Coronel Retirado José Antonio Chicoy Visiers
Teniente en la COE 71 (1973-1975). Capitán en el GOE I (1979-1985)
Desde la Academia de Infantería y el Regimiento de Infantería Canarias 50
“¿Entonces usted, caballero Chicoy, dice que cuando sea teniente quiere ser guerrillero?” Esta fue la pregunta que me hizo uno de mis profesores de la Academia de Infantería de Toledo, el capitán Escalona, siendo yo alférez cadete en el curso 1968-1969; me faltaba un año todavía para ser teniente. El capitán Escalona, además de buen profesor, era psicólogo titulado y nos había hecho un test a toda la sección de clase para conocer cuáles eran los planes de futuro de sus alumnos a partir del momento en que luciéramos las dos estrellas de seis puntas.
No lo dudé, desde que yo aspiraba a ingresar en la Academia General Militar, tenía muy claro que quería ser guerrillero. Y así fue; todavía en mi primer destino de teniente, durante aquel año en el que estábamos obligados a forjarnos en un centro de instrucción de reclutas, en mi caso en el CIR nº 15 de Tenerife, me apresuré a solicitar el curso de operaciones especiales. Hacía pocos días también había solicitado una vacante en el Regimiento de Infantería “Canarias” 50, de modo que cuando me incorporé al regimiento de la capital grancanaria ya había sido publicado el Diario Oficial del Ejército con la lista de admitidos a realizar las pruebas de ingreso en el XVI curso de OE.
Curso XVI de OE: Una lesión inoportuna
Me incorporé pues al XVI curso en el año 1971, pero finalizando la fase de nieve y pocos días antes de trasladarnos a Murcia para hacer el curso de cazadores paracaidistas, una lesión en el hombro izquierdo me dejó fuera de combate y me dieron la baja del curso. Ocurrió que el año anterior, preparando en el CIR el campeonato nacional de pentatlón militar, durante el paso de la pista de aplicación, un sobreesfuerzo me desplazó la cabeza del húmero de su cavidad. Ya en el curso de OE, esta lesión se me reprodujo en una caída durante un descenso por las pistas de Candanchú. Aunque durante las vacaciones de Navidad, un traumatólogo con muy buena voluntad me había diseñado un aparato ortopédico para evitar una nueva lesión y poder continuar el curso, el invento no dio el resultado esperado.
Fue decepcionante para mí y también para mi querido amigo y compañero de curso y de promoción, Bernabéu Lorenzo. A la vuelta de las vacaciones, antes de salir a las prácticas, Germán Bernabéu me ataba las correas del artilugio que me ceñía el pecho y el hombro para impedir que el húmero volviera a escaparse de su cavidad, pero lo hacía con tanto esmero y delicadeza que si apretaba mucho no podía respirar, y si me daba “vidilla” el dichoso aparato no cumplía su misión. Un día, cuando durante una travesía ascendíamos por la cara norte del pico Tobazo, tuve que detenerme un momento para que Bernabéu me aflojara un punto esa especie de arnés que me oprimía y así poder respirar con menos dificultad. Todos nuestros esfuerzos resultaron inútiles, ¿te acuerdas, Germán?, porque otra caída me volvió a descolocar el hombro con el consiguiente dolor que me duraba varios días.
El jefe del curso, comandante Gómez Agüera, habló conmigo para convencerme de que así no podría continuar el curso; que dentro de pocos días marchábamos a Alcantarilla para hacer el curso de paracaidismo y me arriesgaba a una nueva descolocación del húmero al tirar de las bandas del paracaídas. En consecuencia, me propuso la baja y, muy a pesar mío, regresé a mi regimiento.
Curso XVIII de OE
Una vez operado y recuperados el hombro y mi forma física, volví de nuevo a la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE). Habían pasado casi dos años, y me integré en el curso XVIII para hacerlo desde el principio, sin convalidación de fase alguna. Para ello tuve que pedir destino, causando baja en mi regimiento. La razón fue que, al ser tres los tenientes que habíamos pedido aquel curso, mi coronel optó por dejar ir solo al más antiguo, sin tener en consideración que yo había superado ya un tercio del curso XVI y que había sido una lesión la que me había impedido continuar, como así constaba en el informe, muy favorable, que el comandante Agüera envió al coronel del regimiento.
