La COE de las Palmas (1984-89)

Coronel Gerardo López-Mayoral Hernández  

Capitán jefe COE (agosto 1984 – febrero 1989)

Prólogo

Al igual que para la COE de la EMMOE, me he comprometido a escribir un artículo sobre la Compañía de Operaciones Especiales (COE) del Regimiento de Infantería “Canarias” nº 50, más conocida a veces como nº 103 y, al final, COE nº 82, en Las Palmas de Gran Canaria. Ya escribí en su día varios artículos (“Avistando Tamarán”, Revista Ejército, octubre de 1989; “Nochebuena con boina verde”, La Provincia 29/12/1984; “Las Palmas: 10 años de boina verde”, La Provincia 03/07/1986; “Ejercicio Tábano COE 81-COE-82”, Folleto de Divulgación Subinspección de Infantería, EME, septiembre 1989), pero eran por motivos más concretos y no como uno general que nos pudiera proporcionar una idea global de lo que fue la compañía y sus actividades, al menos durante el periodo que tuve el honor de estar al frente.

Introducción

Aunque casi todo el mundo sabe algo sobre las Islas Canarias e incluso su encuadre militar, considero imprescindible para comprender lo que era aquella COE recordar al menos unas breves ideas previas sin extenderme mucho. De otra manera, sería difícil ponerse en situación de tiempo y espacio.

Como sabemos, Canarias es un archipiélago de siete islas mayores y varios islotes, en el Océano Atlántico, a poco más de 4º del trópico de Cáncer y un poco al Oeste del Meridiano 0º. De ahí su carácter subtropical y su clima primaveral durante todo el año, siendo mínimas las diferencias entre estaciones. Las islas que constituyen el Archipiélago son Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote en la provincia de Las Palmas de Gran Canaria y las de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro que corresponden a la de Santa Cruz de Tenerife.

Cada isla, dentro de la unidad que le confiere su común origen geológico, tiene un bello sello distintivo y peculiar. Todas surgieron del fondo de las aguas en una serie de sucesivas erupciones cuyo largo proceso sigue aún activo. En ellas encontramos toda una gama de paisajes: Desde la imponente grandeza de cumbres a los más recatados valles, pasando por desiertos y arenales, roquedales abruptos, cráteres de geocéntrica perfección o bosques de impresionante belleza. Sus paisajes evocan, parcialmente, rincones de todas las regiones, donde se dan por igual el pino y la palmera, o el castaño y el cactus.

Su origen está envuelto en leyendas que tejieron los historiadores y poetas griegos y latinos. Campos Elíseos, Jardín de las Hespérides o, incluso, Atlántida e Islas Afortunadas fueron los primeros nombres que hacían referencia al Archipiélago habitado por una raza, los guanches, de piel clara y alta estatura, que vivían en los acantilados, cuevas naturales y pequeños poblados con casas en forma circular. Su incorporación a la Corona de Castilla se inicia en 1401 y, tras una serie de incidencias en las que se pusieron de relieve el valor y la nobleza de sus habitantes, finaliza con los Reyes Católicos en 1496. Las naves de Colón, en su ruta hacia el descubrimiento de América, hacen escala en la Gomera y, de allí, zarpan a la gran aventura a través del entonces llamado Mar Tenebroso.

La distancia mínima del archipiélago con África es de 115 km y desde Gran Canaria y Tenerife a Cádiz hay unas 700 millas, dos singladuras de navegación. Las comunicaciones entre islas están servidas por mar y aire con servicios frecuentes especialmente entre las dos más mayores. Disponen las islas de tres aeropuertos internacionales, uno en Las Palmas y dos en Tenerife e igualmente cuentan hoy con aeropuertos menores todas las islas, siendo la Gomera la última en disponer de él. Los vuelos directos desde Madrid se realizan en poco más de 2 horas.

De las islas orientales, Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria, esta última es por su tamaño (1.532 km2 de superficie) la tercera del archipiélago, después de Tenerife y Fuerteventura. Su rasgo más acusado son los barrancos que afluyen radialmente desde las cumbres centrales situadas a más de 2 000 m de altitud hasta la orilla del mar.

“No hay tierra como la mía…” decía la conocida isa “Islas Canarias” de “Los Sabandeños” por su elocuente diversidad de paisajes inéditos. En Gran Canaria, los abruptos acantilados del Puerto de las Nieves y de la Aldea, al norte, y los escarpados barrancos de Tirajana, Moya y Azuaje, hacia el sur, se alternan con valles inefables de miles de plataneras que, como el de Arucas, descienden suavemente hasta el mar. No en vano Gran Canaria ha sido denominada siempre “continente en miniatura” pues desde la “cumbre bravía” como dice la canción de los Sabandeños, con sus moles del Roque Nublo, la naturaleza brinda todas las formas del paisaje, en el que crece una flora europea, africana y americana (Pinares de Tamadaba, “Los Tilos”, viviendas del monte, cafetales de Agaete, palmeras, plataneras, almendros, caña de azúcar y cultivos de tomates.

Las Palmas de Gran Canaria, capital de la provincia, que es la mayor concentración urbana del archipiélago, era entonces una próspera ciudad de 350 000 habitantes, con el puerto de mayor volumen de tonelaje bruto de España. Su aeropuerto está servido por las más importantes compañías aéreas y ofreciendo esta capital el atractivo de una gran ciudad. En su barrio viejo de Vegueta se encuentran sus principales monumentos: La Catedral, gótica y neoclásica, comenzada a construir en 1587; la Casa de Colón, residencia de los primeros gobernadores de la isla, bellísimo marco arquitectónico para un interesante museo de la época colombina, el Museo Canario que contiene la más completa colección de restos Guanches. Templos también interesantes son los de San Francisco y la Ermita de San Telmo con techo de artesonado mudéjar.

Asimismo cuenta con la magnífica playa da las Canteras, de 2 600 m de longitud, y que disfruta de agradables temperaturas durante todo el año.

Además, entre otras localidades de interés en la isla, escenarios para muchas prácticas de la COE podemos citar: Telde, Tejeda, Ingenio, San Bartolomé de Tirajana, Agüimes, Arinaga, San Agustín y Playa del Inglés, Maspalomas, Arguineguín, Puerto Rico, Arucas, Teror, Galdar, Sardina, y Agaete, en el norte.

