Realizada por el Tcol. A. Luis Vicente Canela
Durante los meses de agosto y septiembre de 2021, mantuve varias conversaciones con el teniente coronel Luis Salavert. Nos conocíamos desde hacía muchos años, pero últimamente no nos habíamos visto demasiado. Le propuse realizar una entrevista para publicarla en la revista Boina Verde y accedió encantado. Cruzamos numerosos whatsapps y correos en los que íbamos perfilando las páginas que se publican a continuación. El veintitrés de octubre, recibí la trágica noticia de su fallecimiento. Sirva, pues, esta entrevista como homenaje póstumo a alguien que fue una gran persona y un gran militar.
Su recorrido personal y profesional se puede calificar de todo menos de tranquilo. Sus inquietudes, solo por citar algunas de ellas, le llevaron desde las operaciones especiales hasta la enfermería y la psicología. Se colocó la boina verde a la vez que se calzaba su primer par de botas.
Luis, naciste en Valencia, ciudad que abandonas en repetidas ocasiones por vicisitudes profesionales, pero a la que siempre regresas.
Pues sí, nací en Valencia en el año 1950. Mi padre era bombero, profesión que luego seguiría uno de mis hermanos. En casa éramos siete y él tenía que trabajar en dos sitios para sacar adelante a la familia.
¿Por qué el Ejército?
Yo no había tenido ninguna relación previa con el Ejército. Ingresé en la COE 32 como soldado en 1972, cuando estaba al mando de la misma el capitán Vicario. En realidad, fue Jesús Lloret, un amigo de siempre, el que me metió el gusanillo de la COE en el cuerpo. Jesús Lloret llevaba y lleva en el corazón a la COE 32. Fue nombrado mejor soldado y «Cabo Placa» en su reemplazo. Después siguió durante catorce años dando clases de judo y defensa personal como profesor, por un poco de dinero que le pagaba la COE.
En la COE permanecí durante los empleos de cabo y cabo 1º, hasta que en 1974 me fui a la Escuela de Aplicación y Tiro de Infantería; luego, al salir de ella, tuve que estar otros seis meses más de cabo 1º, hasta alcanzar los dos años de antigüedad y poder ascender a sargento y ya, con mis galones recién estrenados, fui agregado al regimiento Guadalajara 20.
Luego sales destinado de nuevo a la COE 32, pero no te quedas demasiado, porque en 1975 marchas a Jaca para realizar el Curso de OE.
Permanecí en el Guadalajara 20 un año y, tras superar las pruebas físicas, me incorporé al XXI Curso de OE; un curso del que recuerdo a mis magníficos compañeros (oficiales y suboficiales), y que contaba con un plantel de profesores muy exigentes, pero de mucha valía y a los que, a pesar de su dureza para con nosotros, terminamos apreciando mucho.
¿Coincides con la afirmación de que el curso marca de forma indeleble?
Sí. En mi caso, la verdad es que creí que no lo iba a superar. Profesionalmente me estaba sirviendo su dureza, mentalizarme de que todo lo que me podían hacer pasar era poco comparado con lo que realmente podría ocurrirme, porque el curso no es solo duro por las actividades que se realizan, sino también por muchas otras cosas. Por ejemplo: durante la fase de explosivos falleció mi padre; me fui a enterrarlo el fin de semana y el lunes estaba en Jaca con las botas limpias y los dientes apretados; o cuando al llegar a la EMMOE, por la mañana, después de la «Marcha Triste», me dieron la noticia de que esa noche había nacido mi primer hijo.
Por cierto, durante tu etapa en la COE 32, capturaste, nada menos, que al teniente general Milans del Bosch.
Sí, ja, ja, ja. Bueno, eran unas maniobras con la División de Infantería Mecanizada (DIMZ) Maestrazgo nº 3 en la provincia de Castellón. Mi pelotón estaba en la zona de La Jana, a unos tres kilómetros de un campamento de la contraguerrilla. Nuestro refugio era una nave llena de piojos, que se alimentaban y sobrevivían a costa nuestra. Estábamos en un sitio bastante visible, así que para hacer nuestras necesidades (de uno en uno y espaciadamente), salíamos al campo utilizando un vestido de mujer y una pamela, para evitar ser descubiertos por los helicópteros.
