Antonio Martínez Armenteros, soldado de la COE 61
Artículo editado en Tropas del Norte septiembre–octubre 1978
Después de nueve días de trabajo y confraternización de las dos compañías de Operaciones Especiales de la VI Región Militar en un ejercicio de guerra de guerrillas realizado en la sierra de Cameros tuvimos la satisfacción, orgullo y, al mismo tiempo, responsabilidad de realizar un ejercicio táctico ante nuestro Capitán General que sirviese de colofón y broche de cierre del ejercicio Cameroscoes-78.
El ejercicio consistía en un ataque simultáneo a dos objetivos, uno era un centro de transmisiones simulado por una caseta y un poste de madera y, el otro, un puente metálico en el camino de Ortigusa a El Rasillo.
Para alcanzar el centro de transmisiones había que cruzar a nado, con equipo y ayudas a la natación (trajes de neopreno y aletas) el pantano de González de Lacasa y para llegar al otro se efectuó un helitransporte de 28 hombres, hasta las inmediaciones del objetivo, siendo recuperados posteriormente por el mismo medio.
El entrar en detalles de ejecución sería pesado, monótono y largo, por lo que se omiten, pero sí hay algunos puntos que en su narración servirán para darnos cuenta del tipo de instrucción que realizan las Compañías de Operaciones Especiales.
Para cruzar el pantano que servía de obstáculo ante el centro de transmisiones se invirtió un tiempo aproximado de 16 minutos, nadando aproximadamente unos 800 m, se transportaron 6 kg. de explosivo, sus medios de activación, 8 cetmes, munición de fogueo y 6 mochilas, con ropa y medios para la actuación posterior. Actuaron 16 hombres, el agua estaba a 10º C de temperatura y el viento soplaba oblicuado de frente según la dirección de marcha. La explosión que destruía el objetivo se produjo a los 30 minutos de comenzar el ejercicio.
En el objetivo del puente se colocaron 17 kg de explosivo repartidos en 25 cargas más pequeñas según los perfiles de las piezas a cortar, teniendo previsto para su destrucción la voladura de un apoyo y de un módulo en su parte central. El encendido estaba previsto eléctrico y para las conexiones entre cargas se tendieron 120 m de mecha detonante.
La altura del puente sobre su base era de 60 m y, para alcanzar alguno de los puntos de colocación de cargas, se empleó el rápel para bajar y el izado para subir, así como medios de aseguración con cuerdas para los que actuaban debajo del tablero. El tiempo invertido en la colocación de cargas fue de 14 minutos.
Quizás la técnica empleada en el desarrollo de estos ejercicios no pueda ser exactamente valorada por su simple narración, pero lo que no queda oculto ante nadie es que todos los ejecutantes pusieron un gran corazón, que superaron el frío, el cansancio, quizás el miedo por la altura del puente y los nervios por la presencia de la máxima jerarquía militar de nuestra región con un gran sentido de responsabilidad y con una madurez de soldados que en ningún caso dudarían de poner a prueba si el honor, independencia y el orden dentro de nuestra Patria fuese mancillado en lo más mínimo de su más exacta interpretación.