Coronel retirado Miguel Cervilla Lupión
Capitán fundador del GOE II (Granada). Antiguo Teniente y Capitán jefe de la COE 21 (Tarifa). Capitán del GOE II. Comandante jefe del GOE IV (Barcelona)
Extraído del Historial GOE Santa Fe 1985-1996 reducido. Pág. 61, dice:
“… el mismo día (7 de noviembre de 1989) el comandante jefe mandando el grupo al completo de sus efectivos y por diferentes itinerarios reconoce la sierra de Cazorla, las Villas y Huéscar, y como consecuencia de las catastróficas lluvias ocurridas en Málaga, el GOE II, por orden del gobernador militar de Granada, previo requerimiento del Gobierno Civil de Málaga al Gobierno Militar de Málaga y autorización del capitán general, recibe orden de intervenir. Personal del GOE II (COE PLMM y COE 22), al mando del comandante jefe, se traslada a Málaga con vehículos, zódiac y el material de buceo de la unidad. Con base en el cuartel de Segalerva, lleva a cabo la unidad trabajos de apoyo a la población civil, del día 21 al 24 de noviembre, principalmente limpiando arroyos, y evacuando viviendas entre los arroyos (Oyetas, Las Flores, Varadero, Los Pilones, del Cuarzo y el Café). De nuevo en alerta roja la ciudad de Málaga, la actuación esta vez es del día 27 al 1 de diciembre. Con personal de COE PLMM y COE 21, de nuevo la base en el cuartel de Segalerva y se llevaron a cabo trabajos similares a la fase anterior, en la barriada de la Barraquilla, cruces del arroyo Pilares y Yesera, arroyo Calico, limpieza de la barriada Sixto, arroyo Teatinas y desatascamiento de los túneles del Puerto de la Torre”.
La tromba de agua que sorprendió a la ciudad el 14 de noviembre dejó un panorama desolador.
El cielo de color caldera se ennegreció aún más y, a mediodía, se tuvo que encender el alumbrado público. Era el 14 de noviembre de 1989 y se desató sobre la ciudad de Málaga una tromba de agua que descargó casi 150 litros por metro cuadrado en una hora y media. Pero no paró ahí. Siguieron las intensas lluvias el día 15 y el 17, luego el 26 y 27 del mismo mes y el 8 de diciembre.
Los suelos sobre los que se asienta la ciudad tienen un componente de arcilla muy alto y estas son rocas muy impermeables; les cuesta mucho tragar el agua y cuando llueve varios días seguidos se saturan, así que todo lo que llueve, sea mucho o poco, no se infiltra y se queda en la superficie. Con un saneamiento insuficiente y arroyos colapsados se dieron las condiciones para que esta “tormenta perfecta” arrasara literalmente con todo.
Era una ciudad que no estaba preparada en absoluto para digerir esa cantidad de agua. Se produjo una invasión de caudales derivados de escorrentías en zonas urbanas. Arroyos como el de las Cañas y el arroyo del Cuarto, que dejaron toda la zona de Huelin, la explanada de la Estación, Cuarteles y Salitre anegadas.
Los servicios operativos empezaron a trabajar como locos, Policía Municipal, Bomberos, incluso los de Cultura, Deportes, Educación… todo el mundo a una, al tiempo que, en ese momento, el responsable del operativo era el Gobierno Civil.
Fue caótico. No había seguridad para que la gente saliera a la calle. Tuvimos que emplear máquinas para que los niños bajaran de las terrazas de los colegios. Me daba una sensación de mucha fragilidad; veías la tromba de agua y pasar por delante sofás, lavadoras. Qué situación tan dramática -sostienen algunos-. Negocios destrozados, daños familiares, ese mazazo de la inundación contagió en la gente de desánimo y tristeza.
Íbamos en un Land Rover y el agua nos llegaba al parabrisas. “Los camiones militares, las lanchas y los autobombas de bomberos eran la única forma de llegar aquí-, señala un periodista a quien no se le borra la imagen de ver la N-340 como un aparcamiento, con decenas de coches dejados por sus dueños para ponerse a salvo-. Todas las calles del polígono Guadalhorce y Santa Teresa estaban inundadas; el acceso era imposible. Fue una vivencia de las que no deseo a nadie. Se tardó un mes en recuperar la normalidad. Casi todas las naves y fábricas de los polígonos industriales de Santa Teresa y Guadalhorce quedaron anegadas por las aguas, lo que provocó que más de 2 000 personas permanecieran aisladas durante horas, hasta que fueron rescatados por el Ejército, la Policía o los Servicios de Emergencias. El río Campanillas hizo lo mismo. El Guadalhorce bloqueó el puente de La Azucarera, que era el único que había, así que la circulación oeste-este quedó cerrada. La Paz y La Luz, Las Delicias se inundaron totalmente”, añade y destaca el periodista que la situación fue catastrófica y que el sistema de evacuación de pluviales era insuficiente.
