Algunas anécdotas y curiosidades de la COE 82

Comandante Vicente Sáenz Arosa

Antiguo sargento de la COE 82

El vecino Jaime, uno más de la COE 82

Cuando yo lo conocí, tenía una pequeña granja que lindaba con San Cibrao y estaba autorizado a que sus pocas ovejas se alimentaran en el campo de maniobras. Era un hombre de poca estatura, delgado, con el moreno de la gente que ha vivido toda su vida en el campo, siempre con su ropa de trabajo muy usada y boina, excepto los domingos y cuando se celebraba algo en la compañía.

Jovial, tímido, respetuoso, con la sonrisa permanente, cuando no la risa. Enseguida se ganaba a la gente porque se le veía lo buena persona que era. Sarcástico, se permitía el lujo, que daba los muchos años de relación con la unidad, de usar ese sarcasmo con todos, con los soldados, con los mandos y hasta con el capitán. Un sarcasmo tímido, sí, pero que no se podía pasar por alto. Retranca de buen gallego. Siempre estaba dispuesto a ayudar: “O que necesites”, “O que faga falta”, ”Ti non te preocupes”…, eran frases habituales en él.

Gustaba de tomarse un café en la cantina a la hora del bocadillo, porque sabía que era la hora de la mañana en que los mandos solíamos hacerlo. Se pasaba al mediodía a tomarse un vino, porque allí nos encontraría antes de comer. No se olvidaba de visitar a hacer un rato de compañía a los de servicio y contarnos algo en que muchas veces los mandos no caíamos y a él le contaban los guerrilleros.

Habló con el capitán para que Irene, su mujer, trabajara en la pequeña residencia de mandos, ¡y qué favor nos hizo! Porque Irene cuidó aquellas instalaciones como si fuera su propia casa y mimó a los mandos como a sus hijos. Seguro que sintió como si le arrancaran algo cuando la COE se fue.

Cuando años después en una reunión de antiguos guerrilleros lo fui a saludar ¡Cómo se emocionó!, ¡hasta se le saltaron las lágrimas!

Jaime, aunque sin uniforme, fue la persona que más vivió la COE 82.

Sangre guerrillera

Un día cualquiera de 1982 al guerrillero Mario Vázquez se le había concedido permiso para asistir a la grave operación de riñones de su hermano. La operación se complicó y se necesitaba sangre con urgencia. No lo dudo, estaba seguro de que tenía la solución.

Tan rápido como pudo, se presentó en su compañía y habló con el capitán. Se formó a la compañía y se explicó la urgencia y se autorizó a bajar inmediatamente a todo aquel que quisiera donar sangre. Todos, absolutamente todos, se presentaron voluntarios. Gracias a Dios se salvó la situación, la operación salió bien.

Después, en 1993 le pusieron un riñón. El médico flipaba de cómo había aguantado tanto. Mario le dijo que estaba seguro de que ello se debía a que su hermano, sin haber pasado por la COE, llevaba sangre “guerrillera”.

Una maestra en una supervivencia

No se sabe cómo se enteró la maestra de un pueblo pequeño que la COE 82 realizaba unas prácticas de supervivencia en una zona no muy alejada, donde en el vivac se habían construido cabañas, hornos de pan, los cheroquis para ahumar, se curtían pieles, se encendía el fuego como los hombres primitivos…, en fin, todo muy interesante para sus alumnos. Así que contactó con el capitán y le solicitó que los escolares pudieran visitar a los supervivientes y observar aquella especie de poblado prehistórico, una excursión que jamás olvidarían y de la que obtendrían varias enseñanzas. El capitán, a pesar de que no le gustaba la idea de molestar a los guerrilleros que lo estaban pasando mal con una visita inesperada, por aquello de mantener las buenas relaciones con la población civil, al final, accedió a la petición.

Pues bien, la maestra les dijo a los críos que los soldados estaban pasando hambre, pero sin decirles en qué consistía la realidad del ejercicio. Así que los chavales en cuanto nos dábamos la vuelta le pasaban todo tipo de comida a los “guerris”. En cuanto nos dimos cuenta de la situación se acabó de inmediato la visita con el consiguiente toque de atención a la maestra y la explicación del fundamento de estas técnicas a los alumnos. Ni que decir tiene que la profesora se fue muy avergonzada y pidiendo mil perdones.

200 rollos de cuerdas para escalada

En la COE 82 se realizaban muchas prácticas de escalada, semipermanentes, etc. y el material disponible, además de escaso, sufría mucho desgaste y necesitaba una renovación. Por tal motivo el capitán se fue a visitar a un compañero de promoción destinado en el Parque de Intendencia de La Coruña.

De allí vino muy contento con el tesoro de unos 200 rollos de cuerdas de cáñamo, y con la promesa de que cada vez que necesitara allí las tendría a su disposición. Se acabaron los problemas. ¡Qué suerte el tener un amigo en el Parque! Bien, pues en la siguiente salida de paso semipermanentes y de ríos, se usaron estas cuerdas. Al tensarlas se rompieron todas, llegando una de ellas a dar dos vueltas alrededor del brigada y de un árbol. Posteriormente nos enteramos de que se desconocía el tiempo que esas cuerdas podían haber estado almacenadas en el Parque.