Lo militar… y la COE

Como es sabido, las Islas Canarias constituyen estratégicamente hablando, un punto de apoyo basado en el eje Estrecho – Islas Baleares. Era el Mando Unificado de Canarias (MUNICAN) – Capitanía General del Ejército de Tierra, Mando Aéreo y Zona Marítima englobadas -, a quien correspondía su defensa militar. Por lo que a nuestro Ejército se refiere, la Capitanía radicaba en Santa Cruz de Tenerife, -no lejos pero tampoco cerca- ubicándose en Las Palmas las de Armada y Aire, quizás para compensar un poco… La Capitanía ejercía su acción a través de las respectivas Jefaturas de Tropas en Santa Cruz, occidental, con atribuciones sobre La Palma, Gomera y Hierro por una parte y Las Palmas, oriental con Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, por la otra de quien dependíamos indirecta y, a veces, directamente.

En la isla de Gran Canaria, el grueso de la Infantería estaba constituido por nuestro Regimiento de Infantería “Canarias” nº 50, un regimiento con antecedentes ya en el siglo XVI, aunque no excesivamente antiguo si se toma su historial con absoluta rigurosidad, pero importante, con gran tradición moderna, si se quiere por lo que a África en el siglo XX, por ejemplo, se refería.

Aunque no profundizaré en la historia de las COE que ya es objeto de otros artículos generales y específicos, sí conviene recordar que las Compañías de Operaciones Especiales nacieron en 1966 en el seno de las Brigadas de Defensa Operativa del Territorio (BRIDOT), con misiones de carácter general inherentes a la lucha de guerrillas y contraguerrillas así como operaciones de guerra subversiva, viviendo para ello en el campo el máximo tiempo posible, entrenándose en cualquier circunstancia y preparándose para utilizar cualquier tipo de armas. Dichas compañías de “guerrilleros” como vulgarmente se las conocía, se concretaron en dos por Región Militar, salvo excepciones. Tras la experiencia de creación, con la finalidad de reducir sus dependencias logísticas y administrativas, con el Plan META. se empezaron a organizar los Grupos de Operaciones Especiales y algunas otras unidades de operaciones especiales, manteniendo la COE nº 101 en Palma de Mallorca. En nuestras Canarias, dada su importancia estratégica y en razón a su insularidad radicaron dos COE, una en Tenerife (Regimiento de Infantería “Tenerife” nº 49), la nº 102 y otra en el Regimiento “Canarias” nº 50 o COE nº 103, en Las Palmas.

En concreto, nuestra compañía fue fundada en el mayo de 1976. En un principio fue un teniente y varios suboficiales del Regimiento “Canarias” quienes empezaron a instruir a los tres cabos primeros, 16 cabos y 89 soldados que la integrarían. Su ubicación inicial fue en el citado Regimiento, pasando, luego al cuartel de Las Rehoyas, subiendo hacia los lomos de la ciudad. Fue a partir de junio de ese mismo año cuando fue destinado el primer capitán Bernardo Álvarez del Manzano y Albiñana, futuro teniente general del Mando de Operaciones hasta que falleció, y es oficialmente creada la COE.

A partir de ese momento se modela la Unidad con nuevos oficiales y suboficiales diplomados, que hasta el momento de mi paso por la COE (1984-89) se cifraban en 49, y que han formado a cerca de mil guerrilleros… Su activa participación en la defensa de la isla La Graciosa anta amenazas terroristas en julio de 1978, el rescate de un avión Hércules C-130 en la zona de La Hoya del Gamonal en mayo de 1980 y el rescate del cadáver de un montañero en el monte de Tamadaba en julio de 1983 así como la semana de las Fuerzas Armadas en Santa Cruz de Tenerife en mayo de 1986, le han valido su reconocimiento como numerosas felicitaciones y recompensas.

Para cumplir su misión y cometidos, como otras compañías, estaba estructurada en mando y plana Mayor (PLM.), pelotón de servicios y tres equipos operativos (secciones) que hacían un total 123 soldados. El mando corresponde a un capitán auxiliado por un equipo de cinco hombres y un brigada con ocho guerrilleros del pelotón de servicios, incluido un médico (o agregado cada salida). A su vez, cada equipo operativo al mando de un teniente, constaba de tres equipos elementales (pelotones), mandados por un sargento o cabo 1º que sumarían treinta y seis soldados. Cada suboficial disponía, a su vez, de dos equipos básicos (escuadras) con un cabo cada una y tres soldados. Como resumen de su plantilla, conviene tener en cuenta que su armamento reglamentario es el fusil de asalto CETME de 7,62 mm modelo “C”, el subfusil STAR modelo Z-70 y la pistola STAR de 9 mm Parabellum. Además, se contaba con mosquetones FR-8 de 7,62 mm y CETMES modelo “B” para instrucción. Aparte, figuraban 6 pistolas de señales y 21 prismáticos, 123 cuchillos especiales, 3 ballestas y máscaras antigás. Existía armamento colectivo (tres morteros comandos y tres ametralladoras MG-42 con trípodes).

En cuanto a vehículos, en cambio, el número era bastante reducido: Un remolque de cocina Arpa y un camión Pegaso para impedimenta además de un Land Rover 109 y otro LR-88 para mando con otro pequeño remolque. Para los transportes del personal, se solicitaban cuando eran necesarios los correspondientes apoyos, normalmente por parte del propio Regimiento o de la Jefatura de Tropas. Por un lado la unidad estaba libre de cargas logísticas con dichos vehículos y casi nunca tenía problemas pero, en cambio, no se contaba con créditos para carburante como otras COE. El material de transmisiones se componía de 8 aparatos BBC-349 de corto alcance (VHF) y 14 AN-PRC-77 de uso habitual en el Ejército para distancias medias. No mucho, pero suficiente para la época… El equipo individual es el habitual del soldado incrementado en algunos artículos especiales por su mayor tiempo e intensidad en actividades de instrucción en el campo así como otros más especializados para escalada o prácticas acuáticas, reponiéndose con algo mayor de frecuencia (“vida”).