El Ejército envió a Málaga un millar de soldados para atender una petición del gobernador civil, Francisco Rodríguez Caracuel. Quinientos legionarios, una Compañía de Operaciones Especiales (COE) y otra de zapadores colaboraron en las tareas de limpieza y ayuda a la población civil tras las trágicas inundaciones.
Expuesto lo anterior para mostrar el panorama que nos íbamos a encontrar y que desconocíamos totalmente, voy a narrar lo que vivimos los integrantes de la COE 22 y los apoyos de la COE PLM.
La noche del 14 al 15 de noviembre de 1989, la compañía se encontraba acampada en las cercanías de Huéscar. Los días anteriores había estado haciendo recorridos de reconocimiento en la sierra de Cazorla y los dos últimos días, y por sorpresa, se realizó la prueba de evasión y escape. Acabada la prueba y disfrutando de un descanso muy merecido, sobre las 2 de la madrugada, se presentó el comandante Castillo en el campamento y avisa para que, con urgencia, me reuniera con él en la tienda de mando. Me comunicó que me debía dirigir a Málaga en apoyo de la población civil y me informó del estado en que se podía encontrar dicha ciudad.
De inmediato, reuní a los mandos. ¡Menudo despertar! Pensaban que íbamos a continuar con alguna sorpresa más del capitán. Dadas todas las órdenes para iniciar cuanto antes nuestro repliegue, primero hacia Granada y, posteriormente, a Málaga, había que recoger todo el campamento y su carga. Despertar a la tropa nos costó una barbaridad. Se tuvieron que emplear bien los mandos; se les formó y se les comunicó la misión que teníamos que desarrollar en Málaga. No se lo creían, hasta que la cosa se puso seria por mi parte y marqué tiempos máximo de estar preparados para dirigirnos hacia Granada, pasando por el puesto de mando del comandante, ya que se tenía que recoger de allí al personal de la COE PLM de medios que yo solicité (vehículos de ejes altos sobre todo) y los responsables con sus hombres del almacén de equipos de agua, material de campamento y del pelotón de administración (dinero).
La tropa, al ver que aquello iba en serio y que no era una triquiñuela para hacerles pasar por otra situación comprometida, se entusiasmó con ello y serían sobre las 5 de la madrugada, cuando llegamos al puesto de mando del comandante; se montó el alboroto correspondiente e, informados todos, había muchos voluntarios de las otras compañías que querían participar. No se estimó oportuno, pero se les indicó que si fuera necesario, tendrían que venir a relevarnos.
Recogidos el personal y los medios de la COE PLM nos dirigimos a Granada. La distancia es de unos 150 km, pero las carreteras no eran las actuales; tardamos dos horas. En ese trayecto, me tocó ir pensando en todo lo que nos iba a ser necesario, las cuales describo a continuación:
-Contacto con la autoridad militar coordinadora de nuestra actuación. En este caso el gobernador militar de Málaga, que lo ejercía el subinspector de La Legión.
-Asignación de zona de trabajos y medios de que nos podían proporcionar.
-Lugar de alojamiento, alimentación (raciones para empezar), dinero y combustible.
-Los medios que debía llevar: vehículos altos, remolque cocina, remolque aljibe o camión aljibe de apoyo, ambulancia y servicio sanitario; medios de agua: embarcaciones y motores y sus remolques, equipos de buceo en superficie y de inmersión, con sus compresores; material de escalada.
A las 8 del 15 de noviembre empezó la locura en el acuartelamiento; había que preparar todos los medios y realizar llamadas telefónicas a Málaga. Enterado de todo lo que nos incumbía, se tenía que poner horas para tener todo preparado y, así, poder salir. Mi intención era hacerlo habiendo comido en Granada, para lo cual el acuartelamiento nos adelantó la comida en caliente.
