Comandante de infantería (r) Ignacio Mollá Ayuso
Cuando con 24 años dejé la Academia General Militar como teniente de infantería para incorporarme a mi primer destino, el Grupo de Fuerzas Regulares de Infantería Tetuán I de Ceuta, no podía imaginarme que solo diez años después pasaría a la Reserva Transitoria, una situación creada por el gobierno del momento para reducir la plantilla de nuestras Fuerzas Armadas, ante nuestra solicitud de ingreso en la OTAN.
Se cumplen ahora 30 años desde que pasé a esa reserva para dedicarme a la comunicación, pero la condición militar no se pierde nunca y en mi caso puedo asegurar que ejercer en la vida civil con nuestra mochila militar es sencillamente todo un privilegio.
De Regulares guardo un gran recuerdo, no en vano, era el destino que había ocupado mi abuelo, el comandante Ayuso, quién murió heroicamente en el frente de Oviedo durante la Guerra Civil española.
Jamás pensé ser boina verde; para ser más exacto admiraba a mis compañeros cadetes que pretendían serlo y me producía envidia cuando veía que alguno tenía el emblema guerrillero en su lugar de estudio y siempre a la vista con ese objetivo a alcanzar. Yo opté por hacer el curso paracaidista y sin vacante en la BRIPAC, me fui destinado a Regulares, en Ceuta, feliz de seguir, como digo, los pasos de mi abuelo.
Pero me llegó la llamada guerrillera; una noche mientras cenábamos, allí en Ceuta, le comenté a Susana, mi mujer, que un compañero de promoción estaba feliz porque, sin esperarlo, se había publicado en el BOD una convocatoria extraordinaria para hacer el curso de operaciones especiales que podían solicitar los componentes de la XXXVIII promoción a la que yo pertenezco. Sin pensárselo dos veces Susana me preguntó que porqué yo no hacía lo mismo y pedía ese curso. Casi me atraganto al escuchar aquello. Entonces me dijo algo que nunca olvidaré y que actuó como una espoleta para que un día yo fuera guerrillero: “A ver Ignacio, igual deberías pensártelo; ¿tú te imaginas lo orgulloso que te sentirías ante tus hermanos si algún día te vieran con tu boina verde?”.
Decidí pedir el curso; mi mujer había conseguido que se activara en mí toda la magia y la fuerza que te da el querer algo de verdad y ese fue mi gran objetivo a partir de este momento: conseguir mi boina verde.
Siempre le agradeceré a Susana lo mucho que tuvo que ver con que lo consiguiera y este reconocimiento y homenaje a ella lo hago ahora extensible a todas aquellas guerrilleras, nuestras mujeres, a quienes tanto debemos.
Me preparé bien en aquel verano y conseguí ingresar en el XXX Curso de Operaciones Especiales, del que recuerdo que al presentarnos nos dijo el comandante Farizo, jefe del curso: “Sepan que, a partir de ahora, sus vidas nos pertenecen y que cuando crean que no pueden más, aún estarán al 50% de sus posibilidades reales”.
Y no exageraba. Nueve meses después, bien curtidos en tantas batallas como ofrece el curso de guerrilleros de Jaca, recibimos nuestras boinas verdes, un acto muy emocionante para todos los que sabemos lo que cuesta obtenerla y el enorme orgullo que significa.
Poco después de haber obtenido mi título de guerrillero, la suerte hizo que me dieran una vacante de teniente en el GOE I – Grupo de Operaciones Especiales Órdenes Militares I – en Colmenar Viejo, en Madrid. Ser destinado a una unidad de tanto prestigio como aquella me suponía mucho; en muy poco tiempo, mi trayectoria militar había dado un vuelco.
Ocupé vacante de oficial en la UOE 11 en la que estuve menos tiempo del que me hubiera gustado, porque llegué siendo un teniente ya veterano y cuando me quise dar cuenta había ascendido a capitán.
Recuerdo que el mismo día que me incorporé al GOE I, la alegría que sentí al hacerlo casi se torna en pena, en mucha pena, por no decir en ridículo; ocurrió que antes de llegar al acuartelamiento en la base de San Pedro, se me ocurrió hablar por teléfono con mi compañero de promoción Checho Conde para confirmar si al incorporarme me enseñarían la unidad y poco más. Me dijo Checho: “Llévate ropa de deporte, por si acaso”. ¿Por si acaso?… cuando me presenté y saludé a mi capitán, Pedro Dávila, le faltó el tiempo para decirme que me cambiara rápidamente y que me incorporara para hacer deporte con la sección del teniente Javier Rodrigo que estaba a punto de salir a correr. Nunca olvidaré aquella carrera; yo había terminado el curso en julio y ya habían pasado 5 meses en los que uno siempre se relaja, así que no llegué al GOE I precisamente en mi mejor forma, y corriendo aquella mañana de invierno a una velocidad infernal, yo solo veía que no hacíamos sino alejarnos de la Base y que nunca regresábamos… con el bufido de los guerrilleros pisándome los talones y mi compañero el teniente Rodrigo hablándome de todo como si fuéramos caminando tranquilamente por la calle, me encomendé al Cielo, porque detenerme y tirarme en la cuneta significaría la trayectoria más corta e indigna de un teniente boina verde. Afortunadamente tiré de pundonor y sobreviví; así que tuve una incorporación trepidante y, digamos, honrosa.
