Guarnición de las Islas Chafarinas. Abril 1986 y junio 1987

Comandante (retirado) Manuel Viózquez Cerón

Antiguo Brigada de la COE 31 del GOE III

Desde la incorporación de los nuevos tenientes y sargentos a la COE 31 y su conversión en tipo A, no solo se mantuvo el buen nivel de trabajo y esfuerzo, sino que los recién llegados aportaron nuevas energías, llevados por una competencia sana entre las tres secciones de la compañía. Su plena integración coincidió con las nuevas misiones para defender una parte de nuestra querida España en tierras africanas, las islas y peñones de soberanía, en un momento de elevada moral, alto nivel de instrucción, capacidad y compañerismo. Voy a relatar las dos ocasiones que estuve en Chafarinas, en abril de 1986 y junio de 1987

Abril 1986

El capitán José Acevedo Espejo al recibir la orden de iniciar los preparativos para el próximo relevo en las isla Chafarinas, la primera hipótesis era de que se trataba de una misión con máxima tensión militar, además de tener que relevar al cuerpo de Regulares, que eran los que habitualmente hacían estas vigilancias. Se carecía de experiencia en el traslado de tropas durante un largo periodo de tiempo y a gran distancia, con diferentes medios de transporte, por carretera, tren y helitransportados, con dislocación final de tres secciones y una pequeña plana mayor, es decir las unidades orgánicas de la COE tipo A actuarían por separado.

El capitán Acevedo con el brigada Viózquez y su planilla más la sección del teniente Colomina, (que en esas fechas se encontraba de baja por la caída en un ejercicio de guerrillas), irían a las islas Chafarinas; una sección al mando de su teniente Demetrio Muñoz al peñón de Vélez y la tercera a las órdenes del teniente Fullana, ocuparían Alhucemas. La previsión de armamento munición, equipo y víveres tenía que hacerse, por lo tanto, para tres grupos diferentes, teniendo en cuenta los víveres no precederos. El traslado sería desde Molino Paya en vehículos, se tenían que cargar todo el equipo, viandas, etc., de forma que, al llegar al vagón del tren, más el traslado a la base de Málaga y luego el traslado en helicóptero de cada grupo, se mantuviera siempre junto, pero separado en tres grupos, uno para cada uno de los destacamentos.

Al llegar a la estación del ferrocarril de Játiva, la carga y descarga se realizó con normalidad y prontitud, pero hubo problemas con el vagón de personal, cuyos asientos los teníamos reservados, pero al no controlarlos el revisor, estos venían ocupados por personal civil, que no tenían conocimiento de que allí no podían sentarse.

Tras una hora o más de espera, el tren inició la marcha hasta la ciudad de Málaga, desde donde continuamos (después de volver a cargar todo el material y equipo en los vehículos que nos recogieron) hasta el cuartel de Torremolinos.

Al día siguiente, desde el aeropuerto próximo se iniciaron los traslados con los helicópteros Chinook, primero a Chafarinas y luego al resto de peñones, aunque hubo una avería en uno de ellos, motivo por el que un relevo se tuvo que aplazar al día siguiente.

Mis comentarios se van a centrar en las tres islas Chafarinas (Isabel II, Congreso y del Rey) donde estábamos ubicados durante todo el mes. Al llegar, la atención en todo lo que nos rodeaba era máxima; así, rápidamente, empezamos haciendo el relevo con la guarnición que salía. La inquietud vivida durante la preparación y el traslado se fue sosegando con las preocupaciones lógicas de nuestra misión, empezamos a poner los pies en el suelo y ver que iba a ser más llevadero de lo esperado.

Repartidas las misiones y los cuadrantes de guardia pertinentes, empezó un programa de instrucción diario, compaginado con el mantenimiento de las instalaciones.

Agregados en comisión de servicio contamos tanto con personal militar (oficial de transmisiones y un técnico de la RTM) como personal civil (el técnico de motores para electricidad y el panadero acompañado de su esposa).

Por la época que nos tocó la misión, el tiempo era de bonanza; pero algunos días y noches resultó alborotado al entrar el viento de levante dirigiéndose al estrecho. Hubo noches que mantenerse en la cota de la isla era todo un reto para los centinelas, patrulla y el mando que le tocara ese día servicio, que frecuentemente revisaba los puestos de centinela, siendo este el de mayor preocupación. Por este punto merodeaban un pequeño rebaño de ovejas que, junto con los dos mulos, estaban sumados en el estadillo de relevo (posteriormente nos referiremos a ellos).

