Carlos Blanco Pasamontes
Antiguo Capitán de la COE 101/7
Palma, 15 de junio de 2019
Pasé la década de los 80 casi íntegramente en Operaciones Especiales (1980-1988), cuando yo tenía entre 24 y 32 años. Dos años como teniente en la COE 102 de Tenerife, y seis somo capitán en esta queridísima COE 101/7.
Cogimos el relevo a nuestros veteranos, entre los cuales tiene y tendrá siempre un especial lugar el coronel Montojo, grandísimo militar y excelente persona, que nos indicó a los que veníamos después el camino a seguir, expresado en esa certera frase grabada en la entrada de la COE y en nuestras mentes: “El sudor en la instrucción ahorra sangre en el combate”.
Ha sido el periodo más intenso de mi vida profesional. Nunca antes, ni después, he sentido parecida emoción u orgullo que los de estar al frente de un grupo de militares, guerrilleros… de reemplazo. Nunca, os lo juro, he visto tal entrega, abnegación, capacidad de sacrificio, por parte de un grupo de hombres, chavales entonces, entre 18 y 25 años, en un trabajo por el que no recibían remuneración alguna, lejos de sus hogares, familias y trabajos, con la única ambición de ser útiles a su país, y conseguir llevar en la cabeza una boina verde, lo que siempre nos hizo sentir que éramos… especiales.
Pero no solo eso: 30, 40 o 50 años después, aquellos chavales, hoy padres y abuelos, continuáis con el mismo o superior espíritu, con idéntico o mayor amor a estas siglas y a lo que significan. Con vuestro esfuerzo e ilusión mantenéis vivo el recuerdo de nuestras queridas COE, hoy integradas en el MOE; las COE, entonces y ahora admiradas y envidiadas por la mayoría de los ejércitos, no siempre bien entendidas por nuestros propios compañeros, que no terminaban de aceptar bien eso de que no hiciéramos servicios en los cuarteles que nos acogían, pero… ¡si nos pasábamos la mitad de nuestra vida en el campo! Hiciera calor o frío, lloviera o nevase, no había a nuestro pie risco vedado, nada impedía que saliéramos de maniobras todos los meses, entre 10 y 15 días cada vez, a dormir en el suelo, a pasar penalidades, sin quejas, jamás cansados, nunca buscando premios o prebendas ni haciendo caso de las críticas mal intencionadas (ni el bien le asombra ni el desdén le hiere) y siempre con la cabeza alta y el pecho henchido de orgullo, tan solo porque…éramos GUERRILLEROS.
Eran aquellos años en los que había que suplir con las ideas la falta de medios. Los fantásticos Reo eran helicópteros; los depósitos aerolanzables de 50 litros, balsas con las que exfiltrarse de un cerco, unos simples tacos de madera simulaban el explosivo, la avioneta del entonces brigada Bové, a modo de avión aliado lanzando cargas y víveres durante la supervivencia en S’Avall.
Aún recuerdo la impresión que a todos nos produjo, en aquellas maniobras en Cabrera, debió ser en el 86, en las que nuestro “enemigo” era el GOE I de Colmenar, cuando, escondidos en nuestras madrigueras, con uniformidades muy diversas y no demasiado ortodoxas, vimos el desembarco desde los imponentes Chinook de aquellos guerrilleros hermanos impecablemente uniformados, con un equipo completísimo, que venían a cercarnos. Parecía la batalla de David contra Goliat. Habíamos estado preparándonos en la isla durante una semana, y conseguimos una conjunción, un entendimiento sin palabras, en absoluto silencio, donde tan solo con una señal podíamos desplegar y abandonar la senda o el camino, replegarnos, romper… recuerdo también la efusiva felicitación del comandante Muñoz Manero, entonces jefe del GOE, impresionado por nuestra gran preparación, aunque no tanto por nuestra uniformidad…
Ante esa entrega por vuestra parte, los mandos no podíamos quedarnos atrás, era obligado predicar con el ejemplo: correr cada mañana en cabeza de la compañía, dormir en el mismo suelo que todos, con nuestra querida “plancheta” (qué hubiéramos hecho sin ella…), pasar el pasillo de fuego en cabeza, lanzarnos por el teleférico en la presa del embalse del Gorg Blau, entrar hasta el cuello en las aguas de S’Albufera de noche o nadar 6 kilómetros atravesando la bahía de Pollensa. Y eso pasaba factura al transcurrir los años. Los guerris siempre tenían 18 o 20 años y los mandos íbamos cumpliendo. Recuerdo que los primeros años, al invitar a que aquél que pudiera nos sobrepasara en la cuesta del CIR al regresar del cross, tan solo pasaban unos cuantos valientes. 6 años después, ante la misma invitación, solo quedaban detrás unos cuantos, entre los cuales estoy seguro de que había más de uno que se compadecía de sus veteranos mandos…
Normalmente teníamos el apoyo de los coroneles que se sucedían en el mando del Palma 47, en mayor o menor medida, dependiendo seguramente de la mayor o menor simpatía que tuvieran hacia esa “gente rara de la boina verde”, que están todo el día corriendo y cantando. Recuerdo el caso de uno de ellos, el cual, visitando la COE tras una salida en la que nos había caído la mundial y, al ver las tiendas parque tendidas en la terraza, dijo: “Ah, pero… ¿usáis tiendas? Pues no lo entiendo: demasiadas comodidades. Vosotros, los guerrilleros… deberíais dejar de usarlas”, y al explicarle que las utilizábamos tan solo para preparar las operaciones, almacenar material, reuniones de mandos, comidas… respondió: “Esas cosas pueden hacerse sin tiendas, ¡tras un matorral!”
Hay frases y recuerdos que solo nosotros sabemos entender y que nos llevan a aquella época:
1-La curva del pino.
2-La travesía de la Serra de Tramuntana, desde Formentor a Andraitx.
3-S’ Auquería y la familia de payeses, con su hijo Joan, vistiendo orgulloso la boina o mintiendo sobre nuestra presencia al bando de la contraguerrilla
4-El tema de evasión y escape en el invierno del 83, por toda la isla Mallorca, con los pisos francos en el barrio de El Terreno.
5-El pasillo de fuego en Cala Figuera.
6-La leche de pantera en la ceremonia de entrega de la boina, en la terraza trasera de la COE.
7-La ola de frío de febrero del 83, cuando se alcanzaron -12ºC en Mallorca, y nos pilló en el campo, en una salida topográfica, durmiendo sobre el terreno.
8-La bajada anual del Torrent de Pareis.
9-La casa de Massanella y los jabalíes de la zona.
10-Los latidos del corazón en los últimos momentos de una infiltración nocturna para un golpe de mano en los vivacs enemigos.
11-La travesía a nado de la bahía de Pollensa, con los marrajos en la imaginación, protegidos por buenos tiradores en las zódiac.
12-La media maratón en Cabo Pinar.
13-Los domingos de las salidas al campo en las discotecas de los pueblos (¡¡Andraitx, Bienvenidos!!).
14-Alan Llobera barnizado de oro.
15-Jose Otero disfrazado de moto, o acompañándonos en cualquier acto.