Coronel (R) Joaquín Moreno Molero
Antiguo teniente y capitán de la COE-EMMOE
Inicio del curso y destino a la COE
Junto a otros compañeros de promoción, inicié el XXIX Curso de Operaciones Especiales en septiembre de 1984. Al igual que el año anterior, habíamos tenido el “privilegio” de estar formados por un nutrido grupo de alumnos que se encontraban en el último año de su formación militar como caballeros alféreces cadetes (CAC).
Cuando en el mes de julio en La Escala (Gerona), realizando la última fase del curso (entonces se hacía antes la fase de agua que las guerrillas), llegó el momento de pedir los destinos como próximos nuevos tenientes, tres de las vacantes de las que dispusimos serían para la COE de la EMMOE.
Al estar en un Centro de Enseñanza y, precisamente en ese que tanta presión habíamos recibido, me daba la sensación de que si era destinado allí seguiría siendo un cadete, por lo que me lo pensé mucho (casi media hora), antes de decidirme, ante la desesperación de mis compañeros.
La invitación del capitán de la COE
Con el curso de OE, en La Escala, se encontraba haciendo su fase de vida y movimiento en agua la COE-EMMOE; esa sufrida unidad con la que nos habíamos cruzado en distintas ocasiones a lo largo del curso. La mandaba el capitán Fernando Carbonell Sotillo que tenía el aspecto de “no tener muchos amigos”, igual que los tenientes antiguos que quedaban en la COE (Paco Luque y Carlos Boado).
Tres de nosotros y un sargento alumno (los CAC Luis Felipe Tourné Izquierdo, Pepe García Alquézar, Joaquín Moreno Molero y el CA Huertos Casal -Pepelu-), nada más pedir la COE fuimos invitados un día por su capitán a comer en el campamento de La Escala con sus mandos y … “nos íbamos a acordar toda la vida de esa comida”.
Empiezan “las cosas” de la COE
Yo no era de mucho hablar, y menos con desconocidos; pero la única vez que creo que abrí la boca fue para que todos los mandos que había en la COE, incluso los que parecía que no estaban en la conversación, me gritaran al unísono ¡¡¡Porque es de pared!!! Ante mi pregunta de por qué el capitán no se podía poner un “supuesto” reloj muy caro que le había encargado al brigada de la COE en un “supuesto” viaje a Andorra.
Yo no sabía dónde meterme y, para salir de la situación, se le ocurrió al capitán que abriera una botella de champán como lo iba a hacer de un momento a otro mi querido cabo 1º Castillo (Tío Juan, cabo 1º de España y 5º de Alemania, según él).
Tío Juan era toda una institución, entre la tropa y entre los mandos y todas “sus cosas” las hacía siempre con la parafernalia que correspondiera. Total, que como con desgana, desdén y, a la vez, autosuficiencia y “cansancio” por tener que volver a “enseñar” a otro pardillo teniente, se levantó de su sitio, cogió una botella de champán, se sacó el machete y, como el que no quiere la cosa, casi sin mirar a ningún sitio y casi sin emplear nada de fuerza, le dio un golpe seco y saltó el correspondiente gollete y chorro de espumoso que se escanció en distintos vasos.
Ahora llegaba mi turno, ya de por sí me daba bastante vergüenza ponerme en medio de todos los mandos mirándome y, con la botella en una mano y el machete en la otra, al contrario que tío Juan y, para estar seguro de no fallar, me concentré en aplicar la resultante de todas mis fuerzas físicas y mentales en el machete y en la botella. Esto no podía fallar. Deslicé el machete por el cuello de la botella con una fuerza y velocidad vertiginosas y tras un “clinc”, la botella estaba intacta.
Se me permitió intentarlo otra vez, y otra vez, y yo creo que ya le estaba sacando punta a la botella cuando con ese “desdén y aparente cansancio del que está harto de enseñar”, Tío Juan me retiró los instrumentos y, como el que no quiere la cosa y, sin ningún esfuerzo, volvió a abrir la botella para regocijo de todos.
Además de no saber, otra vez, dónde esconderme, si me hubieran dado la papeleta correspondiente hubiera cambiado mi destino, ¡¡ahora tendré que vivir y trabajar con esta gente que sabe que no he podido abrir la botella y que antes se han reído de mí!!
Por supuesto, con el tiempo me hice especialista en abrir botellas, incluso sin cogerlas con la mano, y no me arrepiento de haber servido durante cinco años en la COE de la EMMOE ¡la que más joe! (como decían nuestros guerrilleros).