Una noche decidimos atacar el campamento de la contraguerrilla. Cuando nos aproximábamos, nos detectaron y comenzaron a lanzar tantas bengalas que aquello parecía un castillo de fuego del pirotécnico Caballer durante la «Nit del Foc». Nos dispersamos por binomios hasta el punto de reunión. Después de agruparnos, oímos el ruido del motor de un vehículo. Improvisamos una emboscada y, cuál no sería muestra sorpresa, cuando comprobamos que en el vehículo iba el teniente general Milans del Bosch y su EM.
Finalizadas las maniobras, cuando se reunió de nuevo la COE, el capitán López Hijos tenía un cabreo tremendo por no haber tenido enlace con nosotros durante todo el ejercicio; me quería meter un «puro» porque pensaba que habíamos perdido el contacto a propósito. Alguien le explicó la acción en la que capturamos al teniente general y al presentarme ante él me felicitó; me dijo que estaba orgulloso, lo que personalmente fue un alivio.
El teniente general vino después varias veces al acuartelamiento del Guadalajara 20 (donde estaba ubicada la COE 32). Una de ellas me preguntó cómo había sabido yo el lugar y la hora a la que salió del campamento esa noche. Le contesté que no lo sabía, que fue una casualidad, pero nunca se lo creyó y siempre estuvo convencido de que alguien nos dio un chivatazo.
Ya, con tu diploma para el Mando de Unidades de OE, permaneces en la COE 32 hasta tu ascenso a sargento 1º.
Sí, hasta el año1981, en el que salí de nuevo para Jaca, esta vez destinado a la EMMOE, para formar parte de la nueva COE, de la que soy fundador. Allí estuve hasta que ingresé en la Academia Especial, de la que salí en 1984 con el grado de teniente, y destinado a la COE 62.
Parece que no estabas muy convencido de ir a la Academia Especial Militar (AEM).
Pues, la verdad, no mucho. Un sábado, estábamos realizando un ejercicio con el Curso de Mandos al norte de la Peña Oroel. Parece que le llegó un mensaje de radio al capitán, diciéndole que me examinaba el lunes para entrar en la AEM. El capitán me lo comunicó y yo le dije que no quería ir (ya había renunciado a ir el año anterior), a lo que me contestó: «O coges un coche y te bajas, o la mochila y tú bajáis rodando desde la Peña Oroel hasta la escuela». Así que me presenté, y tras un examen nada fácil (recuerdo la cantidad de diferenciales e integrales que nos pusieron en el de matemáticas), ingresé en la academia.
De la AEM sales destinado a la COE 62 y, según creo, fue un trágico accidente el que precipitó tu incorporación.
Sí. Mandaba la COE el capitán Alemán. Yo me incorporé con urgencia porque falleció durante unas maniobras el teniente Leandro. Se cayó a un canal de agua mientras hacía de señalero para que un helicóptero tomara tierra y no fue posible salvar su vida.
Alemán fue sustituido por el capitán Barrecheguren, que al llegar se encontró con un ejercicio de guerrillas y contraguerrillas en la Sierra de Cameros con la BRIPAC, en el que participábamos la 61 y la 62. De esas maniobras, recuerdo que uno de mis objetivos era la compañía de PLM de la BRIPAC, que estaba vigilando una torre de RTV dentro de un pequeño espacio vallado. Antes del despliegue de la BRIPAC, enterramos allí dos hombres que permanecieron escondidos; una noche, salieron y colocaron un sobre con el cálculo de las cargas explosivas necesarias para la destrucción del objetivo, que era como se materializaban entonces aquellas cosas. El resto de la partida andábamos desfallecidos y sin comida, porque los «paracas» habían localizado uno de nuestros depósitos de víveres por un chivatazo de alguien del pueblo donde los teníamos escondidos.
Los autores del golpe de mano fueron capturados; pero, al menos, eso les permitió comer unas lentejas calientes. La BRIPAC nos felicitó por el golpe de mano y en la revista Boina Negra salió lo que aquellos dos guerrilleros habían conseguido.
Además de diplomado en el Mando de Unidades de OE, eres buceador elemental y en cuanto a titulaciones civiles, no le van a la zaga: oficial industrial, diplomado en Enfermería (DUE) y licenciado en Psicología por la Universidad de Valencia. ¿De verdad ha habido tiempo para todo eso o es que te aburrías mucho en la COE?
