Capitán José Antonio Canedo Maroño
Antiguo Sargento, Alférez y Teniente del GOE III
Me incorporé a mi destino en el GOE III el 1 de febrero de 1995, procedente del 3ª Tercio de la Legión, todavía en Fuerteventura.
Al principio me sorprendió el clima de Alicante en febrero, igual que el de Canarias, aunque unas semanas más tarde, en mis primeras maniobras, las Tractor en la Sierra de Alcaraz, me vi tapando los huecos del parabrisas de la Dodge que nos aproximaba al punto de suelta, con la envuelta del bocadillo (de atún con tomate, para variar) para taponar la lluvia a raudales y no empezar mojado la salida de dos semanas.
No sé lo que hizo que fuese a parar a la COE 32; nada en particular, seguramente, pero por mi parte fue una suerte.
Recuerdo cuando estaba en EGB y mis amigos sabían distinguir un Simca de un 600. Yo no, pero ya diferenciaba el T-55, T-62, T-64, T-72, Leopard 1, Leopard 2, PT-76, AMX-13, SK-105 Kurassier, Chieftain, Challenger, BMP-1, BRDM-2 y un largo etcétera. También me gustaba hacer maquetas de ellos.
Por aquel entonces la 32 se especializaba en Reconocimiento Especial y yo fui a caer en la sección del teniente Téllez. Enseguida me vi encargado de impartir Identificación de Material.
Con independencia de la fase (agua, montaña, nieve…) en la que estuviésemos, siempre programábamos alguna teórica, ya fuese con el proyector de diapositivas a cuestas o con apuntes.
También fue la época de la creación de la Sala de Identificación de Material (SIM), con un equipo magnífico. Manolo García, José Catalá y Óscar. Ante el inminente ascenso de Manolo García y la falta de certeza sobre que pudiese obtener otra vacante en el GOE III, se me asignó a la SIM en caso de que no fuese así, mientras se encontrase una solución más permanente, para que el trabajo no se viese interrumpido.
Sin embargo, cuando afortunadamente consiguió su vacante, yo vi cómo mi destino a la SIM no parecía tener visos de finalizar y se me empezaban a asignar esporádicamente tareas de S-3. Debido a que yo tenía buen nivel de inglés y algunos conocimientos de informática (algo casi herético en un sargento guerrillero, en opinión de mis antiguos) empecé a ver cómo la sombra de un despacho se cernía sobre mí…
A los sargentos de cuartel se les podían asignar a veces las tareas más peregrinas. En una ocasión tuve que recopilar la edad de la tropa de la COE 32. No sé muy bien por qué me dio por hacer la media y resultó que yo tenía la misma edad media que ellos, ya profesionales.
Siempre he tenido muy buena sintonía con la tropa, quizá fuese por eso. Uno más, pero con más responsabilidad. Pero también tenía muy claro que era demasiado joven para acabar metido ya en una oficina, así que, con la finalidad de alargar mi vida operativa, fue donde se plantó la semilla de la idea de ingresar en la Media. Una huida hacia adelante. Para ser uno de aquellos oficiales que se pasaban muchos años operativos y de hecho así acabó siendo.
Pasaron por allí muchos guerrilleros. Es difícil establecer los empleos en cada momento y muchas veces he memorizado más el nombre de guerra, algo que yo potenciaba, que el nombre propio.
Cabo 1º Sáez, Cifuentes, Ruiz, Cabo 1º Rubén, El Rata, El Animal, Aracil, Folgueiras, Godino, Bruno Rousseau, Goñi Gorka Garmendia, Miguélez, Nogueras, Yogui, García El Paraca, Frutos Ballesteros, Sosa, Vera, Lobo, Madriles, Velasco, Johnny, El Marine… Y decenas, quizá cientos más. Todos tipos especiales y con carácter, como no podía ser de otra manera.
Una de las prácticas de aprendizaje de Identificación de Material en la SIM más detestada era la de dibujar a pulso un vehículo, normalmente una maqueta a 1:35. Yo nunca he sido buen dibujante tampoco, pero era una buena práctica porque obligaba a fijarse en los detalles.
Con ocasión de un ejercicio en Santa Margarida, Portugal, durante la preparación de la misión estuvimos estudiando el material específico de los portugueses. Nos insertamos y establecimos un puesto de observación sobre un cruce, en una plantación de eucaliptos, demasiado limpia a nivel del suelo, perfectamente alineados y con pocas ramas a baja altura, ni mucho menos ideal, pero era lo que había. Por la noche salíamos a hacer reconocimientos del área, buscando objetivos para los Alpha Jet de nuestro bando y, por el día, manteníamos observación sobre el cruce e intentábamos dormir algo. Hacía mucho calor. No podíamos enterrarnos y a duras penas ocultarnos, así que nos distribuimos al pie de cada eucalipto. Era imposible dormir más de un par de horas seguidas, porque en cuanto se movía la sombra y el sol alcanzaba una bota (de cuero negro) no quedaba más remedio que desplazarse de nuevo.
Estando de puesto Frutos Ballesteros, vino a explicar un vehículo que acababa de ver pasar y no reconocía y no era capaz de describir. Empezó a garabatear con una ramita en la tierra intentando hacer un dibujo. Recuerdo mirarle con malicia y decirle “menos mal que eso de dibujar no servía para nada” y nos reímos. Al parecer, el día que repasamos el material, él estaba de servicio y no vino a la teórica. Uno de esos casos de “estaba de cuartelero ese día” pero esta vez era real. Resultó ser un MIM-72 Chaparral, un vehículo americano bastante exótico, que solo Portugal tenía en Europa, con la dificultad añadida de que iba sin montar los misiles AIM-9 Sidewinder, que hubiesen sido muy buena pista de entrada y, probablemente, cubierto con las lonas de transporte.
Luego llegaba la pesadilla de transmitir la información con la PTR y el DMT y la limitación absoluta de transmitir en VHF con las BCC y las AN/PRC-77 para evitar la detección. Debo reconocer que siento cierto rencor por todo aquello, ahora que veo cómo vuelan libremente los UAV por Ucrania, controlados vía radio y transmitiendo vídeo en color en tiempo real sin que nadie parezca capaz de detectarlos ni detenerlos. Estaría bien que alguien me lo explicara algún día.
Nuestra orgánica y procedimientos hicieron que nos adaptásemos con facilidad a las misiones de PRE que desempeñamos durante varios años en Bosnia y que constituyeron una experiencia formidable para todos los que participamos.
En la esencia de nuestros cometidos, las misiones doctrinales de Reconocimiento Especial hacían que fuésemos los que primero se insertaban en los temas, los que más cargábamos en las mochilas para subsistir toda la misión y de los últimos en salir.
Era un trabajo que implicaba estar constantemente en el campo, lo cual desde mi punto de vista era estupendo y se acumulaba una experiencia imposible de obtener de otra forma, eso sí, a costa de muchas horas y espaldas doloridas, pero que algún día acabaría siendo una buena base para la formación de los Tiradores de Precisión.