Entre los ilustres guerrilleros que tuvimos en aquella época se encontraba el cabo primero Marcote (q.e.p.d.) con el que compartí el desgraciado accidente que le costó la vida en Jijona; excelente guerrillero veterano apreciado, a la vez, por mandos y tropa. Con una astucia fuera de lo común llegó un día a decirme que en el rebaño había un cordero de más, con lo cual el estadillo no cuadraba, habría que hacer algo, o darlo de alta, o hacer que se fuera nadando hasta Marruecos; decidimos la segunda opción, con lo cual se cuadró perfectamente el estadillo para el siguiente relevo. Otra pareja muy destacada era la que formaban el binomio de Calomarde y el llamado cariñosamente Tortugo, auténticos manitas en la mecánica. Se encontraron que en la isla había un tractor viejo, abandonado, totalmente averiado. No figuraba estar incluido en ningún inventario. Entre los dos se pusieron manos a la obra y consiguieron que el viejo, enrobinado y desguazado tractor, sorprendentemente, funcionara con lo que ya teníamos vehículo para el transporte de la basura y las necesidades de carga que surgieran en cada momento.

 

La basura anteriormente se tiraba con uno de los dos mulos, que figuraban a cargo en la isla, uno de los dos, especialmente entrenado, ya lo había hecho en el relevo anterior. Se enganchaba a un carro para trasladar la basura hasta un acantilado, donde era arrojada directamente al mar. Debemos tener en cuenta que en aquella época no había contenedores que pudieran esperar hasta la llegada del barco de apoyo, que cada quince días hacía el suministro de agua, gasoil, víveres y algún otro material, a las islas y peñones. Este mulo que era conducido por un experto guerrillero en el trato y manejo de animales de cuerda realizaba todos los días su trabajo y al terminar era ricamente compensado con su baño, cepillado y comida reglamentaria.

Un día me vino corriendo el guerrillero Santandréu, diciendo con unas casi indistinguibles palabras: “Yo so-so-so-so y el mulo no so-so, no so-so”. A lo que le dije: “Tranquilo, dime despacio lo que pasa” (para terminar de complicar las cosas, normalmente ya se enganchaba un poco al hablar). A lo que volvió a responder: “Qué yo so-so y el mulo no so-so”. Le dije: “Pero eso qué quiere decir”. “Mi brigada, que el mulo se ha caído por el acantilado”, no tan nítido pero se le entendió. “¿Pero a ti no te ha pasado nada?”. “No, porque he saltado a-a-a tiempo”. Nos acercamos a realizar la comprobación visual; efectivamente, en el fondo del acantilado de unos 12 metros de altura, con marea baja, se encontraba un mulo enganchado a su carro, lógicamente, muerto.

Lo siguiente era dar un parte por escrito, dando la explicación detallada, solicitando la baja del mulo en el estadillo reglamentario. Dando gracias a ese que siempre nos ayuda desde el cielo, de que Santandréu hubiera saltado a tiempo, ya que el movimiento que hacía montado en el carro, con el animal enganchado, tirando de las bridas para aparcar de espalda, retrocediendo hacia atrás hasta el borde del acantilado, donde a la orden del guerrillero se detenía el mulo, quedándose quieto para poner el freno del carro y proceder a la descarga de la basura, en este caso la acémila, por lo que fuera, no atendió a las órdenes de pararse en el punto indicado, retrocediendo unos pasos, lo suficiente para que el peso del carro se lo llevara en una fatal caída libre.

Una mañana, en uno de los paseos por la isla, el capitán Acevedo, tuvo la mala suerte de lesionarse en un tobillo, siendo evacuado para realizarle las radiografías y curas correspondiente, sin que al principio como es lógico, supiéramos exactamente de qué se trataba. Una vez escayolado en la plaza de Melilla, fue evacuado con lo que terminaba su misión regresando a su domicilio.

Consecuencia de este hecho y tras muchas consultas de generales con llamadas telefónicas desde Sevilla y Melilla, comprobando sí el brigada Viózquez podría hacerse cargo del mando de la isla, con todas las instrucciones confidenciales que esto conllevaba, teniendo en cuenta que quedaban unos 15 días para finalizar la guarnición. El comandante militar de Melilla decidió que el brigada Viózquez siguiera al mando de la isla, hasta el relevo y la liquidación de final mes en dicha plaza, dando parte del correspondiente relevo, cosa que realizó junto al teniente Demetrio, procedente del peñón de Vélez y en aquellos momentos por antigüedad, le correspondía el mando del COE 31.

