Coronel (retirado) Miguel Ángel Simón Picapeo
Diplomado en operaciones especiales y piloto de helicópteros
La Unidad de Helicópteros III comenzó su andadura a mediados de 1974 en la Base Principal de las FAMET, donde en 1966 había nacido la UHEL-XI, semilla fértil de la Aviación de Ejército, que es la pujante heredera y actual defensora del lema primigenio ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA.
Sin demora, aunque todavía con muchas carencias y en calidad de inquilina, se trasladó, ansiosa e ilusionada, al emplazamiento definitivo en el Aeródromo de Agoncillo, perteneciente entonces al Ejército del Aire.
El viaje de seis HU-10 desde Colmenar Viejo a su hogar en La Rioja, el veintiséis de noviembre de 1974, marca la fecha formal de creación, así que a finales de 2024 cumple los primeros cincuenta años de vida, con la rotunda denominación de BHELMA-III.
Este hito se ha conseguido gracias a la entrega total, sin reservas, de cuantos han pertenecido y pertenecen a la Unidad, tanto los animosos oficiales, suboficiales y tropa fundadores, como sus admirables sucesores y quienes hoy enarbolan, con esfuerzo y brillantez, la antorcha que representa el incombustible ESPÍRITU DE LA TRES, iluminado con el sacrificio extremo de nuestros caídos en Acto de Servicio, y alimentado por la generosa, constante y discreta abnegación familiar.
Agoncillo está a catorce kilómetros al este de Logroño, en la margen derecha del Ebro y al lado de Álava y Navarra, pues el bodeguero Oyón y la secular Viana se encuentran a tiro de piedra del acuartelamiento. Y cuando la envolvente niebla que propicia el río se desvanece (como en lugar de morir hacen los viejos soldados, según la genial frase del general Douglas MacArthur), el León Dormido aparece por el norte con su inconfundible silueta de esfinge natural.
La UHEL-III vino al mundo con carácter guerrero y montañero, por esa razón figura en su escudo, entre picos nevados, un sarrio rampante, ágil, en guardia y resistente. Sabía que uno de sus destinos prioritarios iba a ser la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales, y los Pirineos la principal aula para el entrenamiento y un territorio idóneo de actuación.
Los vuelos Agoncillo-Jaca, con el paso intermedio sobre la histórica villa de Ujué, se hicieron habituales, y la hospitalaria capital de la Jacetania se convirtió en la meta y el origen de fructíferas colaboraciones en las que el helicóptero mostraba su excelente adaptación a los espacios más abruptos, y mantenía un pulso permanente con los inestables, caprichosos y, en ocasiones, peligrosos meteoros.
Enseguida, las tripulaciones acostumbraron el oído –y la vista, con el estudio detallado de la cartografía– a sonoros y bellos topónimos, antes incluso de sobrevolar los parajes a los que daban nombre: Foz de Lumbier, Boca del Infierno, Bisaurín, Selva de Oza, Refugio de la Mina, Canal Roya, Anayet, Garcipollera, Grosín, Respomuso, Bujaruelo, Tres Sorores, Marboré, Brecha de Roldán, Góriz, Llanos del Hospital, Bonaigua… eran testigos del veloz y pertinaz aleteo de unas extrañas aves invasoras, más escandalosas y de mayor envergadura que el silencioso quebrantahuesos de señorial planeo.
Del tres al seis de mayo de 1976, aprovisionada la mochila de combate con la experiencia adquirida en numerosas y variadas maniobras: TRUENO-74, en Los Monegros; IBERIA-75, en Córcega; REBECO-75, en el Pirineo Oriental… la UHEL-III al completo y con su jefe a la cabeza se integró en un ejercicio con los futuros diplomados –capitanes, tenientes, sargentos y cabos primeros –que se enfrentaban al último tercio de un programa largo y difícil. Dirigía el XX Curso de Operaciones Especiales el comandante García de Frías, de gran prestigio profesional, elevada capacidad didáctica y serena autoridad.
