Coronel (retirado) Jesús de Miguel Sebastián
Antiguo Capitán y Comandante del GOE III
Cuando la Federación de Veteranos Boinas Verdes me pidió escribir un artículo en este número especial dedicado al GOE III me produjo una gran alegría, a la vez que me llevaba a la reflexión sobre como abordar este compromiso. Efectivamente, utilizo la palabra compromiso, con una doble intencionalidad, por una parte, porque es un deber para con los miles de hombres y mujeres que han dado y siguen dando lo mejor de ellos mismos en el día a día; pero también, porque con esta palabra quiero resaltar la dificultad que supone sintetizar una vida en las breves líneas de este artículo.
Dicen que los comienzos suponen la mayor dificultad a la hora de acometer cualquier proyecto, lo que al redactar de este artículo el inicio será lo que marque el hilo conductor de esta crónica dirigida a todos los que en algún momento de sus vidas formaron en las filas de nuestro Goe.[1]
Inicio pues esta glosa al Goe y a sus guerrilleros hablando de lo que me he permitido denominar como “cultura de la vida”. La razón por la que me utilizo este término es porque ser un guerrillero, como decíamos antes, es un estilo de vida, lo que siempre he intentado transmitir a los que han estado a mis órdenes. Durante nuestro tiempo en filas interiorizamos virtudes como el sacrificio, la abnegación, el compañerismo, la lealtad, la ejemplaridad, entre otras, pero poco valor tendrían si estas virtudes y valores los dejáramos aparcados al emprender otros derroteros. Recuerdo aquí una de las frases recurrentes cuando licenciábamos a los que finalizaban su servicio militar o pasaban a una nueva situación administrativas: la boina verde la hemos lucido un tiempo corto en la cabeza, pero la llevaremos de por vida en el corazón.
Esta cultura de la vida no niega ni olvida la muerte, algo que siempre está presente en los que hemos aceptado la convivencia con el riesgo. Sin embargo, creo necesario llamar la atención sobre la bondad de “desacralizar la muerte”, que no quiere decir que le quitemos la importancia que tiene, pero como dicen la canción a los caídos “no es el final” (al menos para los creyentes) ni tampoco debemos convertirla en un estilo de vida. El recuerdo a nuestros caídos está siempre con nosotros y ellos con su sacrificio nos enseñaron precisamente el camino de la vida. En el momento de escribir esto me viene la imagen de mi gran amigo José Luis Morejón[2] y junto a él rindo homenaje a todos los caídos de nuestro Goe y sus antecedentes de las COE 31 y 32.
Mi primer contacto con el GOE III se remonta al mes de octubre de 1984, cuando apenas hacía algo más de dos años que había ascendido a capitán y como los lectores se pueden imaginar en aquel momento sentía que se cumplía el sueño que había tenido desde que era cadete en la Academia General Militar. Mis años de teniente los pasé en la COE 101 en Palma de Mallorca, dónde tuve la enorme fortuna de tener a un capitán que influyó en gran medida a conformar mi carácter de soldado. Era Miguel Montojo Pavía, al que yo veía como la materialización del libro de Jorge Vigón, “estampa de capitanes y el espíritu militar español”.
Así, cargado de ilusiones llegué al Acuartelamiento del Molino Payá en Alcoy, lugar dónde se había instalado el GOE III tras su fundación. Y como decía antes, los inicios nunca son fáciles. Fui designado para el mando de la COE 32, unidad que procedía de Valencia, quedando la mayoría de sus cuadros en esa ciudad y que, por motivos de su traslado el nivel de adiestramiento era claramente perfectible. Recuerdo que nuestra primera salida de 10 días tuvo lugar en la Sierra de Aitana y fue una evaluación de capacidades, pero sobre todo una muestra de la que iba a ser nuestro estilo de trabajo basado en la austeridad y la dureza. Quiero hacer mención a los primeros cuadros de mando que conformaron esa COE 32, ahora ya encuadrada en el Goe: el teniente San Millán y el sargento 1º Duque, procedentes ambos de Valencia y que fueron el nexo de unión con lo anterior; los tenientes García y Pérez, Allo y Toboso y los sargentos Calzada y Vergara, los cinco recién terminado el Curso de Operaciones Especiales; el equipo lo completaba el brigada Agustín Miralles, un hombre con una gran experiencia profesional y un extraordinario don de gentes.
Allí empezó la que ha sido sin duda la aventura de mi vida, compartida con todos aquellos que decidían cumplir con su obligación y su derecho del servicio a España en el Ejercito en las filas de nuestro Goe. Año tras año se sucedían nuestras maniobras y ejercicios lo que significaba pasar más de 120 días al año fuera de nuestro acuartelamiento: vida y movimiento en montaña, prácticas de combate en agua, escalada, supervivencia, lucha de guerrillas y contraguerrillas, endurecimiento, etc. Para los soldados cada una de estas actividades contribuían a su instrucción, pero sobre todo a su formación como mejores personas, pues todas ellas llevaban implícito la educación en valores que tendrían una continuación en su posterior vida civil. Esta intensa convivencia entre los cuadros de mando y la tropa creaba en la mayoría de los casos unos vínculos que han permanecido, permanecen, con el devenir de los años, como así se manifiesta en los encuentros de veteranos boinas verdes.
