Prácticas de supervivencia de la COE 32

General de Brigada (retirado) Vicente Bataller Alventosa   

Antiguo Capitán, Comandante y Teniente Coronel del GOE III y Coronel 2º jefe del MOE

A modo de ejemplo, veamos la secuencia de unas prácticas de supervivencia de 10 días llevadas a caboa finales de  los 80 por un Compañía de Operaciones Especiales (COE), la nº 32, en un vivac     en la zona de Almazarán, junto al río Segura, a la altura de Elche de la Sierra (Murcia).

Reparto de tareas

Como todos los meses, la COE 32 preparó sus próximas maniobras. El capitán, reunió a los mandos y les explicó las actividades de los 10 días de salida al campo, en esta ocasión dedicados íntegramente a las prácticas de supervivencia. Asesorado por el brigada de la compañía, experto en esta materia, el capitán distribuyó misiones.

Uno de los tenientes, auxiliado por un cabo 1º, se encargará de la dirección de los diferentes trabajos de vivac (perfeccionamiento de refugios, leñeras, hornos para ahumar, fuegos, obtención de agua, fresqueras…). Otro oficial será el responsable de la obtención de recursos vegetales, el brigada del sacrificio de animales, mientras que entre los sargentos, según su especialización, asignó a uno la responsabilidad de la pesca, a otro la conservación de alimentos, a un tercero de los hornos y la panificación y a un cabo 1º, experto en pájaros y mamíferos, el seguimiento de huellas de animales y los distintos artilugios de circunstancias para cazar.

Del hormigón a la choza

Estos soldados de élite aún recordaban el día, no muy lejano, en el que durante 48 horas fueron capturados prisioneros y sometidos a interrogatorios y a la típica presión psicológica que se vive en un campo de concentración. Allí se puso a prueba su capacidad de resistencia. Ahora, se enfrentaban a otro examen quizás más exigente y prolongado, subsistir durante varios días (aunque fueron 10, ellos no sabían inicialmente la duración total), alejados de una sociedad de consumo que les tenía acostumbrados a toda una serie de comodidades, de seguro ausentes en esta experiencia. Así, por ejemplo, ahora no iba a resultar posible el conseguir comida con tan solo abrir el frigorífico, encender fuego al girar un botón del gas, beber agua de un grifo siempre a mano, etc.

En efecto, todos esos lujos se reemplazaron por una mini cabaña de circunstancias, una leñera, un horno de panificar y un cheroqui para ahumar, una fresquera para conservar los alimentos, un fuego de trípode para cocinar, unos filtros para purificar el agua, métodos rudimentales para cazar y pescar, recolección de plantas comestibles y medicinales del propio suelo, fabricación de utensilios caseros, etc. En suma, iban a tener la oportunidad de experimentar, por primera vez en su vida, sensaciones nuevas como resultado de la ausencia de elementos considerados como vitales en una sociedad altamente tecnificada.

Pero lo más curioso fue, según veremos, que el hecho de sentirse desposeídos de los bienes terrenales les iba a producir un elevado aprecio y valoración de las cosas más sencillas; a saber, diferenciar con mayor claridad, lo superfluo de lo realmente importante. Además, al llegar a la zona del vivac, cansados tras una dura marcha que duró dos jornadas (con una noche entera andando sin dormir) se procedió de inmediato a construir la nueva casa, un refugio con ramas, mientras que, poco a poco, se fueron habilitando todos los enseres de su interior.

Así, en lo que respecta a los utensilios fabricados según el programa previsto, estos fueron los siguientes:

-Útiles de cocina: cucharas y tenedores de madera, espumaderas hechas con tapas agujereadas de botes, cazos a partir de una lata atada a un palo, molinillo de café, ajustando dos botes con los fondos taladrados opuestamente, colador de café con cualquier paño limpio alrededor de un aro, despensa en base a una estructura cubierta con una tela fina o ramas con hojas muy espesas.

-Prendas de vestir: ropa de abrigo con pieles curtidas de animales; calzado de esparto, cubiertas, etc.

-Utensilios para cazar y pescar: arcos, flechas, lanzas, arpones, redes, cuerdas, anzuelos de circunstancias.

-Balsa de circunstancias (con la participación de todas las patrullas, para probar su efectividad ante una evasión por el río Segura).

En busca de la comida

En cualquier situación de supervivencia, la obtención de alimento resulta capital. En este sentido, para los boinas verdes hambrientos este era su principal preocupación, tarea muy laboriosa en la que emplearon la mayor parte del tiempo. Para empezar, el primer día de supervivencia, al llegar al vivac no se comió nada (no hubo tiempo de buscar recursos), excepto algunos que tenían sobras de la ración de previsión del día anterior. En los días sucesivos, para vencer el hambre y la repugnancia tuvieron que olvidar algunas costumbres adquiridas, así como el significado de la palabra sabor y prejuicio, toda vez que resultaba difícil disponer u obtener en el campo los condimentos culinarios corrientes como la sal, azúcar, vinagre, aceite vegetal, ajo, cebolla, pimienta… Así, cuando inesperadamente una patrulla encontró algún bicho repugnante hizo válido el dicho popular que dice “todo lo que anda, se arrastra o vuela, a la cazuela”.

