General de Brigada (reserva) Demetrio Muñoz García
Antiguo Teniente fundador del GOE III y antiguo General jefe del MOE
En un momento dado, se decidió, por razones que no vienen al caso, que la custodia de las islas y peñones españoles en la costa de Marruecos fueran asumidos por las Compañías de Operaciones Especiales en turno rotatorio. Esto supuso para el personal destinado en estas unidades la oportunidad única de conocer estos territorios tan españoles y en los que tanta sangre española se ha derramado. En ese momento para nosotros, tierra extraña.
A la COE 31 le tocó asumir la seguridad de las islas y peñones en el mes de abril 1986 por un periodo aproximado de un mes. Para su preparación fui a Sevilla, de cuya Capitanía General dependían las islas y peñones, acompañando a mi capitán, D. José Acevedo Espejo. Allí nos reunimos con el teniente coronel Simón y tras darnos arduas explicaciones de la responsabilidad que asumíamos, del entorno, de los problemas y demás vicisitudes regresamos a Alicante para prepararnos para aquella misión. El capitán decidió que yo asumiera con mi sección el mando del peñón de Vélez, el teniente Fullana de Alhucemas y el capitán con la PLMM y la sección del teniente Colomina de las islas Chafarinas. Además, en los peñones había un destacamento de la Compañía de Mar y, en el caso del peñón de Vélez, un panadero de la Unidad Logística (ULOG) de Melilla.
El despliegue en el Peñón era una operación eminentemente logística. Traslado del personal e impedimenta a Málaga y de allí, el de 1 abril de 1986, despegamos en CH-47 Chinook la sección entera en dirección al peñón de Vélez de la Gomera cruzando nuestro mar Mediterráneo. Al poco de despegar un problema técnico del helicóptero nos hizo volver a Málaga, no sin la normal preocupación, y al día siguiente y una vez resuelto el incidente vuelo al peñón.
Rememorando la llegada y el momento del aterrizaje, aun viene a mi memoria la incredulidad de que el Chinook fuera capaz de tomar en esa minúscula zona del peñón. Con parte del tren de aterrizaje en el aire, fuimos saliendo a la carrera y con cuidado de no caer por el precipicio toda la sección. Allí llegábamos ilusionados para pasar un mes de nuestra vida, y una parte de la sección del GOE Granada II a la que relevábamos regresaba a casa. Pocas veces he sentido tanta sensación de aislamiento y soledad que en el momento de verme allí a cargo de ese pedacito de España.
El peñón de Vélez es una roca unida a tierra por un istmo de tierra que se creó debido a las corrientes y que es dominada totalmente por la costa de Marruecos. Su aspecto era como un pequeño pueblo andaluz enclavado en medio del mar. Los muchos años en manos españolas y especialmente de gente de Melilla había dejado un gusto a sur de España en esas casas encaladas y en las macetas en las paredes. Yo me preguntaba, pero ¿cómo habían podido mantener esos valientes españoles ese trozo de tierra? Solo con corazón y valentía se podía entender que ese rincón olvidado de nuestra Patria, esos escasos cientos de metros cuadrados fueran aún España.
Pronto y una vez finalizado el relevo nos pusimos manos a la obra. Respecto del relevo solo una anécdota, debido al poco tiempo de que disponíamos para contar todo el material e inventario del peñón, no le firme al teniente Oria del GOE II los inventarios de relevo de armamento y munición. Nos despedimos deseándonos suerte y le dije “cuando cuente bien lo que hay, te lo mando firmado”. Pasaron 38 años para ello, el pasado 13 de diciembre del 2023 nos encontramos el hoy capitán (retirado) Oria y yo en el aniversario del MOE. Me pidió que le acompañará un momento que tenía que entregarme algo. Ese algo era una copia del inventario de relevo de aquel 1 de abril de 1986 que traía para que se lo firmara. Por supuesto lo firme, y así se cerró este inacabado relevo que ha durado más de lo aconsejable.
Los días pasaban dando seguridad al peñón, seguridad que era reforzada por la noche. Dos puntos de entrada principales tiene este enclave; por la cara sur que da a Marruecos está la entrada principal a la que se accedía a pie a través del estrecho. La cara norte da al mar, y allí hay un pequeño embarcadero y el cementerio del peñón, pequeño y lleno de personas que dejaron allí su vida y allí encontraron el descanso eterno. Este era el punto problemático, todas las noches se disponía a un centinela que cubriera ese puesto en la zona del embarcadero y todas las noches, en la ronda que solía hacer previa a finalizar el día, me encontraba al centinela en la zona alta dominando el embarcadero a distancia. Todos los que por allí pasaron oyeron voces, ruidos y sonidos inexplicables superiores al miedo de ser sancionados por dejar el puesto.
La puerta principal era lugar de acceso de numerosos marroquíes que con autorización de los mehanis, nombre con el que se conoce a la policía marroquí, acudían al peñón en busca principalmente de atención médica. Recuerdo un hombre mayor que acudió con su nieta aquejada de una dolencia, él con su oxidado español me comentó que había servido con los Regulares y me enseño su antigua cartilla militar. Por supuesto se le atendió en correspondencia al tiempo que sirvió como soldado a nuestra Patria.
El peñón requería grandes esfuerzos de mantenimiento y en ello se iba una parte muy importante de nuestro trabajo diario. Entre tareas logísticas de mantenimiento de las instalaciones había dos muy curiosas, la aguada y el suministro de combustible. Un día apareció en la costa el buque Contramaestre Casado y el personal de la compañía de mar usó el esquife para traer a tierra una manguera de grandes dimensiones. Esta, con ayuda de una maroma y un grupo de guerrilleros, fue izada hasta la boca de uno de los aljibes excavados en la roca donde se depositaba el agua necesaria para el destacamento.
Una vez finalizada esta tarea el esquife fue trasportando un número importante de bidones de 200 l de gasoil para los grupos electrógenos que daban energía al destacamento. Ayudados por una especie de camillas especialmente diseñadas y con el esfuerzo de ocho guerrilleros estos bidones subieron de la playa donde se desembarcaban hasta la parte alta del destacamento donde en unas cuevas se almacenaba el preciado y necesario combustible.
A fin de que el personal no estuviera ocioso, que es la peor de las situaciones, además de las tareas de seguridad y mantenimiento del destacamento, aprovechamos la menor oportunidad para realizar actividad física empleando para ello el istmo, donde jugamos buenos partidos de fútbol, o el hecho de estar rodeados de mar para nadar y en ocasiones recoger preciados frutos del mar, como esos mejillones gigantes que tan buenos nos parecían.
Los días fueron pasando y todos los que allí desplegamos cumplimos exactamente la misión. Los que allí fuimos, volvimos más unidos que nunca; hubo tiempo para conocernos mejor, hablar, trabajar, reír y pensar. Mis guerrilleros fueron cumplidores del deber encomendado y las pocas disputas que hubo las resolvimos de manera deportiva aprovechando unos guantes de boxeo y un patio que sirvió de ring para soltar adrenalina y amansar a las fieras.
Al llegar el momento del relevo nos fuimos agradecidos de haber podido conocer un poco mejor ese rincón desconocido de España al que nunca volvimos ni posiblemente volveremos, dejando la impronta de la boina verde en el cumplimiento de la misión por la que fuimos felicitados y esperando haber estado a la altura de aquellos que nos precedieron y dejaron su vida por España en aquella tierra extraña.
Alicante, junio 2024