Mi destino

Yendo un poco más en detalle a mi tiempo, tengo que decir que me presenté en Las Palmas a final del verano de 1984 y, ya a continuación, tenía ya prevista en pocos días una salida de supervivencia en la peligrosa playa de Órzola, al norte de Lanzarote, por las corrientes del canal entre Fuerteventura y Lanzarote, cerca de la isla de La Graciosa, por lo que tuve que empezar en esos momentos a hacerme un primer plan y programa de trabajo con mis entonces oficiales a partir de lo que me encontré…

Hacía relativamente poco que acababan de irse los tenientes de mi propia promoción y quedaron otros dos de la siguiente, a quienes conocía desde hacía años. No tuve contacto con el capitán anterior ni con su brigada auxiliar y la situación era complicada.

Varios problemas de personal por haber dejado, quizás, demasiada iniciativa por su experiencia a mandos subordinados, deficiencias en material y equipo y, lo peor, una imagen en el Regimiento no muy buena quienes nos veían, quizá, como algo ajeno a ellos pero que vivíamos allí, con cierto “parasitismo” amparados en los apoyos personales y puntuales que la Jefatura de Tropas venía concediendo directamente aunque, oficialmente era la COE del Regimiento de Infantería “Canarias” nº 50 y no la COE nº 103 como en general se creía…

Estaba claro entonces lo que había que hacer: Organizar un nuevo equipo de mandos que controlasen rigurosamente las actividades, regularizar y “oficializar” los programas de instrucción, reponer las deficiencias con ayuda de un auxiliar eficaz que, poco a poco, sembrara las bases para un progresivo acercamiento al Regimiento que ganara su confianza y pudiera sacarse provecho de sus apoyos. Al fin y al cabo éramos de la misma infantería que el resto que muchos calificaban de “pistolos”…

La primera tarea como digo fue tejer ese equipo de mandos que también llegarían a partir de septiembre-octubre de 1984 tras finalizar los cursos y se renovó el equipo. Los suboficiales también fueron apareciendo y prácticamente quedaron solo dos de la coyuntura anterior. Además, casi todos eran del mismo curso de OE por lo que -para bien o para mal- ya se conocían, y empezaron a funcionar, con progresivas incorporaciones hasta la más importante quizás, del auxiliar que llegó algo más tarde, pero con experiencia de otras COE.

El material, no solo se fue recuperando y mejorando gracias a las nuevas relaciones con el Regimiento y con intendencia, sino con la llegada de otros diversos materiales, muchos fuera de inventario, provenientes de las COE que en ese momento se iban desactivando con la creación de los nuevos GOE con lo que ganamos bastante material, sobre todo acuático, siendo sin duda una de las COE con más capacidades de buceo o navegación.

Programa de instrucción, salidas mensuales y actividades

Como otras COE, el desarrollo de la instrucción y vida de la unidad estaba marcado sobre todo por los 120 días de instrucción práctica anual fuera del cuartel que, normalmente, venían distribuyéndose en diez al mes aunque a veces, en razón de economía o mayor fatiga podían desdoblarse en dos periodos de cinco o, incluso, uno de veinte por eficacia y operatividad de la compañía como era el combate en agua en julio, normalmente, en detrimento de la habitual de combate invernal en otras COE.

Esta instrucción y adiestramiento se caracterizaría por ser metódica, progresiva y reiterativa de tal forma que desarrollando unas materias comunes y otras más específicas se consiga que todos los componentes de la unidad, siempre con un seguimiento y control personalizados, fueran capaces de combatir con garantías de éxito, de día o de noche, en cualquier tipo de terreno y condición climática (salvo normalmente invernales extremas como nieve, ausente en este teatro).

Por las misiones expuestas para las UOE, y las circunstancias particulares de nuestra ubicación, a pesar de contar todavía con soldados de reemplazo y grandes carencias humanas, económicas y materiales, nuestros objetivos en la instrucción iban dirigidos en concreto a que los soldados adquirieran unos conocimientos teórico-prácticos de técnicas especiales, una gran preparación física y moral, un elevado espíritu de sacrificio que les permitiera afrontar cualquier situación táctica del combate, diversificándose en física, técnica, militar y moral-sicológica.

Se hizo un programa anual de instrucción y adiestramiento por reemplazos-secciones que se iba desglosando a su vez en mensuales con suficiente anterioridad para aprobación y, a su vez, en semanales también con cierto adelanto a imagen y semejanza de los del Curso de OE (horario, lugar, responsable, apoyos, etc.). Para ello, con el apoyo de la EMMOE, nos facilitaron las fichas de instrucción en las que ya había participado, adaptándolas a las circunstancias canarias, lo que duró algo más de un año, pero ya estaba hecho. Solo habría que mejorarlo en el futuro. Y así sería en mis casi 5 años…

La vida más rutinaria de cuartel, de lunes a viernes venía marcada por el programa semanal firmado por el capitán y desarrollado por reemplazos o secciones, normalmente de 07.00 a 17.00 (educación física hasta las 08.30 y luego instrucción de combate normalmente hasta las 13.30), aunque algunas tardes de horarios más veraniegos se podían dedicar a mantenimiento de locales, material y equipo y se alternaban con una sesión de instrucción nocturna, alguna jornada de prácticas de tiro o alguna marcha, dejando para el viernes sesiones de deportes, recordatorio de instrucción de orden cerrado, y teóricas de formación moral o primeros auxilios. Los permisos solían ser de 40 días (Canarias) en verano, 7 en Semana Santa y 10 en Navidad, a ser posible, salvo excepciones en turno único, rentabilizando y evitando fraccionamientos y tratando de respetar las peculiaridades para las unidades de dichas islas.

El desarrollo en detalle del programa de instrucción y adiestramiento, más o menos cronológico según época y reemplazo, podía ser el que iré describiendo en las siguientes líneas a continuación y que, en teoría, podría seguirse en los libros del Diario de Operaciones que escribí durante toda mi estancia allí.

El proceso se iniciaba como no podía ser menos con la captación de nuevos soldados y se realizaba en el entonces Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) nº 15 de Hoya Fría (Tenerife), donde se desplazaba el equipo correspondiente de mandos y seleccionaban a los reclutas tras una breve información de la COE y sus actividades mediante proyecciones de diapositivas o exposiciones de vídeos que fuimos montando.

