Antonio Martínez soldado de la COE 61
Artículo editado en revista Tropas del Norte noviembre/diciembre 1978
Anualmente, se realiza en la COE número 61 la fase de supervivencia en bosque. Es, con casi toda seguridad, la fase de instrucción que con más inquietud y curiosidad se espera, pues de unos a otros, de veteranos a nuevos, se transmiten las más curiosas y extrañas anécdotas sobre estos días en que se vive en refugios construidos con ramas, se confecciona el pan en hornos de circunstancias, se guisa en pequeños grupos y se buscan y aprovechan tantos cuantos alimentos y frutos se puedan encontrar en los bosques y ríos en época otoñal.
Cuando salimos del cuartel, vamos perfectamente mentalizados y conscientes del ejercicio que vamos a desarrollar, sabemos qué solos o en pequeños grupos puede darse la circunstancia real de encontrarnos en la retaguardia enemiga con la necesidad imperiosa de sobrevivir. Sabemos que si algún día somos prisioneros del enemigo, únicamente el deseo y voluntad de evadirnos y el conocimiento de las técnicas de supervivencia harán posible nuestra fuga y también sabemos y estamos seguros de que en la lucha de guerrillas, en su aspecto de alimentación y víveres se pasarán necesidades y que aquellos animales que recibamos de ayuda o capturemos tendremos que sacrificarlos, aprovecharlos, conservarlos y para consumirlos, saber guisarlos. Somos conscientes del frío, de la lluvia y que hay que saber afrontarlos y combatirlos con los medios a nuestro alcance y que en muchas ocasiones solo tendremos el fuego y los refugios que podamos construir con ramas o piedras. Pero, sobre todo, hay algo que desde el primer día, desde la primera lección en esta materia hemos grabado sobre nuestras mentes: “Nada hay más importante para la supervivencia que el propio deseo de resistir y sobrevivir”. En otras palabras y utilizando un léxico más castrense y más general, porque hay que aplicarlo en todas nuestras actividades militares: “Voluntad de vencer”.
Esta virtud individual que siempre hay que tener presente y este principio inmutable del arte de la guerra nos acompañará cada día, en cada momento y siempre que tengamos que hacer frente a cualquier trabajo o cualquier adversidad por pequeña que sea.
Sabemos que el guerrillero ha de tener corazón de león, pies de liebre y estómago de mosquito. Y es en esta fase de instrucción donde mejor se aplica el lema, sobre todo en lo referente a estómago pequeño y no siempre porque nos falten alimentos, pues a veces son nuestros propios errores culinarios, lógicos en fase de instrucción y aprendizaje, y otras el hambre psicológica por faltarnos la cantidad de pan que acostumbramos a comer, por tener que hacer una única comida al día o también por hacer comidas con un solo plato de menú. No obstante a esta hambre, psicológica o no, le oponemos nuestro corazón de león. Le oponemos un corazón que no quiere conocer la derrota, le oponemos un corazón con el empuje y la fuerza de nuestra juventud y le oponemos un corazón de hombres y de hombres de España, de esa España que al mirarnos en ella, en lo que es y en lo que fue, nos da la fuerza, el empuje y la voluntad de vencer necesarios para afrontar el hambre o la sed, el frío o el calor, el esfuerzo, la fatiga, nuestro quehacer diario y la alegría para ser generosos con ella en la entrega máxima de nuestras propias vidas si su honor fuese mancillado, el orden dentro de ella alterado o herida en su independencia.