que realizamos, junto a la COE 21 de Tarifa, en la zona de la Sierra de Grazalema con la Brigada Paracaidista fueron famosas. La BRIPAC era una Unidad que trabajaba muy bien en el campo y tenía mucha experiencia en este tipo de maniobra pero se encontró con dos COE que conocían a la perfección el terreno y tenían el apoyo de la población. En cinco días de ejercicio no habían conseguido atrapar a ningún guerrillero y por el contrario sufrieron nuestros constantes ataques. El final, a juicio de los paracas, fue un éxito total de las COE.
La llegada del coronel Petengui al Regimiento Granada 34 fue un bálsamo para la COE. El capitán le cayó bien porque en su presentación le ofreció un uniforme mimetizado y una boina verde que el coronel llevó puesto en unas maniobras del regimiento (con el consiguiente asombro de los mandos del regimiento). El coronel nos financió parte del equipo indispensable para la instrucción específica (tiendas de campaña, mochilas, seis botellas de aire para el agua, etc.).