A continuación se analizaba su ficha y nivel escolar, para pasar a un reconocimiento médico general y unas pruebas físicas básicas que, en el caso de superar los mínimos, con cierta flexibilidad, firmaban su aceptación y se incorporaban a la compañía al final de su periodo de instrucción y, en principio su jura de bandera.

Posteriormente, y siguiendo las normas generales que variaron al desaparecer los CIR, este proceso pasó a tener lugar en los famosos Núcleos de Instrucción de Reclutas (NIR) que ya era en el propio Regimiento/Base, por lo que era más fácil y flexible, incorporándose directamente a la compañía en una fase inicial “de instrucción” que tendría por objeto convertirles en potenciales “guerrilleros”, entregándoles, según las circunstancias, a continuación, al final la boina verde tras pasar una prueba final de 24 horas que trataba de aunar todo lo aprendido en dicha fase.

Como he dicho, ya en la compañía, la primera fase que realizaba el soldado era la de “instrucción” (“guerrillera”), sumamente dura, por cierto, que normalmente se basaba en instrucción física (endurecimiento), instrucción de combate individual básica, armamento, ejercicios básicos de tiro (según cartilla) en los campos de tiro oficiales de Las Coloradas (Isleta), primeros auxilios, alguna primera charla de formación moral, formación militar muy básica y guerrillera para la Jura de bandera si era preciso (incluso algo de instrucción de orden cerrado…) y algo de topografía con la “prueba final de la boina”. Al final, pusimos en práctica el mismo sistema sociométrico que hacíamos en Jaca para desechar algún caso casi imposible de “guerrillero” que pasaría al Regimiento seguramente y hacer una primera selección de los futuros cabos de la compañía.

En otras ocasiones, se realizaba a continuación la fase “topográfica” que ya había comenzado con algunas teóricas en el cuartel y algún recorrido cercano a Las Palmas o ya en la zona de Los Corralillos (caserío abandonado también útil para combate en población), próximo a Agüimes y al aeropuerto por ser bastante llano, con fáciles puntos de referencia y algunos claros obstáculos a evitar en recorridos diurnos y nocturnos, por patrullas, binomios llegando incluso a individuales, con plano, brújula o de memoria.

En algún otro caso también, tratando de compatibilizar reemplazos, zonas y actividades, llegó a realizarse bastante tempranamente la fase de “escalada” tras unos conocimientos previos básicos de material. Durante esta fase se aprendía a superar algunas situaciones que se pudieran plantear en movimientos como obstáculos, sobre todo en terrenos difíciles o montañosos como son las islas, sobre todo en el interior, pero también cerca de la costa en las desembocaduras de grandes barrancos volcánicos.

Hitos básicos de esta disciplina eran el conocimiento de materiales y herramientas (cuerdas, nudos, clavijas, martillos, mosquetones, estribos, etc.), prácticas de trepas, izados, ráppel, ascensores, aseguraciones a la patrulla y actividades aplicadas desde o con helicópteros (SAR).

Para ello se recurría a vías y palestras ya abiertas poco a poco hace años en la zona de la presa de Lugarejos, al NW de la Isla (Tamadaba, apta también para prácticas de guerrillas o combate en bosques) o, más adelante, en Ayacata, en el centro de la Isla, cerca de las cumbres, terminando con prácticas desde helicópteros (normalmente del Servicio Aéreo de Rescate, SAR, del Ejército del Aire, MACAN), con quien desde siempre se venía colaborando) y con alguna marcha de aplicación cerca del símbolo canario del Roque Nublo (monolito basáltico de los antiguos guanches) o a la máxima altura de la isla, el Pico de las Nieves de casi 2.000 m. de altitud. Nombres familiares como Ayacata, Roque Nublo, Roque del Fraile, en nuestra isla de Gran Canaria donde el sonido alegre de los martillos golpeando clavijas y abriendo vías de diferentes dificultades quedarán para siempre grabados en el regreso al campamento al final de la jornada.

En mis primeros años, terminadas estas fases, a los dos o tres meses, si no se había realizado ya como relaté, se realizaba la citada “prueba de la boina” poniendo en práctica en un pequeño raid, resumen de todas estas enseñanzas elementales, aunque al final, tenía lugar casi siempre terminada la propia fase de instrucción, en función de más eficacia, rentabilidad u otras circunstancias de la compañía. Aquí es donde finalmente podemos decir se conocía al futuro “guerrillero”, su interés, espíritu y rendimiento.

Es entonces cuando será digno de llevar la boina verde qua recibirá de sus compañeros del anterior reemplazo y que conviven con él en la compañía siendo el espejo en quienes habrá de mirarse. En esta misma ceremonia solía también celebrarse, si no había habido ocasión antes, la solemne Jura de Bandera en el patio de armas del Regimiento, en la Isleta, al principio, con el entonces codiciado uniforme mimetizado árido distintivo y representativo de esta zona (luego también el oficial boscoso) en compañía normalmente de sus compañeros de reemplazo del propio Regimiento.

A partir de dicho momento los guerrilleros seleccionados por sus condiciones, tras superar el correspondiente breve y flexible curso, eran promovidos a cabos, quienes realizarán un papel esencial en unidades como esta, con cierta iniciativa y autoridad moral o técnica, colaborando íntimamente, sobre todo, con los jefes de equipo elemental (pelotón) y también de sus respectivas secciones (equipos operativos).

Todo ello se iba recogiendo minuciosamente en el cuadernillo del reemplazo o sección con una ficha personal de cada guerrillero, donde sus mandos anotaban, al menos semanalmente, sus progresos, dificultades o cualquier comentario digno de ser tenido en cuenta, así como sus marcas en pruebas físicas o tiro, ejercicios teóricos o prácticos o, incluso, alguna anécdota personal…

A continuación, comenzaría lo que podemos llamar ya una formación específica, “guerrillera”, de especialización o por equipos, desarrollándose simultáneamente tanto desde el cuartel en las actividades diarias como en exteriores cuando fuera necesario, bien en ejercicios diarios aislados, bien en salidas mensuales o semanales tratando de simultanear actividades de secciones o reemplazos.

