Comandante (retirado) Manuel Viózquez Cerón
Antiguo Brigada de la COE 31 del GOE III
Miércoles 4 de noviembre de 1987. Yo y casi toda España, por dejar un pequeño margen fuera, con muchos días de antelación estábamos pensando en el partido que tenía que enfrentar al Real Madrid contra el Oporto (gran equipo en esa época). Eso sería televisado por TVE en ese día a las 21 horas.
De buena mañana fuimos alertados de la posibilidad de inundaciones en la costa levantina. Se prepararon los vehículos, el personal y el equipo que pudiera ser necesario, en previsión de una posible ayuda por efetos el temporal que, desde muy temprano, estaba empezando a dar la cara.
A la COE 31, que estaba acuartelada, nada más salir del comedor, el capitán Acevedo nos dio la orden, recibida del comandante Perote, de montar en los vehículos y de prepararse para salir en dirección a Orihuela.
Inmediatamente, el convoy con los vehículos en marcha estaba listo. Se informó a todos los mandos y conductores de la posibilidad de que en el trayecto hubiera dificultades y que la dirección que íbamos a seguir era desde Alicante a Orihuela, escoltados por un vehículo de la Guardia Civil. A pocos momentos apareció un 4L de la Benemérita con dos agentes. Nunca supe la graduación que tenían, pero sí he de reconocerles el valor que tuvieron para desplazarse en ambos sentidos entre Orihuela- Alicante- Orihuela, por unas carreteras casi intransitables, montados en un vehículo que apenas reunía condiciones para circular con lluvia, barro y fuerte viento. La situación para turismos no era la adecuada por el dichoso temporal que descargaba abundante cantidad de agua en todo el Levante y zonas altas de la sierra del Segura. El recorrido nos sorprendió a todos y, en vez de ir por la carretera nacional, atajamos por entre Elche y Santa Pola, en lo que llaman en esta zona la Ruta de la Alcachofa. De una pedanía a otra, íbamos atravesando caminos en dirección a la localidad de Orihuela.
Llegado a un punto había una gasolinera, con un buen número de coches y camiones parados, estaba el tráfico cortado. La carretera había desaparecido en un tramo de unos 100 metros, una zona por donde la atravesaba una rambla. Solo se veía donde empezaba en cada lado y, en esos momentos, había desaparecido el asfalto; una parada momentánea para valorar la situación, advirtiendo a los conductores de los vehículos civiles que no intentaran seguir el convoy. Emprenden la marcha, primero los dos valientes guardias civiles con su 4L. Consiguieron atravesar la rambla a pesar de la fuerza del agua, seguidos del capitán Acevedo con su Land Rover y luego todos los demás con el lógico intervalo en el tramo de torrentera. Ya no tuvimos ninguna dificultad hasta llegar a una nave que nos tenían preparada, en la zona baja de la localidad, despejada y algo cutre.
Llegamos tranquilamente, porque tampoco hubo demasiadas incidencias, salvo que había un fuerte temporal con zonas inundadas; pero era lo casi normal en el llamado Nilo español, que con sus frecuentes desbordes se decía que “cabalgaba sobre la tierra”, enriqueciendo esta, producía en sus cultivos grandes cosechas. Lo malo era que en los afluentes del Segura en sierras adentro, se preveía una gran cantidad de agua, la riada que primero pasaría por Murcia capital y seguiría sumando fuerza riberas abajo. En Orihuela, las palmeras estaban haciendo reverencias, con sus ramas danzando de un lado a otro; empezaba a caer algunas gotas de lluvia; la nubosidad era cerrada, la clásica gris oscura, como muchas veces ha ocurrido en la Vega Baja, sobre todo en las épocas otoñales, la clásica gota fría. Aunque, a simple vista, nada nos sugería que pronto íbamos a ser fuertemente bañados.
Una vez instalados en la nave, lo primero que hicimos con la Policía Local y un concejal del Ayuntamiento, nos acompañó al capitán Acevedo y a todos los mandos de la COE en un vehículo para visitar las orillas del río Segura por donde solía desbordarse, fue ver cómo habían realizado los trabajos (con sacos terreros y una máquina retroexcavadora) tapando las posibles avenidas; aquello parecía bastante seguro y nos dio impresión de que, por mucha agua que cayera, sería muy difícil que el río pudiera causar algún problema. Visitamos varios puntos más, por si teníamos que ayudar a poner sacos para evitar posibles desbordamientos; finalizado esto, nos dirigimos hacia el Ayuntamiento, repasando previamente toda la parte más baja de la ciudad; comprobamos cómo en cada puerta se habían levantado unas barreras bastante altas para evitar las avenidas de agua al estar más pegada al río. Esto era una labor realizada con experiencia, año tras año, por cada vecino.
