La gota fría

Teniente (reserva) Héctor Díez Domingo

Sargento en la COE 51, COE 103, COE 13 del GOE I. Sargento primero en la COE 13 y PLMM del GOE I. Brigada en la PLMM y COE 32 del GOE III/MOE

Este título tan llamativo nada tiene que ver con la canción de Carlos Vives, sino con un suceso vivido de forma inesperada por la UOE 13.

El día cinco de septiembre de 1989 se encontraba la compañía, al mando del capitán D. Francisco Ruiz de Pascual y Núñez de Arenas realizando las prácticas acuáticas y subacuáticas en Cabo Roig, Alicante.

El día anterior, después de la realización de las actividades programadas, el personal, mandos y tropa, se acostó para pasar la noche en las tiendas modulares preparadas al efecto. Hay alguna excepción, pues alguno de los mandos se había trasladado con su familia a la zona, con lo que una vez acostada la tropa y no esperándose ninguna actividad hasta el día siguiente, se desplazaban a las proximidades donde se encontraba alojada la misma.

Recuerdo que durante la noche empezó a llover y, antes del amanecer, se levantó un viento que movía las tiendas de forma preocupante. En un momento dado se produjo un ruido grave, muy fuerte, como de succión y la tienda que nos protegía desapareció como por arte de magia. Salimos como pudimos de las literas. La noche, el agua, el ruido y el viento no permitían que nos hiciéramos una idea de lo que sucedía.

La tienda de al lado permanecía en su sitio, pero sus vientos habían sido arrancados y los mástiles doblados, con lo que la lona se apoyaba en las literas y entorpecía que el personal pudiera salir de debajo. Con la dificultad que suponía el mantenerse en pie, fuimos ayudando a que todo el mundo saliera de las tiendas.

“¿Y ahora qué hacemos?” No teníamos opciones. La única estructura que podía darnos cobijo eran los camiones Pegaso 30/45, que con su gran peso, nos observaban inalterables.

La estampa era digna de haber tenido una cámara. Todo el personal del campamento se dirigía a gatas o reptando buscando el cobijo que proporcionaban los camiones.  Con el sentimiento de impotencia que genera una fuerza de la naturaleza como la que estábamos viviendo, los que ya estaban seguros en los camiones jaleaban a los rezagados para orientarlos hacia los vehículos.

Un momento de especial tensión fue cuando personal de la plana intentaba abandonar la seguridad que les proporcionaba el remolque de cocina para reunirse con el resto de sus compañeros. La cocina se encontraba al borde del acantilado.  Uno de los cocineros, desorientado, quería moverse en posición erguida, cosa que el viento no permitía y, cada vez que se levantaba, el viento lo tumbaba con el riesgo de que en una de esas perdiera el equilibrio y cayera por el acantilado. Al final reaccionó y arrastrándose, logró llegar hasta los camiones.

Con el alba llegó la luz, el silencio, la paz; pero también se manifestó la cruda realidad. El campamento había desaparecido y lo que no, había sido arrasado. Todo estaba tirado por el suelo o había sido lanzado por el acantilado. Parte del material se veía al borde del agua, pero otra parte había volado mar adentro. Varias de las embarcaciones que se encontraban en el puerto se habían hundido.

Una vez que se comprobó que no había desgracias personales, solo materiales, se organizó la unidad de tal forma que mientras unos intentaban salvar todo lo posible del campamento, una sección se desplazó a las urbanizaciones próximas para ayudar en lo posible a la población civil.

Informado el grupo de los acontecimientos, se organizó un convoy que se trasladó por carretera, al mando del subteniente Manzano, para recoger y llevar todo el material al GOE. Al mismo tiempo, el teniente coronel jefe del GOE, acompañado del capitán Dávila, volaron en avión civil a Alicante.

Esa misma noche, al mando del teniente Prado, la compañía viajó en tren de regreso a Colmenar Viejo, permaneciendo en la zona el personal imprescindible para recoger el material, cargar los vehículos y regresar a la base por carretera.

Gracias a Dios, todos volvimos sanos y salvos a casa. La cosa quedó en un susto, otra aventura que contar y en un importante coste material.

Posteriormente, los implicados recibimos una felicitación personal del capitán general. “Con motivo de las últimas inundaciones ocurridas en Levante, ha demostrado total entrega y colaboración prestando ayuda a la población civil de la zona de Cabo Roig. Por ello le comunico mi felicitación para su satisfacción y correspondiente anotación en la Hoja de Servicios”

Hoyo de Manzanares, a 7 de enero de 2024

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