En el fondo estoy muy agradecido al hasta entonces mi coronel porque su decisión me llevó a comerme los diarios oficiales de aquellos días para buscar otro destino. En esas estaba cuando, ¡oh, sorpresa!, mira por dónde en uno de ellos me topo con una vacante en la COE 71 de Oviedo para tenientes diplomados o, en su defecto, con el compromiso de hacer el primer curso de OE que se convocara. De idéntico modo que a mí le ocurrió a otro teniente de mi regimiento al que nuestro mismo coronel no le permitió incorporarse al curso, pero buceando en los diarios oficiales encontró otra vacante en la COE 22 de Huelva, con las mismas condiciones que la mía, y a Huelva salió destinado.
Este oficial era Fidel Dávila Garijo, mi querido amigo, que el día 21 de junio de 1993 murió asesinado salvajemente por dos etarras cuando estos hicieron estallar un coche cargado con 40 kilos de explosivo al paso de la furgoneta militar que le trasladaba a su puesto de trabajo. En la furgoneta murieron otros cinco militares y el funcionario civil que la conducía. El teniente coronel Dávila tenía 46 años, estaba casado y era padre de dos hijos.
Ejercicio Eugenie-75
De mi permanencia en la COE 71, quiero destacar un hecho que pone de relieve la ascesis del guerrillero: Una carta del jefe del curso de OE al capitán de la compañía me había propuesto para participar en el ejercicio Eugenie-75, en Francia, con un equipo operativo compuesto por un sargento y seis guerrilleros, entre cabos y soldados. También habían sido invitados a participar en dicho ejercicio otros equipos de varias compañías: COE 11 de Madrid, al mando del capitán Castillo Algar (acababa de ascender a capitán); COE 22 de Huelva, al mando del citado teniente Dávila Garijo; COE 101 de Palma de Mallorca, al mando del teniente Coll Bucher, (ex JEME) y COE 52 de Barbastro, al mando del teniente Gonzalvo Sánchez (último jefe del GOE I).
Para preparar convenientemente este ejercicio, que se desarrolló en el Macizo Central francés entre los días 20 de abril y 2 de mayo de 1975, y en el que a los guerrilleros españoles nos correspondía actuar como maquis en medio del acoso de unidades de varios ejércitos europeos, tuvimos que desplazarnos a Jaca y ponernos a las órdenes del jefe del curso, por entonces el comandante Gordo Gracia, quien durante casi quince días (desde el 7 al 20 de abril) nos sometió a un entrenamiento más duro que el propio del curso de OE.
Una pequeña Babel: El 20 de abril nos trasladamos a Francia en un avión expresamente fletado para los cuarenta hombres de las cinco COE invitadas a representar el papel de “malos” en el ejercicio. Imagínense los lectores a cuarenta guerrilleros metidos en un avión, hablando cada uno con el acento característico de su terruño: maños, andaluces, asturianos, mallorquines y madrileños. Las carcajadas de unos chavales que apenas habían salido de su pueblo natal, escuchando las conversaciones de sus compañeros con dejes tan diferentes eran de antología.
Los maquis españoles: A los equipos operativos de las COE 22 y 71 nos fue adscrita una patrulla radio de tres hombres, perteneciente al 13º Regimiento de Dragones Paracaidistas. Estos no salían de su asombro al comprobar la resistencia física y disciplina de silencio y de marcha de nuestros guerrilleros, tanto durante las horas del día, en las que debíamos permanecer ocultos en nuestros puestos de observación, o bien descansando, como durante las duras marchas nocturnas de aproximación a los objetivos que nos había marcado la dirección del ejercicio. Como es nuestra norma, evitábamos la tentación de utilizar carreteras y cómodos caminos; de este modo, no se produjo ninguna localización ni aprisionamiento de maquis españoles.
Preparación ejercicio Eugenie 75 en Jaca. Oficiales y suboficiales de las COE 71, 11, 102, 22 y 62.
