Sáb 01 junio 2024
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Guardia civil Juan José Quesada Carrasco (reserva)

Cabo 1º fundador del GOE II (Granada). Antiguo cabo 1º en COE 91 (Granada)

Soy Juan José Quesada Carrasco, antiguo cabo 1º de la COE 91, cuya base estaba en el acuartelamiento Cervantes de Granada y que, más tarde, pasaría a ser el GOE II denominado Santa Fe. El GOE II, que en un principio tuvo su base en el campamento Alférez Rubio Moscoso de la localidad de El Padul (Granada), más tarde pasaría al antiguo cuartel de Cervantes, en un edificio al acabarse las reformas que había en el mismo. En la actualidad pertenezco al Cuerpo de la Guardia Civil, ocupando una vacante de Reserva en las sedes judiciales de Granada capital.

Ingresé en la COE 91 como voluntario con 17 años procedente del campamento de Viator (Almería), en octubre de 1983. Como bien sabemos todos los que hemos estado en este mundillo, el comienzo es muy duro y más para un chaval como yo, hasta el punto de que si alguien me hubiera dicho, al principio, que iba a durar 6 años en la Unidad no sé qué hubiera hecho. Pero, como todo en esta vida, es cuestión de acostumbrarse al ritmo de vida y ya está: adaptación.

En el GOE II, permanecí aproximadamente cuatro años como jefe de pelotón en la sección del teniente Molina (no recuerdo si era la primera o la segunda) de la COE nº 22 del GOE. Durante ese tiempo hubo varios capitanes, el general García de Dios, al que nombro el primero por ser el primer capitán que tuve en esta unidad en la COE 91 y, luego, como jefe de PLM; así como la persona que me ha invitado y motivado para escribir estas líneas, el capitán Cervilla. Para mí, es un honor haber estado a las órdenes de estos mandos; todos ellos son una referencia como personas y militares.

También estuvieron el teniente Oria, jefe de la primera sección de la COE 91; el teniente Vega, jefe de la segunda en la COE 91; los tenientes Ena, Urbón, Altamira, que en paz descanse, Puerto, Rojas, etc.: con estos últimos, la relación no fue tan directa. Así mismo, hago mención del teniente Alberto Pérez García que falleció, accidentalmente, en el campamento El Padul el 30 de julio de 1985 cuando activábamos explosivos con cebo de circunstancias, también descanse en paz; recuerdo que se iba a casar al mes siguiente y que tenía 25 años. También quiero nombrar al brigada Montes, ese sanitario que pocas veces estaba de mal humor y servía para todo, incluso de cirujano, y, algunas veces, nos sacaba las castañas del fuego.

También recuerdo a los sargentos Cabezas, Valverde, Sánchez, Vargas, Malagón, Martínez, etc. y a los cabos 1º Carmona, Sierra, Merchán, Díaz, Andújar y Moya, que en paz descanse, amigos y compañeros en la actualidad. Me entretengo en este punto porque merece la pena tener un reconocimiento para todos los que he nombrado.

Todo inicio en cualquier actividad conlleva cierta alteración o confusión. En mi caso, de estar en una COE con dos secciones, pasamos a tener dos compañías con tres secciones cada una, así como una compañía de plana mayor, y esto trajo consigo el aumento de personal, cada una de las COE con su historia y vida propias, hasta que llegaron allí; desde entonces ya nos pertenecen, por así decirlo.

En todo este tiempo tienes la oportunidad de conocer a muchas personas que, de una forma u otra, coinciden contigo; este es el punto para iniciar una aventura cargada de toda clase incidencias.

La regla de tres está clara; cuanto más tiempo, más de todo: acontecimientos, aventuras, momentos buenos y momentos malos. De estos últimos, vamos a olvidarnos porque vienen solos. De los buenos, siempre es agradable acordarse.

Vamos a ello. En unas guerrillas, no recuerdo el nombre, aunque sí que era en Málaga, estaba a las órdenes del capitán Cervilla. Mi misión era clara: localizar la Organización Clandestina de Apoyo cuyo mando correspondía al teniente Cayuela, al menos en aquella zona, para que se nos asignaron, por pelotones, determinadas zonas. Mi pelotón y yo junto al inigualable enlace que tenía, el soldado guerrillero Acosta Reyes, nos trasladamos a la zona establecida y, una vez estudiada la misma, procedimos a realizar apostaderos en los lugares más habituales por donde creímos que podrían mover los guerrilleros.

Pasaron los días, y pese al frío, el agua, etc. -ya sabemos cómo es esto- no localizábamos nada y, en ocasiones, era frustrante. El caso es que, desde nuestro puesto de observación, siempre veíamos al mismo pastor salir de un cortijo con su mochila monte arriba con las ovejas y regresar horas más tarde con el rebaño. Mi enlace, que era un aguililla fino, me dice un día: “Mi primero, observe, usted, al pastor” y me pasa los prismáticos. Miro por los prismáticos, observo y veo a un hombre dando voces a las ovejas y tirándoles piedras. Le digo que, a esa distancia, no me percato de nada anormal y mi enlace me contesta: “Ese tío no es pastor”. Le pregunto que porqué lo dice y me manifiesta que ha observado cómo tira las piedras y que los pastores no las tiran así. Acto seguido comunico un cambio de posición y nos acercamos bastante a esa persona que no se percata de nuestra presencia, a pesar de lo cerca que estábamos, y, efectivamente, a esa distancia tan corta observamos que de la mochila sale la base plegada de una antena de fleje correspondiente a lo que luego comprobamos era la conocida ANPRC – 77.