Como yo era el teniente más moderno, me tocaba formar y desfilar en el costado izquierdo de la COE y, delante de mí, desfilaba nuestra mascota y el guerrillero que la llevaba. La mascota era un jabalí llamado Tempranillo que, mientras fue jovencito se le podía llevar “a casi cualquier parte”, vamos, a desfilar y “a las salidas al campo”; pero, cuando se ponía “flamenco”, era un número en los desfiles y a la hora de subirlo al camión para ir de maniobras (si no que se lo pregunten al brigada Arenas, que sabía lo que era llevarse revolcones del Tempranillo).
Cuando fue cogiendo peso y fuerza, si no quería desfilar, el que lo llevaba iba delante y el teniente de la izquierda de la formación le iba dando patadas para que no se rompiera la formación. Si estaba muy animado iba desfilando a la carrera y el que lo llevaba iba haciendo esquí en seco. Y, si estaba de buenas, la verdad es que era un encanto tenerlo en la formación como animal representativo de lo que todos nos considerábamos.
El 9 de noviembre celebrábamos el aniversario de la COE y, en 1985, fue promovido con todos los honores al empleo de cabo; para lo cual se le hizo un nuevo arnés de desfile cruzado con las divisas de cabo. Por supuesto se publicó en la Orden del Día Extraordinaria de la COE.
Alrededor de 1987 o 1988 tuvo que ser sacrificado porque, aunque dócil, jugando podía cometer alguna trastada importante. Una vez analizado por el veterinario, nos hizo un “servicio” durante dos días, si no recuerdo mal, en Pardina Fatás o Pardina Lorés. Antes de su sacrificio fue ascendido a cabo 1º. Su cabeza disecada estuvo adornando la COE hasta su disolución.
El Tío Juan
Estar en la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales y no oír hablar del cabo 1º Castillo era prácticamente imposible. Además de por sus cualidades como líder entre sus hombres, se hacía querer por sus superiores por su buen hacer, su experiencia y su predisposición para todo. Unidas sus características profesionales a otras facetas personales que le gustaba cultivar, hacían de él un mando entrañable. A pesar de ello, los futuros guerrilleros no dejaban de tener cierto temor cuando estaban recién llegados a la COE; sobre todo, debido a su presencia física, la forma seria de dirigirse a ellos, otras peculiaridades y alguna que otra exageración no contrastada que circulaba siempre entre la rumorología de los veteranos.
Sí es cierto que era el único cabo 1º de la EMMOE que no era tuteado por ningún soldado. Otros dos cabos 1º que siguieron a Tío Juan, fueron respetados de la misma forma. Se dirigía a la tropa recién llegada en términos como “…mi nombre es Mi, mi apellido Primero, a partir de ahora ya sabéis como os tenéis que dirigir para hablar conmigo.”
Pertenecía a la COE desde su fundación. Anteriormente había servido en la Compañía de Esquiadores y se jactaba de conocer todas las tradiciones, dichos, etc. de la COE y sus mandos y de que las llevaba anotadas para escribir un libro algún día, como se ha dicho anteriormente. Cosa que finalmente realizó, publicándose el libro MEMORIAS DE UN BOINA VERDE en octubre de 2021.
A todos los mandos nos gustaba estar en su compañía, tenerlo cerca o que perteneciera a nuestro Equipo Operativo, como siempre se denominó la organización al mando de los tenientes de la COE de la EMMOE.
Como no podía hacer el curso de paracaidismo en aquella época, el resto de mandos eran paracaidistas y todos lo considerábamos uno más, hizo el curso por lo civil en Pau (Francia) y se hizo paracaidista en salto con apertura manual. Llegó a acumular 111 saltos paracaidistas en estilo individual y formaciones en estrella. También era un excelente esquiador y buceador.
Fue ejemplo, no solo para otros cabos 1º como Abad (Tío Miguel) o Frías (Tío Pepe, que luego ingresó en la AGBS), sino para todos los mandos.
Lamentablemente para nosotros, prefería cualquier actividad relacionada con el servicio (aunque fuera estudiar manuales tácticos o técnicos) que ponerse a estudiar libros de texto para opositar para la AGBS. De esta forma lo perdimos cuando acabó el tiempo límite reglamentario de servir en el Ejército de Tierra (entonces eran ocho años y “el de gracia”).
No obstante, y por su forma de ser, cuando se lo propuso, consiguió entrar en la Guardia Civil desarrollando una extensa carrera en la agrupación de tráfico, donde sigue destinado en la reserva.
Infiltración del Curso de Operaciones Especiales
Como ya se ha dicho en varias ocasiones, la COE, además de llevar a cabo su programa de instrucción como cualquier otra COE participaba, a requerimiento del Curso de OE en algunas de sus actividades. Una de ellas era como enemigo formando una línea de vigilancia que tenían que sobrepasar las patrullas de los alumnos del curso.
Solía realizarse en la línea que formaban los Capitiellos de este a oeste en la dirección Jaca-Sabiñánigo y el primer tema del Curso de OE de su Fase de Combate; esto hacía que las fechas fuesen alrededor del frío mes de febrero.