Seguidamente, en el Ayuntamiento, serían las 18 o 19 horas, el alcalde, en aquellas era un tal Cartagena, nos recibió muy amable para saludarnos. Entre otras cosas nos invitó a ver el partido dentro del Ayuntamiento, en la parte alta del edificio, una especie de altillo o torreta, en la que siempre estaba encendida por la noche una luz, según el alcalde, para dar confianza a la población para que supieran que siempre iban a ser atendidos. En una sala de reuniones, donde había un televisor, se podría ver el partido, cosa que nos alegró enormemente (sobre todo a los madridistas); se nos abría la posibilidad de poder disfrutarlo, ya que lo dábamos por perdido; además, aparentemente, se vivía un ambiente de tranquilidad, lloviendo algo, haciendo mucho viento; pero nada que pudiera hacernos imaginar la que se montó por la noche y el día siguiente. Atendidos amablemente, vimos nuestro partido; por cierto, el Real Madrid ganó contra un fuerte rival como era el Oporto.
Nada más terminar el partido, sobre las 23 horas, empezaron a llamar por teléfono informando de los avisos de desborde. Directamente empezó la misión de despertar y avisar a todas las casas del barrio más pegadas al río; el agua en algunos sitios ya nos llegaba por encima de las rodillas. Nos dirigimos a la nave donde teníamos montado el vivac. La lluvia ya era incesante y torrencial, lo que confirmaba una noche larga, dura y peligrosa.
Organizados los equipos de rescate, adjuntaron un policía local, porque el peligro más gordo se estaba produciendo en pedanías, no en la propia ciudad. Era dificultoso poder llegar a ellas de noche sin conocer el camino, con muchos puntos ya inundados. Nos tocó la pedanía de San José, con un pelotón reforzado en un camión Pegaso acompañado por el policía local entrado en años.
Sobre las dos de la mañana, aproximadamente, llegamos a la pedanía; empezamos a reclutar a todos los vecinos. El policía iba dando las órdenes oportunas para que todos fueran hacia donde estaba el camión Pegaso, mientras nosotros los íbamos acomodando de forma que se fueran sentando y poniendo sus bolsos de mano debajo de los asientos, dejando el centro libre para no estorbar, puesto que en el centro también tendría que ir personal. Como caso curioso se nos apareció un señor fumando un puro, que yo no creo que lo llevara encendido, y con un cerdo en el hombro. No podíamos llevar animales. Le dije que luego volveríamos por allí al hacerse de día. Estuvo poniendo resistencia hasta que el municipal se lo tuvo que dejar bien claro.
Una vez reagrupado todo el personal de la pedanía, aproximadamente 40, iniciábamos sobre las 04:00 horas de la mañana del día 5 lo más peligroso que era poder llegar al convento, zona elegida como centro de acogida. Las carreteras o caminos vecinales, a sus lados tienen unas acequias por donde habitualmente circulan las aguas de riego. Faltando unos 6 km hasta la ciudad, antes de cruzar el puente sobre el río Segura en una recta donde el agua bajaba totalmente pareja, no se distinguía absolutamente nada. Solamente veíamos una dirección en la que deberíamos seguir; el agua llegaba a medio camión; el conductor, en un momento de tensión, esfuerzo y aferrado al volante, me comenta: “Mi brigada, no puedo. Se me va el camión”.
En la cabina me acompañaba el policía local. Todo fue bastante rápido. La fuerza de la corriente llevó la rueda delantera derecha a empotrarse dentro del canal de forma oblicua. También podemos decir con la suerte de que esta se quedó medio atravesada, de forma que el vehículo se quedaba encajado evitando el vuelco y no podía moverse. El agua nos llegaba a la cintura y, con el susto correspondiente, di la orden de que bajaran rápido al personal para llevarlo unos 200 metros atrás, donde se veía una zona elevada. Tuvimos el tiempo justo de abandonar el camión y reagrupar a todos sin perder a nadie. En la evacuación iban tanto ancianos como mujeres y niños. Los segundos no existían, todo era un flas, con una inmensa preocupación por el gravísimo peligro que corrían todas las vidas.
El punto sobresaliente de unos 20 metros de radio estaba lleno de vegetación y arbustos, rodeado de agua, pero en principio a salvo. Comunicado a mi capitán y dando la referencia de lugar, le solicitaba la rápida evacuación en helicóptero, cosa que tendríamos que esperar a que amaneciera.
Mientras esperábamos el rescate, hicimos unas rozaduras a modo de pista de aterrizaje, a base de pisar los matorrales y arrancarlos como pudimos; todo esto realizado con todas las fuerzas del mundo en brazos y manos. Al clarear el día, en un momento determinado, apareció un individuo con el agua hasta la altura de los hombros que venía de unas casas cercanas en medio de la riada, diciendo que su padre se encontraba en una de las casas. Estaba imposibilitado y no podía andar. El agua continuaba subiendo peligrosamente. Con seis voluntarios (aunque se apuntaron todos), amarramos fuertemente una cuerda extendida hasta el primer sitio seguro de las citadas casas, rescatando al anciano en parihuelas hasta la zona de nuestro pequeño Sinaí, donde tomaría tierra el helicóptero.