En unos de los días que me tocaba servicio, visitando el puesto de la cota, donde se encontraba la antena de transmisiones, se veía aparecer la sexta flota de los Estados Unidos, con un fuerte ruido de los motores, que se oía a larga distancia, una impresionante visión, de navíos y portaviones, recortando su silueta en el mar, ni que decir tiene que se dirigían a Libia, en busca de sus objetivos en la operación “Cañón El Dorado”.

Por lo demás, la estancia en la isla fue realmente tranquila, realizando reconocimientos en las otras islas, buceando los días que se podía en la zona de sotavento, de vez en cuando se cogía algún percebe o pececito, que servía como apoyo a la alimentación y cambiar los sabores de del menú del día.

Como diversión en la isla, mucho deporte, partidos de fútbol sala, para descanso se tenía la clásica sala de televisión, donde podías leer o algún tipo de juegos, aparte de ver la televisión en las horas libres.

Cada poco tiempo, normalmente hacía aparición de algún helicóptero, que provenía de Melilla para algún tipo de comprobación, algún mando de la de la comandancia o de la capitanía general de Sevilla, en relación con los destacamentos, transmisiones obras o servicios.

Con una bajada de la adrenalina, de lo que era una hipotética tensa estancia, se fueron llevando muy placenteramente los días, hasta efectuar el relevo con la siguiente compañía, que era la COE 32 del GOE III.

Junio de 1987.

Segunda misión de la COE 31, basados en la experiencia de la primera cobertura de guarnición en las islas, tanto en material, víveres como en desplazamientos, se realizaron las correspondientes mejoras, haciendo el traslado en autocar desde Alcoy hasta Málaga y desde el aeropuerto, a los peñones con helicóptero Chinook. En esta segunda guarnición de islas y peñones, la cobertura de la isla de Chafarinas estaba mandada por jefe de la COE31 capitán Acevedo, con la brigada auxiliar Viózquez y el teniente Demetrio Muñoz, al mando de su sección. El resto de peñones, en Vélez estaba al mando del teniente Fullana con su sección y el peñón de Alhucemas el teniente Colomina con su sección.

La maniobra de aproximación del helicóptero a la isla Isabel II, entre la niebla, generó un sobresalto al realizar un forzado y repentino giro en ascenso, para evitar las rocas de cabo de Aguas (costa marroquí), debido a la escasa visibilidad y la limitación de los Chinook en ayudas a la navegación en esos años.

En las islas Chafarinas, al igual que en la primera vez, el tiempo era también bastante favorable, aunque se notaba un aumento de la nubosidad y la las lluvias más frecuentes, junto con las fuertes ráfagas de viento que, de vez en cuando, azotaban todo el norte de la isla, notando sus efectos especialmente en la cota, junto a una antena de la red territorial de mando, que hacía sonar sus silbidos, expresando la lucha del viento con los potentes hierros de la instalación, que se elevaba a gran altura sobre la superficie.

Para recordar a los buenos guerrilleros, que a pesar de llevar poco tiempo desde su incorporación a la COE, eran de destacar, sus deseos de contribuir eficazmente a la guarnición de las islas, con máxima ilusión y garantías de seguridad; entre ellos tenemos al que después sería cabo primero Guillermo Cabanas, que nos alegró los días de Cabo Roig y alguna salida al campo con Isidoro, el famoso Isidoro, un cachorrito de león que por aquello de la evolución, cada vez se hizo más grande y a todos nos parecía ya el Rey León. Un buen número de estos guerrilleros tuvieron que repetir cobertura en el relevo siguiente con la COE 32, por faltar personal para completar los dos meses de guarnición que le correspondían al GOE III.

Con la experiencia acumulada, al no ser una sección homogénea en cuanto al nivel de instrucción, el programa era más bien deportivo por la mañana con muchas vueltas a la isla corriendo, luego mantenimiento o tabla de combate y por la tarde las teóricas. Como entretenimiento, teníamos los partidos de fútbol sala, en una pequeña zona lisa de cemento, con pequeñas porterías, en la que hacíamos nuestros pinitos de divinas figuras. El resto de actividades prácticamente igual que el primer turno de guarnición.

Realizados los relevos sin novedad en la Comandancia Militar de Melilla, el regreso a casa fue en las mismas condiciones que la ida, concluyendo la misión encomendada, quedando como hemos dicho, unos cuantos guerrilleros en las islas y peñones para completar el despliegue de la COE 32 durante el siguiente mes de julio.

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