En cuanto a “información”, esta fase, realizada en cualquier isla o escenario buscaba además de afianzar los conocimientos de geografía regional y topografía, practicar reconocimientos de interés en los miembros de sus equipos elementales, en cualquier isla, cubriendo un ambicioso plan general archivístico, real, de todas las islas.

En aquella época, yo destacaría los reconocimientos encaminados a zonas volcánicas, como era Timanfaya (hoy Parque Nacional, imposible de pisar fuera de visitas guiadas) en Lanzarote donde, por ejemplo, se exploraban itinerarios, túneles de lava, búsqueda de refugios de circunstancias, acuíferos o reconocimiento de especies animales o vegetales aptos para una posible supervivencia de emergencia en dichas zonas e, incluso, posibles redes de colaboradores.

La fase denominada como de “perfeccionamiento” era considerada como el “ecuador” de la instrucción y del servicio militar; era la fase paralela a la de “instrucción” y en ella, aparte de endurecer físicamente al boina verde, se completaban los tiros especiales, los de armas colectivas, explosivos según los tres niveles y también transmisiones.

En cuanto a la siguiente fase de “operaciones especiales” (guerrillas), también era variable en el lugar de su realización y tenía por objeto la instrucción de combate en equipo sobre acciones tácticas de guerrillas (golpes, de mano, emboscadas, contra-cercos, etc.) a base de ejercicios y temas de doble acción, en lo posible en coordinación con el otro reemplazo u otras fuerzas de la zona, especiales o no. A ser posible se realizaba en zonas con cierto enmascaramiento o no, buscando especializarse incluso en zonas desérticas de cualquier isla o donde se tuvieran previstas posibles ejercicios tácticos anuales de la Jefatura de Tropas, como en Fuerteventura, por ejemplo.

La supervivencia es la fase que más se relacionaba con aquellas románticas COE quizás por su rareza o espectacularidad. Aunque las teóricas se iban alternando aleatoriamente en el programa ya desde muy pronto para ir estando preparado para cuando se iniciaran las prácticas reales, su ejecución, normalmente era objeto de una fase específica debido a los importantes condicionamientos a que obligaba.

Durante esos aproximadamente diez días, tras un cierto esfuerzo inicial, normalmente por sorpresa (marcha o captura y evasión como prisioneros tras un tema) y con esas charlas básicas anteriores, se capacitaba al soldado para subsistir en una zona determinada de forma que pudiera vivir, moverse y combatir si fuera preciso o regresar a zonas propias de haberse quedado aislado, por ejemplo.

En principio se realizaba en modalidad casi siempre “costera”, en cualquier isla (calas o en acantilados de Famara, al norte de Lanzarote o incluso en Cofete, Jandía en Fuerteventura, cerca de la misteriosa Casa de los Winter… de la II GM) aunque, en ocasiones, tratando de compensar, también subíamos a medianías o en el interior (bosques o alturas de Laguna de Barlovento La Palma, al norte) tras unas buenas exigentes marchas ascendentes desde el aeropuerto tras los movimientos aéreos por los senderos del borde del cráter de la Caldera de Taburiente La Palma), por ejemplo, que hoy también serían imposibles dadas las innumerables restricciones ecologistas…

En ella se aprendía a subsistir a base de recursos locales, insulares sobre todo, y resultaba bastante dura física y sicológicamente. También se llegaron a hacer colaboraciones regulares con el MACAN. con balizajes y lanzamientos de cargas, localización de náufragos o fotografía aérea de dichas zonas para ver el grado de enmascaramiento y supervivencia. Entre los conocimientos y en función de la zona elegida cada vez, costa o interior, se instruía en concreto sobre vegetales o animales comestibles, fabricación de abrigos, improvisación de equipos, útiles o armas, incluso, pero siempre tratando de fortalecer su confianza y autoestima, ayudando al compañero, manteniendo la moral y siempre con el propósito de sobrevivir y triunfar gracias también a conocimientos de primeros auxilios o de orientación para regresar a líneas propias.

Denominábamos “casos particulares del combate” a otra fase subdividida a su vez, normalmente, en dos periodos de unos cinco días, en bosques y combate en población.

Trataba sobre las peculiaridades del combate en estos ambientas especiales reales existentes en algunas zonas del archipiélago. Habitualmente tenían lugar en el centro de la isla de Gran Canaria (Tamadaba o Pajonales, para bosques o paso de ríos en los embalses de Soria, Chira o Cueva de las Niñas en el centro de Gran Canaria) o en El Hierro (Pinar, Malpaso) y Corralillos o algún barranco cerca de la Playa del Cura en el sur de Gran Canaria para combate en población.

La segunda fase de “operaciones especiales” (contraguerrillas), de manera similar a la de guerrilla se trataba de aprender a realizar accionas tácticas de contraguerrilla: defensa de puntos sensibles, protección de itinerarios, batidas o cercos, en coordinación con las opuestas de guerrillas antedichas (golpes de mano, emboscadas, contra-cercos, etc.). Por tanto, solía hacerse en las mismas zonas de guerrillas, en cualquier isla, aunque normalmente en zonas muy variadas como Tamadaba en Gran Canaria.

La gran fase de combate en agua, en teoría era la fase más relajada sicológicamente, aunque no físicamente, y previa al verano. Durante estas prácticas de combate en agua se pretendía formar al personal al menos como nadadores de combate para que pudieran infiltrarse por agua en territorio enemigo, instruyendo a un pequeño número que fueran capaces de realizar en costa acciones de operaciones especiales.

Durante los veinte días de duración se atendía a una formación teórico-práctica de técnica de buceo, natación en todo tipo de recorridos, diurnos o nocturnos, progresivamente más largos (hasta 3 000 m) y entradas/salidas de costa, supervivencia en costa, táctica de aplicación costera, explosivos en agua y boga con embarcaciones neumáticas y otras. Todo encaminado a dominar técnicas de infiltración acuática con kayaks o embarcaciones neumáticas con/sin motor con una capacidad de casi dos secciones simultáneas y colaboraciones también con helicópteros del SAR (saltos al agua, recogidas, etc.) y transportes de la Armada (patrulleras y lanchas de desembarco) en progresivos recorridos y temas tácticos semanales.

