Coronel Fernando Gil Franco
Antiguo Teniente de la COE 103
Hace 41 años que ocurrieron los hechos que a continuación voy a relatar y espero que sirvan como recuerdos para aquellos que los pudieron compartir. Mi memoria no es tan buena como para concretar detalles y por eso voy a seguir como guion, el álbum de fotos que confeccioné hace ya mucho tiempo.
Espero que mis posibles comentarios no le hagan sentir mal a nadie y solicito, de antemano, mis disculpas si así fuera, pero son los pensamientos de un teniente joven, que disfrutó de sus primeros destinos en el ambiente de una compañía de guerrilleros. Mi paso por la COE del Regimiento de Infantería Canarias nº 50, o COE 103, fue desde el 14/04/1982 (destinado sin terminar el curso todavía) hasta el 07/05/1984 en el que ascendía a capitán.
De mi capitán D. Alejandro Apelláñiz Sainz-Trápaga, solo puedo decir que es un ejemplo de virtudes militares, trabajador infatigable, cumplidor de sus obligaciones, alegre y una persona excepcional. Hoy me precio de seguir siendo su subordinado y además su amigo. Coincidí con otro teniente de mi promoción, Fernando Aradas Balbás, con el que establecí una perfecta sintonía en mentalidad, forma de trabajar, gustos y aficiones y, por ello, todo se hacía fácil y entretenido. Gracias, amigo. Tengo que comentar también el buen hacer de los suboficiales que estuvieron conmigo en esa época, el brigada Gundín y los sargentos Caro, Cuadrado, Orta, Alzas, Vega, Palencia, Figueroa, Diéguez, Díaz Llamas y Héctor. Todos con una enorme ilusión y gran capacidad de trabajo.
La COE 103, por ser de las islas, era una compañía con una mayor dedicación a las actividades de agua y por ello se le daba una gran importancia a la instrucción relacionada con esta materia. Tenía una particularidad que, a mi modo de entender, la hacía diferente a todas las demás con un importante aspecto a favor. En la isla de Gran Canaria, se encuentra la Base aérea de Gando, con todos los aviones militares de diferentes tipos y al mismo tiempo el Arsenal con los principales buques de la Armada que se hallan en el archipiélago. Esto facilita las colaboraciones entre el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire a la hora de llevar a cabo los programas de instrucción y adiestramiento.
Nuestro capitán, con muy buen criterio, supo aprovechar esta particularidad y desarrolló un programa de instrucción a realizar en todos los posibles escenarios, previo traslado de la unidad y uso de los medios disponibles. Me precio de ser de las pocas personas, tanto insulares, como peninsulares, que conocen bien las siete islas Canarias. Gracias a su iniciativa, durante mi estancia en la COE, pude trasladarme a todas las islas y conocer y valorar cada una de ellas con sus detalles que las diferencian, que son muchos y muy curiosos. Los movimientos entre islas eran fundamentalmente en Aviocar.
En nuestra isla de cabecera, Gran Canaria, se hacían todo tipo de actividades de instrucción, campamentos de reclutas en la casa del brigada en la isleta, actividades de escalada en las presas y zonas de roca del centro y oeste de la isla, fases de agua en la playa del cura y San Agustín, temas aislados en los caseríos abandonados, mucho tiro en la isleta, etc.
También se llevaron a cabo ejercicios de guerrillas, con el gravísimo inconveniente de los enlaces entre patrullas y coordinación para los golpes de mano. La solución fue enterrar un binomio en los picos principales con visión hacia dos o tres valles y mediante dos radios hacer de relés con las unidades que actuaban en cada valle. Un problema para dos hombres que debían estar los catorce días del ejercicio con su comida, pilas y agua, enterrados en un picacho y ocultos de todo. Ambos eran el prototipo del magnífico soldado español, duro, aguerrido, sufrido y orgulloso de lo que es, capaz de superar todos los inconvenientes. Eran un ejemplo para un teniente joven recién incorporado.
Llegaron los Superpumas del Servicio Aéreo de Rescate (SAR). Aunque el motivo era para salvamento y rescate, un “guerri” que se precie, no se puede quedar en eso. Las prácticas eran de todo tipo. Desde un traslado al amanecer para una intervención sobre un objetivo, hasta una evacuación de una patrulla. Los pilotos superintegrados y nosotros felices de un medio del que no se disponía en las islas.