Pasé revista de los medios sobre las 12:30 horas. Un buen trabajo realizado por el personal de mi COE 22 y de los hombres de la COE PLM. Todo estaba listo.
Después de comer caliente, sobre las 2 del mediodía, salimos en dirección a Málaga con la inquietud de no saber lo que nos encontraríamos a la entrada de la ciudad así como en el desplazamiento al cuartel de Segalerva, nuestro alojamiento. Toda una sorpresa, aunque tengo que decir que, a nuestros hombres, ya no les sorprendía nada.
Según el gobernador militar, la zona que nos asignaron para trabajar (limpiar barro, desescombrar, ayudar al desplazamiento por viales inundados, etc.) iba desde el río Guadalhorce y su puente, en la carretera de Torremolinos que estaba cortada al tráfico, (ya que desde ahí hacia Torremolinos, se encontraba unidades de la Legión incluida una COE de la Bandera de Operaciones Especiales), hasta la salida de la ciudad por carretera hacia Motril, incluida la ciudad. Mucho trabajo, pero no estábamos solos. En nuestra zona trabajaban Bomberos y trabajadores del Ayuntamiento con todo tipo de medios.
Llegamos sobre las cuatro de la tarde del 15 de noviembre y nos adentramos navegando por las calles; sí, navegando. El agua llegaba muy alta en los vehículos. Entre las cosas que tuvimos que hacer fue la de bajar las embarcaciones de sus remolques y la cocina Arpa y meterlas en las cajas de los camiones que llevábamos de repuesto, pues flotaban. Por fin, llegamos a nuestro querido cuartel de Segalerva. ¡Menuda decepción! A continuación explico cómo era dicho cuartel:
Historia del antiguo cuartel de Segalerva:
El antiguo cuartel de Segalerva constituye uno de los pocos ejemplos de arquitectura militar del siglo XX en Málaga. Construido hacia 1920, se estructura en torno a un patio central. El cuartel está formado por cuatro crujías a dos aguas. La fachada principal da a calle Peinado. Se proyectó la adaptación de un antiguo almacén de productos agrícolas de 1891 como acuartelamiento ante la necesidad de albergar a las tropas de paso por Málaga con destino a la Guerra de Marruecos. En décadas posteriores, albergó la Intendencia Militar y la Policía Militar hasta que el Ministerio de Defensa decretó su cierre en el año 1998.
En este tipo de nave, nos alojaron con muchos materiales por medio, sin agua y sin ningún medios aprovechables. Pues nada, a currar, a limpiar y a dejar aquello decente. Obtuvimos agua proporcionada por los bomberos.
Allí estaban esperándonos personal militar del Gobierno Militar y un destacado miembro civil proporcionado por el Ayuntamiento, a petición mía, cuya colaboración fue imprescindible: tenía, el buen hombre, conocimientos de todo tipo y con las manos llenas de dinero.
Con el personal en marcha, nos pusimos a preparar las instalaciones, a distribuir los locales para el alojamiento (en el suelo con saco de dormir y plancheta) y a almacenar los materiales de todo tipo que llevábamos. Comenzamos a solucionar los problemas como el abastecimiento del agua. El enlace civil nos llevó a conseguir llenar nuestros aljibes, tantas veces como fuera necesaria; la alimentación, en unos supermercados próximos, todo fiado; duchas para cuando regresáramos llenos de barro, en unos colegios de internos cercanos; limpieza de ropa, en una lavandería también próxima. Todo, en principio, era gratis; luego llegarían los problemas de liquidación con el GOE y con el Ministerio del Interior que dijo hacerse cargo.
La alimentación que se proyectó en un principio fue desayuno y cena en caliente y la comida en frío (bocadillos) en las zonas de trabajo. No nos faltó nunca de nada. Nuestra cocina, como siempre, muy generosa y la población civil de donde acudíamos a prestar apoyo nos ofrecían lo que tenían: comida, bebida, tabaco, etc.
Dejé trabajando a los hombres y me dirigí a recibir instrucciones y presentarme al gobernador militar. Efectuado dicho cometido de presentación, nos reunimos todos los capitanes, representantes de BOEL, de zapadores de Sevilla (venían con sus máquinas) y nuestra COE 22, con el gobernador civil, el militar y representantes del Ayuntamiento. Nos pusieron en conocimiento la situación (allí había que currar y mucho). Hacía falta mucha mano de obra poco especializada y, en principio, la prioridad absoluta era la evacuación de personal civil de las zonas inundadas. Todas las tardes, de ahí en adelante, se tendría una reunión para informar de las novedades y asignar misiones para el día siguiente. Se solicitaron medios de los que no disponíamos: botas de agua, picos, palas, excavadora, perforadoras, etc.; al día siguiente, ya se tenían. También se solicitó personal civil que nos llevara a las zonas y expertos en alcantarillados.
