Comandante Javier Úbeda García
Antiguo Sargento del GOE III
Durante mi paso por el GOE III presté mis servicios como sargento en la COE 31, al mando del capitán De Miguel, en el periodo que abarca desde diciembre de 1988 hasta septiembre de 1991.
Sin lugar a duda fue la etapa de mi carrera más intensa, tanto por la frenética actividad en la unidad, como por el enorme compromiso de los mandos de la misma en hacer que cada día fuese superior al anterior y, todo ello, comandado por un jefe que con el ejemplo impulsaba ese buen ambiente de trabajo y esfuerzo.
Realmente me pongo a pensar en las vivencias durante este periodo y, aunque que fueron muchas, la verdad es que no termino de recordar cosas en concreto. No obstante, voy a intentar centrarme y escribir las que me vengan a mi memoria.
La fase de endurecimiento en Agost
Esta fase se hacía cada vez que llegaban los soldados captados en las diversas unidades. Era una salida de toda la unidad en la que, además de instruir y preparar al soldado, se le inculcaban los valores y virtudes que todo guerrillero debe tener.
En esta fase tan intensa, se conseguía que los nuevos soldados se curtieran en el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, el compañerismo, etc. y, asimismo, los mandos de la COE se esforzaban al máximo para conseguir estos objetivos, para hacer de estos nuevos soldados unos excelentes guerrilleros.
Para mí era la fase más dura pero, a la vez, más entrañable, ya que se conseguía una estrecha relación entre los soldados y, a la vez, entre los mandos, así como una especial conexión entre soldados y mandos que, en definitiva, cimentaba la cohesión de la unidad.
La llegada al GOE del león Isidoro (Isi)
De Isi estoy seguro de que hay infinitas anécdotas hasta que se lo llevaron al zoológico de Elche.
El cabo primero Guillermo Cabanas, miembro de la COE 31, era su cuidador y, por lo tanto, cuando salía la compañía de maniobras, el león era uno más a embarcar en los camiones a la hora de montar el convoy, lo que suponía un problema para el sargento de cuartel, quien era el responsable de tener al personal embarcado y el convoy listo para salir a la hora prevista, ya que nadie quería que el cachorro de Isi fuese en la caja de su camión. Todos decían: “Aquí no, mi primero”. Hasta que el cabo primero decidía embarcar al león en una caja y, automáticamente, todos los guerrilleros de la misma se amontonaban en el fondo, dejando a Isi la mitad del espacio para realizar un viaje más que placentero.
-Llegada de los soldados captados con el león próximo a la puerta de la COE
Estaban formados en la puerta de la compañía los soldados recién llegados de las captaciones en las unidades. El sargento de cuartel les nombraba para que pasarán dentro de la compañía y, cada vez que se acercaban a la puerta, el león intentaba alcanzarlos, lo que provocaba que la cara del resto de soldados formados fuese un poema, y pensaran: “¡Dios, mío dónde me he metido!”.
Una noche con Isi en Riópar
Estábamos de maniobras en Riópar (Albacete), para hacer prácticas de vida y movimiento en montaña invernal y, la primera noche, una vez finalizada la instrucción nocturna y todos en sus tiendas, se escucha en el silencio de la noche: “Isi, Isi, no. Eso no, Isi” y así, una y otra vez, durante gran parte de la noche. Era el cabo primero Cabanas con el león dentro de la tienda, ya que el cachorro dormía con él.
Noches interminables por el insomnio del capitán
Por suerte o por desgracia, nuestro capitán padecía insomnio, además, aderezado con café, lo cual nos afectaba de lleno al resto de mandos ya que, cuando terminábamos la instrucción nocturna y volvíamos al campamento, si estábamos fuera de maniobras, o a la compañía, en Alicante, nuestro capitán nos invitaba a un café y a comentar, como en un juicio crítico en caliente, cómo había ido la instrucción nocturna, el día, o cualquier otra cosa, eso sí, relacionada con la COE. La verdad es que era un momento mágico, a pesar de la hora, que nos servía para conocer de primera mano el sentir de la unidad y para el capitán, además, me imagino, para cohesionar más si cabe a sus mandos.
Lo más gracioso es que ahí nos veíamos todos los mandos con los ojos entreabiertos, cansados y pensando cuándo terminaríamos para ir a descansar ya que al día siguiente teníamos, como siempre, un día intenso de trabajo.
