General de Brigada (retirado) Vicente Bataller Alventosa
Antiguo Capitán, Comandante y Teniente Coronel del GOE III y Coronel 2º jefe del MOE
l 4 de diciembre de 1992 por la noche, nevaba intensamente en el sur de Baviera (Alemania), mientras Fuerzas Especiales de once países de la OTAN celebraban la fiesta que clausuraba el ejercicio internacional de Patrullas de Reconocimiento en Profundidad (PRP), Schinderhannes-92. Alemanes, estadounidenses, británicos, holandeses, belgas, daneses, italianos, griegos, portugueses y turcos compartían con los boinas verdes del GOE III, la alegría del final de unas maniobras extremadamente duras, tras siete días de permanencia a la intemperie, con unas condiciones atmosféricas adversas. Jefes de la Delegación, personal de las bases radios de cada país y de las patrullas internacionales participantes, saboreaban las típicas cervezas germanas ofrecidas por la Dirección del ejercicio.
Las canciones guerrilleras del GOE III destacaban por su euforia, no sin sobrados motivos, pues las tres patrullas alicantinas se habían clasificado entre en 1º, 2º y 7º puesto entre las 45 patrullas (PRP) participantes, un récord para el prestigio de España y el de sus UOE, representadas, en este caso, por el GOE Valencia III.
Veamos seguidamente, paso a paso, cómo vivieron los boinas verdes del GOE III el desarrollo de este ejercicio. Las tres patrullas españolas, trasladadas a Alemania en un Hércules C-130, fueron aisladas al llegar a la zona del ejercicio, mientras que el resto de la Delegación montó la base radio en territorio propio y seleccionó durante 24 horas las frecuencias más limpias, acordes con las distintas horas del día y de la noche. Tras un estudio de la misión, la cartografía y las fotografías aéreas las 45 patrullas participantes fueron infiltradas en helicópteros alemanes al anochecer. Una Brigada de Montaña, un Grupo de Caballería con visores térmicos, los perros de la Escuela de Adiestramiento y la Policía de Fronteras germana, auxiliada por una red de colaboradores civiles, serían su principal enemigo, junto con la adversidad atmosférica y los aparatos de radiolocalización a disposición del Mando de Transmisiones.
Al tomar tierra, los boinas verdes del GOE III iniciaron un lento movimiento, campo a través. Al cruzar caminos o lindes de bosque y se detenían para confirmar, con los aparatos de visión nocturna, la ausencia del adversario.
En su pesada mochila, de unos 40 Kg, transportaban, además de lo habitual, repuestos de ropa impermeable y de abrigo, víveres y agua para los siete días que duraba el ejercicio, pilas de repuesto, máscaras antigás, zapapico… El equipo colectivo, radios, visores, camping gas, bombonas…, iba repartido entre los cinco componentes de cada patrulla. Sabían que, a pesar de la carga, antes del amanecer debían haber ocupado su puesto de observación, enterrarse y enmascararse. Dos hombres quedarían muy próximos a la vía de comunicación, provistos de una radio VHF; mientras que los otros tres, con el transmisor HF permanecerían más seguros, ocultos en el bosque, dos o tres kilómetros a retaguardia, de forma que, si fuera capturado el equipo adelantado, el otro pudiera continuar cumpliendo la misión.
Tras una noche lluviosa de marcha, cada patrulla alcanzó su primer objetivo: una carretera o una autovía, por la que se suponía debían pasar columnas de vehículos militares, carros de combate, armas pesadas. En su lugar, todo ello sería simulado con el paso de un vehículo con un número adosado a ambos lados. Las patrullas miraban en el libro entregado momentos antes de embarcar en el helicóptero, que contenía 150 fotocopias en blanco y negro con todo tipo de vehículos y armamento enemigo. El número del vehículo observado correspondía a una columna compuesta por varios vehículos distintos que había de identificar primero y transmitir luego en VHF al equipo retrasado. Este lo cifraba y lo introducía en el DMT (Transmisión Digital de Datos), lo emitía a la base radio, donde era descifrado por un ordenador y enviado al Cuartel General del Cuerpo de Ejército alemán. Allí se recibía la información procedente de todas las patrullas esparcidas en una amplia zona y se deducía, por las plantillas vigentes del enemigo, de qué unidades se trataba, su entidad, por dónde se movían y la dirección que llevaban, información valiosísima para la toma de decisiones del General Jefe.
