Presencia Legionario, esencia Guerrillero

Luis Salomón Mendo

Antiguo Cabo del GOEIII R/87-4º

Mi vivencia y paso por el GOE III me marcó como creo que a todos los que hicimos el servicio militar en él. En mi caso, en mi niñez he respirado el espíritu del credo legionario por los cuatros costados, ya que mi padre, tíos y algún cuñado pasaron por alguno de sus Tercios. Yo fui la oveja descarriada no sirviendo en la Legión, aun que sí llevando, como es normal, su sentir muy dentro.

Llegué al GOE III perteneciendo al 4º reemplazo del año 87 (después de pasar la captación en el CIR 8 Rabasa. Sabía que la cosa sería dura; me di cuenta nada más llegar a los barracones de chapa, donde estaba ubicada la unidad, ya todo sería con la famosa frase de: “A la puta carrera”. Empezaba nuestro endurecimiento. ¡ja, ja, ja!

Recuerdo recibiéndonos a nuestros cabos instructores Armero (una madre para todos, duro pero correcto), al Gorilón (valenciano y muy grande en todos los aspectos) y al Maño (que en paz descanse) un tipo muy peculiar, que descubrí, una vez ganada la boina, como un gran hermano.

Esas semanas de dureza serían las que después nos prepararían para lo que sería estar en una unidad de operaciones especiales de la época. Semanas donde, físicamente y sobre todo psicológicamente, sacaban lo mejor y peor de cada uno; pero de eso se trataba, de llevarnos al límite. Ahí estaba el germen de lo que a estos días y después de 30 años tenemos camaradería, amistad y, ante todo, confianza de uno mismo y en el compañero.

Recuerdo como si fuera hoy, una noche donde con todo el equipo preparado para salir al día siguiente hacia Agost, en busca de nuestra deseada prueba de la boina con la duda de si ganaríamos tan ansiada prenda, si seriamos aptos para ello. Esa noche caía agua como nunca había visto caer en Alicante; en los barracones de chapa el estruendo del agua era brutal. De madrugada empecé a ver movimientos de los mandos no habituales a esas horas. De pronto llegó la noticia. “Señores estamos en alarma y prepárense” (como dije teníamos el equipo preparado los que salíamos para Agost -los polletes-, pero no el resto de secciones). En poco tiempo todos listos (a la puta carrera), los vehículos ya preparados en convoy. Se nos informó que salíamos para la zona de Orihuela, donde éramos necesarios para ayudar a la población civil en lo necesario. ¡Coño!, qué mejor prueba de boina que una misión real; pero aún no éramos conscientes del pantanal en que nos íbamos a meter. Recuerdo ir viendo desde el camión, por la zona de Elche, lo que nos iba a deparar el tema por la cantidad de agua embalsada y así fue. Orihuela y su zona eran un auténtico caos. Nada más llegar empezamos a recibir las órdenes de actuación, previamente dejando parte del equipo en el colegio que nos serviría de acuartelamiento

Fueron cinco días calados hasta los huesos con el descanso justo; pero ver cómo nos trató la población que se volcó con nosotros desde el minuto uno… ¡hay que vivirlo!  Ojo, hoy en día cuando voy a Orihuela y ven mi tatuaje me preguntan: “¿Eres de la COE?” y al responder que sí, del GOE III, se les ilumina el rostro y siguen dando las gracias después de 30 años. Dicho esto, retomo el asunto. La misión se terminó a los cinco días, retornando al cuartel de Rabasa, donde antes del merecido descanso, se nos impuso la tan querida y ansiada boina verde. Pasamos la prueba, ya éramos guerrilleros. Hoy en día muy orgullosos de nuestra prueba de la boina, más verde que nunca por la cantidad de agua que llevábamos en nuestro cuerpo.

Retomamos el quehacer diario con nuestra querida boina sobre nuestra cabeza y llegó la preparación de la Tractor, marcha de 40/50 kilómetros y la mejor la de 60, esa fue gloriosa. ¡Ja, ja, ja! Nos dejaron los vehículos en Novelda y, desde ahí, a Jumilla pateando, siempre controlados por mandos, claro está. Arranque con mi patrulla, como decía Serrat, se hace camino al andar. Sin prisa pero sin pausa, ahí avanzábamos unos ratos alegres, otros ratos jodidos; pero lo bueno es que siempre, cuando hay bajón, alguno te levanta el ánimo; eso sí, lo recuerdo bien a unos 18 km antes de Jumilla, nos adelantaron en un visto y no visto “dos gacelas,” como no, el capitán Bataller en compañía del teniente Canela a paso jocoso (se patearon toda la marcha), y el ánimo aún más jocoso (que cachondos los dos), al rebasarnos el chascarrillo de nuestro capitán y la sonrisa del teniente: “Vamos que vais tarde y la cerveza se calienta”, ¡hostias! ¿cerveza?.. ¡ja, ja, ja! ahí almas cándidas de nosotros cual vilmente timados, pero eso realmente nos emocionó y empujó. ¡Ja, ja, ja! Ya, a dos kilómetros de Jumilla, las patrullas prácticamente juntas, agrupadas en hilera por la carretera, cual fue nuestra sorpresa que nos pilló una tormentilla que nos vino realmente al pelo para refrescarnos. Lo mejor fue la llegada ya que algunos nos vinimos arriba, decidimos entrar a paso ligero con el cetme en alto (es lo que trae que los lugareños cuando pasaban con los coches nos pitaran y vitorearan), así lo hicimos entrando al punto final con el arma en alto, en la posición de prevengan a paso ligero. Eso sí, sin cervezas ¡ja, ja, ja!