Ese día 15 de noviembre, ya por la tarde, se salió con los camiones a hacer evacuaciones de personal civil y trasladarlos a zonas seguras.
Los días posteriores comenzaron siempre con una diana a las 7; a las 7:30, desayuno, bien contundente como era costumbre, y, sin más demora, al tajo, que lo iniciábamos sobre las 8. La comida llegaba a las zonas de trabajo en bolsas. Se paraba poco y se continuaba después de un descanso. Se regresaba sobre las 19 horas al lugar en donde nos alojábamos. Allí, unas duchas necesarias por el estado en que retornábamos y un lavado de ropa que, en principio, se hacía sobre uno mismo. Tengo que decir que de ropa íbamos justo; poca o nada teníamos limpia después de 7 días de campo que traíamos ya sobre nuestro cuerpo antes de empezar.
Sin solución de continuidad, se estuvo haciendo de todo por la ciudad hasta el día 24 de noviembre momento en el que fuimos relevados por la COE 21 y apoyos de la COE PLM.
Se mantuvo siempre un enlace radio con el gobernador militar, al objeto de atender cualquier incidencia con el GOE.
Se realizaron todo tipo de trabajos de pala y rastrillo en calles e, incluso, en alguna casa particular. Se desatascaron de materiales ramblas encauzadas y puentes. Las embarcaciones y el material de buceo se usaron en contadas ocasiones. El material de cuerdas de escalada solo se usó en cuestiones de seguridad y anclaje de personal.
En la otra zona de la Legión, se tuvieron que emplear bien; pues tuvieron que extraer en la zona del polígono a mucho personal que se encontraban aislados en los locales y almacenes. Los propietarios de locales de maquinaria pesada se pusieron a disposición de ellos y de todos los que necesitamos su ayuda. A parte de cedernos sus botas de agua, palas y rastrillos para quitar barro de viales.
Nuestros zapadores aparecían en los lugares en los que se les necesitaban a cualquier hora del día o de la noche.
El día 24 de noviembre fue relevada mi compañía por la COE 21 y apoyos de la COE PLMM. Estuvieron hasta el 1 de diciembre realizando las mismas misiones mencionadas anteriormente.
Resultado de las inundaciones
Ocho personas fallecidas y millones en pérdidas
Francisco y Dolores, la pareja de Portada Alta, padres de seis hijos, murieron en su propia casa. A ambos hay que sumarle el fallecimiento de Sebastián, un niño de 15 que, a bordo de un camión que le ayudó a cruzar el Guadalhorce, cayó, se golpeó la cabeza y murió ahogado. También murió, en estas inundaciones, Casimiro en un accidente de tráfico en Las Pedrizas conduciendo una ambulancia en la que venía a Málaga para ayudar desde Jaén.
Francisca murió cerca de Almejía. Su cadáver apareció durante la mañana del 16 de noviembre. Iba en el coche junto a su marido que pudo salvar su vida. Las lluvias siguieron llevándose vidas los siguientes días. El 17 de noviembre, en Villanueva de la Concepción, también falleció Antonio. Un arroyo cercano al pueblo se lo llevó cuando conducía su todoterreno. Unos días más tarde, en las inundaciones del día 26, murieron Bernabé, en el arroyo Totalán, y Carmen cuando estaba tranquilamente en su casa situada en la barriada de La Pelusa.
Anécdotas
La de los veteranos altruistas
Después de llevar en las inundaciones unos cuatro días, empezaron a presentarse en el cuartel donde nos alojábamos antiguos miembros de unidad, ya licenciados, y que querían colaborar en la ayuda. A todos los conocíamos. Allí estaban con nosotros, viviendo las mismas circunstancia que todos nosotros. Les alojé en la dichosa nave y les daba de comer lo mismo que a los demás. Eran nuestros veteranos. De esto no sabía nada el gobernador militar o no quiso saberlo. El caso es que ya había unos 40.