Era una de las colaboraciones más odiadas porque era “muy dirigida”, no podíamos “hacer nada” y pasábamos un frío tremendo. Parecía que, irremisiblemente, el día más frío de cada invierno era el que elegía el Curso de OE para hacer el tema de infiltración.
Si coincidía que la COE no estaba de salida, solía acabar con un chocolate con churros en el “Luis” o en la Escuela.
Los vehículos de la COE
De una de las cosas que más carecía la COE era de vehículos. En la EMMOE no había suficientes como para realizar todas las actividades del Curso y todas las que pretendía la COE. No obstante, las ganas de trabajar, la imaginación y los vehículos particulares de los mandos hacían el resto.
Durante la fase de topografía, además de los recorridos diurnos, solíamos hacer uno o dos recorridos nocturnos a la semana y una marcha cada viernes. Como los camiones estaban ocupados los viernes para las marchas del curso de mandos, uno de los recorridos nocturnos se hacía el jueves y lo empalmábamos con nuestra marcha del viernes.
Empalmes de recorridos con marchas
Al acabar el recorrido nocturno del jueves, el Land Rover de que dispusiera la COE llevaba a varios mandos a Jaca que cogían sus coches particulares, los aparcaban en sitios estratégicos (como el pueblo de Atarés) y se volvían al punto donde iba a pernoctar toda la COE (como la explanada que conocíamos como “Camping de Atarés”, cerca de Batiellas y la Torre del Moro). Mientras tanto, el resto de mandos había guiado a las patrullas de topografía desde el punto final del recorrido nocturno hasta la zona donde se iba a pernoctar. Antes del toque de diana del viernes, los mandos que se iban a trasladar a los puntos de control de la marcha en los coches se levantaban antes que nadie para dirigirse a los coches particulares situados en los puntos estratégicos que los llevarían a las cercanías de los puntos de control de la marcha del viernes. Mientras tanto, el resto de mandos tocaba diana, se desayunaba y se dirigían a las patrullas a los distintos puntos iniciales.
En una ocasión, el coche del mando que suscribe sufrió una avería al finalizar la jornada de marcha topográfica por patrullas de un viernes y después de recoger a varios de los mandos que había dejado por la mañana en sus puntos de control. La avería se ocasionó en pleno Barranco de Atarés y a varios kilómetros al este del pueblo. Mientras uno de los mandos iba a paso ligero al pueblo para telefonear al taller de “Lasala” de Jaca para que viniera con su grúa, los otros empujaban el coche para acercarlo lo más posible al pueblo de Atarés. Al mismo tiempo, aprovechó para telefonear al sargento Alsina para que viniera con su coche a recoger al resto de mandos.
El sargento Alsina llegó antes que la grúa y, dando la vuelta a su coche en el camino para regresar con los mandos a la Escuela, dejó su vehículo embarrancado en terreno blando y embarrado. Cuando llegó la grúa se encontró con dos coches, uno embarrancado que lo sacó con el torno y otro averiado que lo subió al remolque. Así acabó un viernes más a las tantas de la tarde-noche.
Combate en población
Otra ocurrencia de los mandos ante la falta de vehículos, cuando un año íbamos a comenzar a hacer la fase de tiro y combate en población al pueblo abandonado de Ibort, por supuesto sin vehículos (solo con el del pelotón de servicios), fue organizar la ida haciendo un recorrido topográfico por binomios premiando con “no sé qué” a los que hicieran mejor tiempo, escalonando la salida entre binomio y binomio haciéndoles pasar por puntos de control establecidos por mandos que habían salido con tiempo suficiente para establecerse en ellos. El caso es que nada paraba la actividad y, si había inconvenientes, se solventaban haciéndola un poco más dura, si era preciso.
Guerrillas de 1986 en Larués
Nunca pensé que haciendo de contraguerrillero iba a disfrutar tanto. Sobre todo, del mando de mi equipo operativo y de la instrucción que había recibido mi gente. Aquellas contraguerrillas fueron dirigidas por el comandante Rogelio García de Dios, el Puesto de Mando se encontraba entre los pueblos de Bailo y Larués, al norte del Puerto de Santa Bárbara.
