Emilio Bello Santana
Antiguo Sargento de la COE 81
Tras casi 40 años de servicio en diferentes unidades y con 7 misiones internacionales realizadas, miro atrás con la intención de encontrar mi mejor vivencia militar. Es una tarea difícil tanto por el largo camino recorrido como por la cantidad de experiencias, pero tengo muy claro que mi paso por Operaciones Especiales me dejó una huella difícil de superar. No solo por las vivencias, sino también por los compañeros y superiores que tuve, sin olvidar la calidad del soldado de reemplazo, gente que buscaba algo más que realizar el servicio militar y se sometía voluntariamente a un proceso selectivo para formar parte de los mejores.
De igual forma, yo terminé mi formación militar y me apetecía un cambio constante de actividad, evitar la monotonía, algo que me permitiese aprender y hacer cosas nuevas y que en ninguna otra unidad podría repetir. Esa fue la razón de mi elección. Recuerdo que cuando íbamos de captación en la época del servicio militar obligatorio a los Centros de Instrucción de Reclutas siempre escuchaba lo de “en las COE el tiempo pasa más rápido y cuando te quieras dar cuenta, tu boina se ha descolorido por el uso y te verás de paisano recogiendo la blanca”. No faltaba razón, los guerrilleros a lo largo del servicio militar llevaban una preparación extensa e intensiva pues se le impartían todas las materias del Plan Específico: tiro de combate con armamento individual y colectivo, topografía, combate en bosques, guerrillas y contraguerrillas, combate en agua, supervivencia, escalada, explosivos y demás.
A lo largo de mis años en la unidad, he disfrutado de innumerables anécdotas, vivencias y temas tácticos. Recuerdo las subidas al Teide desde el Porís de Abona, nivel cero, y la anécdota de que a algunos guerrilleros y como broma, se les hacía besar los Huevos del Teide (esferas enormes de lava que se encuentran en la propia ladera) y que no era de buen agrado, especialmente, para el personal de Gran Canaria.
En cuanto a los temas tácticos, he disfrutado de muchos, pero tengo en un lugar especial un tema táctico con colaboración de la patrullera de altura PA-65 “Villa de Bilbao”. Recuerdo que fue un tema cuidadosamente coordinado en su planeamiento y ejecución. Básicamente un movimiento táctico de una fuerza hacia una playa hostil que incluía la aproximación, despliegue, reconocimiento de playa, establecimiento de una fuerza de seguridad y cobertura e infiltración de un equipo de demolición tras las líneas enemigas para colocar unas cargas explosivas en el campo de explosivos del Porís de Abona. En resumen, consistía en una inserción de varios equipos mediante el empleo de 2 zódiac a motor y 2 Duarry (IBS) con un posterior lanzamiento de nadadores al agua para el cumplimiento de la misión en tierra, y por último, el repliegue y exfiltración.
Una operación simple, pero a la vez llena de riesgos debido a que se realizaba en arco nocturno y en alta mar, siendo muy importante la formación del patrón de la embarcación, así como la instrucción individual de los nadadores de combate; de hecho, durante la aproximación a costa en las embarcaciones neumáticas, recuerdo que en mi IBS, un guerrillero cayó al agua en un golpe de mar, tras la voz de “hombre al agua” y los consiguientes aspavientos para hacer espuma por parte del caído, se recuperó al mismo sin mayor contratiempo.
La carga de material y el embarque del personal se produjo a media tarde en el puerto de Los Cristianos y efectuada la cual, comenzó la navegación en tránsito por la zona con el inicio de los preparativos de embarcaciones y equipos, enmascaramiento del personal y realización de tareas previas. No fue un viaje de turismo, sino el movimiento táctico para el cumplimiento de una misión. El tiempo apremiaba y llegada cierta hora, el comandante de la patrullera marcó “navegación de combate”, con supresión de ruidos y alumbrado nocturno en rojo. Una vez que la patrullera se situó a una milla de la costa, se descolgaron las redes de desembarco, se procedió al lanzamiento de las embarcaciones y al acoplamiento del personal, comenzando la fase de aproximación a costa.
Los cuatro botes neumáticos y su personal adoptaron el despliegue inicial y en boga de combate nos acercamos a la playa. A cien metros de la misma, se fondearon embarcaciones y los diferentes equipos hicieron agua, para, en natación de combate, dirigirse a la playa para la realización de sus cometidos. Se reconoció la playa y se montó la seguridad en la misma.
El equipo de demolición se infiltró entre la línea de vigilancia enemiga hasta llegar al campo de explosivos. Colocó las cargas y tras las detonaciones, comenzó el repliegue. Nunca olvidaré lo angustioso que era regresar a la patrullera con la única referencia de un rumbo pues esta seguía en modo de combate sin alumbrado de posición. A escasos metros de la misma, pudimos ver su magnífica silueta.
Finalmente accedimos al barco mediante las redes de desembarco y tras el izado de las embarcaciones, disfrutamos de la íntima satisfacción del deber cumplido y yo, a la postre, con el tema táctico del que mejor recuerdo guardo.