Coronel (Reserva) Gerardo López-Mayoral Hernández
“Volver
Con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir
Que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada
Errante en las sombras,
te busca y te nombra”
(Habanera de María Teresa Vera 1895-1965, tango de Carlos Gardel)
La mañana era otoñal en Jaca, fresca, húmeda, como corresponde a esos más de ochocientos metros de altitud de un 11 de noviembre, en este caso de 2023. Desde mi ventana no se veía la cima de Peña Oroel, ni tampoco su proa hacia el Este. La boira pirenaica estaba anclada en sus cuatro cerros septentrionales desde la meseta Solaneta y Mondaín, donde en su día anduvimos por la ermita de San Salvador, el Parador o los desaparecidos polvorines de Oroel, adivinándose solo las luces de algún coche que bajaba desde Barós… Sin embargo, los campos arados y los árboles amarillentos desvistiéndose contrastaban con los verticales abetos que seguían apuntando hacia el cielo, aunque ahora más altos.
Por el otro lado, hacia el Norte, tampoco se veían apenas las cimas del monte Asieso o el imponente fuerte del Rapitán que cerraban el valle del Aragón. Sin embargo el acuartelamiento San Bernardo, Escuela de Montaña desde 1945, y luego también “de Operaciones Especiales”, ahora también con Tropas de Montaña, seguía allí…
Cuarenta y dos años atrás, la mañana como esta del 9 de noviembre era casi igual… Tras formar el Batallón de Instrucción de la Escuela a primera hora en el patio, desde nuestra “U” – pabellón “Soldado Murillo”, de la antigua 2ª Compañía de Cazadores de Montaña y todavía sin existir el actual “menhir” del monumento a los Caídos, salimos los mandos con el capitán Estévez por el entonces impecable empedrado de lajas del patio al campo de tiro de Las Batiellas con nuestro CETME corto, retráctil, de 5,56 mm por el clásico camino del cementerio adornado en la época con sus arañones y moras silvestres. Tras toda una húmeda mañana haciendo ejercicios y jugándonos, como era habitual creo recordar alguna botella de pacharán, después de comer algo, regresamos pronto.
Al llegar a la Escuela y atravesar el túnel de entrada del antiguo pabellón Virgen de las Nieves -hoy “General Garrido”, montañero y antiguo profesor- recibimos la noticia de que en la recién publicada Orden nº 313 de la Escuela firmada por el entonces coronel Vicente, “el Cejas” en nombre del reciente director, General Planas, había sido constituida la Compañía de Operaciones Especiales (COE), pasando el mando y administración del capitán Nacho Villalaín a Ignacio Estévez, hasta entonces profesor del Curso de Operaciones Especiales, ambos conocidos y amigos, un viejo anhelo que daría origen a esta y muchas historias posteriores.
Sí, tras terminar finalmente el 25º Curso de Operaciones Especiales, era mi primer destino de teniente y se cumplían mis deseos. Por un lado y quizá como aragonés, Jaca, antigua capital del Reino; por otro, una COE. ¿Qué más hubiera podido desear en aquellos momentos? Mi ilusión era máxima además del estupendo ambiente que se respiraba en la Escuela y en la propia compañía.
Como he contado ya en algún artículo anterior, desde entonces fuimos tejiendo y construyendo la unidad, sobre todo al llegar el capitán Carbonell al año siguiente en 1982. Éramos una familia y todo estaba por crearse con método y trabajo. La materia prima, nuestros soldados fueron llegando y poco a poco la metodología iba siendo más perfecta además que nosotros, los mandos aprendíamos con gran iniciativa y creatividad, cada día, a sacar un mejor rendimiento de cada actividad, casi siempre con la finalidad última no solo de instruirnos sino también de mejorar la del correspondiente Curso de Operaciones Especiales de nuestra Escuela y, por tanto, de nuestro Ejército hasta el año 1997, dieciséis años de reemplazos aunque con algún breve parón.
“Yo adivino el parpadeo de las luces que, a lo lejos, van marcando mi retorno
son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo: Tuya es su vida, tuyo es su querer”
Hoy, aunque hayamos ya doblado e, incluso, sobrepasado el tango que cantaba Gardel de “Veinte años no es nada”, la Federación de Asociaciones de Veteranos Boinas Verdes Españoles decidió celebrar su encuentro anual en colaboración con la más modesta particular la Asociación de la COE de la EMMOE que celebraba aquí su 42º Aniversario en la noble tierra de la Jacetania.
