Coronel Diego Camacho López – Escobar
Teniente en la COE 11 (1972) y capitán en la COE 11 (1976)
El primer curso profesional que pude hacer al salir teniente fue el de operaciones especiales en Jaca, gracias al consejo y apoyo de mi amigo Jaime Perote Pellón, ambos destinados en el CIR 13.
Después de la maravillosa experiencia en el Sáhara, en la Agrupación de Tropas Nómadas, tuve mi primer destino en nuestra querida compañía de guerrilleros como teniente. Allí tuve el honor de servir a las ordenes de Raúl García Díaz y como compañero a Ricardo Castillo Algar, estupendo oficial y excelente persona, que años más tarde daría ejemplo a todo el ejército de hasta dónde debe llegar un jefe en la defensa de sus soldados, aunque sea a costa de su interés personal.
En esa etapa, mi paso por la unidad fue con más pena que gloria, pues en el mes de febrero sufrí en el puerto de Cotos un grave accidente de esquí que me dejó fuera de servicio hasta el año 73.
En enero de 1976 conseguí el destino de capitán de la COE 11. Además del estímulo profesional que suponía lograrlo, era también una aspiración íntima de poder dar lo que no había podido hacer cuatro años antes.
Fue un regreso fácil, los suboficiales seguían con el empuje y el espíritu de servicio de antaño. Aunque era una época complicada, pues por la política de personal existente era muy difícil poder contar con tenientes diplomados. No obstante, es de justicia rendir homenaje de profesionalidad y entrega a aquellos tenientes que llegaron a la unidad sin estar diplomados. Cuando llegamos a Colmenar, sin embargo, si tenía la COE dos tenientes diplomados, Jambrina (que ha fallecido) y Mayorga. Todos fueron artífices en mantener un nivel de instrucción acorde con la idiosincrasia y empleo de estas unidades. Por su parte, Córdoba, Rueda, Hilario, Rando, Lara, fueron sin duda los perfectos auxiliares que tuvo la compañía para sacar adelante el programa de instrucción.
Dicha planificación estaba dividida en fases, al estilo de Jaca, y animada por unos parámetros morales que intentábamos cumplir en toda circunstancia: 1) exigir solo aquello que fuéramos capaces de hacer previamente. 2) repetir las veces necesarias hasta que el resultado fuera el planificado. 3) generar la iniciativa y la capacidad de decisión a nivel soldado. 4) libertad personal en ratos libres, puntualidad en el servicio. 5) el castigo más grave es la expulsión de la unidad, aquí solo hay voluntarios.
El acontecimiento más grave durante mi mando ocurrió una mañana durante un ejercicio de combate en población, cerca de Cogolludo, cuando el soldado José Parres pisó una granada sin explosionar, que le voló el pie. Fue ascendido a cabo y posteriormente a cabo 1º, para poder ingresar en el cuerpo de mutilados. Muchos años después, en nuestros encuentros con otros compañeros, siempre le he visto animado del espíritu que tenía cuarenta años atrás.
Para mí fue una verdadera experiencia y un honor mandar unos soldados de remplazo, aunque voluntarios desde el minuto uno. Su comportamiento y dedicación me han ayudado a ser mejor jefe pues inducían una obligación moral hacia arriba. Tuve también la gran suerte de contar, en esta segunda etapa, con un equipo de suboficiales que me permitió desarrollar mi planeamiento operativo de manera completa. Fuimos un gran equipo.
La reestructuración orgánica de 1979, suponía el final de la primera época de las unidades de guerrilleros, las COE pasaban a convertirse en GOE. A nuevos desafíos, era conveniente renovar los equipos. Había tenido el honor y la suerte de ser el último capitán de la COE 11 en su primera época. Decidí cambiar de aires y dejar paso a gente nueva, con el convencimiento de que nuestro espíritu de boina verde es trascendente y perdurable, sea cual sea su orgánica.
Mi felicitación, en su cuadragésimo quinto aniversario, a todos aquellos que sirvieron a España en los diferentes GOE y que han mantenido vivo el espíritu guerrillero.
10 de enero de 2024
