Coronel José Antonio Vázquez Soler (JAVS)
Antiguo capitán de la COE 12 y profesor curso OE
Extracto del artículo publicado cuando el coronel Vázquez se encontraba en la Subinspección de OE.
A modo de justificación del trabajo
Situémonos en la década de los 70 y en la Sierra de Gata, provincia de Cáceres. De acuerdo con el PGIA, la COE 12 de Plasencia interviene en unas maniobras en las que, de manera excepcional, lo hace como contraguerrilla. El día D, las unidades llegan a la zona del ejercicio donde desde hacía varios días se encontraba la sección que iba a actuar como guerrilla. Al mediodía, las unidades del regimiento procedentes de Plasencia habían concluido su vivac mientras el convoy que venía de Madrid iba repartiendo las suyas por las zonas asignadas.
Sin pérdida de tiempo, la COE al no permitírsele ocupar una casa de pueblo como tenía por costumbre para mantener vivo el contacto con la población civil, monta un campamento y, rápidamente, enlaza con los numerosos simpatizantes y amigos que tenía en los pueblos de la zona, algunos por haber servido en la COE y otros conocidos de nuestros días de salida al campo mensuales. La finalidad era la activación de la Red de Información (0-0-2-7 Orientaciones «Lucha de Guerrillas y Contraguerrillas), vital en esta clase de guerra, aunque en este caso no pasara de ser un simple ejercicio. Esa misma tarde tenemos noticias de que la guerrilla había estado acampada cerca del pueblo… y que el día D-1, después de hacer acopio de provisiones, lo había abandonado.
Al pelotón de la COE designado para ello le fue fácil llegar al sitio exacto donde se había instalado la guerrilla. Una zanja con basura -latas, plásticos, cartones de raciones, etc.- eran testigos incuestionables de esta permanencia en la zona. Aprovechando que el tiempo había sido lluvioso y, como consecuencia, el terreno estaba embarrado, resultó fácil localizar las huellas que traicionaban la marcha de la sección. La continuación no ofreció excesivas dificultades. A pesar de no ser muy expertos, con paciencia se pudo seguir el rastro, utilizando además nuestra experiencia en estos casos y el sentido común.
La guerrilla había elegido la zona por la facilidad que ofrecía para la ocultación y, cargado como iba con toda la impedimenta, no se molestó en poner demasiada distancia entre el pueblo y la zona de refugio. Era lógico pensar que no se alejaría demasiado de un arroyo, escasos en ese terreno, y que, ante la posibilidad de que se repitieran las lluvias, buscara un cobertizo.
Al llegar al lugar sospechoso, la COE destacó varias patrullas, dos de las cuales siguieron las márgenes del arroyo que discurría en la dirección en la que se habían retirado. La progresión fue muy lenta, deteniéndose con frecuencia a escuchar y tratar de no perder el rastro. Cuando empezaba a oscurecer, se localizó a un guerrillero que llenaba varias cantimploras en el arroyo… A la una de la madrugada, la guerrilla fue cercada y capturada.
Teóricamente, el ejercicio había terminado, aunque como no era más que eso, un ejercicio, los guerrilleros recuperaron su libertad para seguir su actuación y la COE fue enviada a una zona donde se pasó el resto del tiempo haciendo recorridos topográficos. Desgraciadamente no se extrajeron enseñanzas a pesar de la evidencia.
Durante años la COE no volvió a actuar como contraguerrilla y las numerosas veces que lo hizo como guerrilla nunca experimentó la sensación de que su rastro pudiera ser aprovechado por el contrario. Como consecuencia, ni unos ni otros leían en el terreno y guerrilleros y contraguerrilleros se movían por él como un analfabeto por una biblioteca.
Rastreo
Posteriormente, terminó su trabajo un Grupo de Estudios que revisó y actualizó las Orientaciones 0-0-4-6 «Unidades de Operaciones Especiales». Por primera vez, apareció en una publicación reglamentaria militar de nuestras FAS un capítulo que llevaba por título RASTREO y en el que se recopiló lo poco que había sobre ello. Creo que todos los que nos interesamos por el tema, entre los que destacaba el capitán Crespo-Francés y Valero, autor de un interesante trabajo de sus tiempos de profesor del Curso de OE, tomamos como base la experiencia del Ejército Sudafricano cuyos equipos de rastreadores han sabido aprovecharse de los ancestrales conocimientos de los indígenas para gozar de una bien merecida fama.