Se comenzó con una novedosa charla audiovisual, ayudados por una amplia colección de diapositivas, con la finalidad de que los motivados alumnos se familiarizaran al máximo con el medio aéreo, como corresponde a mandos responsables de subordinados y no solo cual pasajeros, lo que hicieron con rapidez, palpable satisfacción y éxito en el resultado.
El compartimiento de carga y sus diferentes opciones de uso, el tablero de instrumentos, el carburante, la autonomía, el alcance, las condiciones del terreno, sus dimensiones, los códigos de señales y la viabilidad de enlace radio fueron objeto de especial atención.
Tras la ambientación, se continuó en el exterior con diversas actividades rutinarias, seguidas por un golpe de mano en Coll de Ladrones, con descenso mediante rápel en el imponente fuerte roqueño que domina el valle del Aragón. Y prácticas de lucha en la población abandonada de Ruesta, próxima al embalse de Yesa.
El último día la cooperación se culminó con el desarrollo de una misión alrededor de Oroel, imán para los ojos jacetanos y perfil parecido al del León Dormido riojano.
Se trataba de realizar una infiltración entre dos luces y hacia el sur de la Peña. Efectuado el desembarco y ejecutadas las acciones que los equipos debían llevar a cabo en sus respectivos objetivos, tenían que concentrarse en una zona adecuada, instalar un balizaje de circunstancias y activarlo durante un tiempo muy corto, medido al minuto, para que sirviera de orientación visual a la formación aérea en su toma de tierra, y se concluyera la tarea de forma inmediata con la exfiltración de la guerrilla.
A mediados de los setenta, sin radioayudas en la comarca ni complejos sistemas inerciales, el GPS y las gafas de visión nocturna aún lejos en el horizonte, la navegación utilizó como armas clásicas y de eficacia probada el plano, los croquis con rumbos, tiempos y alturas, la brújula, el cronómetro, el anemómetro y hasta las débiles luces de un par de pequeños pueblos y alguna pardina que se vislumbraban en la profunda oscuridad reinante; además de calcular la influencia del viento en cada tramo y vigilar continuamente el altímetro.
Técnica muy parecida a la que describe Antoine de Saint-Exupéry en sus preciadas obras Vuelo Nocturno y Tierra de los Hombres.
La minuciosa preparación por los concienciados tripulantes, pilotos y mecánicos, apiñados ante el liderazgo del comandante Perote y la maestría del capitán Berrocal, así como la coordinación y buena sintonía con tan entusiasta grupo, guiado por un selecto cuadro de profesores, dieron sus frutos y las fases de la operación se desarrollaron según el plan previsto, resolviéndose las incidencias con iniciativa, acierto y algo de suerte.
Como colofón, entre Sabiñánigo y Jaca cayó una ligera nevada, que acompañó a las aeronaves hasta el aterrizaje sin novedad en la Escuela, también con balizaje nocturno de circunstancias, montado en esta ocasión por el imprescindible servicio de apoyo en tierra, y con la vital información del controlador aéreo.
Se cerró la interesante, amena y exigente convivencia con un juicio crítico exhaustivo y ecuánime (moderado <<sin amistad, sin ira, sin odio y sin misericordia >>, como reza la antigua y sabia reflexión grabada en la sala capitular del Ayuntamiento de Sevilla), que aportó sustanciosas enseñanzas a los participantes.
El guerrillero centra sus pensamientos y afanes en el estricto cumplimiento de la orden recibida, es parco en palabras y deja que sean los hechos los que hablen por él. Pero, sin duda, en su fuero interno reconoce y estima sobremanera las posibilidades que brinda el ala rotatoria, valiosa en sí misma y, a la vez, poderosa multiplicadora de capacidades, versátil y apta para ajustarse como un guante a cualquier situación, siempre en simbiosis enriquecedora para el conjunto.
Ha pasado casi medio siglo desde aquel lejano 1976, y este veterano guerrillero y helicopterista rememora con nostalgia las alegres jornadas compartidas, añora a los compañeros fallecidos que lucieron, con bien ganado y merecido orgullo, las boinas hermanas verdes y azules, y hace fervientes votos por los más favorables augurios para el espléndido presente y el esperanzador futuro de las magníficas Fuerzas Armadas de España.
¡LOOR A NUESTROS CAMARADAS!
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