Mi querida COE 62

Teniente Ricardo Pérez Gutiérrez

Antiguo Sargento de la COE 62

Los inicios de mi paso por la COE 62 se remontan a principios de 1977, tras un COU desastroso, en el que presumible e inexorablemente iba a suspender todas las asignaturas, decidí aprovechar el año y realizar mi servicio militar como voluntario en Bilbao, mi villa. De esta forma cumplía con mi obligación como ciudadano de forma temprana y la estancia en el ejército me impedía asistir a los exámenes de junio y así evitar disgustos.

Dicho y hecho, me acerque al Gobierno Militar y cuál fue mi decepción, pues para ingresar como voluntario en el Regimiento de Infantería Garellano 45 había una tremenda lista de espera y a mí, como era de los más jóvenes, no me alcanzaba el ingreso. Un comandante, creo recordar, ante mi insistencia me comentó la posibilidad de acceder como voluntario a la COE 62 de Bilbao, unidad que tenía asignados dos voluntarios por reemplazo, escogidos tras la superación de unas pruebas.  Yo no tenía la menor idea que era eso de la COE, pero era mi única salida para evitar los citados exámenes de COU, por lo que me apunté, rellené los papeles que, como menor de edad, mi padre firmó y me quedé esperando a que me llamaran.

El tiempo pasaba y no me llamaban y mi intranquilidad iba en aumento según se acercaban las fechas de los exámenes del Instituto, por lo que me acerqué de nuevo al Gobierno Militar y allí me informaron que la documentación estaba cursada y que solo cabía esperar. Justo a mi lado vi un cartel de propaganda de la Academia General Básica de Suboficiales (AGBS), pregunté sobre ella y recibí cumplida información. En especial me alegré cuando pude ver que los exámenes eran en junio… ¡mi salvación!, por lo que recogí los papeles de inscripción y tras la firma/autorización de mi padre los tramité.

 En mayo me llegó una carta en la que me comunicaban que un día de ese mes tenía que ir al cuartel de Basurto para efectuar las pruebas de selección para acceder a la COE 62 como voluntario. Fui y pasé el reconocimiento médico y las pruebas físicas, que superé sin ningún problema y realicé la entrevista. Mi primer contacto con la COE fueron unos elementos enormes, con unas no menos enormes barbas, vestidos con un uniforme de camuflaje y que en todo momento me miraban con cara de pena (creo).

Pocos días después me llegaron los papeles y toda la documentación para presentarme a los exámenes de ingreso en la AGBS. Tras las pertinentes gestiones, me desplacé a Tremp (Lérida) y pasé las pruebas de acceso (reconocimiento médico, pruebas físicas, prueba cultural y test psicotécnico) y regresé a Bilbao. Era feliz pues los exámenes del Instituto ya se habían realizado durante mi ausencia.

Al mes siguiente, julio de 1977, me llegó la notificación de que era uno de los seleccionados para ingresar en la COE 62, por lo que debía presentarme, primero, en la compañía, para recoger la documentación y, dos semanas después, en el CIR 11 de Araca (Vitoria). ¿Qué leches será eso del CIR?

Acudí al CIR junto con otros cuantos miles de reclutas -eso de que era un recluta me enteré tiempo después-, me destinaron a la 33ª compañía. Tras unos días de locura, me llamó un señor que resultó ser mi capitán y me dijo que había recibido un escrito en el que le comunicaban mi ingreso en la AGBS, por lo que en el CIR ya no pintaba nada, que regresara a Bilbao y me pasara por el Gobierno Militar donde me informarían de los pasos a seguir.

Volví a casa, me acerqué al Gobierno Militar y tras informarme de todo, me desearon que disfrutara de un buen agosto ya que, al haber aprobado, pasaba de ser recluta a convertirme en alumno, a la espera de incorporarme a la citada Academia el 15 de septiembre. Curiosamente estuve destinado en una COE a la que ni siquiera me presenté.

Pasé el primer año académico en el Pirineo leridano, el segundo año, como escogí el Arma de Infantería, lo cursé en su Academia de Toledo y, a finales de este 2º curso, próximos a ascender a sargentos en prácticas, nos informaron de que podíamos realizar uno de los dos periodos de prácticas de sargento, en una COE.   Genial, de este modo podría saber que era eso de la COE. Solicité realizar el primer periodo, de septiembre de 1979 a febrero de 1980, en la COE 62 de Bilbao.

Me lo concedieron y este sargento eventual en prácticas, junto a otros dos compañeros más, el 15 de septiembre cruzamos el arco de acceso del cuartel de Basurto y nos presentamos en la COE.