Como es lógico, para los “supervivientes” de la COE 32 esta situación se presentaba totalmente novedosa en relación a su habitual sistema de alimentación practicado en su casa o en el cuartel. Ahora, para llevarse un bocado al estómago, el proceso resultaba mucho más largo y complicado.   

Primero, había que desplazarse para obtener el recurso alimenticio, normalmente hierbas comestibles, así como otras plantas para condimentar, no siempre fáciles de encontrar en la proximidad del vivac. Luego, ir al bosque en búsqueda de leña para encender el fuego y cocinar, y al río, para traer agua con la que poder hervir las plantas y poder beber tras ser depurada. Todo ello, sin tener en cuenta la fabricación de utensilios para cocinar y de una leñera para proteger de la lluvia las ramas acumuladas para alimentar el fuego, pues caso de estar mojadas el encendido se dificultaba enormemente. 

No contentos con este primer plato de hierbas, los boinas verdes tenían que cazar o pescar para obtener alimentos de origen animal (aspecto sumamente difícil hoy en día). Y aquí ya entramos de nuevo con otro largo proceso que comienza con la fabricación casera de los anzuelos y cañas para pescar o la colocación de trampas para cazar (solo a efectos didácticos). Durante el caso concreto de esta supervivencia, no se facilitó ningún alimento de los considerados repugnantes (gato, serpientes), pero se repartieron cuatro truchas, una gallina y un conejo por grupo. Estos alimentos venían a sustituir los hallazgos o capturas de animales o peces nuevamente puestos en libertad para no degradar el medio. Ello no significaba que fueran utilizados en su totalidad para ser comidos, toda vez que la finalidad principal fue el que cada patrulla realizase las prácticas de descuartizar, ahumado, oreo, etc.; es decir, de conservación de estos alimentos. Para los supervivientes, el tener hambre y comida a mano sin poder hacer uso de esta supuso una dura prueba psicológica.

No obstante, todas estas artimañas no resultaron tan fáciles como a simple vista parecían. Así, la salazón tenía el inconveniente de requerir mucha sal (se proporcionó solo a efectos de practicar este procedimiento), mientras que el oreo fue más llevadero, al ser la acción del secado ejercida por el aire (siempre que exista un ambiente seco). Por último, en el ahumado se tuvo la precaución de someter previamente la carne a un oreo no inferior a 24 h. Para el ahumado las patrullas de la COE 32 emplearon unos hornos cheroqui que además de esta utilidad, sirvió para preservar los alimentos de los depredadores. Por último, una parte de la fruta se secó al sol y otra se convirtió en mermelada, tras cortarla en trozos muy pequeños y cocerla sin azúcar hasta que se convirtió en una pasta.

Se suministró un poco de harina y levadura al objeto de que cada grupo aprendiera a amasar su propio pan con agua templada sobre una losa limpia o poncho, y luego introducirlo en el horno de la patrulla tras media hora de fermentación en un lugar cálido. En sustitución de un horno también se emplearon otros procedimientos, como el de colocar el amasado en espiral alrededor de un palo o en el interior de una lata tapada, en ambos casos no muy próximos al fuego. Cierto es que en un caso real la obtención de harina de trigo, cebada… será difícil; pero, quizás, puedan obtenerse semillas comestibles que bien trituradas y convertidas en polvo sirvan para este fin. Aunque en esta supervivencia el vivac se encontraba al lado de un río, a efectos didácticos se realizaron prácticas de depuración y filtrado de agua y de obtención con medios de circunstancias (agua del rocío y de la lluvia, de las plantas…).

En cuanto a recursos vegetales obtenidos de la propia naturaleza, se recolectaron algunos de los existentes y fáciles de encontrar en esta zona del río Segura:

-Para ensaladas y verduras: ortigas, dientes de león, achicoria, berro, romaza, malvas, cardo, trébol, cerraja, acederilla y colleja.

-Como condimento: ajos porros, hinojo, salvia, tomillo, ajedrea.

-Para postre: zanahorias silvestres, majuelos, escaramujos.

-Como infusiones: flores de rosal silvestre, manzanilla bastarda, abrótano hembra, mentastro, flores de margaritas, salvia, raíces de dientes de león y achicoria (sucedáneos del café). Así, por poner un ejemplo de un menú de un día (a repartir entre los 4 hombres de la patrulla):

-Desayuno: mentastro.

-1.ª comida: ortigas, caldo de huesos, panecillo de 100 grs.