Pérdida de un fusil en un barranco por una tormenta inesperada
Estábamos de supervivencia en Elche de la Sierra (Albacete) y, durante los primeros días, realizábamos marchas por la zona. Una de las secciones patrullaba por un barranco y, de pronto, se desencadenó una tormenta. Al poco tiempo se escuchó un estruendo y, alguien, en la retaguardia de la sección gritó, agua, el jefe inmediatamente ordenó que todos salieran del barranco, pero la virulencia y la cantidad de agua que bajaba era tal que algunos guerrilleros se vieron sorprendidos, de tal forma que a uno de ellos se le cayó el fusil.
Una vez pasado el peligro y, gracias a Dios, sin novedad en los guerrilleros, el jefe informó al capitán de lo sucedido. Este tomó la decisión de ir a Alicante a recoger varios equipos de inmersión. Tras varios días intentando encontrar el fusil en las diversas pozas del barranco, sin éxito, se decidió dar por finalizada la búsqueda. Se llegó a la conclusión de que el fusil, por la fuerza y el volumen del agua, había ido a parar al río Segura.
La eficacia de un excelente rastreador
Todo buen guerrillero sabe la importancia de no dejar huellas durante una infiltración hacia el objetivo, después de haber sido insertado. Pues bien, para adiestrarnos en este menester, realizábamos ejercicios en los que a una patrulla se le insertaba de noche para realizar una infiltración y, posteriormente, otra patrulla, ya de día, desde el mismo punto de inserción, iniciaba el seguimiento de la patrulla poniendo en práctica lo aprendido en la técnica del rastreo (localizar cualquier tipo de indicio, huellas, etc.).
En una de estas prácticas de seguimiento en las que yo participé, uno de los componentes de la patrulla me sorprendió enormemente y me hizo ver in situ algo que, hasta ese momento, tenía mis dudas. Era que con mucha experiencia y, sobre todo, con un gran instinto, es posible seguir a una patrulla, e incluso localizarla, como así fue.
Ese fenomenal guerrillero, con esa experiencia y con ese instinto que tienen los que conocen y dominan el terreno por el que se mueven, era el cabo primero Bullas.
Una fase de agua con sabor a tour de Francia
En las fases de agua en el destacamento de Cabo Roig, normalmente en los meses de julio y septiembre, el cansancio se iba acumulando día tras día debido a un intenso programa de actividades en el que, desde bien temprano, se iniciaba con una carrera y continuaba, tras unos desayunos espectaculares, con las diferentes prácticas (nudos, natación en superficie, inmersiones, etc.). Por la tarde, después de reponer fuerzas y echar una necesaria y merecida siestecita, seguían las practicas (boga, volteo de embarcaciones, etc.). Y después de cenar, la instrucción nocturna. Por todo ello, cuando llegaba la hora de ir a dormir, estábamos realmente cansados.
Era el mes de julio de 1991, estábamos en la fase de agua en Cabo Roig, terminábamos de comer y, en vez de echar la tan apetecible y necesaria siestecita, nos íbamos, casi todos los mandos, a ver por televisión el desenlace de la etapa del Tour de Francia, ya que un tal Miguel Indurain estaba peleando por conseguirlo y ese año lo hizo por primera vez.
El sentimiento y la emoción de ver a un español ganar el Tour superaba el momento mágico de la siesta después de comer.
Alicante no es solo playas
Durante el endurecimiento se realizaban marchas a los diversos picos de la provincia de Alicante, como el Maigmo, Silla del Cid, Cabeço d’ Or, Puig Campana, Montcabrer, etc. Llegó un mando destinado a la compañía que su anterior destino era una unidad de montaña y, cuando estábamos subiendo alguno de estos picos, recuerdo que decía bromeando: “¡Yo pensaba que Alicante era todo mar y playas!” e, incluso, cuando subimos el Puig Campana, por su ladera más vertical, comentaba: “Pues Alicante no tiene nada que envidiar al Pirineo”.
Lazos de amistad y compañerismo
Es de resaltar con mayúsculas los lazos de amistad y compañerismo que se establecen entre los componentes de estas unidades, así como los de lealtad y subordinación, fruto de una intensa vida militar, donde en el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, la disciplina, etc., van de la mano todos los miembros de la COE, desde su capitán, hasta el último guerrillero.