De mi capitán Pedro Dávila tengo recuerdos muy buenos; ese mes de guarnición en las islas Chafarinas, que eso une mucho y una noche muy guerrillera que nunca olvidaré.
Resultó que, en unas maniobras de guerrillas y contraguerrillas, teniendo a la BRIPAC como unidad a batir y con esa rivalidad sana que siempre manteníamos, nuestro capitán nos dio un auténtico ejemplo de ardor guerrero. El despliegue era en la sierra de Albarracín y el primer día que se activó el ejercicio el capitán ordenó que atacáramos toda la UOE 11 en fuerza en esa primera noche a un objetivo de mucha importancia; mientras anochecía pudimos ver la mucha guarnición que defendía aquel conjunto de casas que creo que simulaban ser un presidio y confieso que en algún momento le pregunté por radio a mi capitán si estaba seguro de lo que hacía; con los paracas hambrientos por encontrarse con algún boina verde y en una noche con bastante luz de luna, bajamos de nuestro risco vedado para atacar el objetivo. Y lo pulverizamos y no es una exageración; fue un ataque en conjunto de las tres secciones y desde tres puntos diferentes que el arbitraje calificó como objetico destruido al 100%. A partir de ahí, las unidades de la BRIPAC nos persiguieron como sabuesos lo que significó que el resto del ejercicio se convirtiera en veinte días de guerra sin cuartel. El sargento Guillén, a quien tuve de binomio de combate, puede dar fe de ello.
Y no quiero dejar de comentar algo del otro oficial de la UEO 11, el teniente Juan Torresano, un boina verde de los pies a la cabeza. Aunque era un poco más moderno que yo, para mí estar destinado a su lado fue toda una escuela de milicia.
Una noche circulábamos en un Land Rover 109, por alguna carretera perdida de nuestra querida España; conducía un guerrillero conductor. En el centro iba el teniente Torresano y yo ocupaba el lado de la puerta. Súbitamente el conductor pisó el freno y, con el vehículo ya detenido, un jabalí se quedó parado y deslumbrado por los focos ante nosotros a unos pocos metros. Torresano sin pensárselo y echando mano de su machete, se lanzó por encima de mi tratando de bajar del coche para eliminar a ese enemigo mientras le profería todo tipo de insultos fuera de sí. Conseguí detener su ímpetu y el jabalí, al que no tengo dudas que salvé la vida, siguió su camino. Ese es mi buen amigo Chano, siempre en guardia, un militar impecable.
Sé que cuento historias sencillas, pero esas fueran mis vivencias en el poco tiempo que tuve el honor de pertenecer al GOE I. Guardo un recuerdo inmejorable de entonces porque ocupar destino con aquellos cuadros de mando, guerrilleros de primera línea me forjó mucho en mi carrera militar. Especial recuerdo tengo de las celebraciones; aquellas “Patronas”, siempre frías, – nunca tanto como las que sufrieron nuestros Tercios en Flandes -, pero siempre llenas de ese calor que da la Inmaculada y nuestra Arma de infantería. Lo mismo ocurría cada 2 de mayo, cuando celebrábamos el aniversario de la creación del GOE y en ese día mostrábamos todas las UOE lo mejor de cada una en un ambiente tan militar como familiar.
Y no me olvido desde luego del año que desfilamos por la Castellana de Madrid en el Día de las Fuerzas Armadas. Para quienes vestimos el uniforme militar, no puede haber mayor reconocimiento de nuestra labor que el aplauso de la gente a la que servimos.
Con mi ascenso a capitán y hasta que me dieron otro destino en Madrid, tuve la oportunidad de prestar mis servicios en la Plana Mayor de Mando a las órdenes del comandante José María Armendáriz segundo jefe del GOE I, del que me precio seguir siendo su amigo y del que digo que está entre los mejores mandos que he conocido tanto por lo militar como por lo civil. Por sus muchos años de experiencia en unidades de operaciones especiales, por su espíritu, sus conocimientos militares y su valor humano, sigue siendo hoy un digno embajador de todos nosotros, los guerrilleros.
Termino con mi felicitación más sincera al general Bataller por impulsar nuestra revista de veteranos guerrilleros y, sobre todo, mi agradecimiento por darme cabida en la misma, permitiéndome compartir con todos, mi orgullo de haber sido boina verde en el GOE Órdenes Militares I.
Madrid, a 20 de noviembre de 2023