Una infiltración y una misión en un día cualquiera

Teniente coronel José Carlos Huerta (GOE I, UOE 13, 1982-84; 1985-87)

Una infiltración cualquiera en un día cualquiera

La orden de “enganchen mosquetones” es dada por el jefe de salto, un militar de nuestra Brigada Paracaidista. Estamos a dos minutos de la zona de salto, una zona de Cáceres, al sur de la comarca de las Hurdes, cercano al pueblo cacereño de Cerezo. El T-9 “Caribou” del Ejército del Aire (hoy en día Ejército del Aire y del Espacio) ha establecido la altura y la velocidad de lanzamiento hace rato, claramente audible por el ruido de los motores. Todos los cuadros de mandos de los equipos operativos, junto al jefe de la UOE 13, capitán Herrero Isla, estamos ya ansiosos por abandonar el avión.

Es octubre de 1986. A mi equipo operativo, liderado por el teniente Francisco Sánchez Fernández, se le asigna la misión de contactar con un grupo de partisanos de un país X (a la postre, nuestros soldados) y organizar una guerrilla que sea capaz de luchar por sí misma contra el invasor Z (personal enemigo de la UOE 12, UOE 11 y la UPLM, junto a comandos portugueses). Al frente de los equipos elementales está el sargento Pedro Vázquez y yo, sargento Carlos Huerta. Nuestros competentes cabos dirigen a sus respectivos equipos básicos. Toda nuestra tropa, muy motivada en este tipo de ejercicios, está ansiosa por entrar en acción. Son unos militares extraordinarios, duros como robles, muy disciplinados y operativos que te seguirán hasta donde sea necesario.

La luz verde se enciende y la imperativa voz del jefe de salto ordena al capitán Herrero Isla que abandone el avión: “¡Salte!”; y todos iniciamos el camino a la rampa de cola para desaparecer. A los pocos segundos, la campana de mi paracaídas se abre sin novedad en la oscuridad de la noche, solo interrumpida por el ruido de los motores de la aeronave alejándose y del resto de mandos de la UOE 13 en el proceso de apertura de los paracaídas. Desde el aire, intento ubicarme según la memorización del croquis de la zona de salto por la luz estroboscópica en tierra y las luces de los pueblos cacereños. La estrella polar me ayuda a situar el norte.

Me preparo para tomar tierra, libero la mochila, adopto la postura adecuada y me aprieto al máximo: ¡Zas!, he llegado sin novedad. Relajamiento de esfínteres y meada táctica.

Tras entregar el paracaídas al equipo de tierra, nos dirigimos al punto de reunión. Después de chequear todo el material y a todo el personal, iniciamos el itinerario al punto de contacto con nuestra tropa “partisana”, a unos cientos de metros de la zona de salto. Allí, se articula la disposición táctica para llevar a cabo una dura infiltración de unas diez horas. Al orto, debemos haber alcanzado nuestra zona de vivac en terreno enemigo. Se han establecido los puntos de reunión en ruta y otro final por si hay dispersión.

La responsabilidad del itinerario la lleva personalmente el teniente, aunque me destaco en punta de vanguardia con un binomio y las únicas GVN 201, que porto personalmente. Nuestra BCC 349, en modo “Whisper”, transmite de vez en cuando cortes de tecla, a modo de clave para realizar paradas tácticas.

La ruta de infiltración tiene un punto peligroso: el cruce del río de los Ángeles, que discurre de oeste a este, desde Pinofranqueado hasta el embalse de Gabriel y Galán. Las últimas lluvias habidas pueden hacer problemático su paso. Afortunadamente, la temperatura de mi reloj adosado a mi mochila marca 8 grados positivos, lo que unido al calor generado por la marcha descarta la hipotermia.

Se llega a un punto indeterminado del río sobre medianoche. El sargento Vázquez y un binomio, reconocen un vado e iniciamos el paso. Mi máxima preocupación es preservar las GVN del agua, para lo que las apago y las guardo en su funda en mi correaje, rezando para que sea totalmente estanca, incluso la cremallera. Los dos visores de tiro nocturnos de los tiradores selectos van muy protegidos en sus voluminosas cajas. Los tiradores saben de la importancia de este elemento para  asegurar el blanco de noche.

La fría agua del cauce nos llega hasta la cintura en algún punto, pero toda la veterana tropa cruza el tramo sin demasiada dificultad. Las GVN han estado “sumergidas” algunos segundos. No obstante, la funda es perfecta y la electrónica está intacta y operativa: gran alivio.

