Comandante (reserva) Plácido Vergara Gutiérrez
Antiguo Sargento del GOE III
Por el hecho de tener su base en Alicante, una ciudad situada en la Costa Blanca, lugar estratégico como así ha quedado demostrado con el paso de los años, y de contar con un destacamento en Cabo Roig, el GOE III tiene una profunda relación con las actividades acuáticas. Sus amarres para embarcaciones en el puerto deportivo en la misma área subrayan esta conexión, permitiendo que esta unidad participe activamente en operaciones y actividades de instrucción y adiestramiento relacionadas con el mar. Esta vinculación le facilita una presencia constante en la costa y el aprovechamiento de recursos náuticos, otorgándole una serie de ventajas muy significativas.
En esos años era muy habitual que personal del GOE con la aptitud de buceo se instruyera y participara en ejercicios con patrulleras de la Armada y, en especial, con la Unidad de Buceadores de Combate con sede en la dársena de Cartagena.
Hecha esta pequeña introducción, paso a relatar una de esas colaboraciones:
Si la memoria no me falla mucho, creo recordar que fue a principios de otoño del año 1988. El GOE III participaba en un ejercicio de instrucción y adiestramiento con la Armada. El tema consistía básicamente en salir en una patrullera del puerto, dirigirse hasta un punto de coordenadas donde lanzar las IBS, realizar un “rendezvous” con un submarino, navegar en él hasta una distancia de unos dos kilómetros aproximadamente de isla Grosa y saltar al mar con el equipo de natación en superficie para alcanzar, sin ser detectados, el pequeño destacamento de la isla.
Embarcamos en la patrullera un equipo de unos 16 o 18 hombres con experiencia en actividades acuáticas, con el comandante jefe del GOE III a la cabeza. Íbamos en cubierta junto a las embarcaciones neumáticas y nuestro equipo de superficie. El mar estaba un poco agitado y, con el transcurso de la navegación, se fue picando aún más. Al alcanzar el punto de suelta de las IBS, ya había en el equipo un par de hombres totalmente indispuestos para continuar con el ejercicio debido al mareo por el movimiento de la patrullera.
Lanzamos una a una las IBS al agua y descendimos a ellas por la red colocada a tal efecto en el costado de la patrullera. En las embarcaciones neumáticas, el mar picado se hacía notar con más intensidad. Nos separamos del barco como buenamente pudimos. Tomamos rumbo y remamos con ganas en dirección al “rendezvous” con el submarino.
Con las últimas luces del atardecer, avistamos el submarino que nos aguardaba en superficie. Remamos hacia él y nos abarloamos como buenamente pudimos, pues el mar se había embravecido un poco más, si cabe. Una vez todo el equipo a bordo del sumergible, la patrullera, que nos había seguido para darnos seguridad, se hizo cargo de las embarcaciones neumáticas.
Era ya noche cerrada cuando el submarino comenzó su navegación hacia la zona de suelta de nadadores. No recuerdo el tiempo de navegación, quizás unos veinte o treinta minutos. En cubierta se veía perfectamente la línea de costa iluminada y, justo enfrente, mar adentro, entre bote y bote del barco, se adivinaba una pequeña luz perdida en la oscuridad. Esa luz era la del pequeño cuerpo de guardia del destacamento de isla Grosa.
Con los nervios a flor de piel, esperábamos luz verde para saltar al agua y comenzar con el aleteo. La cosa se demoraba y en cubierta no se estaba nada bien. El barco se movía muchísimo. En eso, aparece un marinero y nos comunica que por orden superior se suspende el ejercicio de natación pues la noche está muy cerrada, el mar picado y no es seguro para los nadadores.
Unos segundos de profundo silencio en el que solo se oye el batir del agua sobre el casco del submarino. De repente, la voz grave del jefe del GOE: “Detrás de mí”, y se lanza al agua. El resto del equipo nos miramos y, sin mediar palabra, nos lanzamos al mar tras nuestro jefe.
La cara de asombro que se le debió quedar a la tripulación. La verdad, no sé si hubo consecuencias por la decisión tomada por el comandante jefe del GOE III; pero lo que sí quedó de manifiesto es que sus hombres no dudaron ni un segundo en seguirlo y cumplir su orden.
En retrospectiva, esta experiencia refleja el compromiso y la determinación del equipo del GOE III. No solo se demostró su capacidad de adaptación y su coraje en condiciones adversas, sino también su lealtad inquebrantable a su jefe, un valor fundamental en cualquier unidad militar de operaciones especiales. Cada misión, cada ejercicio y cada decisión tomada en momentos críticos forjan el carácter y la cohesión del equipo, convirtiéndolos en una fuerza formidable y respetada en todas sus operaciones.