Lo primero que vimos aterrados fue un enorme pastor alemán, que atado a la barandilla, nos enseñaba los dientes y gruñía con cara de pocos amigos. Después, un soldado como el que recordaba de años atrás, enorme y barbudo, tras un sonoro taconazo y un enérgico saludo, al vernos grito “¡cabo de cuartel!”. Inmediatamente apareció otro enorme barbudo, esta vez era cabo, que repitió el taconazo y saludo y, tras explicarle que hacíamos allí, llamó a un sargento también enorme y barbudo. Me pregunté: ¿allí todos eran enormes y barbudos? A todo ello, el perro también enorme, seguía enseñándonos los dientes y gruñendo.

Nos llevaron ante el capitán -no tenía barba, pero también era muy grande- nos presentamos y en la siguiente formación nos dio a conocer a toda la compañía y, con la misma, nos dejó en manos del brigada para que nos diera el equipo, en cuanto a que al día siguiente salíamos de maniobras… Ni respirar nos dejaron. Como curiosidad, en cuanto el brigada nos dio la boina verde y la cambiamos en nuestra cabeza por la gorra de plato, el enorme perrazo nos dejó de gruñir y se convirtió en un manso corderito.

Maniobras atípicas, unas “topográficas” en la que cada uno de nosotros fue agregado a un pelotón y nos convertimos en la sombra de un sargento veterano. Fue primer contacto con los mandos y tropa de la COE, sencillamente fantástica, disciplinados, duros, suficientes…Trabajar con ellos era un orgullo, nos lo ponían muy fácil.

Después se sucedieron varias fases, muy peculiares por el entorno (País Vasco, 1979), en las que poco a poco nos fuimos adaptando hasta ser uno más de la unidad y disfrutar de ella. Pero todo lo bueno se acaba y en febrero, con mucho pesar, nos despedimos de esa excepcional compañía.

En mi caso fue lo que me faltaba para convencerme, por lo que, ya ascendido a sargento efectivo, en cuanto se publicaron vacantes el Curso de Mando de Unidades de Operaciones Especiales, cursé la solicitud, hice las pruebas y en septiembre de 1980, ingresé en el XXV Curso. Tras 10 meses de durísimo curso y ya diplomado en OE, en julio de 1981 me incorporé a mi primer destino como suboficial, el entonces Regimiento de Infantería Garellano 45 en Bilbao, donde tenía a mi COE 62 como vecina.

Poco duro mi destino en el Garellano, pues menos de un año después, se publicó una vacante de sargento en la COE 102 de Tenerife, la pedí, me la concedieron y el 23 de diciembre me presentaba en el Destacamento de La Mina en La Laguna (Tenerife). También duro poco mi estancia en la isla, a los dos meses se publicaron más vacantes y entre ellas un de sargento en la COE 62, mi COE, que al ser en el País Vasco sus peticionarios estaban exentos de cumplir el plazo de mínima permanencia.

La pedí y me la concedieron. En abril de ese mismo año me presentaba de nuevo a mi COE, la 62, donde, de mi periodo en prácticas, conocía al capitán, a uno de los tenientes y a la mayoría de los sargentos, por lo que estaba como en mi casa. Rápidamente se me asigno un pelotón y cometidos de responsabilidad en algún área, en mi caso información y topografía.

La COE 62 al estar ubicada y realizar la mayoría de sus movimientos de instrucción en el País Vasco, tenía sus peculiaridades. Así, la formación en cuanto a seguridad era mucho más intensa que en otras unidades, el riesgo de atentados nos sobrevolaba en todo momento, incluso era relativamente habitual prestar apoyos a las unidades del Grupo Antiterrorista Rural (GAR) de la Guardia Civil. Pero este hecho también suponía una ventaja para la instrucción de nuestros guerrilleros, pues los supuestos en la mayoría de los casos eran menos supuestos y mucho más reales.

De este modo, los guerrilleros rápidamente asumían ese riesgo y con una instrucción específica se lograba una eficaz actuación, incluso cuando marchaban solos por binomios por el monte, por rutina, tomaban las precauciones precisas para su seguridad en aquellos turbios años.