Durante el juicio crítico, a la finalización del ejercicio, el coronel francés que lo dirigió nos felicitó a los guerrilleros españoles por nuestra buena actuación y, sobre todo, por nuestra disciplina. Hasta se comentó mucho en los corrillos la anécdota del capitán Ricardo Castillo, quien, después de poner las cargas explosivas en su objetivo y antes de salir por piernas, despertó a un soldado “enemigo” con el cuchillo guerrillero en su garganta (El capitán Castillo también fue baja en el curso XVI por una fractura en un salto paracaidista, incorporándose conmigo al curso XVIII que hicimos desde el principio. Falleció siendo coronel)
¿Una “batallona” de operaciones especiales?
En mis días de la COE 71, conocí muy bien los paseos de mi capitán, Avelino Valdés, entre el cuartel general de la BRIDOT VII en Gijón, el Regimiento de Infantería Milán nº 3, del que dependía administrativamente, la Capitanía General de la VII Región Militar y el Gobierno Militar de Oviedo. O sea, mi capitán “se movía” para conseguir, por ejemplo, vestuario y equipamiento para la COE o para encontrar solución a los problemas de transporte o del mismo acuartelamiento (la compañía estaba aislada en el cantón de Rubín, donde también se ubicaba la Zona de Reclutamiento y la IMEC). Estas circunstancias dificultaban con frecuencia la presencia del capitán en las actividades de la compañía.
Cuando se creó el Grupo de Operaciones Especiales I, primera unidad de OE de esta entidad en el Ejército de Tierra, más de un compañero utilizó esta burlona expresión (batallona) para criticar la creación de unidades tipo grupo o batallón. No obstante, cualesquiera que hubiesen sido las razones que en su día aconsejaron al Mando la organización de las operaciones especiales del ET en GOE (razones en las que no pretendo entrar), debemos reconocer que, al menos, esa pérdida de independencia, de personalidad propia y de autonomía que aseguran algunos de mis queridos compañeros -muy discutible- se vio compensada con otras ventajas, sobre todo para sus capitanes jefes pues, al contar el GOE con una Plana Mayor de Mando, nos evitaba a los capitanes algunas de las servidumbres que tenía un jefe de COE independiente.
Un relevo inolvidable en el mando de la UOE 11
Durante mi destino de capitán profesor en la Academia de Infantería (1975–1979), había solicitado, sin éxito, el mando de varias COE; pero a lo largo de 1979 se publicaron la casi totalidad de las vacantes que debían cubrir la plantilla del GOE I que se creaba en Colmenar Viejo aquel año y volví a probar fortuna pidiendo una de ellas. Esta vez, sí. Esta vez salí destinado al GOE I, presentándome en la unidad el día 16 de noviembre.
En la víspera de mi presentación, nuestro jefe, el comandante Muñoz Manero, me había telefoneado para decirme que me presentara en uniforme de instrucción, y así lo hice. Esa misma mañana nos desplazamos los dos, en un Land Rover, hasta la Pedriza de Manzanares el Real, lugar idílico del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Allí se encontraba la UOE 11 al mando del capitán Armendáriz La-Roche, realizando prácticas del programa de instrucción. Y ante aquel bello paraje de tantos recuerdos guerrilleros, nuestro comandante me nombró jefe de la UOE 11. A continuación, el capitán Armendáriz y yo hicimos el relevo reglamentario, pasando este a prestar sus servicios como jefe de la Plana Mayor del GOE.
GOE I: Haciendo Unidad
Desde el principio tuve claro que todos los cuadros de mando que cubríamos su plantilla, fuésemos procedentes o no de otras COE, debíamos remar en la misma dirección: la de trabajar por la unidad de la Unidad con el fin de que pronto fuese modelo de virtudes para las demás unidades de infantería. Creo, honradamente, que entre todos lo conseguimos; pero lo tuvimos fácil.
