Jorge Vicuña Martínez
Antiguo guerrillero COE 52 (1971-72), socio de la AVBV Alicante
Es difícil ser breve para contar experiencias de mi buena y fructuosa «mili» en la COE 52 de Barbastro.
Un día, estando en la 16ª compañía del CIR de San Gregorio, se puso frente a mí el capitán Sanz, aquel boina verde elegante, marcial y con una personalidad aplastante y pensé: «Yo quiero ser como él». Me temblaban las piernas, me dijo; «Vicuña, eres cinturón negro de judo, ven con nosotros, no te arrepentirás»; y así fue, tal como dijo, fui y no me arrepentí.
Nada más llegar a Barbastro oímos que teníamos que pasar «la prueba del fuego» para conseguir la boina verde. Acojonados, perdón, nos introdujeron en una gran nave oscura de la compañía de guerrilleros, donde estaban los cincuenta veteranos…, de repente se encendieron las luces y vimos una larga mesa con una merienda sensacional. Eso sí, al día siguiente nos metieron una jornada apoteósica de trabajo. Os cuento algunas de mis experiencias en la COE 52.
Hacerse amigos de la población civil
Esta experiencia en la que tuve de ayudar a la población civil me sirvió, luego, para la vida práctica de cada día: «Ayuda, sé bueno y te verás recompensado».
Estábamos de maniobras las dos COE, la de Barbastro y la de Zaragoza, contra toda la V Región Militar. Los mandos nos enseñaron lo importante que era hacerse amigos de la población civil, ganártelos, para que luego te ayuden. Estuvimos una semana antes reconociendo el terreno, escondiendo alimentos y material en zulos, por si nos viésemos cercados y otras actividades previas: ayudando a las viejecitas con los cubos de agua, conversábamos con los habitantes de la pequeña población, escuchábamos sus problemas….
Recuerdo que un «abuelete» nos llevó a su bodeguita, bajo tierra, y nos invitó a un buen vino. Hablando con el alcalde (con la Guardia Civil, fue cosa de los mandos), explicábamos de qué se trataba, que nuestra misión no podía fracasar, que nosotros éramos «los buenos» y los que vendrían con otra vestimenta, eran «los malos».
Nosotros íbamos de «mimeta» (esos trajes llegaban en cajas desde la guerra de Vietnam a la compañía, algunos rotos y con sangre, los clasificábamos y los que eran reutilizables a la lavandería. Eran reversibles, motivo bosque o motivo árido). Una vez conseguida esta estrategia con la población, fue todo un éxito. Como anécdota, secuestramos el camión de la cocina del regimiento y se quedaron sin comer caliente…sin que capturaran a ninguno de nosotros e incluso hicimos muchas incursiones nocturnas.
Me acuerdo mucho de otra experiencia, en otra ocasión, en la que nos hicimos amigos de unos monjes. El monasterio del Pueyo, a unos tres km de Barbastro, era como una fortaleza elevada sobre la planicie. En él vivía una comunidad de monjes quienes, una vez entablada relación, nos enseñaron su castillo, perdón, monasterio; jugamos al tute, al mus y más, y nos sirvieron unos caldos y longanizas extraordinarias. Fue una jornada increíble y mantuvimos, luego, contacto con ellos toda la mili y después.
Dos sustos: el del compañero desaparecido y el del desmayado
En unas maniobras, un compañero, Soler se llamaba, no aparecía. Nos pasamos una noche y un día buscándolo por los barrancos y montañas y es que estaba escondido porque se tomó al pie de la letra lo de que pasase lo que pasase no saliera de su escondite, que no le viesen en su puesto de vigilancia. Los mandos estuvieron muy preocupados y me acuerdo que el sargento Aguilar (D.E.P.) decía: «Cuando lo encuentre lo mato, es que lo mato…, Soleeeeer». Claro temíamos que se hubiera despeñado, le hubiese atacado algún lobo o cualquier tipo de accidente. El sargento, cuando por fin con tanto grito se le ocurrió salir y lo encontramos, le dio un abrazo que lo rompía.
El otro susto fue una mala experiencia, desagradable, pero hay que contarlo todo. Estábamos de maniobras la compañía y sus mandos: el capitán Sanz, dos tenientes, dos sargentos, Moreno y Aguilar, y un brigada. Se conoce que nos habíamos portado mal. Un mando se cabreó, se fue haciendo «la bola» y nos tuvieron dando vueltas al perímetro del campamento un buen rato. Un compañero, el cocinero, tenía el corazón grande (no sé si se llama así a su dolencia); estaba rebajado de <<temas>> por venir semi forzoso a la COE, pero nos hacía unas comidas de la leche cuando estábamos de maniobras. Pues, este, cayó desmayado al suelo porque se le obligó a correr, o porque él quiso, no recuerdo; todos estábamos nerviosos, nos pusimos a gritar, a llorar, interpelábamos a los mandos… ¡Uf! La cosa se puso tensa. Por fin los ánimos se calmaron, nos avenimos todos a razones, fue una cuestión involuntaria y pedimos perdón. ¡Ah bueno!, el cocinero, el compañero, se recuperó, enseguida.
Una experiencia maravillosa
La experiencia del año que estuvimos allí fue maravillosa. Aprendimos a esquiar muy bien en Cerler y Candanchú, construimos iglús, hicimos escalada y rápel en el Valle de Pineta, aprendimos: supervivencia; explosivos; salto de camiones; tácticas guerrilleras, para entablar amistad con la población civil, judo y defensa personal que, humildemente, siendo yo por entonces cinto negro y campeón de España de judo, era quien impartía las clases. Entrabamos en el cuartel a la voz de «guerrilleros» y salíamos de paseo con nuestro chaquetón paracaidista; parecíamos, en aquellas fechas generales, ja, ja, perdón. Guardo muy buen recuerdo de mis mandos: el capitán Sanz, los dos tenientes, un brigada, sargento Moreno, sargento Aguilar y todos los compañeros; en total éramos 100. Estoy seguro de que todos repetiríamos y la prueba es que, los que hemos podido, estamos en asociaciones de veteranos boinas verdes.
Solo pretendo con este escrito transmitir mi agradecimiento al Ejército, que para mí ha sido un modelo y escuela de vida. Como este año 2022 se cumplirán 50 años de la licencia, a ver si algún compañero se pudiera poner en contacto conmigo, con Jorge el «Vasco», el «Judoka».
Un afectuoso saludo.
Un comentario
Somos compañeros de la mili y me acuerdo que fuiste mi cabo, el cabo Vicuña. Dormimos en Rioseta en la misma tienda de campaña, creo que te acordarás de mi.