Con algún apoyo de diplomados en buceo, un pequeño grupo muy especializado podría llegar a manejar equipos de circuito abierto de aire comprimido realizando cortos recorridos en inmersión y otras prácticas muy elementales con los equipos que contaba la COE y que ¡casi podía equipar a una sección! Esta instrucción está siempre orientada al mar, en al sur de Gran Canaria se realizaba durante casi veinte días en las zonas de las playas del Sur como Puerto Rico y Playa del Cura, previa fase de piscina en Las Palmas (piscina del propio, Regimiento, piscina del Regimiento de Artillería o incluso la olímpica del Club Metropol) y con algún apoyo civil de amigos de clubs de buceo privados como por ejemplo el de Puerto Rico. Siempre era de todas formas una satisfacción poder enseñar a nadar, al menos “flotar” y moverse” a los “patitos”, que por desgracia nadie les había enseñado antes…

Resto instrucción: otras materias

Estas fases o salidas, a su vez, se combinaban otras materias específicas bien en el mismo cuartel y, a veces, según circunstancias, si se necesitaba también en alguna salida mensual. El resto, salvo combate en montaña invernal (nieve), eran las que figuraban en el Programa de Instrucción General para las UOE que marcó en su día la Subinspección de Operaciones Especiales de Infantería del EME, seguramente confeccionada por personas tan experimentadas como Jáuregui o el mismo “Jaws” (Vázquez Soler) y lo desarrollábamos tal y como explico en las siguientes líneas.

El adiestramiento físico-militar tenía por finalidad preparar física y moralmente al soldado para mejorar sus posibilidades de combate, evaluando sus progresos en controles periódicos con la práctica de una hora y cuarto diaria. Se alternaba el cross (de hasta 12 km y otras actividades físico-militares (pista de pentalón y combate, carrera con uniforme o equipo de hasta 10 km con equipo, tradicional prueba de OE…), con los deportes -colectivos o militares- y los distintos sistemas de entrenamiento de moda en aquella época (interval training, fartletk, ritmo-resistencia, carrera contínua, etc.). Asimismo, se ejercitaba la preparación física específica antes y durante las fases de escalada o combate en agua, combinándola con varias sesiones de judo o defensa personal cuando se podía.

 En Rehoyas contábamos con un pequeño gimnasio y sala de pesas (muy empleada por algunos mandos canarios dedicados al culturismo…) y en el Regimiento, también gimnasio y una pequeña piscina, a veces sustituida por sesiones en el Regimiento de Artillería (pre-fase de agua), en la Base Naval o algunas sesiones en la piscina olímpica del Club Metropol, sin descartar alguna sesión de natación muy temprano en las playas de la ciudad como en Las Canteras o Las Alcaravaneras.

Con la formación moral y militar, a veces impartida por el propio capitán, se contribuía al conocimiento de la Patria así como de las generalidades de la legislación civil o militar vigentes de interés durante el servicio militar. Paralelamente se comentaban también casos y ejemplos actuales de guerrillas u operaciones especiales.

La práctica del orden cerrado se reducía al mínimo indispensable, realizándose normalmente semanalmente, para aprender con corrección y no olvidar los movimientos indispensables en los actos militares y fortalecer la disciplina y espíritu de unidad, especialmente previos a Juras de Bandera, desfiles, entregas de boina, Patrona, etc.

El objetivo de las prácticas de primeros auxilios era que todo el personal recibiera las enseñanzas necesarias para que, en las difíciles condiciones en que se desarrolla la vida y el combate de esta unidad fueran capaces de atender mínimamente a cualquier baja que se produjera, tratando de estabilizarla, hasta la llegada de personal experto o realizar cortas evacuaciones desde zonas difíciles. Para ello se abordaban temas como las heridas, hemorragias, contusiones, fracturas, ahogamientos, intoxicaciones y evacuaciones, impartiéndose casi siempre un curso homologado de socorrista por personal de la Cruz Roja de Las Palmas cuando se podía.

Las clases de armamento tenían por finalidad un conocimiento exhaustivo del mismo desde el punto de vista de máquina pero sobre todo de arma con especial atención a la seguridad. Se comenzaba por el individual orgánico y, continuando por el colectivo el soldado llegaba a identificar y conocer incluso, armamento utilizado por otras unidades o Ejércitos.

Mediante el tiro y sus ejercicios se proporcionaría a todos los componentes de la unidad los conocimientos e instrucción necesarios para llegar a ser buenos tiradores, llegándose por término medio a consumir hasta 700 cartuchos por individuo en una gran variedad de ejercicios de instrucción, combate, instintivos, nocturnos o en población con cualquier arma de plantilla pero sobre todo de la suya reglamentaria llevándose un control, exhaustivo en sus libretas de tiro inspeccionadas periódicamente.

Instruir al personal de la unidad en el manejo de los aparatos de radio y sus técnicas de utilización era la finalidad de las transmisiones en las que se trataban de VHF, el BCC-340, ligero y los AN/PRC-77, de alcance medio dentro de las islas o incluso algo superior con uso de repetidores o, también para algunos, más especializados, las estaciones vehiculares RACAL-COMCAL para distancias más largas y entre islas, haciendo uso de los lenguajes cifrados o convenidos a que hubiera lugar antes de guerrillas o importantes ejercicios.

Dar a conocer al menos someramente y practicar destrucciones elementales era el objeto de la materia de explosivos, en teoría hasta a tres niveles. Manteniendo en todo momento como preocupación primordial, como en el tiro, la seguridad personal, culminaban con el montaje y paso del conocido “pasillo de fuego” en el campo de explosivos de las Coloradas en La Isleta (a veces incluso utilizado como final de la prueba de la boina, si coincidía) donde se intentaba recrear un ambiente real de combate de máxima intensidad, con explosiones cercanas de cargas apropiadas seguras y bajo fuego de ametralladoras por encima entre pasillos de alambradas con importantes medidas de seguridad. Constituía una importante prueba de decisión, también clásica de casi todas las COE.