El teniente general Muñoz Manero, nuestro primer jefe, militar de gran prestigio, fue para todos nosotros un ejemplo de auto exigencia por el trabajo bien hecho y de firmeza en sus decisiones, reuniendo todas las cualidades del líder. (Remito al lector al artículo homenaje que sobre Muñoz Manero escribe el general Bataller, en el número 6 de la revista Boina Verde -que con tanto entusiasmo y acierto dirige- con ocasión de su fallecimiento)
Los capitanes de esos primeros años de andadura ya traíamos experiencia guerrillera, al igual que algunos de los suboficiales más antiguos; experiencia adquirida en diversas COE (Orense, Madrid, Plasencia, Oviedo, Huelva y Barbastro). Nuestros primeros tenientes y sargentos –estos, pertenecientes a las primeras promociones de la Academia General Básica de Suboficiales- venían muy bien preparados de las academias, recién diplomados en OE y, todos, con las ilusiones intactas. Pero sobre todo una tropa admirable; nuestros guerrilleros, soldados de reemplazo captados en los centros de instrucción de reclutas; jóvenes que eligieron libremente alistarse en el GOE I, como años atrás lo habían hecho sus predecesores en las COE.
Así mismo, fue muy importante para el GOE I el apoyo recibido del jefe de la BRIDOT I, general Lago Román, quien se preocupó personalmente de que tuviéramos unas instalaciones dignas. (El general Lago y su jefe de EM, comandante Bada, presenciando en ejercicio con la UOE 11. El general Lago fue otra víctima de ETA, cobardemente asesinado en Madrid en noviembre de 1982, cuando mandaba la División Acorazada Brunete).
Instrucción, adiestramiento y operatividad
En mis destinos en la COE 71 y en el GOE I traté de huir del término fase para referirme a las prácticas contempladas en el Programa de Instrucción de las OE; con ello pretendía marcar la diferencia con la EMMOE de Jaca a la hora de desarrollarlo. En este centro, un profesor enseña y un alumno aprende siguiendo un plan de enseñanza. En una UOE, un oficial/suboficial instruye y adiestra a un soldado de infantería siguiendo dicho programa. Pero la EMMOE es un centro de formación y la UOE una unidad combatiente y operativa (con el grado de operatividad que, en aquellos, años permitía un reemplazo de doce meses). Esto, que hoy es una obviedad por la profesionalización del soldado, en mis tiempos no lo era tanto.
Ciertamente, la preparación del soldado de operaciones especiales ha requerido siempre, además de otras disciplinas, un indispensable endurecimiento físico, una sólida instrucción individual inicial y un completo adiestramiento posterior para hacer de él un buen tirador y combatiente, que sepa orientarse y moverse con soltura en el campo, que la dificultad natural de la montaña estival e invernal no le suponga un serio obstáculo, como tampoco el medio acuático, y que le enseñe a hacer de estas dificultades sus aliados para el ocultamiento, el camuflaje, la infiltración, la evasión y escape, así como otras especialidades propias de las OE. Pero una vez conseguido esto, la Unidad, como tal, siempre debe procurar ser lo más operativa posible. De ahí la importancia de la programación de prácticas y ejercicios en colaboración con otras unidades españolas y extranjeras y la participación, hoy en el marco de la OTAN, en operaciones que ponga de relieve esa operatividad de las UOE.
Y como ya figuran en el historial del GOE I todos los ejercicios, operaciones y misiones en los que este ha intervenido, me limitaré a resaltar los que, para mí, fueron más significativos y de los que guardo un imborrable recuerdo:
Ejercicio LEO-80: guerrillas (GOE I) y contraguerrillas (BRIPAC) en las sierras de la Higuera y San Vicente, en el valle del Tiétar, junio de 1980. La sana rivalidad entre los dos bandos contendientes hizo del ejercicio un reto para las unidades que participaron en él y, en algún momento, el ardor guerrero llegó a provocar algún incidente aislado entre guerrilleros y “paracas” que se difuminó pronto tomando, todos juntos, unos vinos y unos pinchos morunos que bordaba el bueno del teniente Luis Córdoba, mi primer auxiliar y un clásico de la COE 11 ya fallecido.
Presencia del GOE I en el País Vasco, Parque Natural de Aitzkorri–Aratz situado entre las provincias de Álava y Guipúzcoa, en junio de 1981. Las UOE tenían misiones de vigilancia y nomadeo que llevaron a cabo por las sierras Egea y Urquilla. Lo singular de estos ejercicios estribaba no tanto en su novedad -actuábamos en la VI Región Militar- como en el escenario y el momento álgido del terrorismo etarra en los que se llevaron a cabo.