En la base radio del GOE III empezaron a llegar mensajes continuos de las tres patrullas. La mayoría entraban en menos de 30 minutos desde el momento del paso del vehículo y obtenían así, según la tabla de puntuaciones, una efectividad del 100% en la mayoría de los datos recibidos (este baremo disminuía hasta cero puntos si el mensaje era recibido a partir de las dos horas). Todo marchaba bien hasta que una de las patrullas dejó de emitir. Casualmente, un leñador había descubierto su puesto de observación al ir a cortar un árbol, avisó a la Policía de Fronteras que se presentó en el lugar a los pocos minutos. El binomio, ya alertado y recogido su equipo, pudo escapar.
Después de tres días y tres noches con esta misión, mojados y con frío sin poder moverse, con temperaturas que, por la noche, bajaban de los cero grados, las patrullas pudieron estirar las piernas al recibir un nuevo cometido. En esta ocasión se trataba de desplazarse por la noche a un objetivo para infiltrarse en él y colocar una radiobaliza que señalice el objetivo a la aviación. En la base radio se recibieron con alegría los cifrados de «misión cumplida». Habían pasado cuatro días y muchas patrullas extranjeras fueron capturadas gracias a la policía, los perros, los visores térmicos o las emboscadas de los montañeros; mientras tanto, los guerrilleros del GOE III, lograron esquivar a todos sus enemigos.
En el tablón general de puntuaciones parciales hasta ese momento, dos patrullas españolas están en cabeza de la clasificación general; la tercera había pagado con un décimo puesto la mala suerte del incidente del leñador, al impedirle una transmisión continuada; pero aún tenía tiempo de remontar el marcador, si no tropezaba con nuevas incidencias. Al equipo español no podía disimular su alegría. Tras cuatro jornadas agotadoras y tensas, cumplida esta segunda misión, los hombres agradecieron un merecido descanso durante las horas de luz, tiempo en que la patrulla, por fin, durmió en medio del bosque, mientras se protegía de la lluvia con el poncho. Al atardecer se recibió una nueva misión. Esta vez se trataba de otro desplazamiento en la oscuridad para localizar de noche un objetivo enmascarado, ubicado en el interior de una zona delimitada. Se trata de una tarea difícil y peligrosa, pues el enemigo había incrementado la vigilancia. En la Brigada de Montaña alemana se bromeaba con los invisibles guerrilleros españoles, único equipo del que aún no se ha capturado ningún miembro, motivo por el que se cotizó al alza el hacer prisioneros.
Mientras tanto, en la base radio todos esperaban impacientes las noticias. Por fin, llegaron los mensajes que describían el objetivo localizado por cada patrulla, pero la mala suerte volvió a azotar a la tercera PRP. Al binomio de reconocimiento se le echó un perro encima y alcanzó, tras larga carrera campo a través, a uno de sus miembros que, ante la prohibición de utilizar contramedidas para perros, fue capturado. Los soldados alemanes, al pedirle la tarjeta de identificación y comprobar que se trataba de un boina verde español, rompieron el silencio de la noche al gritar de júbilo ante la preciada captura. Una incidencia NBQ, general para todas las patrullas, una exfiltración a pie, seguida de otra con helicóptero y una descontaminación a cargo de un Batallón NBQ, pusieron punto final a este ejercicio internacional en el que los guerrilleros españoles del GOE III coparon los primeros puestos, el 1º, 2º y 7º y elevaron a lo más alto el Pabellón Nacional.