-2.ª comida: tripas de un pollo

Naturalmente existían algunos premios (cabeza de ajo, huevo, etc.) que se daban a aquellas patrullas que destacaban en la búsqueda de recursos o en la construcción de útiles de cocina, trabajos, etc. Pero también existían días que inesperadamente se restringía la comida o no se les daba harina al objeto de desmoralizar, efecto que se aumentaba aún más con llamadas de atención al mínimo fallo y con numerosas revistas de todo tipo (aseo personal, armamento, mejora de refugios, pieles curtidas, alimentos ahumados, etc.) al objeto que la actividad en el vivac fuera continua desde el amanecer hasta el anochecer, una forma acertada -la de mantener la mente ocupada- para sobrevivir en un caso real.

Actividades de los miembros de una patrulla

Para llevar a cabo todos estos trabajos los soldados de la COE 32 se constituyeron en patrullas tipo escuadra de 4 hombres, entidad idónea para el reparto de cometidos. Por riguroso turno rotatorio, cada mañana un boina verde de cada grupo se dedicó a la recolección de hierbas, otro a la preparación de trampas para la caza, un tercero a la pesca con medios de circunstancias y el cuarto a los trabajos de acondicionamiento del vivac, panificación y fuegos.

De este modo, todos practicaron cada uno de esos aspectos técnicos, pero siempre agrupados y dirigidos por un mando especializado en la materia correspondiente.  Cada día, tras desayunar una infusión de hierbas (se procuraba variar de sabor: mentastro, achicoria, tomillo…) el teniente responsable de la alimentación vegetal reunía a un boina verde por patrulla, en este caso, a quien ese día le corresponde obtener recursos vegetales, y los conducía por un sendero predeterminado donde les enseñaba las diferentes plantas comestibles y útiles a recolectar, y las venenosas para evitar confusiones. Por su parte, el sargento encargado de la pesca, se llevaba al grupo que ese día ejercían de pescadores a practicar en una charca próxima la captura de ranas y luego con anzuelos improvisados la pesca en el río Segura.

Mientras tanto, el cabo 1º experto en pájaros y mamíferos, mostraba al grupo de caza los diferentes tipos de huellas de animales, los restos de nidos y madrigueras existentes en la zona, así como los procedimientos para su captura en base a trampas con hilos y alambres, etc. Se enseñaba y practicaba su instalación, pero luego las trampas se desactivaban para evitar degradar el medio ambiente (a no ser que el guarda forestal indicara que se podían cazar conejos, etc.). Con la liga (pasta pegajosa) de circunstancias que previamente se enseñó a fabricar en el vivac, ahora se realizaban prácticas de dónde y cómo colocarla en la orilla de un arroyo. Luego se vigilaba hasta la captura de algún pajarillo que de inmediato era puesto en libertad. Como recompensa a la suelta del ave se entregará luego un huevo al guerrillero que tuvo suerte de atraparla.

En el campamento quedaba el teniente responsable de los trabajos de construcción y mejora de refugios y artilugios del vivac, que pasaba revista a los diferentes tipos de refugios y leñeros, cada vez más perfeccionados, advertía de los fallos a corregir en los trabajos manuales de cada día: botas, fresquera, reloj de sol, mochila, red, etc. Llegado el caso, la sanción por no esmerarse o mostrar signos de cansancio que repercutían en los trabajos en el vivac, se traducía en la destrucción del artilugio, leñera, etc. y vuelta a empezar. Este método (o mejor estímulo) resultó fundamental para aprender a sobrevivir sin dejarse arrastrar por la dejadez y tendencia al abandono propio de estas situaciones. Mientras tanto, el sargento de panificación enseñaba la forma de amasar el pan y de fermentarlo con y sin levadura artificial.

Las tardes que tocaba matanza de animales, el suboficial responsable, recordaba la forma de sacrificar y descuartizar un conejo, una gallina, cerdo, oveja, etc. (según lo que tocaba ese día) en sustitución de los animales que se podrían cazar en un caso real, normalmente una liebre, perdiz, jabalí… A continuación, cada patrulla lo practicaba in situ, teniendo la suerte de que esa noche iban a comer las vísceras y beber la sangre. Por el contrario, el resto de la apetitosa carne, reservada para las prácticas de oreo y ahumado (aprender conservarla), no podía comerse de momento.

Resulta curioso que, una vez finalizadas este tipo de prácticas, realizadas año tras año al incorporarse a las COE nuevos soldados, una mayoría de boinas verdes coinciden en señalar la supervivencia como una de las actividades más duras, pero a la vez de la que guardan un buen recuerdo. Los momentos difíciles, lejos de separar, unen a los individuos ante la necesidad, les hace sentirse más solidarios con sus compañeros y con su COE y descubrir valores humanos muchas veces ocultos. Una experiencia inolvidable y sumamente interesante.

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