Al amanecer nos ocultamos en una zona de bosque, mojados y exhaustos por el gran peso de nuestras mochilas. El teniente distribuye a los equipos y nos transmite verbalmente las órdenes para establecer la seguridad del área y ubicar su puesto de mando.

A mediodía, se recibe el primer mensaje radio: “Ataque y destruya el punto de coordenadas X, el día Z”.

Y se inicia todo el proceso de planeamiento y ejecución.

Una misión cualquiera en un día cualquiera

“Conoce al enemigo, conócete a ti mismo y tu victoria jamás se verá amenazada.

Conoce el terreno, conoce las condiciones meteorológicas y entonces la victoria será total.

Ataca al enemigo tan rápido como un halcón se lanza sobre su presa.”

Sun Tzu, El Arte de la Guerra, 544 a.C.

El jefe del equipo operativo, teniente Sánchez, nos ha ordenado reunirnos con él una hora antes del ocaso y organizar el golpe de mano al objetivo que hemos de atacar esta madrugada. Los jefes de los equipos elementales, sargentos Pedro Vázquez y Carlos Huerta nos desplazamos a un improvisado puesto de mando bajo una encina. Allí se da el toque final a la orden de operaciones definitiva, con los últimos detalles de inteligencia del objetivo que nos acaba de enviar (vía radio) el binomio de observación. Después, dispondremos de una hora para organizar el dispositivo de ataque, generando las misiones a los distintos equipos básicos, al mando de los cabos.

Cada unidad de operaciones especiales (UOE), del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) Órdenes Militares I está articulado en tres equipos operativos mandados por tenientes; cada equipo operativo tiene dos equipos elementales, al mando de sargentos; y cada equipo elemental cuenta con dos cabos, al mando de dos equipos básicos. En total, un equipo operativo estándar de cualquier UOE del GOE I, suma 26 combatientes de operaciones especiales. Concretamente, el equipo operativo mandado por el teniente Francisco Sánchez pertenece a la  UOE 13.

La noche es oscura, fría y muy clara, de momento, sin luna. Las estrellas del firmamento y la reflexión lumínica de los pueblos,  proporcionan los lumen necesarios al tubo intensificador de las únicas gafas de visión nocturna del equipo operativo (GVN-201 (ENOSA)) y, convenientemente amplificados, permite al binomio de navegación dirigir la infiltración con seguridad. El sargento Vázquez y sus hombres conforman el grupo de demolición, portando los explosivos (simulados) necesarios para realizar una destrucción parcial de un puente en una carretera comarcal, entre Casar de Palomero y Rivera Oveja, en la comarca cacereña de las Hurdes, encuadrado en el ejercicio internacional hispano-portugués COMANGOE-86.

El sargento Carlos Huerta, con su equipo elemental, va situado en vanguardia del dispositivo de ataque y mantiene el enlace radio con el binomio de navegación mediante  un sencillo código de cortes de tecla de la radio BCC-349, especialmente útil en este cometido. Cada 30 minutos se precisa relevar al soldado que monitoriza el terreno en busca de elementos enemigos con las GVN, debido a la fatiga visual. Su equipo elemental dará protección y seguridad al grupo de demolición. Además,  un binomio de observación está destacado en el objetivo desde hace dos días, con la misión de obtener información fiable del mismo.

Calculo que la velocidad de marcha es de unos dos km a la hora, a través de una vaguada casi seca, de vegetación media. La medianoche está ya próxima y se acusa el frío en los  frecuentes altos tácticos que el equipo operativo realiza, buscando cualquier indicio de presencia enemiga. Estimo una distancia al objetivo de unos tres km. La luna, en fase menguante, asomará en el horizonte sobre las 02:30 horas, momento que aprovecharemos para desencadenar el ataque, asegurando así la eficacia en el tiro.

En la última transmisión radio del binomio de observación, se ha reportado un enemigo de entidad pelotón reforzado, con dos centinelas en los extremos del puente y una patrulla enlazando en círculos a intervalos irregulares de tiempo. Mantienen un núcleo de reacción a unos cien metros, justo al norte del objetivo y perpendicular a este, donde han situado una ametralladora ligera en tiro rasante que bate la entrada sur de la vaguada. Afortunadamente, el binomio de observación ha localizado el arma. Serán ellos mismos quienes la neutralicen, con fuego de FUSA 7,62 mm equipados con visores nocturnos. Esta es la parte más delicada, pues dependerá de ellos el éxito o el fracaso de la misión.