Sobre las 08 horas se iniciaron las oleadas de evacuación. En una de ellas tomó tierra, en el estrecho hueco habilitado, un helicóptero con una reportera. Teníamos orden de no hablar con periodistas. Les dije que tenían que llevarse gente al despegar; pero esta, cerrando la puerta, mandó despegar sin ofrecer ayuda alguna (por suerte para ella y para mí, íbamos sin armamento). Seguimos con las oleadas de evacuación, hasta la última donde solo quedábamos cuatro guerrilleros y yo. En el punto donde nos refugiamos del agua y se procedió a la evacuación del personal civil, la prensa lo llamó, en días posteriores, El Ojo del Huracán. Al volar vimos el camión, ya casi totalmente cubierto por el agua. Así duró un par de días.
Mientras estaba hablando por radio con mi capitán, poco antes de ser helitransportados, me comunicó que la situación podía empeorar más aún. El río, que ya se había desbordado totalmente, iba ampliando sus orillas y unos tubos metálicos del trasvase que se encontraban aguas arriba atravesando todo el cauce del Segura, según los técnicos, estaban a punto de reventar. Si esto se producía, íbamos a tener muchísimos, muchísimos problemas. Lógicamente, esto se quedó entre el capitán y yo. Afortunadamente, todo el personal fue rescatado; aunque estuvimos a punto de darnos un paseo hasta Guardamar y más allá.
El camión no se pudo recuperar hasta tres días después, el agua solo le había dejado visible un trocito en una esquina de la caja. Al ponerlo en marcha, después de haber estado totalmente cubierto por el agua, tiró un chorro de agua inmenso durante casi un minuto por el tubo escape. Tirando con la dodge taller hacia atrás pudimos recuperarlo. Cuatro años después, todos los motores de los Pegasos tuvieron que ser reparados de las membranas. Durante los cinco días de las inundaciones funcionaron perfectamente en todas las zonas de actuación. El agua les pasó la línea de las puertas y por encima del motor que estaba en marcha debajo del agua, por lo que los Pegasos fueron fundamentales en las misiones del día 5. Luego los trabajos de ayuda a la población siguieron hasta las inundaciones del día 9.
El día 5 se incorporó el resto de GOE, concretarme la COE 32, con más embarcaciones y equipo. Una vez pasada la riada, la misión era suministrar alimentos, transportar al personal que debía ser asistido al médico o ser atendido por los sanitarios nuestros, así como el que tenía algún problema de medicinas, trasportarlos a una farmacia o llevarle el medicamento a casa. La naturaleza es inmensamente impredecible y, cuando decide soltar toda su fuerza, aunque luchemos como jabatos, es tan poderosa que es muy difícil poder vencerla.
Es también curioso que antes de que se produjeran unas circunstancias tan graves, ya nos encontráramos preparados para iniciar el rescate. Sin duda hubiera podido causar muchas muertes de no haberse actuado tan a tiempo. Nunca se lo he preguntado al capitán Acevedo o, al hoy día, coronel Perote, de si recibió realmente la orden de irnos a Orihuela inmediatamente, o lo intuyó como un palpito.
En aquella situación, creo que aparte del buen trabajo, la valentía, la entrega, sin dormir empapados con las botas (más que botas, escamas), sin comida, centrados solo en nuestro apoyo a la población civil, estos guerrilleros que estaban en esos momentos en la COE/GOE, hicieron muchísimo más grande la boina verde. Sacaron fuerzas de donde no las tenían para cumplir con su deber, dejando en las zonas de actuación un recuerdo permanente a los guerrilleros del GOE III, como se ha reconocido en múltiples actos y homenajes de reconocimiento.
Las vivencias de lo que en el momento de mayor peligro estábamos experimentando es difícil que se pueda trasmitir en una lectura, sin duda como en muchos momentos ocurridos a los componentes del GOE III. Hay veces que crees estar al límite, pero sacas energías de donde no hay, además se cuenta con la ayuda de ese Protector invisible, que siempre nos resguarda y, por ello, hemos salido adelante cumpliendo la misión y, lo más importante, sin pérdidas de vidas humanas, lo que dice mucho de la buena preparación, ejecución y entrega de este Grupo.
Después han venido otras inundaciones, fuegos, rescates de montañeros, de personas desaparecidas, rescate de barcos, ayudas en accidentes de tráfico, etc. En todas estas actuaciones la entrega ha sido inmediata, sin regatear el mínimo esfuerzo por muy dura que fuera la misión. Eso eran los mandos y guerrilleros del GOE III.
Video de la riada de 1987, memoria de un pueblo:
https://www.youtube.com/watch?v=OZoBfNmB3ZA
Documental, Última riada de 1987.
https://www.youtube.com/watch?v=jzAkL13kVrQ
https://vegabajadigital.com/se-cumplen-33-anos-de-la-riada-del-87-en-orihuela/
Dejo unos enlaces, no son del GOE III, pero como culturilla complementan un poco lo que se vivió, en ese momento y en ese lugar.