Años que pasaron, junto con los diferentes reemplazos que llegaban y se marchaban, sin novedades dignas de mención. La COE 62 continuó sus recorridos por los montes de Vizcaya y con sus fases (maniobras) en los sitios habituales: Potes, Santoña, Reinosa, Agoncillo… vieron pasear por sus calles a los guerrilleros de la 62. No obstante, quizás merece una mención especial:

-El comportamiento excepcional durante las inundaciones de Vizcaya. La COE 62, a las primeras horas de producirse estas, procedió a recoger con nuestras embarcaciones neumáticas con motor a los paisanos que ante la subida de aguas permanecían en los tejados de sus caseríos y llevarlos a la zona seca de Munguía. Al día siguiente la COE apoyó a las diferentes policías en el acordonamiento del Casco Viejo de Bilbao para evitar saqueos y, por último, cooperó en la limpieza de ese Casco Viejo, donde se asignó la desagradable limpieza del Mercado Central de Atxuri, actividad sumamente complicada por la gran cantidad de carnes, pescados y verduras podridas (agosto de 1983).

-Despliegue y rastrilleo por los montes próximos por el atentado de ETA al autobús del Regimiento Garellano en Erletxes, en el que hubo de lamentar 3 muertos y 12 heridos. 7 de diciembre de 1984.

-Seguridad y acordonamiento de zona en el accidente aéreo del Monte Oiz. Febrero de 1985.

-Algunos accidentes, inevitables por el riesgo de nuestras actividades cotidianas. Por pillarme muy cercanas me vienen a la memoria el cabo Infanzón, accidentado en la fase de tiro y explosivos en Orduña (1979) y el accidente del guerrillero Benito en la fase de helicópteros en Agoncillo (1985).

-El fallecimiento en la presa de Javarrela (Huesca) en acto de servicio de nuestro querido por todos teniente Leandro que sirvió en la COE 62 en los empleos de cabo 1º, sargento, brigada y teniente. Junio 1984. En su honor voy a contar una anécdota que jamás olvidaré, la de “los baldosines de la COE 62”:

“Todos hemos conocido los típicos arrestos guerrilleros, «cavar un hoyo de 2x1x1» para la basura, el «patio guerrillero», etc., todos ellos para faltas más o menos graves. Pero para faltillas o, como en este caso, lo que llamábamos «carajadas», el arresto más ocurrente y que conozco en una COE fue el que vi aplicar al teniente Leandro. Como dice un refrán, este hombre llevaba más tiempo en la COE 62 que sabiduría tiene Dios, había fotos de él con la graduación del cabo primero, así que podemos hacernos una idea de los años que pasó calándose la boina verde.

Siendo yo un joven sargento en la 62, vi como arrestaba a un guerrillero a que le contara los baldosines enteros, sin partir, que había en el suelo de la compañía. Hay que decir que dicho suelo estaba completamente compuesto de azulejos pequeños. Pues el teniente Leandro le arrestó a que en la hora de paseo los contase y que cuando acabara acudiera al bar de oficiales y le dijera el número exacto de baldosines que había.

Pasadas unas horas, el guerrillero fue al bar y -no se me olvidará jamás- le dijo al teniente que las había contado y que había, exactamente, 3761. El teniente, muy serio, le dijo que no, le aseguró que se había equivocado, que empezará de nuevo y al acabar se lo volviera decir. A lo largo de la tarde, cuatro veces fue el guerrillero al encuentro del teniente, bien en el bar de oficiales, o en su despacho o donde se encontrase. Las cuatro, con un número diferente de baldosas y, cuatro a veces, obtuvo la misma respuesta: Se había confundido de nuevo y debía volver a empezar.

A la hora de la cena, movido por la curiosidad, le pregunté al teniente cuántas baldosas había. Su respuesta fue la siguiente: “No tengo la menor idea, Gutiérrez. Pero el muchacho tampoco sabe que yo no lo sé, con lo cual, seguirá contándolas con la mayor fijación hasta que crea encontrar el número exacto”. Una sonrisa fue mi respuesta.

Y destinado en esta magnífica COE también fui testigo de otro hecho histórico, su disolución. En marzo de 1986 la COE 62, junto con su hermana la 61 de Burgos, fueron disueltas y su tropa y mandos que voluntariamente lo solicitaron (yo uno de ellos) acoplados al recién creado GOE V de Burgos, ya con la denominación COE 52… Pero esto ya es otra historia.

Mis años de destino en las COE me han servido para formarme infinitamente mejor como militar y como persona, gozando del destino en una unidad de élite, con una tropa de reemplazo sencillamente excepcional, y más en aquellos años tan convulsos. Una formación muy exigente, ejecutada cada día, muchas horas fuera de casa separado de la familia, mojaduras, frío, sueño, cansancio, riesgo y mil penurias más, pero solo puedo decir una cosa… mereció la pena y si fuera preciso repetiría cada uno de los días en ellas pasados.

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