Ese individuo salía siempre a la misma hora, más o menos, y regresaba a la misma hora. Pasé la novedad a mi jefe de sección, que en ese momento no recuerdo si era el teniente Puerto o el teniente Molina. Al día siguiente, cuando el dueño del cortijo abrió las puertas, lo abordamos y le dimos un susto de muerte al localizar al supuesto pastor en el interior del cortijo, todavía metido en su saco de dormir y, el muy torpe, tenía la frecuencia correcta en el aparato de radio. Este soldado capturado pertenecía a los Zapadores del Aire.

En el juicio crítico, el teniente Cayuela aún estaba algo mosqueado por el tema; pero, en fin, así son las cosas. La OCA fue desmantelada.

La siguiente anécdota ocurrió, en esta ocasión, en unas maniobras en la cara sur de La Alpujarra. En este caso, actuábamos de guerrilleros en contra de La Legión con hostigamientos, emboscadas, etc. Resulta que conocíamos la localización de la posible instalación de un campamento de los legionarios por lo que, sin dudarlo, nos dirigimos al punto. Al acercarnos al sitio, era un cruce de un camino con una carretera, íbamos, a rastras y gateando, bordeando un pequeño mogote. Observamos un camión con el motor en marcha con su conductor, un legionario, fumando distraídamente cuando, de pronto, al acercarnos un poco más, nos vimos rodeados. Empezaron a llegar vehículos con un oficial dando órdenes a viva voz, indicando dónde se iban a alojar los mandos, dónde se tenían que colocar los centinelas, etc. De todo ello íbamos tomando nota en nuestra memoria. Después del sobresalto inicial y habiendo observado desde nuestra ubicación dónde se colocaban los centinelas, etc., y aquí es donde viene lo gracioso, ordeno a mi enlace que comunique una retirada hacia el anterior punto de reunión designado, empezando por el último hombre de la fila y así hasta llegar a mí.

Jamás he visto una exfiltración tan rápida; cuando me quise dar cuenta estábamos, mi enlace y yo, solos en un tiempo récord.

Una vez en el punto de reunión, comunico la novedad a mi jefe de sección, con detalle de la localización, de todos los puntos de interés antes mencionados y, para antes de la madrugada, efectuamos un ataque desde tres puntos distintos con sorpresa total.

Nosotros nos infiltramos por el mismo sitio, el cual seguía expedito, sorprendiendo al centinela más próximo.

Recuerdo también la fase de supervivencia con una marcha de infiltración agotadora por el pantano del Tranco en la Sierra de Cazorla; ya sabemos que hay que ir entrando en ambiente de alguna manera. Antes de llegar a la zona, registro exhaustivo por parte del cabo 1º Capote, que puso mucho empeño en su labor. Una vez en la zona de supervivencia comenzamos con la preparación de choza, fuego, aprendizaje para realizar redes, trampas…, en fin, ya sabemos todos de qué va esto, así que voy a los temas en cuestión.

Recuerdo con cariño algunas cosas como que el pan que hacíamos nosotros mismos me lo guardaba para comerlo por la noche. Digo comerlo, aunque en realidad lo chupaba para que me durara más el pequeño trozo de pan. También recuerdo cómo le arranqué de un bocado la cabeza a una gallina para aprovechar la sangre y todo lo demás; empezó a correr y casi se me escapa sin cabeza.

Una calurosa tarde, con todo en silencio, estábamos descansando con el estómago casi vacío para variar. Solo se oía el sonido que producía la naturaleza, cuando se comenzó a escuchar un crujido muy suave y, a la vez, unos pasos. Se notaba también cierta agitación en las chozas de los compañeros, según comprobé cuando salí de la mía. Bien, pues ese crujido y esos pasos suaves eran de nuestro querido sargento Morales comiéndose una bolsa de patatas fritas mientras se paseaba por el campamento… ¿Se imaginan la situación?

Todos los que estuvimos formando parte de la COE 91 no podemos, ni debemos olvidar, el famoso salto al agua. Cabe decir que, cuando fui allí, no sabía tirarme de cabeza; ni qué decir tiene que aprendí enseguida.

El primer día en el que se va al salto, se queda uno acojonado de lo alto que está, y no solo por lo alto, sino que también porque sabes que tienes que saltar. A lo que voy, nos dijeron que saltáramos de pie, pero un compañero hizo algo parecido al llamado salto del ángel. Se tiró de cabeza abriendo los brazos en el aire y haciendo una clavada perfecta. Todos coincidimos en que, cuando subiera, había que matarlo porque algunos mandos estaban comentando que, si ese había saltado así, todos podíamos. Yo salté de pie.

Desde ese sitio se partía para hacer los 8 kilómetros nadando. Al final, ese recorrido nunca era de esos kilómetros ya que las corrientes hacían que fuera más la distancia nadada. Cuando se acababa el recorrido, uno llegaba al final sin poder tenerse en pie y, casi todos, salíamos a gatas o arrastrándonos y, aquí nos esperaba un premio…, la playa estaba siempre llena de erizos por lo que todos salíamos acribillados por las púas de esos encantadores animalitos.

Se podría contar muchas cosas más cosas ya que seis años dan para mucho; pero lo vamos a dejar en estas anécdotas simpáticas. Como he dicho, las malas vienen solas. Un fuerte abrazo guerrillero.

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