Todavía no se utilizaba el GPS, y con la topografía y un poco de interpretación de fotografía aérea, se trataba, como hemos visto, de proporcionar al soldado los elementos esenciales para utilizar mapas, fotografía aérea, brújula y otros procedimientos de circunstancias para moverse con seguridad de día o de noche por cualquier tipo de terreno, en patrulla, binomio o individualmente para realizar, posteriormente, su misión complementando otros trabajos de información sobre el terreno o fotografía fomentando siempre su capacidad de decisión e iniciativa. La parte teórica se podía iniciar en el mismo cuartel y alguna práctica, o recorrido mensual o semanal, diurno o nocturno, aunque los recorridos normalmente eran objeto como vimos de una fase en Los Corralillos (aeropuerto) aunque alguna vez en otras islas.

Mediante conocimientos elementales de fotografía se trataba de capacitar al soldado para obtener si fuera necesario información por dicho medio, realizando fotografías especiales en diversas condiciones de objetivos variados, panorámicas o, incluso, de documentos, completando y actualizando información sobre recorridos o zonas.

Aunque ya las mencioné de pasada al hablar de fases, la instrucción de combate y una táctica muy básicas, sobre todo, de operaciones especiales (guerrilla y contraguerrilla) eran la pieza fundamental para la formación definitiva del boina verde y con ellas se instruía al soldado para que fuera apto y capaz para cumplir durante el día y, sobre todo, de noche, las misiones encomendadas a nuestras unidades especiales, contando siempre que normalmente actuará en pequeñas unidades o grupos e, incluso, aislado muy lejos, a veces, de sus mandos naturales lo que le exigirá siempre, autodominio, control, voluntad e iniciativa.

Entre sus fases o modalidades podemos destacar las siguientes:

-Instrucción de combate individual, llegando a perfeccionar el tan conocido “orden de combate”, primero individual, con la instrucción básica del soldado desde la fase de instrucción y, luego, en equipos. Utilizamos las antiguas fichas “verdes” de instrucción del EME completadas por el famoso libro “Vencer” del coronel Sinforiano Morón Izquierdo que todos aprendimos y que nunca, creo, ha perdido su vigencia. Incluía aspectos como el de aprovechamiento del terreno, paso de obstáculos, misiones individuales (centinela, escucha, explorador, etc.), campos de minas, protección básica NBQ y salto de vehículos en marcha, entre otros.

-Instrucción en equipo (binomio o patrulla), con aspectos como avance colectivo, actuación y conducta con centinelas y prisioneros, evacuación de heridos, patrullas y operaciones aéreas con helicópteros o aviones (balizajes, embarque y desembarque).

-Ejercicios y temas tácticos como guerrillas, con acciones sobre todo de raids, golpes de mano o emboscadas y actuación como prisioneros, o bien, de contraguerrillas con temas como defensa de puntos sensibles, protección de itinerarios, contrabatidas y exfiltración de cercos. A menudo, dichos temas y ejercicios se combinaban en función del lugar, momento y circunstancias con combate en bosque o en población.

Como vemos, en esa época nos movíamos libremente por todas las islas, cuatro o cinco veces año, por lo menos, con el apoyo del Mando Aéreo (Aviocares T-12 y helicópteros Super-Puma de Gando o helicópteros Bolkow BO-105 del recién creado Batallón de Helicópteros de Maniobra en Los Rodeos, Tenerife) y, como no, de la Compañía Transmediterránea o de la Zona Marítima para transporte de algunos vehículos o impedimenta pesada o infiltraciones marítimas. Empezamos por las islas más orientales que dominábamos más y considerábamos casi como “nuestras”.

En Fuerteventura, “polvo, sol y moscas…” por ejemplo, pasábamos al menos más de veinte días al año, con nuestra salida de diez días y otros quince por lo menos de los ejercicios anuales “Fuerteventura” de la Jefatura de Tropas, unas veces con el Tercio Juan de Austria, III de la Legión y otras en contra, con entonces conocidos comandantes como Rubio Ripoll o capitanes como Coloma, Castro, etc… luego también en ambientes de OE.

Más tarde, pasaríamos a las occidentales, otro mundo, (La Palma, El Hierro o La Gomera) aunque respetando mucho la isla de Tenerife por ser sede de la COE “hermana” del Regimiento “Tenerife” nº 49 (nº 102 para algunos) en el Cuartel de la Mina, mandada entonces por mi antiguo profesor el capitán Olmedo (con cariño, el de “el recorrido de hoy va a ser largo pero difícil” o “a tierra, ar…” en mitad del charco en el tiro de Batiellas…) y luego por mi amigo Teodoro Baños que llegaría a ser Jefe del Mando de Personal del Ejército hasta hace poco, y con quien convinimos en hacer el primer ejercicio entre COE ya en 1989 cuando me iba y quedé agregado precisamente para dicho ejercicio que visitó el entonces capitán general Santos Bobo como también haría el aragonés Ferrer Forés, este siempre con su puro, en nuestras fases de agua en el sur de Gran Canaria.

La compañía en la isleta

Un hito importante en mi periodo fue la decisión de la Jefatura de Tropas y del Coronel del Regimiento de mudarnos al cuartel de la Isleta con el resto del Regimiento “Canarias”. Se hizo primero un proyecto por construcciones militares de los nuevos locales de la compañía, en el que felizmente pudimos “participar” aportando nuestras necesidades e ideas y, aproximadamente, a mitad de mi estancia hicimos la mudanza desde Rehoyas, casi un “virreinato” independiente (antiguo cuartel de La Legión y luego de la Bandera Paracaidista de reserva, con torre de plegado incluida…) donde había convivido la COE muchos años con la 3ª Cía. del Regimiento, las dos compañías de Policía Militar de la Jefatura y la Zona de Reclutamiento, con no pocos problemas… además de la idiosincrasia de la población civil circundante que no era precisamente muy favorable, aunque tenía ya cierta tradición. Hoy es un parque.

Las nuevas instalaciones nos convirtieron no cabe ya duda en parte del Regimiento, una compañía más que todos aceptaban e incluso miraban con cierto orgullo apoyándonos cuando fue necesario aunque fuera a costa de unificar algunos criterios en cuanto a régimen interior, servicios, etc. pero ganando mucho en administración, logística e, incluso, en facilidades de instrucción y, por supuesto, comodidad para la tropa y para nosotros. Mejoramos los locales y dormitorio con un aula, por ejemplo, comprando material didáctico nuevo (bancos, mesas plegables, etc.) moderno para entonces y almacenes para nuestro numeroso material y equipo que habíamos también homologado con cajones de la casa ARPA para su estiba en los frecuentes desplazamientos cada mes, así como oficinas y sala para trabajo de mandos, reuniones, etc. Sin embargo, en algún breve periodo, el coronel del Regimiento, diplomado en OE, por cierto, llegó incluso a imponer una “práctica” de seguridad al mes de un pelotón en festivo y otra en turno diario aunque no fue duradero… pudiendo disfrutar el resto de fines de semana normalmente de viernes por la tarde al lunes. Los suboficiales y cabos 1º alternaban el entonces servicio de semana y un oficial el luego denominado de cuartel, en principio para la compañía y en otra época por bloques con algunas otras unidades.