Desde el primer día tuvimos encuentros, seguimos huellas, las valorábamos y decidíamos continuar o no; hicimos prisioneros (incluso sin pegar un solo tiro) cerca de la Selva de Jasa después de estar todo el día siguiendo huellas desde el cercano pueblo de Embún, siguiendo el barranco que sale al este hasta el collado “no me acuerdo”, y luego hacia el norte…
¡Cómo desplegábamos hasta volver a encontrar el rastro! ¡cómo marchábamos dando seguridad a la formación y a los rastreadores! Ni una palabra, ni una tos, siempre todo recogido en todo momento…
Supervivencia de mandos
En noviembre de 1985, y espoleados por nuestro teniente antiguo “Charli” Boado “el duro”, varios mandos quisimos hacer una supervivencia en movimiento. La planeamos minuciosamente para hacerla desde el pueblo de Lobera de Onsella hasta la Selva de Oza (en el valle de Hecho) que era donde la iba a hacer el resto de la COE y donde llegaríamos un par de días antes de que finalizara. Se lo presentamos al capitán y alguien, externo a la COE, dijo que no. Entonces le propusimos al capitán hacer esa misma patrulla de mandos en la misma zona; pero aislada, al otro lado del río Aragón Subordán, un poco más al norte de la COE y sin ningún apoyo, salvo una visita diaria en un punto determinado al que solo acudiría el teniente Boado con la finalidad de que se comprobara que no teníamos novedades importantes.
A pesar de lo que pueda parecer, creo que puedo decir que disfrutamos los tres tenientes (Boado, Alquézar y Moreno) y Tío Juan, que se apuntaba a un bombardeo.
La broma del reloj
Eran típicas en la COE las bromas tradicionales que proporcionaban un buen, alegre y agradable ambiente de trabajo. Ya conté mi entrada y presentación en la COE. La broma del reloj se solía gastar a cualquier extraño que participaba en alguna comida o reunión con la COE.
Siempre había alguien que, en alguna parte de la mesa y, como el que no quiere la cosa, empezaba una conversación con otro diciendo que el capitán le había encargado un reloj al brigada en un viaje a Andorra o cualquier sitio y que, cuando se lo trajo, resultaba que no se lo podía poner. Por supuesto que a esto se le daba mucha parafernalia; dejaban el tema; lo volvían a retomar y así hasta que el “invitado”, que era el único que no sabía a cuento de qué venía la conversación, preguntaba: “¿Y por qué no se lo puede poner?” y todos, al unísono y lo más fuerte que se podía, respondíamos ¡¡Porque es de pared!! seguido de las consabidas carcajadas y regocijo para enrojecimiento del invitado.
Cuenta la leyenda que una vez visitó a la COE en el campo el coronel Doncel y se quedó a comer. Coronel conocido por su ronca voz o “voz de perro” con ciertas “malas pulgas” y al que considerábamos un “enemigo de la COE”. Ni qué decir tiene que, cuando en plena comida el capitán empezó a escuchar la otras veces graciosa conversación del reloj en la otra punta de la mesa a uno de los sargentos, no sabía ya cómo poner la cara para decirle por gestos que no siguiera y esperando que el coronel no se interesara por los motivos o razones por las que el capitán no se podía poner un reloj caro y recién comprado por su brigada.
El coronel preguntó, con su característica voz ronca y profunda: “¿Por qué no te lo puedes poner, Fernando?” Y se hizo el silencio.
Al cabo de unos segundos, que parecieron horas, respondió únicamente y en tono lo suficientemente bajo el capitán: “Porque es de pared, mi coronel”.
La marcha 4 x 40
Con la creación de la Subinspección de Montaña y Operaciones Especiales en la Inspección de Infantería del EME, en la que estaría destinado el teniente coronel Vázquez, se desarrolló el PEI que recogía todas las actividades de nuestro programa de instrucción. Entre ellas se establecían dos marchas de aplicación: una de 80 kilómetros en 20 horas con equipo de combate y otra de 160 km en cuatro días con equipo de montaña (la conocida como 4 por 40).
La primera 4×40 que hizo la COE fue a lo largo de la Canal de Berdún dando la vuelta por el sur al Pantano de Yesa y las Casas del Inglés y regresando por el norte. Al no movernos de las comarcas habituales en las que solíamos hacer nuestras prácticas, resultaba menos atractiva que si se hacía en una zona desconocida o en puntos distantes entre sí esos 160 km.
Al año siguiente, y aprovechando nuestra capacidad de ir sin vehículos a casi cualquier sitio, nuestro capitán solicitó ir al tiro con armas colectivas a San Gregorio (Zaragoza), toda la COE y andando. A esta salida iban todos los equipos de armas colectivas de las distintas unidades de la EMMOE, lanzagranadas, ametralladoras, morteros de 60 mm y 81 mm de todas las Unidades, CSR, cañones del 105/14 de la Batería de Artillería y, por supuesto, nuestros equipos de lanzagranadas, ametralladoras y mortero comando.
Lo mejor de aquel año fue aparecer al día siguiente de acampar el resto de unidades de la EMMOE, toda la COE andando que llegaba desde Jaca (y lo que no sabían es que encima tuvimos que alargar el itinerario por San Gregorio para completar los 160 km).