En Fuerteventura se efectuaban unas maniobras generales (Beta) en las que las dos unidades principales se enfrentaban mediante acciones ofensivas y defensivas. Por un lado, una Agrupación constituida por el Regimiento de Infantería Canarias 50 con sus batallones, incluyendo el de Lanzarote, la Artillería e Ingenieros. Por otro, el Tercio Don Juan de Austria 3º de la Legión, con el Grupo de Caballería legionario. Un año le correspondía a una Agrupación la ofensiva y al siguiente la defensiva. La COE siempre iba en el bando ofensivo y realmente cuando las cosas se ponían difíciles, era cuando le tocaba como enemigo al Tercio. Había que enterrarse para pasar desapercibido y los golpes de mano eran con estacas. O sea, que independientemente de la parte táctica demostrativa de un buen hacer militar, en cuanto a despliegues, dispositivos y maniobras sorpresivas, le verdad era que tanto atacantes como defensores se podían llevar un estacazo por “atentar en el campamento enemigo”. Al final, y ante la buena relación entre el capitán Rubio Ripoll (jefe de la compañía de extranjeros) y mi capitán, todo quedaba en anécdotas y risas por el enfrentamiento entre combatientes.
En Lanzarote se realizaron varios ejercicios. Una supervivencia en costa, al oeste de la isla y una vez atravesado el “malpaís”. Sin botas y con zapatos de circunstancias, alguno todavía atravesó la zona volcánica para conseguir algo de comida. Ahí aprendí a comer lapas hechas en la sartén y además descubrimos las cualidades culinarias de nuestro capitán.
En el aeropuerto se hizo un incipiente tema de rescate, embarcando en pista sin parar los motores. Ya por aquel entonces se emulaban las actuaciones de fuerzas especiales de otros países, aunque todavía entonces nosotros éramos solo “guerrilleros”.
En la isla de La Palma se procedió a un reconocimiento repartiéndose las patrullas por toda la isla. Mi patrulla salió desde Fuencaliente en el sur, hacia la Caldera de Taburiente en el centro. Es una isla preciosa, muy abrupta y con un desnivel muy pronunciado.
La parte central con la Caldera está a mucha altura y desde allí hay unas vistas espectaculares Muy cerca el Roque de los Muchachos con el observatorio meteorológico. Abajo en Santa Cruz de la Palma se encontraba el acuartelamiento que estaba casi nuevo y a destacar, mencionar que estrenaban la pista de combate. Su capitán (creo que era un tal Rivas) muy orgulloso con su obra y retador hacia nuestro capitán, consiguió una competición sobre la marcha para ver quién la pasaba en menos tiempo. Evidentemente el reto fue aceptado y después de comer, con el “buche” lleno nos tocó batirnos en la pista. Para mí, el final fue un esguince de tobillo en el foso y un recuerdo para toda la vida. Menos mal que no me impidió realizar todo lo que me propusiera.
En Santa Cruz de Tenerife se hizo una fase de escalada en las laderas del Teide. Aunque en las islas afortunadas no suele hacer frío, esta vez lo sufrimos y mucho. El tiempo fue niebla y agua-nieve casi todo el tiempo. Eso de que “en roca mojada no hay escalada” no era de mucha aplicación.
En la Gomera se realizó una supervivencia. Una isla muy bonita y con una vegetación en determinadas zonas que no se parece en nada a las demás.
En El Hierro se efectuó un reconocimiento de la isla. Quizás es las más difícil por los enormes cortados al mar, paredes muy verticales y escasa vegetación. Es un terreno muy volcánico y duro.
También es de señalar, sobre el comportamiento de soldado español sobre su dureza y capacidad de sufrimiento, el hecho que se produjo y por el que recibí mi primera Cruz al Mérito Militar junto con el sargento Cuadrado, el cabo Valdosera (médico) y el cabo de la Peña, como consecuencia de acudir al rescate de unos excursionistas, chavales de un colegio que se habían caído por un precipicio en el Pinar de Tamadaba.
El rescate se realizó de madrugada, moviéndose por un terreno muy inclinado y que, gracias al perro de la COE (Shark) y su olfato, pudimos llegar al borde del cortado y bajar en rápel para socorrer a los accidentados.
Espero no haberme extendido demasiado y siento no haber entrado muy en detalle sobre innumerables anécdotas que todos los que hemos vivido estas circunstancias podemos relatar. La vida en estas unidades es apasionante, bonita y deja un recuerdo imborrable para todos los que han tenido la suerte y el coraje de haberla conocido.
Gracias a mi general Vicente Bataller por haberme “obligado” a recordar una etapa tan agradable de mi vida.