La COE 82, de “contraguerrilla” en Jaca

En este ejercicio, donde actuaban de contraguerrilla varias COE y la UOEL de la Legión, la 82 dejó el listón bien alto. Los alumnos del XXVII Curso de OE (tenientes y sargentos) se constituyeron en varias partidas guerrilleras. Era el ejercicio más importante final de curso donde tenían que poner a prueba todos los conocimientos adquiridos y demostrar que eran merecedores de obtener el diploma de OE.

A los cuatro días cayó en una emboscada la guerrilla sur, que se dispersó y donde se hizo algún prisionero. Dos días más tarde, cuando se reconocía los alrededores de un objetivo para protegerlo se levantó a la guerrilla norte que estaba a punto de asaltarlo. Esta partida no cayó en la emboscada que se estaba montando por segundos ya que la vanguardia de la COE 82 detectó a los alumnos cuando reconocía el punto de emboscada. Estos se dispersaron y se intentó seguirles, pero la lentitud de la marcha para no hacer ruido hizo imposible que los alcanzáramos. Al día siguiente, toda la COE hizo un cerco sobre un pueblo donde se estaba seguro que se había refugiado la partida. Al final el capitán decidió levantar el cerco. Efectivamente, al final nos enteramos que toda la partida norte estaba en ese pueblo. Siempre me quedó la duda de que si el capitán estaba tan seguro como los demás y no quiso dar dos golpes duros y seguidos al Curso.

Al final de estas maniobras, los participantes acampamos juntos en el campamento de Batiellas. Allí estábamos al lado de la UOEL, que, cómo no, era una referencia ya que eran soldados profesionales. Pues bien, a todos nos sirvió como gran experiencia; a los mandos para confirmar lo que ya sabíamos: que teníamos los mejores soldados que se puede tener; y a nuestra tropa para medirse con otros y darse cuenta de que no tenían nada que envidiar a nadie, ni física, ni técnicamente, ni moralmente.

El verde visor nocturno

En la citada colaboración en Jaca con el Curso de OE cada mando la COE disponía de un medio de visión nocturna que nos había prestado la COE 61 de Burgos. Íbamos a montar una emboscada por la noche y, para evitar ser detectados si se detenía el camión, se tenía previsto realizar un salto en marcha. Previamente envolví el visor que me habían asignado en un par de mantas para protegerlo, me ocupaba toda la mochila Altus. Al llegar a la zona, saltamos desde el camión. Nos dirigimos a la zona de emboscada y el cabo de vanguardia me avisó de que estaba pasando la guerrilla. Me aproximé con él, saqué mi visor, lo encendí y… todo verde, solo verde. Repasé mentalmente todo lo estudiado, volví a encender y… ¡jooooder!, todo seguía verde. Empezaron los sudores. ¿Cómo le decía al capitán que había jodi… un aparato de tanta pasta? Vuelta a repasar mentalmente, vuelta a encender. Mier………., seguía verde. Más sudores. En esto estaba cuando se me acercó el cabo y, bien instruido, me susurró al oído: “Mi sargento, ¿no hay que quitarle la tapa de delante?”. Y ahí me entró la risa tonta, no sé si de alegría o de vergüenza. “Tranquilo -le contesté-. Solo estaba comprobando si funcionaba”. El cabo, muy comprensivo y discreto, no dijo nada, simplemente le vi un ligero asentimiento con la cabeza. Años más tarde, me confirmó que se había dado cuenta de mi error.

Un cabo bien instruido, un sargento “malencarado”

En estas mismas maniobras, después de acabadas las guerrillas, los alumnos del Curso mandaban nuestros “guerris” para hacer un cerco a un pueblo, creo que era Alastuey. De este modo realizaban prácticas de mando y conocían de cerca cómo actuaban los guerrilleros de las COE. Bien, pues uno de los sargentos alumnos se dirigió a mí y me preguntó: ¿Si le doy un plano al cabo, sabrá llegar a dónde le diga?

A lo mejor no había motivo, pero aquella pregunta me ofendió, porque era como desconfiar de la instrucción que tenían nuestra gente, por lo que con cara de pocos amigos le contesté: “Tú prueba, y si no llega a donde le digas y en el tiempo que le marques me lo dices”.

Acabó el tema y al sargento no lo volví a ver por lo que le pregunté al cabo: “¿Has tenido algún problema?”. “Ninguno, mi sargento” – Me respondió. “¿Algún problema para llegar a dónde te mandaron?”. “No, mi sargento. Pero tuvimos que esperar mucho hasta que vino el sargento alumno para empezar a avanzar”.

Así quedó la cosa hasta que años después cuando como teniente llegué al GOE VI uno de los tenientes de la unidad me pregunta: “¿Así que tú estuviste en la COE de Lugo?”. “Sí. ¿Por qué?”. “Porque en mi Curso mandé gente de esa COE y había un sargento “malencarado” que cuando le pregunté si un cabo sabría manejar el plano se mosqueó”. “Y el cabo ¿supo manejar el plano?”: le pregunté. “Sí, sin ningún problema. Además, enseguida se orientó y salió disparado con su gente al punto y cuando lo comprobé estaba en su sitio y bien ocultos”: me contestó. “Mira, el sargento “malencarado” era yo y me mosqueó que dudaras de la instrucción de mi gente y si en vez de al cabo, se lo hubieras mandado a un “guerri” también lo habría hecho. Por la cuenta que les tenía”.

Tengo que decir que el teniente (el antiguo sargento alumno) era un muy buen guerrero y excelente persona, como me demostró el tiempo que estuvimos juntos.

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