Comandante Joaquín Navarro Méndez
Antiguo sargento y sargento 1º de la COE 82
La COE 82, nació a mediados de 1968 al amparo de la IG 165/142 y se le asignó el apelativo de “Pablo Morillo”, insigne soldado que en defensa de su Patria alcanzó el empleo de teniente general. El capitán fundador, José Javier Vicario Polo, un año después de hacerse cargo, fue destinado para el mando de la recién creada COE 32 de Paterna (Valencia). Le sustituyó el capitán Rey Rodríguez, que permaneció al frente de la misma durante más de nueve años y, según veremos, marcó una impronta, un espíritu que permaneció a lo largo de la existencia de la COE 82.
Esta compañía inició su andadura con dependencia táctica de la BRIDOT VIII y administrativa del Regimiento de Infantería Mérida nº 44, cuyo cuartel se ubicaba en el Ferrol, ciudad en la que en principio debía sentar sus reales la unidad. Empero, una modificación de la IG señalada, la trasladó al campamento de San Cibrao (Lugo). Este cambio marcó de forma indeleble a la COE, generando en ella un espíritu peculiar, específico de la misma, originado por el entorno físico del campamento que facilitaba la instrucción y el adiestramiento.
Ahora bien, el alma máter de ese espíritu fue, sin ningún género de dudas, el capitán D. Guillermo Rey Rodríguez. Un soldado poseedor de un conjunto de valores militares y virtudes humanas, que lo hacían único, entre los que procede reseñar: la disciplina -entendida como un instrumento imprescindible para hacer posible el empleo de las unidades- transmitida de tal modo que generaba en sus subordinados autodisciplina, el sentido del deber, la responsabilidad, la lealtad, el compañerismo…
Este conjunto de virtudes, las transmitía a sus oficiales, suboficiales y tropa en el día a día de la unidad, generando un estilo de mando del que se impregnaban sus subordinados. Así, para los que tuvimos el honor de estar a sus órdenes en la COE, el paso por la misma supuso una “Escuela de Mando”, que nos marcó profesionalmente para el resto de nuestra vida.
Este legado, caló especialmente en los suboficiales que, dada su condición de educadores y conductores de soldados, se convirtieron en la espina dorsal de la COE. Asimismo, procede resaltar que la capacidad profesional de los oficiales que recalaron en la unidad, también se vio enriquecida por el espíritu de la misma, aunque su influencia en ella se vio mermada por el escaso tiempo que estaban destinados en la compañía.
En este contexto, podemos reseñar que este soldado ejemplar, el cual suscitó en nosotros el deseo de seguir sus pasos, fue el que no pensó nunca en ofrecerse como ejemplo. Él que, entregado a su profesión, al alcanzar en ella cierto grado de perfección, observó que, en su entorno, nació en otros el deseo de seguir su estela. Esta es la impronta que el capitán Rey Rodríguez dejó en la COE 82, de la que nos nutrimos en nuestro paso por ella, a la par, que transmitimos durante nuestra vida profesional, y que hoy pervive en nosotros.