Lo que a continuación paso a exponer de una manera sucinta, es una llamada de atención sobre uno de los dos principales «chivatos» de las unidades en las maniobras y ejercicios: las transmisiones y el rastro.
Rastreo, según el diccionario ideológico de la lengua española, rastrear es: «buscar una cosa siguiendo su rastro», o bien, «averiguar por conjeturas o señales», y rastro es: «huella o indicio que deja una cosa».
Desde la más remota antigüedad, el hombre-cazador ha buscado sus presas siguiendo el rastro de las mismas. Más tarde, se alió con el perro para que este, dotado de un olfato y de un oído muy superiores al suyo, le facilitara la tarea, sin perder por ello esta habilidad que el diario contacto con la naturaleza y su necesidad de supervivencia le obligaban a ejercer continuamente.
Hoy en día, hay que buscar entre las sociedades primitivas que todavía perduran, hombres capaces de aprovechar sus sentidos hasta un extremo que causan la admiración de aquellos provenientes de la civilización y que toman contacto con ellos. Todavía conservo vívido el recuerdo de la escena de la película española «Los santos inocentes», en la que uno de los humildes protagonistas de la misma,- que extraordinaria interpretación de Francisco Rabal y Alfredo Landa -, se echa al suelo delante de los invitados de su «señorito» y a gatas, utilizando el olfato, es capaz de seguir un rastro. ¿Exageración? No lo sé.
En su día leí que los zulúes, habitantes del África Austral, eran capaces de descubrir por el olfato y a varios kilómetros de distancia, el olor a humo o la humedad proveniente de una fuente. Este último extremo me fue confirmado por el teniente coronel Abeilhe, uno de nuestros mejores expertos en armas ligeras y antiguo mando de Tropas Nómadas, recordando su estancia en el Sahara y la impresión que le causaban los guías nativos capaces de averiguar, por el olfato, la presencia de los pozos, a dos y tres kilómetros de distancia.
Personalmente pienso como muchos que «la realidad supera a la fantasía» y que no hay exageración en ello. Es hora pues, de que se le preste a las operaciones de rastreo la debida atención por cuanto constituyen, por un lado, una de las principales amenazas para las unidades de operaciones especiales en el desarrollo de sus operaciones y son un aspecto fundamental a tener en cuenta tanto en el planeamiento como en la ejecución de las mismas y, por otro lado, son un valioso auxiliar del que se pueden servir para tratar de localizar a una unidad enemiga, especialmente en las operaciones de contraguerrilla.
Especialistas en rastreo
Pese a ello, es uno de los aspectos de la instrucción al que se le presta menor atención y en muchos casos ninguna, siendo frecuente la dejadez de las unidades en hacer desaparecer los rastros (huellas, desperdicios, excrementos, etc.) de su paso o permanencia en el terreno. Aunque reconozcamos la práctica imposibilidad de llegar al nivel al que antes nos referíamos, sí se puede, con constancia e instrucción, mejorar las condiciones de cualquier individuo para seguir un rastro. En el caso de tratar de formar especialistas, estos deben poseer unas facultades difíciles de encontrar reunidas en un solo individuo.
El especialista debe ser paciente para progresar lentamente, sin ruidos y con seguridad, observar los indicios disponibles e interpretarlos, evitar una velocidad de progresión que le haga perder las debidas precauciones, lo que le podría llevar a pasar por alto señales importantes, perder la pista, o ser emboscado por una unidad enemiga.
Debe tener la capacidad y el deseo de continuar con su misión, aunque los indicios sean escasos y las condiciones meteorológicas y del terreno se tornen difíciles. Si perdiera la pista debe tener la determinación y la perseverancia necesarias para encontrarla nuevamente. Debe desarrollar una observación minuciosa, fijarse en detalles que no son obvios a primera vista, y complementarlos con sus sentidos del olfato y del oído y un sexto sentido que le permita intuir los pasos dados por el perseguido y descubrir un nuevo rastro. Debe tener un profundo conocimiento de la naturaleza en general y del terreno en que se mueve en particular, poseer una buena memoria e inteligencia y estar físicamente bien preparado.