El gobernador civil, junto con el Ayuntamiento, habían hecho una oferta de trabajo a voluntarios con carné de paro de las provincias andaluzas. La oferta era bastante generosa: sobre unos 50 € actuales por día de trabajo sin perder el paro. Se presentaron unas 30 personas de una convocatoria de 200 y, por mucho que se impulsó la convocatoria, pasaban los días y allí no iba nadie.
En una tarde de esas reuniones que manteníamos, expuse al general gobernador militar y en reservado lo de los voluntarios que tenía en los locales. Se rio y entendió el trato que les dispensaba a los veteranos. A continuación, me preguntó que qué pretendía. “Pues convencer a los civiles de que los contraten”. No tenían carné de paro ni eran andaluces. Yo tampoco había hablado con los veteranos al respecto. El caso es que me escucharon las autoridades civiles y el general me apoyó con la iniciativa. Pero había un pero: tenían que comprobar cómo trabajaban y disponer quién se iba a hacer cargo de ellos como capataces.
En la nave donde descansaban los veteranos licenciados, los reuní y les informé de la idea. Se sorprendieron y, de ser altruistas, pasaron a trabajar por 50 € diarios. Todos estuvieron muy conformes. Pero me pidieron seguir alojándose en las instalaciones y comiendo, previo pago, de nuestra cocina.
No hubo problemas: los vieron trabajar al día siguiente y los capataces fueron los que designamos nosotros entre ellos, cabos 1º y cabos.
Desconozco hasta qué fechas se alojaron allí. Mi compañía se fue y allí quedaron.
La de la limpieza de un cauce de rambla
Voy a relatar de un error que nos podía haber costado muy caro.
Nos encargaron limpiar un arroyo que iba encauzado. Estaba taponado con ramas y corría el peligro de que, al salir el agua, un puente cercano se derrumbara.
Había que hacerlo a mano. Se disponen de hombres aguas arriba y hombres agua abajo. ¡Qué error! Al cabo de un buen rato de faena, el agua comenzó a filtrarse por el tapón y los hombres comenzaron a poner más empeño; tanto que, al ver los de aguas arriba que aquello empujaba se salieron del cauce. Los de aguas abajo del tapón no fueron avisados. El agua rompió el tapón y los seis guerrilleros de aguas abajo salieron liados con los materiales, corriendo los que estaban fuera del cauce tras ellos y tirándose a cogerlos. Los sacamos a todos, pero el susto fue de órdago. No se debe de colocar personal aguas abajo nunca.
Día de la patrona 8 de diciembre de 1989
Esto no viene en el Historial de unidad.
Por la tarde del día de la Patrona, sobre las 17:00 h, cuando estábamos “dándole al prive”, a los pasteles y a todo lo que se presentara en los bares de oficiales y suboficiales del acuartelamiento, me dice un compañero, cuyo grado no recuerdo, que en un despacho cercano al bar me esperaba el gobernador militar de la plaza y que era urgente.
Me presenté. No iba muy cocido, pues yo bebía poco. Me comunicó que no le había sido posible localizar al comandante Castillo y que el GOE tenía que salir de nuevo hacia Málaga porque se habían repetido las lluvias torrenciales. Tenía que reunir lo antes posible un personal al estilo de la vez anterior, dirigirme a Málaga y ponerme a disposición de las autoridades.
Ya os lo podéis imaginar. Se acabó la juerga y tocó comprobar si funcionaban las tarjetas de alarma, jejejeje.
Ya de nuevo en el bar, llamé a los tenientes que se encontraban, fueran de la compañía que fueran, con el consiguiente cachondeo hasta que, muy serio, elegí a los que se venían conmigo. Ordené reunirnos con las mujeres, comunicarlo, coger pasteles y champán y subirlas con nosotros a las salas de reunión. Había que dar alegrías también a los que se iban incorporando. Se puso en funcionamiento el sistema de alarma y se fue llamando a mandos y tropa ausente, las tarjetas de alarma funcionaron.
Y allí estuvimos hasta altas horas concentrando el personal y material necesario. ¡Las caras de los que se incorporaban eran dignas de ver! Llevamos a las mujeres como pudimos a los domicilios, con la reticencia de alguna para que no designara a su marido para acompañarme. Al amanecer, después de desayunar, salimos de nuevo para el tajo en el que estuvimos hasta el 18 desempeñando, de nuevo, las mismas misiones que anteriormente.