Participación del GOE I (febrero a mayo de 1982) en el sistema de seguridad y protección del consejo de guerra que juzgó los hechos acaecidos el 23 de febrero de 1981 en el Congreso de los Diputados español. Vista Oral de la Causa 2/81. No fue un ejercicio táctico de doble acción, no fueron unas maniobras militares al uso. Consistió en una misión concreta y delicada, asignada a las UOE del GOE I porque el Gobierno español, a través del Ministerio de Defensa, lo consideró oportuno. Su grado de cumplimiento quedó de manifiesto al no producirse incidentes que afectasen a la seguridad del centro donde se celebró el consejo de guerra. (Ver página 78 del libro “La acciones no (todas) contadas de las unidades de operaciones especiales españolas”, del general Íñiguez Andrade)
Ejercicio “Cabrera-83”, en colaboración con las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET). Este ejercicio supuso para el GOE I el helitransporte nocturno en helicópteros pesados Chinook para situar, con las primera luces del alba, sus tres UOE en un determinado territorio (la isla balear de Cabrera). Las unidades tenían misiones de reconocimiento del terreno, golpes de mano, acciones de cerco, etc., siempre con la presencia y hostigamiento continuo de la COE 101 de Palma de Mallorca al mando de mi antiguo alumno (en la Academia de Infantería) y buen amigo el capitán Blanco Pasamontes, que actuó como fuerza enemiga. La preparación del ejercicio se hizo sobre fotografía aérea y sobre una maqueta hecha a escala por los sargentos Tortosa Antón y Expósito Barco, ambos de mi compañía (quizá alguno más que no recuerdo).
Transcribo a continuación un fragmento del artículo del capitán Blanco en la página 79 del extra nº 7.
“Aún recuerdo la impresión que a todos nos produjo, en aquellas maniobras en Cabrera, debió ser en el 86, en las que nuestro “enemigo” era el GOE I de Colmenar, cuando, escondidos en nuestras madrigueras, con uniformidades muy diversas y no demasiado ortodoxas, vimos el desembarco desde los imponentes Chinook de aquellos guerrilleros hermanos impecablemente uniformados, con un equipo completísimo, que venían a cercarnos. Parecía la batalla de David contra Goliat. Habíamos estado preparándonos en la isla durante una semana, y conseguimos una conjunción, un entendimiento sin palabras, en absoluto silencio, donde tan solo con una señal podíamos desplegar y abandonar la senda o el camino, replegarnos, romper… recuerdo también la efusiva felicitación del comandante Muñoz Manero, entonces jefe del GOE, impresionado por nuestra gran preparación, aunque no tanto por nuestra uniformidad…”
Mi admirado soldado guerrillero
Mi primera experiencia guerrillera, dejando a un lado el curso de OE, fue el soldado guerrillero. Siempre he presumido de él como soldado de infantería. Si para un profesional con espíritu de boina verde, como fui yo desde la Academia de Infantería, ser diplomado en operaciones especiales constituía uno de los hitos de su carrera militar (siempre me he enorgullecido de ello), cuánto más orgullo para un soldado de reemplazo del servicio militar obligatorio, que bien podría no haberse complicado tanto la vida aspirando a un destino más cómodo.
“¿Qué visteis, guerrilleros, en estas unidades del Ejército español? ¿Qué os atrajo a servir a vuestra Patria con una vida dura e incómoda, llena de riesgos y sacrificios? ¿La curiosidad? ¿El afán de aventura? ¿Un espíritu de superación que, quizá sin ser muy conscientes de ello, latía dentro de vosotros?”
Sea como sea allí estuvisteis de mozos y ahí continuáis de abuelos y buena prueba de ello son las múltiples asociaciones de boinas verdes extendidas por todo el territorio nacional. Gracias, porque con vuestro espíritu y alegría, me pusisteis muy fácil el mando en las dos UOE.
Una oración por los que se fueron
No quisiera acabar de escribir sin dedicar un emotivo recuerdo y una oración a mis compañeros fallecidos, superiores, iguales y subordinados, a los que hago referencia en este artículo, así como a todos los guerrilleros que ya nos dejaron, especialmente a los que dieron su vida en acto de servicio y a las víctimas del terrorismo. Descansen en paz.
Tres Cantos, a 01 de diciembre de 2023