Al margen de todas las actividades relacionadas con la instrucción, esta unidad participaba en otras actividades militares y civiles como la festividad de la Inmaculada Concepción, Patrona del Arma de Infantería y celebrada en el Regimiento “Canarias” nº 50 con competiciones deportivas, actividades culturales y juegos cuarteleros, así como el acto solemne final.

Fue de destacar también en su momento la sobria y local casi, celebración del X Aniversario de fundación de la COE en 1986. No eran tiempos para grandes festejos…

También se tomaba parte en las procesiones de Semana Santa, participando con la escolta de gastadores y con una sección junto a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Virgen de la Esperanza de Vegueta el domingo de Ramos, en la Catedral de Las Palmas, tarea que hoy creo sigue realizando el propio Regimiento a quien, por cierto, se le impuso después una corbata en su bandera por dicha Cofradía.

Y tradicionalmente, en la Semana de la Fuerzas Armadas, la COE se encargaba de una exitosa exposición estática en el céntrico parque de Santa Catalina, realizaba alguna exhibición pública (ráppel desde edificios singulares, tabla de combate, etc.) o, simplemente, desfilaba el Día de las FF. AA. cuando fue necesario, como en Santa Cruz en 1986, con la otra COE, ante S.M. el Rey.

Tras estas fases, al año, llega la tan ansiada licencia del soldado en la que se solía combinar la alegría por el regreso a casa con un cierto sentimiento al dejar inseparables amigos… De ahí datan algunas curiosas y nostálgicas fotos que todavía pueden verse incluso en la web…

El final…

Personalmente, ya en 1988 había empezado a pensar que había conseguido regularizar la situación, disfrutar y hacer todo o casi todo lo que hubiera deseado al principio por lo que, siguiendo mi entonces casi “tónica profesional” de tratar de no entrar en muchas rutinas al llevar cuatro años, empecé la fase de correspondencia del Curso de Geodesia y a pensar en el futuro obligatorio curso de jefes. Al final, con ocasión de pasar a dirigir el Curso de Operaciones Especiales en Jaca mi antiguo y querido capitán Carbonell pedí la vacante y me la dieron, por lo que renuncié en la prueba final de dibujo del examen del curso de Geodesia y me presenté en Jaca como ya adelanté en otro artículo con nombres tan conocidos como Andrío, Balaguer, Varela, Cándido, Aradas, Gómez, Santamaría, Olay, etc. Pensaba que tras haber fundado la COE de Jaca y mandado una COE tan peculiar y, al mismo tiempo, bonita casi cinco años podría aportar algo nuevo a los futuros mandos de las COE pero, tengo que reconocer que, con la perspectiva que dan los años, la Escuela tampoco era “pura”, había cambiado, como las personas y, a lo mejor me equivoqué… Dejé la COE en febrero 1989 en manos de mi teniente más antiguo, Fali, en quien confiaba plenamente y… prácticamente ya solo supe casi hasta su triste desactivación… Como siempre, ¡cuánto trabajo, cuánto esfuerzo y sudores, con algunas vidas…!

Casi como conclusión, podría decir que las COE en Canarias y, en particular la que más conozco, la de Las Palmas fueron un acierto para la época en un potencial teatro de operaciones que podría proporcionar una herramienta como hoy se dice “asimétrica” para una posible y sorpresiva amenaza o un empleo en otros territorios como el Sahara si hubiera sido necesario en un ambiente subversivo o de guerrillas.

Es cierto que en esa época, los soldados de reemplazo no son como los profesionales de hoy, pero desde luego puedo decir que sus resultados globales dada su voluntariedad, dieron un rendimiento del que podemos sentirnos muy orgullosos siempre impulsados por unos mandos con una tremenda ilusión que trataban de insuflar siempre cierto realismo a pesar de la siempre precariedad de medios y sobriedad de ventajas. Fueron las últimas COE “románticas”, la época de los “guerrilleros”, siempre queridos y conocidos en sus respectivas zonas de actuación… y más aquí en Canarias. Después vendría otra nueva época con los Grupos y el Mando que muchos podrán juzgar… aunque desde luego puedo decir que, personalmente, seguramente fue el destino militar más bonito de mi vida… por sus satisfacciones y responsabilidades y a pesar también de muchos difíciles ratos.

Y así, terminando, como al final del día militar, el boina verde de Las Palmas, cansado pero orgulloso de su labor renueva sus tradiciones y juramento con algunas voces típicas y recitando los artículos del “Credo guerrillero” instituido por el capitán Álvarez del Manzano y que figuraba en un pequeño monolito en nuestra pequeña explanada con motivo de su décimo aniversario en el patio de la compañía de la Isleta al lado de la puerta trasera de vehículos hacia las Coloradas junto a otras placas de piedra con los nombres de los caídos.

De esta forma, aquel banderín verde, primero el antiguo de COE nº 103 y luego el moderno, honrará siempre a sus guerrilleros caídos –sargento 1º Bruna, soldados Lorente Vacas, González Quintana, Del Rosario, Galcerán y otros posteriores de entonces, con la permanente ofrenda de su servicio a nuestra Patria.

Y hasta aquí llegó mi estancia en esta magnífica COE… Solo me quedaría reconocer, siempre con nuestras limitadas virtudes y muchos defectos como humanos, el agradecimiento por su ilusión, calidad y trabajo a los que pasaron y me acompañaron por allí, mandos y soldados… Lástima que llegara un momento para su desactivación, aunque, como en el famoso Sitio de Zaragoza, siempre quedará alguien que nos recuerde más que por nombres, por nuestros hechos. ¡Gracias!

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