Otra que recuerdo gratamente, fue la preparación de la Trabuco 88 (ejercicio hispano-americano). Me tocó de binomio al sargento Mercado, hombre muy peculiar ¡ja, ja, ja! Teníamos que hacer reconocimiento del terreno y verificar con los planos la zona. Llegados a un punto escucho: “¡Coño! Salomón, han quitado una cota. El plano está mal o nos hemos perdido”, con la delicadeza que correspondía al trato con mi sargento Mercado, le pido el plano para ver si es que realmente habíamos pegado algún brujulazo y estábamos fuera de zona. Lo oriento, busco puntos de referencia y veo que hay una cantera de áridos. Le digo a mi sargento que la cota se ha convertido en arena u otras materias para la construcción, puesto que el resto de cotas si estaban en su lugar. Después del correspondiente y cariñoso pechado, unas cuantas vueltas más al plano, seguimos para la zona donde estaba el campamento sin más novedad (decir de Mercado no tenía el curso de OE y que dentro de su peculiar forma de mando era un gran tipo en la cercanía y soledad del campo). Acabamos el reconocimiento de la zona, de forma como no podía ser de otra manera, una paella realizada por la madre de Guti (guerrillero del 6º que era de Benidorm, justo por donde nos movíamos), al saber que estábamos por ahí, se lo comentaron al teniente Muñoz (general Demetrio jefe del MOE años después), el teniente en vista de una de las máximas guerrilleras, que es tener al pueblo de tu mano, accedió a ello, qué grande Muñoz y cómo estaba la paella. Llegaron los yankis y, claro está, había que hacer los equipos, me tocó de binomio con Peter, un tipo originario de Miami, muy peculiar.

Para hacer piña nuestro querido brigada Viózquez (muy futbolero él), pensó en jugar un partido de fútbol entre nosotros, pero ahí te ves a estos jugando con las botas de combate y nosotros en zapatillas de deporte, muy finos no eran los mamones, nos dejaron las piernas y tobillos a full.

Llego el día de empezar el ejercicio. Nos infiltraron en la zona como uno de los equipos de guerrilla. El primer día fue bien, nos agazapamos y fuimos realizando lo que se nos encomendaba bajo el mando del teniente Muñoz, sin mucho agobio por parte de los equipos de contraguerrilla. Al tercer día, la cosa cambio, preparamos una emboscada a un convoy que subía por la carretera de la Nucía a Torremanzanas (creo recordar), coordinados con el resto de los equipos guerrilleros. La anécdota del tema es que era verano, en esa zona hay mucho “guiri” veraneando y no sabían de las maniobras en la zona. Llega el convoy, coches civiles entremedias de los vehículos militares, y se da la orden de ataque, carga explosiva de barreamiento en la cabeza para pararlo y en retaguardia para inmovilizarlo, a la vez que se hace fuego con las ametralladoras y demás. Lo gracioso es que cuando la contra bajó de los camiones para repelernos, llegó el momento que no sabían si repelernos o qué hacer. Lo hicieron bien, tranquilizar a los civiles de los coches que estaban en medio de la refriega, ya que se llevaron un gran susto. Dada la emboscada, pues lo que toca: a correr y dispersión.

Esa noche nos las hicieron pagar caras, porque entre el acoso de la contra guerrilla y los helicópteros yankees con las cámaras térmicas, nos hicieron sudar de lo lindo, la cosa se puso negra, pues nos tenían cercados; pero ahí volvió a salir el genio del teniente Muñoz. Apremiado por el oficial americano que solo hacía que pedirle un medio de extracción, hablando con la OCA se consiguió un camioncito frutero, casual de un tío del guerri Guti, con el cual pudimos salir y romper el cerco, ya que al ser un camión civil ni lo pararon dejándonos en un lugar fuera del cerco, ya por nuestros medios llegar al punto de extracción, donde nos recogió un helicóptero yanqui, regresamos al cuartel de Rabasa, no sin antes darnos un paseo el piloto desde Benidorm hasta Torrevieja, prácticamente a 1 metro del agua (una pasada). Despidiéndonos de nuestros binomios yankis al día siguiente, conservando la revista del playboy que me regalo Peter, aparte de algún equipo de los que ellos usaban.

Siempre teníamos alguna anécdota buena o mala en nuestra salidas al campo; aunque yo, particularmente, quiero recordar las buenas, las que siempre salen a relucir con una sonrisa en nuestras reuniones actuales. ¡Ja, ja, ja! como uno de esos días entrando a Torremanzanas de madrugada, al entrar en la primera casa había una mujer ya con canas, que al vernos salió corriendo por la calle arriba gritando… “¡Es la guerra! ¡Estamos en guerra! ¡Llegan los militares!”. La cara que se nos quedó a todos  fue de descojono, sobre todo, los que íbamos en cabeza. Como he dicho, recordamos siempre que nos reunimos o en nuestros foros, ya sean de Facebook o WashApp, a aquellos jóvenes cuya inquietud los llevó a ser voluntarios en el GOE III, así como a muchos otros en otros lugares y GOE de España. Éramos unos chavales llenos de energía y ganas que fuimos recibidos por unos mandos, que cuan jardineros guían a un árbol para que su desarrollo sea derecho y equilibrado, inculcando unos valores de sacrificio, dureza y, sobre todo, camaradería entre ellos, y consiguieron que, a día de hoy, esos chavales que ya pintamos canas, en la mayoría de nosotros mantengamos el mismo empuje que antaño.

Que hoy en día, la admiración por esos mandos se convirtiera en una gran amistad con la mayoría de ellos, es un valor del que se tienen que sentir súper orgullosos, como nosotros lo estamos de ellos.

Es un pensar de un simple cabo de infantería, guerrillero del 4/87 del GOE III, retirado.

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