José Pastor Coll
Antiguo Cabo 1º del GOE III (1986-88)
Hace algunos meses recibí un WhatsApp de mi brigada Manuel Viózquez, ahora comandante retirado, en la que se nos invitaba a escribir un artículo en la publicación que lleva a cabo la Federación Española de Asociaciones de Veteranos Boinas Verdes de España, acerca de nuestras vivencias, ejercicios, marchas, misiones, patrullas, etc. Cuestión difícil seleccionar una determinada temática, cuando han sido tantas y gratificantes. En mi caso haré una breve reseña de lo que ha sido mi paso por la unidad y que ha quedado con el paso del tiempo.
Un mensaje que me alegró enormemente. En primer lugar, por saber de él y como segundo motivo por acordarse de un cabo 1º a sus órdenes que permaneció relativamente poco en la compañía, tan solo el período 1986-1988.
Soy natural de Ontinyent. Me incorporé al Ejército como voluntario el 25 de noviembre de 1985 y, como previamente había realizado las pruebas de acceso a la COE 31, tras jurar bandera, me incorporé a la unidad a finales de enero de 1986 en el acuartelamiento Molino Paya en Alcoi, en el centro mismo de la sierra Mariola.
Dejaría el Ejército a finales de octubre de 1988 y mi vida profesional, desde entonces, con algún que otro paréntesis, ha estado enfocada al mundo del derecho como abogado ejerciente.
Después de la obligada presentación y fijada de forma sutil la temática de este artículo me centraré en aquellos aspectos que más nos han marcado y creo que, en general, a todos los que de una forma u otra llevamos la boina verde, dejándonos una huella que perdurará durante el resto de nuestros días.
Fui encuadrado en la segunda sección de la COE 31 que estaba bajo las órdenes del teniente Carlos Martín Fullana, junto con el resto de soldados, alrededor de treinta, que nos acabamos de incorporar. La misma noche de la presentación en el acuartelamiento, 27 de enero, fuimos trasladados a la pista de aplicación del Molino Paya donde permaneceríamos hasta el 13 de febrero.
De esta primera experiencia, nos quedan recuerdos como las pocas horas de sueño, los ejercicios de tiro cada dos días al campo situado cerca de la conocida urbanización Gormaig ubicada a la entrada de Alcoi, de la que siempre volvía en vehículo pues era el premio por llegar de los tres primeros: volver en vehículo. Así como, de los interminables pasos de obstáculos de la pista de aplicación, en ocasiones hasta la extenuación. Ejercicios que la mayoría de las veces eran repetidos por la noche. Sin olvidar los famosos 1x1x1, dimensiones de los hoyos que con un pequeño zapapico realizábamos porque alguna actividad no había salido bien o por haber cometido algún error durante la jornada.
El permiso de Semana Santa del año 1986 se nos adelantó. El motivo fue tener que trasladarnos a las posesiones que tiene el Reino de España al norte de Marruecos: islas Alhucemas, peñón de Vélez de la Gomera e islas Chafarinas. En nuestro caso, la segunda sección fue destinada, mayoritariamente, a la primera de ellas donde permaneceríamos un mes. He de hacer mención imprescindible de los constantes simulacros de seguridad que se producían porque en aquellos días se encontraba en pleno auge un conflicto que enfrentaba a la Libia de Muamar Gadafi y a los Estados Unidos de América bajo el mandato de Ronald Reagan, pues la Sexta Flota pasaba a escasas millas de nuestra ubicación y, en más de una ocasión, nos dejaba la película a medias si se trataba de un período de descanso.
La fase de agua de 1986 se retrasó unos días debido al desgraciado accidente que sufrió el convoy que se trasladaba a Cabo Roig, pues a la entrada de Jijona al camión donde iba el cabo 1º Marcote de la COE Plana, le venció la inercia del depósito aljibe que llevaba enganchado provocando el fallecimiento inmediato de este. Lo positivo de esta fase y que recordamos fue la mejora en las comidas diarias y su cantidad para recuperar las energías gastadas de las múltiples actividades que se llevaban a cabo; natación de combate, colocación de explosivos, inmersiones, infiltración en zonas enemigas, recorridos en embarcación, etc. Todas ellas repetidas de noche y con algún que otro susto como el que nos obligó a salir del agua al ser atacados por un banco de medusas.
Grato recuerdo me produce recordar la fase de guerrillas de noviembre de 1986, se desarrollaron en plena sierra Mariola, en concreto entre las poblaciones de Banyeres de Mariola y Bocairent. Se me asignó formar parte de la Organización Clandestina de Apoyo (OCA), pequeño grupo que estábamos bajo las órdenes del sargento Jordá en una pequeña vivienda rural desde la que nos movíamos para dar apoyo a la guerrilla y para reconocer posibles puntos para realizar golpes de mano.