Si me refiero a los cuadros de mando, esta reiteración en las actividades contribuía a alcanzar el deseable equilibrio entre la ilusión de los primeros años y la experiencia fruto del aprendizaje continuo en el tiempo. Tengo que manifestar públicamente mi admiración a todos ellos, siempre han dado muestras de una gran profesionalidad, de una admirable excelencia, entendida ésta como algo que se construye día a día y no simplemente como una condición a alcanzar.
Tras dos intensos años en Alcoy, el Mando determinó nuestra nueva ubicación en el acuartelamiento de Rabasa, Alicante, lo que iba a significar perder buena parte de la autonomía que teníamos y pasar a convivir con una unidad tan diferente en cuanto a sus objetivos y dinámicas como el Centro de Instrucción de Reclutas y, posteriormente el CEFIVE/CEFOME. Recuerdo la precariedad y austeridad de las instalaciones que nos fueron asignadas, pero nada de eso debilitó nuestra voluntad y compromiso.
Allí llegaron nuestras primeras misiones fuera de la Región Militar. La guarnición de los peñones de soberanía española Vélez, Alhucemas y Chafarinas iban a ser nuestro cometido durante un período en torno a los 40 días cada año. Misión decidida por el Jefe de Estado Mayor del Ejército ante las reivindicaciones marroquíes sobre ellas. La COE desplegaba una sección cada uno de estos peñones, fijando el puesto de mando en las Chafarinas. El primer gran reto, aparte de su defensa era mantener el entusiasmo en un personal acostumbrado a una actividad incesante, lo cual era en muchas ocasiones un quebradero de cabeza para los jefes de cada uno de los destacamentos. Por otro lado, había que evitar caer en el desánimo y que nuestra misión se convirtiera en la simple guarnición, para ello, subía la Unidad periódicamente al faro para desde allí contemplar la costa marroquí y transmitirles el orgullo de ser la avanzada de España.
También en esa época llegaron los primeros ejercicios internacionales realizados fuera de España, las Schinderhanes, en Alemania y las Pegasus, en Bélgica. Este tipo de maniobras se orientaban al reconocimiento en profundidad como una actividad de adiestramiento orientada a informar sobre una posible invasión de Europa por el Pacto de Varsovia. También aquí el Goe, como otros que nos antecedieron y siguieron, demostró su adiestramiento y sobre todo su capacidad de adaptación a situaciones para las que no contábamos ni con el material y ni las habilidades requeridas. Como botón de muestra, recordaré que siendo las comunicaciones uno de los aspectos clave del ejercicio, nuestros equipos se sustentaban en unas radios de HF de la Guerra de Corea (AN/PRC 74B) y un equipo de radioaficionado adquirido de manera particular.
La llegada del comandante Perote como jefe del Goe, supuso dejar el mando de la COE 32 y pasar a la Plana Mayor de Mando, lo que suponía dejar el contacto diario con mis guerrilleros para dedicarme al planeamiento. Me atrevería a decir que nuestro nuevo jefe era un romántico de la milicia, un Soldado en toda la amplitud de la palabra, un hombre duro y justo que creo que su gran aportación fue crear el espíritu de grupo el “orgullo del GOE.III”. En este tiempo, algo más de un año en el que ocupé este cargo, tuvimos ocasión de realizar diversos ejercicios nacionales e internacionales, uno de ellos con los boinas verdes de Estados Unidos -Ejercicio Trabuco-, un reto para la unidad que se superó con creces.
También fuimos distinguidos con la entrega de los guiones de combate por el Ayuntamiento de Alicante, en un entrañable acto en el Castillo de Santa Bárbara de esta ciudad.
Posiblemente el hecho más importante de este período fue el apoyo masivo prestado por el Goe en las inundaciones del mes de noviembre de 1987, destacando muy especialmente la intervención en Orihuela de la COE 31 al mando del capitán José Acevedo Espejo. Una vez más nuestro Goe, al igual que sucederían al año siguiente, materializaba su esfuerzo en el auxilio a la población civil.
El año 1988 iniciaría mi tercer ciclo en el GOE.III, en esta ocasión pasaba a mandar la COE 31. De nuevo hombro con hombro con mis guerrilleros. Nuestra lista de revista tenía a alguien muy especial, a Isidoro, un león que nuestro querido cabo 1º Cabanas nos trajo para quedarse con nosotros. El problema es que según pasaba el tiempo el animal crecía y quería socializar más y más, nunca aprendió juegos tranquilos como el mus, su afición era dar zarpazos y cada vez que nuestro comandante recibía a alguien le gustaba enseñar a Isidoro y acto seguido se producía la llamada al brigada Terencio, responsable del almacén entonces, para que le sustituyera el uniforme hecho jirones por uno nuevo.