Como complemento de todo lo anterior, el especialista no podrá interpretar adecuadamente los indicios que encuentre a no ser que posea un buen conocimiento del enemigo, sus hábitos, armamento, equipo, material y su nivel de instrucción. La información que el especialista puede deducir del examen de unas huellas resulta casi increíble para el profano. Datos como el número de individuos, peso que transportan, grado de fatiga, si es tropa bien entrenada o no, etc. quedan impresos sobre el terreno.
Factores del rastreo
En el rastreo, el especialista se plantea una serie de interrogantes, como son:
– ¿Cuántos hombres constituyen la unidad?
– ¿Cuál es su nivel de instrucción?
– ¿Cómo están equipados?
– ¿Cuál es su estado físico?
– ¿Cuál es su estado de moral?
– ¿Son conscientes de que están siendo seguidos?
Para responder a estos interrogantes, el rastreador se fundamenta sobre unos factores. Estos son:
– Huellas (pisadas).
– Señales o marcas.
– Residuos.
– Condiciones meteorológicas.
– Enmascaramiento.
La combinación de estos factores influye en la mayor o menor facilidad para el rastreo. En algunos tipos de terreno, época del año y condiciones meteorológicas, puede seguirse el rastro desde un helicóptero.
Huellas (pisadas)
Las huellas o pisadas pueden indicar:
– Dirección y cadencia del movimiento:
. Pisada profunda y gran distancia entre las mismas: marcha rápida.
. Pisada profunda en la punta y máxima distancia: carrera.
– Altos. Los altos para descansar son indicados por un cúmulo de huellas sin patrón fijo ni dirección.
– Número de hombres. Existen varios métodos para deducirlo
- Método de caja. Se parte de una huella clave (huella en la que se distinguen perfectamente las dos pisadas del individuo), buscando además alguna marca de identificación de la misma que permita más adelante volver a identificarla si hiciera falta. Dibujar una línea a través del talón de una de las pisadas clave y transversal al movimiento. Dibujar una línea paralela a la anterior a través de la punta de la otra pisada clave; completar la caja con las dos líneas que señalan los bordes del itinerario. Contando el número de pisadas completas en el interior de la caja, -solo se cuenta una de las dos pisadas clave-, deduciremos el número de individuos. Si fuera posible, conviene repetir la operación en otro lugar. Cualquier persona al andar normalmente habrá pisado por lo menos una vez dentro de la caja. Este método es preciso para contar hasta 18 personas.
- Método de la caja de un metro. Cuando no se pueda distinguir una huella clave, se trazan dos líneas separadas un metro, en sentido transversal a la dirección del movimiento y otras dos en los bordes del itinerario. El número de hombres será el de huellas en el interior de la caja dividido por dos.
- Método experimental. No se pueden distinguir huellas claras, pero sí indicios del paso de hombres. Se basa en la experiencia del rastreador para hacer una valoración.
– Carga transportada. Su peso determina pisadas muy profundas, cortas y espaciadas en anchura, interrumpidas o arrastradas.
– Sexo de los rastreados:
. Mujer: huella pequeña, zancada corta, puntas hacia dentro.
. Hombre: huella más grande, zancada más larga, puntas hacia el frente o ligeramente hacia fuera.
– Consciencia del rastreador de ser seguido. El rastreado trata de esconder las pisadas, pisadas irregulares. Si marcha hacia atrás sus pisadas serán cortas, profundas en la punta e irregulares.
– Calidad del equipo. Si la huella fue dejada por una persona con calzado de suela gastada o rota, eso podrá indicar falta de equipo adecuado. En algunos casos, puede ser importante fotografiar o dibujar el tipo de huellas, lo que permitirá localizar en otros lugares a los mismos individuos.
Señales o marcas.