Sobre esta actividad no puedo dejar de relatar la vivencia que tuvimos mi binomio y yo mientras vigilábamos unas antenas cercanas a la ermita de San Antonio en Alcoi. Pasamos una auténtica noche guerrillera: lluvia incesante, ausencia de bebida caliente, y con la ropa pasada por el agua y embarrados. Situación que nos empujó, al hacerse de día, a acercarnos a una finca rural y pedir que nos dejaran secarnos la ropa. Tras el pertinente susto que sufrió la persona que nos abrió y vio (las caras pintadas y con armamento), nos identificarnos y invitó a pasar. En la vivienda vivía la madre, una mujer de avanzada edad y la persona que nos dejó entrar. Pudimos secarnos la ropa, un poco, y nos dieron de desayunar (el mejor café con leche condensada que recuerde y un pequeño bollo). Fueron muy amables con nosotros y les dimos las gracias, a pesar de que a mi binomio no le hubiese importado quedarse al ver el puchero cociéndose a la lumbre que estaba preparando la señora.
Qué mejor manera de cerrar el año que con la fase de supervivencia, así fue. Al día siguiente de la celebración de nuestra Patrona, la Inmaculada Concepción, nos trasladamos a Elche de la Sierra y, tras una larga caminata, llegamos a orillas del río Mundo, afluente del río Segura, donde permanecimos durante siete días.
De esta actividad he de destacar a los miembros de la patrulla. Cada uno teníamos muy claro lo que teníamos que hacer y así funcionamos a las mil maravillas. Yo me encarga de la elaboración del pan y di con el toque adecuado: la masa un poco cruda, pero que se pueda comer. De este modo, cuándo se nos revisaba su elaboración el dictamen siempre era el mismo: “Hay que mejorarlo”.
Con está actividad los compañeros de la sección finalizaban su servicio militar obligatorio. Quedamos en la unidad los que nos habíamos incorporado como voluntarios. De los cuales dos teníamos intención de continuar en el Ejército y así se lo manifestamos a nuestro capitán José Acevedo Espejo. Fui el segundo en ascender a cabo 1º porque la plaza que había vacante fue cubierta, por orden de petición, por Andrés Romance, que en estos momentos tiene el empleo de Suboficial Mayor, y con el que comparto una gran amistad.
Desde enero de 1987 y hasta mi baja voluntaria en octubre de 1988 es una época de la que también acumulo muchos recuerdos por la relación con el resto de los oficiales y suboficiales de la unidad y por haber conocido a excelentes personas que han pasado por la COE 31 cuando la unidad no la formaban soldados profesionales, dando lo mejor de ellos sin pedir nada a cambio.
No quisiera terminar sin contar una anécdota que me sucedió siendo cabo 1º y que por la mediación de mis compañeros sargentos Blas, Jordá, García y Parra, al final quedó en nada. Espero que mi capitán no me lo tenga en cuenta. Estando de suboficial de semana realice una criba en la lista del botiquín que, a mi criterio, estaba justificada porque no era motivo de librarse de la carrera matutina, al impedir la asistencia al mismo hasta finalizar la jornada diaria, ya que una marcha el día anterior desde Agost había provocado las pertinentes ampollas y rozaduras en la mayoría de los miembros de una sección relativamente nueva. Cuestión que motivó una llamada al orden del capitán con la pertinente bronca e indicios de un posible arresto por haber permitido esta imposibilidad de acudir al botiquín que finalmente no se materializó. Gracias.
Han pasado más de tres décadas de todo lo que he narrado. Cada vez que escuchó a profesionales de la psicología y expertos en coaching hablar de cómo debemos soportar las adversidades y reconducir nuestras vidas ante la adversidad me viene a la memoria ese grupo de militares jóvenes que nos instruyeron y que con su ejemplo nos empujaban a seguirles. Pensábamos si ellos lo hacen, no nos queda más que hacerlo. Y lo hicimos.
Fruto de la casualidad y con el apoyo de las nuevas tecnologías, hacer unos años conseguimos agrupar la segunda sección de 1986. Estamos todos, excepto los que nos han dejado porque las enfermedades les han vencido en esa gran guerrilla que es la vida. Procuramos reunirnos al menos una vez al año, siempre en un sitio céntrico pues por aquel entonces las unidades estaban formadas por personas venidas de todas las provincias de nuestro país fomentando el sentimiento de unidad tan ausente en nuestros días.
A los últimos encuentros ha venido nuestro teniente, el ahora coronel Carlos Martín Fullana. Nosotros nos alegramos de verle, pienso que él también, y recordamos vivencias de aquella época junto con nuestro día a día. Una experiencia verdaderamente enriquecedora en un fin de semana donde volvemos a ser aquellos jóvenes llenos de energía, ilusiones y, sobre todo, fuerza de superación.
Un fuerte abrazo. ¡Jamás se da más!