Como todo llega a su fin, mi paso de capitán en el GOE III terminó en julio de 1991, cuando se produjo mi ascenso a comandante. Recuerdo como si fuera hoy mi despedida en Cabo Roig, donde realizábamos la fase de agua. Dejaba atrás siete años intensos con la satisfacción del deber cumplido y sobre todo por el hecho de sentir la cercanía, el reconocimiento y el afecto de cientos de oficiales, suboficiales y tropa que habían estado bajo mis órdenes ese tiempo.
Ahora se abría ante mí una encrucijada, por un lado, mi determinación de seguir en la ola de las operaciones especiales, pero por otro continuar avanzando en mi formación militar y realizar el Curso de Estado Mayor. Mi decisión fue esta última así que me embarqué en esta nueva aventura. Dos años en la Escuela, añorando día a día mi tiempo en el Goe y al salir voy destinado al EM de la Jefatura de Tropas de Mallorca y me encuentro de Jefe de Estado Mayor a un antiguo profesor mío de la EMMOE, el entonces teniente coronel Fernando Carbonell, junto a él compartiríamos la añoranza de nuestras unidades de operaciones especiales hasta que prácticamente de manera simultánea, él fue de Jefe de Estudios a Jaca y yo regresé al GOE III, un premio no esperado que me permitió volver a sentir el orgullo de la boina verde.
En ese momento, enero de 1996 volvíamos a reunirnos en Alicante los tres capitanes fundadores del GOE III, el teniente coronel Bataller, ya como Jefe del Grupo y los comandantes Acevedo y yo para conformar la Plana Mayor de Mando. Habían pasado apenas cinco años y el Goe había cambiado profundamente, estaba compuesto mayoritariamente por tropa profesional, aunque la profesionalización en el Ejército se encontraba todavía en sus primeros pasos, había adoptado una estructura orgánica por especialidades, las COE 31 y 32 habían orientado su adiestramiento al reconocimiento especial y a la acción directa, respectivamente. Se contaba con más medios y sobre todo se estaba inmerso en una transformación de las unidades de guerrilleros a las operaciones especiales.
Uno de los primeros cometidos que recibí fue la redacción de un programa de instrucción que recogiera esta nueva dimensión de los Grupos de Operaciones Especiales. El Goe, como siempre a la vanguardia del cambio, asumió la responsabilidad de liderar la redacción de este programa con los otros GOE y la BOEL. Un año nos llevó presentar al TG Jefe de la Fuerza de Maniobra en Valencia este programa, noches enteras sin dormir avanzando en su redacción, pero el éxito bien mereció el esfuerzo.
En estos años se comenzó a participar en las Operaciones Mantenimiento de la Paz, primero con una compañía en refuerzo de las capacidades de las Brigadas españolas en la misión de UNPROFOR, allí quedó nuestro sargento Fernando Casas, primer caído del Goe en la operación. Posteriormente, cuando la misión de estabilización pasó a ser liderada por la OTAN -SFOR- se comenzaron a desplegar los Núcleos de Operaciones Especiales -NOE- a los que me referiré en otro artículo.
En el año 1998, coincidiendo con mi ascenso a teniente coronel y mi destino a Valencia, se crea el Mando de Operaciones Especiales con sede en Jaca y a partir de ese momento se irá fortaleciendo el cambio ya iniciado años antes en nuestro Goe hacia unas operaciones especiales que respondieran a este concepto de la OTAN. En este camino hacia el reconocimiento del MOE con las capacidades OTAN de operaciones especiales tuve también la ocasión de participar activamente como Jefe de Estado Mayor del MOE, bajo el mando del general Pedro Andreu, entre 2000 y 2003.
Mención aparte merece la intervención del Goe en el restablecimiento del statu quo del Peñón de Perejil, ocupado por Marruecos. Recuerdo la despedida emocionada y orgullosa a los componentes de la Unidad que iban a llevar a cabo una misión que hoy puede considerarse como un ejemplo de actuación de este tipo de unidades.
El GOE III sigue siendo un referente para las unidades de operaciones especiales, muchos de los cuadros de mando que formaron en sus filas han ido ocupando puestos en otros Grupos y Unidades del MOE. El ejemplo de aquellos soldados de reemplazo que dejaron su impronta de guerrilleros en nuestro Goe han sido un referente para los nuevos operadores de operaciones especiales. Todos los que llevamos la boina verde en el corazón debemos rendir tributo a la cultura de la vida, que es la que nos hace ser mejores para ayudar a ser mejores a los demás.
[1] Como quiera que el artículo se refiere al GOE.III, utilizaré el acrónimo de Grupo de Operaciones Especiales sustantivado -Goe-
[2] El teniente José Luis Morejón Verdú falleció en Cabo Roig, Alicante, al intentar abordar una embarcación sin gobierno que se dirigía a un grupo de bañistas cuando su patrón cayó al agua y un golpe de mar la dirigió contra él, seccionándole el motor la cabeza