He de reconocer que hasta ahora, en muchos años y por diversas razones, no había podido asistir a encuentros o aniversarios anteriores pero ahora se daban una serie de circunstancias personales, familiares y profesionales que me convencieron internamente de hacer lo posible por asistir, lo que finalmente llevé a cabo… y, puedo confesar, que no me arrepentí.
“Bajo el burlón mirar de las estrellas,
que con indiferencia, hoy me ven volver…”
Pensaba que era difícil imaginar que todavía se acordaran de mí o yo de algunos de mis antiguos soldados y reemplazos pero, como dice la canción, a pesar de mis sienes plateadas del tiempo, algunas barrigas más abultadas y unos andares más o menos airosos, la mirada nunca miente y revela los sentimientos.
“Vivir con el alma aferrada
a un dulce recuerdo que lloro otra vez”
Aunque con algún breve encuentro el día anterior por los oscuros callejones medievales de Jaca, con mayor o menor intensidad se suceden en la puerta del acuartelamiento los primeros saludos y abrazos… con gente venida de toda España e incluso de muy lejos, del extranjero… recorriendo aquel patio enlosado y mojado antes de las exposiciones formales y de la formación oficial.
“Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar”
No puedo ocultar mis recuerdos y con la música marcial, que apenas ha cambiado, mirando al limpio cielo alternado con el paso de nubes, como siempre desde el oeste, y contrastando con el ondear de los vivos colores de nuestra bandera rojigualda, alguna lágrima está a punto de saltar… aunque el posterior desfile hace que mantenga la compostura.
Al terminar, las fáciles y rápidas fotos de hoy se suceden y en el vino de encuentro surgen las espontaneidades que el rojo líquido facilita… Las anécdotas e historietas empiezan a fluir aunque a veces bajo la mirada comprensiva de nuevos actores como esposas, hijos o familiares… ¡sí, esos éramos nosotros, aunque hace más de 40 años! ¿Te acuerdas?
La tarde había despejado un poco y, al subir la temperatura en el valle, también la nuestra, Oroel parecía querer manifestarse y desnudarse como habían hecho nuestras almas tras esos más de cuarenta años…
Tras algunas visitas particulares por la Jaca románica o a la propia Ciudadela con sus más de 500 años de historia, luego, al final, ya un poco más serenos y formales, en la cena, ahora con el estómago lleno, vuelven a refrescarse las memorias.
Finalmente, de noche, casi madrugada, en la casa rural cerca del puente de las Grallas, al norte de Jaca, donde tantas emboscadas habíamos montado, se respira a boj y en la oscura humedad cristalina de la noche se oye el correr del río Aragón que frecuentemente tuvimos que cruzar como y donde pudimos… Ya en familia, Carlos, Jesús, Alfonso, Paco, Diego, José Manueles, Fernando, Paco, Juan, Manolo, Paco, Mariano, Ramón, Vicente… aunque no hizo falta encender el fuego, relajados y en zapatillas y con una copa en la mano, se liberan todas las tensiones y verdades, ¿Se acuerda, mi teniente, cuando…? ¿A qué te dedicas? ¿Dónde vives? ¿Tienes hijos? ¿Nietos? prometiéndose nuevos encuentros futuros…
“Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar .
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guardo escondida una esperanza humilde
que es toda la fortuna de mi corazón”
Al día siguiente algunos regresábamos de nuevo a nuestra vida real de la gran ciudad, mientras otros todavía tuvieron la ocasión, aunque con otra ropa, de pisar los embarrados campos marrones y verdes o las empinadas sendas boscosas del histórico San Juan de la Peña que un día recorrimos con “segarras”, poncho y mochila, seguramente algo más ligeros que ahora pero ahora quizás con el alma más libre y serena.
Ha sido un largo fin de semana inolvidable, sobre todo para los que, como nosotros, Jaca tiene todavía una mágica atracción juvenil, profesional o familiar y unos imborrables recuerdos que ahora no han hecho más que aclararse fortaleciendo el, ya inevitable, espíritu menguante de nuestras vidas… porque, como dice el estribillo del tantas veces entonado Himno del Primer Viernes de Mayo, “Jaca libre sabe vivir, … a la sombra del monte Oroel” y los boinas verdes de su antigua COE, también…