En todos los entrenamientos con FUSA 7,62 mm en El Palancar, el cabo Doménech y el soldado Aguilar han obtenido una tasa de aciertos del cien por ciento, a una distancia de ciento veinte metros, con visibilidad media (disco lunar iluminado en un 50 %). Son los mejores tiradores del equipo; también destacan en topografía por su manejo óptimo de la brújula y del mapa (1/50 000). Es un gran apoyo para el mando, especialmente en misiones de este tipo. Una pequeña radio BCC-349 hace de cordón umbilical entre ellos y el equipo operativo.

El itinerario de infiltración, gracias a los reconocimientos en anteriores maniobras en la zona, se lleva a cabo sin grandes problemas. Topográficamente hablando, el terreno no es muy complicado. Además, se han memorizado algunos puntos característicos: el vértice Garbanzal (825 m), Casar de Palomar, Rivera Oveja, lo que nos permite ubicarnos en el mapa por triangulación inversa.

En maniobras anteriores se han realizado prácticas de triangulación sobre puntos relevantes del terreno, obteniendo la posición en el mapa con un margen de error mínimo. Personalmente, he desarrollado un sistema de localización trazando un solo rumbo al vértice Garbanzal, muy visible en nuestra zona de acción, que es reflejado posteriormente en el mapa mediante una línea recta. Como se conoce el rumbo de marcha, se puede estimar la situación en el corte de ambas líneas. El proceso lleva tan sólo un minuto.

El binomio de vanguardia se ha detenido. Al parecer, ha detectado un vehículo tipo Land Rover con su antena radio a unos quinientos metros. El teniente y yo nos acercamos para valorar el hecho.

Tras más de quince minutos observando el “Land Rover”, el teniente ordena que se adelante un equipo básico con el sargento Huerta para reconocerlo. Finalmente se identifica el “enemigo”: se trata de una gran roca redondeada con una rama, lo que descarta el ficticio vehículo y su antena. Esto son los “fantasmas” de la noche que, unido al cansancio, nos hace ver lo que no es.

El cansancio de la noche, especialmente en ambiente de estrés táctico, produce una gran fatiga visual y mental, haciéndonos ver cosas que no son. Habríamos apostado que en lugar de una roca y una rama allí había un Land Rover y su antena. Pero la realidad fue otra.

Después del incidente del Land Rover, el equipo operativo alcanzó el punto de articulación del ataque. Cada grupo ocupó su lugar en el despliegue, permaneciendo estáticos hasta la salida de la luna, momento en el que los tiradores comenzaron a ajustar los visores nocturnos de las armas. Minutos después, dos disparos (de fogueo), uno a cada centinela, precipitó la acción. Casi simultáneamente, se neutralizó la ametralladora batiendo a su tirador y al sirviente. El grupo de demolición, protegido por el grupo de seguridad, coloca todas las cargas, replegándose a continuación.

En el ataque se ha sorprendido al enemigo. La sincronía y secuencia en el tiempo de los distintos grupos al entrar en acción, han neutralizado los elementos de reacción inmediata enemigos (centinelas y ametralladora), pero todavía hay que batir, o neutralizar, a la patrulla y al resto del pelotón. El grupo de demolición ha colocado las cargas correctamente, iniciando, a continuación, el repliegue escalonado al punto de reunión. Una vez allí, continuaremos hasta otro punto a unos 12 km, donde se balizarán a los helicópteros que nos trasladarán a una zona segura. El grupo de protección continúa en el despliegue, eliminando todas las reacciones adversas que pudiera haber. A los dos minutos abandona la zona peligrosa hasta el punto de reunión. Desde este momento prima la rapidez a la seguridad, para llegar a tiempo al punto de exfiltración en helicópteros.

El relato anterior sucedió en unas maniobras en las Hurdes (Cáceres), en octubre de 1986, que llevó a cabo el Grupo de Operaciones Especiales Órdenes Militares I y da una idea de la importancia de la instrucción táctica de combate de un boina verde, siempre cargado de una pesada mochila, el armamento, equipos radios y demás material bélico. El movimiento, normalmente de noche, le aporta un plus de fatiga (y peligrosidad) extra para lo que debe estar  muy entrenado. Saber moverse de noche, por terreno difícil, sin más ayuda a la navegación que su mapa y brújula, configura un perfil de soldado especial, duro y muy resistente. Si a eso añadimos docenas de horas de instrucción de tiro, generaremos el mejor de los combatientes de infantería todoterreno, adaptado a cualquier ambiente, con una moral fuerte: el soldado de operaciones especiales, el boina verde español.

Madrid, 3 de diciembre de 2023

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