Otros indicios del movimiento son: ramas rotas, cepellones de hierba o musgo, hierba aplastada, huecos dejados por piedras al ser desplazadas -las piedras o troncos que han sido removidos presentan una señal de humedad en la parte que estaba en contacto con la tierra-, hojas arrancadas, restos de ropa -cuando existan arbustos o matas espinosas es fácil enganchar la ropa en ellos-, barro depositado por el calzado, agua turbia en charcos o terreno húmedo al pisar en ellos (las partículas se sedimentan en una hora, aproximadamente).
Cuando una columna que transporta cargas pesadas se detiene para descansar, las cargas, al ser depositadas en el suelo, dejan una marca muy visible, sobre todo en terreno húmedo, hierba y demás vegetación rastrera. Al amanecer, el roce contra la maleza hace desaparecer las gotas de rocío depositadas en las hojas. En los prados se puede observar claramente un cambio de tonalidad en la zona que ha sido pisada.
La huida apresurada de pájaros o animales, delata normalmente la presencia de personas, así como la parte superior de matorrales o arbustos altos al moverse en un día sin viento. Las arañas construyen con frecuencia sus telas atravesadas en sendas o pequeños claros; una tela destruida es un claro indicio del paso de una persona o animal.
El cruce de un río se deduce, además de por las pisadas dejadas en los puntos de entrada y salida, por las piedras desplazadas en el cauce o con manchas de barro (éstas se mantienen poco tiempo), vegetación del fondo del cauce aplastada, etc. Lo normal es que para cruzarlo se busquen orillas fáciles, tanto para la entrada como para la salida; esta última presenta un aspecto de haber sufrido los efectos de la lluvia en virtud del agua que escurre de los uniformes y equipos, con la particularidad de que esta humedad se va desvaneciendo lentamente a lo largo del itinerario.
Una de las marcas más claras, es la sangre; su rastro se deposita en el terreno, matorrales, etc. Una herida en los pulmones provoca manchas de sangre de color rosado y aspecto cremoso con burbujas. Por las manchas de sangre se puede determinar la gravedad de la herida y el tiempo y distancia que podrá resistir sin recibir asistencia. También la sangre permite determinar el tiempo transcurrido; cuando la sangre es fresca tiene color rojo vivo, a continuación, cambia a un rojo más oscuro y enseguida se produce una costra castaño oscuro.
Residuos.
La existencia de desperdicios, papeles, colillas, latas, pieles de frutas, envoltorios, restos de hoguera, heces, etc. indica que la unidad está mal instruida y poco disciplinada. Simplemente, dos colillas a un kilómetro de distancia una de otra, pueden señalar la dirección de progresión.
Hay que tener en cuenta el efecto de las condiciones meteorológicas al calcular la edad de los residuos (ausencia o presencia de óxido en las latas, papeles descoloridos o convertidos en pulpa por la lluvia, etc.). Donde más se evidencian estos residuos es en los altos para descansar. De ellos también se puede deducir el número de hombres, alimentación (pobre o abundante) y, como se dijo anteriormente, su grado de instrucción. Normalmente, cuando una unidad se aproxima a su campamento, los hombres tienden a desperdiciar la comida dejando restos de la misma a medio consumir.
Condiciones meteorológicas.
Una lluvia abundante deja el terreno húmedo lo que hace que las pisadas se marquen claramente apareciendo los bordes bien recortados. A medida que éstas se secan, el aire o su propio peso hacen que las partículas del contorno se depositen en el interior redondeándose los bordes. Una lluvia ligera posterior a la pisada redondea los contornos, mientras que una lluvia fuerte puede borrarla totalmente. Se debe, pues, para determinar la edad de la pisada, tener en cuenta cuándo llovió por última vez y su intensidad.
El viento también afecta a las pisadas; después de secarlas, podrá depositar en el interior de las mismas, hojas, pajitas, pequeños palos, etc. debiendo fijarse que no estén hundidas en la huella ya que ello probaría que fueron pisadas al producirla. Lo mismo que en el caso de la lluvia, el rastreador debe tener en cuenta cuándo hubo viento y su intensidad. De lo anterior se deduce que, conociendo el suelo y las condiciones climatológicas de la zona, el rastreador puede determinar el tiempo que llevan impresas las pisadas.
De no tener un conocimiento profundo de la naturaleza en general y del terreno en que se mueve en particular, como se dijo en generalidades, el rastreador no podrá determinar la edad de las huellas. Los mejores momentos para rastrear son a media mañana o a media tarde (sol a 45′), debido a que se aprecian mejor los contrastes, y con el sol de espaldas. En estos momentos es cuando el equipo de rastreo debe recorrer la máxima distancia posible.
Enmascaramiento
Algunas de las técnicas para enmascarar los rastros y confundir al rastreador, pueden ser:
– Caminar hacia atrás.
– Borrar las huellas.
– Emplear calzado civil (zapatillas de deportes, alpargatas, etc.).
– Envolver el calzado en trapos.
– Moverse por cursos de agua o terreno rocoso.
– Huellas falsas.
– Moverse por itinerarios seguidos por personal civil mezclando las huellas.
– Entrar y salir de los cursos de agua repartiendo la unidad por varios puntos.
Como ya se dijo, si el perseguido camina hacia atrás, sus pisadas serán más profundas en la parte delantera. Siguiendo las huellas, se tendrá precaución con los sonidos y olores; si su dirección es del rastro hacia el rastreador, llevará aquellos hacia este; si fuese al revés, el rastreador deberá extremar la cautela ya que el viento podrá llevar hasta el enemigo los ruidos que fortuitamente produzca. A medida que se perciban con más claridad, la proximidad entre rastreador y rastreado se irá acortando. En esta propagación de los sonidos influyen las corrientes térmicas verticales y las turbulencias en los obstáculos montañosos y que hacen que el aire caliente ascienda y al enfriarse descienda con la consiguiente propagación de los sonidos en una u otra dirección.
Debe tenerse en cuenta la posibilidad de que se haya sujetado a la suela del calzado otra puesta al revés. Una pista podrá ser borrada, pero siempre aparecerá exactamente como una pista borrada. Si el rastro pasa a través de cursos de agua o terreno rocoso y llega a perderse, el rastreador seguirá en la dirección general, circundará el área, y al salir de esa zona tratará de localizar de nuevo el rastro. En terreno rocoso se deberá tener presente la posible existencia de señales en el musgo que, en las zonas húmedas, crece en las piedras.
Unidad de rastreo
Aunque la organización de una unidad de rastreo puede ser variable y no tiene por qué obedecer a reglas fijas, una organización tipo podría ser el grupo constituido por:
-Mando: oficial o suboficial.
– PLM: suboficial o cabo 1º.
– Dos radios.
– Dos conductores.
– Dos rastreadores.
En el caso de que el perseguido utilice caminos asfaltados el rastreador deberá seguir por ellos, como en el caso de las corrientes de agua, tratando de localizar el punto en que los abandone. Una unidad que se preocupe de evitar los rastros progresará más lentamente. Por lo tanto, un rastreador experto y que no se deje engañar por estas tentativas, ganará tiempo a los perseguidos.
El equipo a transportar debe ser el más ligero posible para evitar que la fatiga derivada de uno pesado distraiga la atención e impida la concentración.
Respecto a la instrucción, además de la específica de todo miembro de una unidad de operaciones especiales, se debe prestar una atención especial a todo lo referente al enemigo (organización, armamento, equipo, etc.).
Actuación de perros rastreadores.
Caso de existir, los perros rastreadores son una valiosa ayuda para la unidad de rastreo. Estos perros están especialmente entrenados y trabajan obedeciendo a su entrenador el cual puede o no ser un rastreador. Los perros trabajan olfateando los olores humanos y escudriñando la vegetación removida por el paso del hombre. La forma ideal de utilizarlos será en apoyo de un subgrupo de rastreo. Normalmente, el perro será el encargado de seguir el rastro ya que lo puede hacer más deprisa que un hombre y también de noche. Los perros están entrenados para no ladrar en evitación de denunciar al subgrupo y para evitar olores de cobertura que puedan ser utilizados por el enemigo para confundirlos.