¡Jo, aburrido!, lo de DUE lo hice con otro compañero, el sargento Cervantes. Aprovechando que teníamos horario de jornada intensiva, nos las arreglábamos para cambiar algún que otro examen, con la excusa de las maniobras. Mis conocimientos de enfermería sirvieron para que, en el 2º año de la escala especial, en la Academia de Infantería, además de mi mochila tuviera que llevar la bolsa de sanitario y hacer curas después de las duras marchas, a mis compañeros de promoción.
Dejas la COE 62 y regresa de nuevo a Valencia.
Estando en la COE 62, pedí destino a la DIMZ 3. Tenía las rodillas destrozadas, lesión de la que nunca he podido recuperarme del todo. Aunque la verdad es que tampoco me atraía mucho formar parte de lo que entonces parecía una masificación que era la creación del GOE de Burgos.
Ya en Valencia, aprovechando la diplomatura de Enfermería, me presenté para Medicina, pero no pude ingresar y me matriculé en Psicología. Obtuve la licenciatura en Psicología, con un gran sacrificio personal y familiar: tenía horario de tarde-noche y me levantaba a las cinco de la mañana para estudiar y los sábados y domingos, de espaldas a la tele, me quedaba hasta la madrugada. Fui a año por curso.
Durante esos años colaboré con el departamento MIDE en investigación estadística de la universidad, en la Facultad de Psicopedagogía. Eso me permitió hacer los dos años de doctorado y la Suficiencia Investigadora, quedándome por hacer la tesis doctoral, pero renuncié a hacerla cuando me correspondía y me fui al MOE.
También tenemos que agregar dos misiones internacionales en Bosnia, en la difícil época de los años 1993 y 1995, donde estuviste con las Agrupación Táctica (AGT) Madrid y Aragón.
Sí, formando parte de UNPROFOR. Por cierto, que en la última misión conocí al capitán Joaquín Moreno, con su COE de Barcelona.
Recorrí la totalidad de campos de refugiados de nuestra zona, llevando cualquier clase de ayuda, así como los diferentes frentes. Viví en todos los destacamentos que teníamos y muy especialmente en Jablanica, que era un enclave bosniaco, donde durante veintiún días nos estuvieron bombardeando mañana y tarde, con daños materiales importantes y aunque, por fortuna, no sufrimos ninguna baja, un centinela sufrió sordera por la explosión de una granada de mortero, o de un 155 (que además nos dejó sin bar), en las inmediaciones de su garita. A Jablanica fui en un viaje con Pérez Reverte, que se nos hizo eterno por la cantidad de «check-point» que tuvimos que atravesar.
Con la AGT Galicia me asignaron la tarea de ir por los colegios para mentalizar a los niños de los de los peligros de las minas y de los juguetes bomba.
¿Qué opinas de la experiencia de ir a zona de operaciones?
Ir a zona de operaciones es importante, muy importante. Desde el punto de vista profesional, diría que es necesario. Viví momentos muy duros que no podré olvidar nunca y que te hacen ver que somos los mismos salvajes de doscientos mil años atrás; pero con nevera, televisión y un fusil en las manos.
En 1998, ya con el empleo de capitán, te destinan de nuevo a Jaca, a la Jefatura del MOE, que entonces comenzaba la aventura de aglutinar a las unidades de OE del Ejército.
Un día, por casualidad, me encontré en el acuartelamiento de la DIMZ 3 con mi antiguo capitán de la COE 32, López Hijos, y me espetó, sin anestesia ni nada, que me iba destinado a Jaca para la creación del MOE. Fue una época inolvidable y nada fácil, como deben de ser todos los principios. Las secciones de Estado Mayor (EM) trabajaban en la Ciudadela y nos alojábamos en el Regimiento de Montaña Galicia 64. Teníamos una nave para el material y los pocos vehículos de que disponíamos en la Ciudadela. Compaginábamos el trabajo administrativo con las maniobras. En el grupo de jefes los coroneles Sopranis y Otero Zulueta, oficiales y suboficiales bajo el mando del entonces teniente coronel JEM, el ambiente era de auténtico compañerismo.
Después de muchos meses de estar en Jaca, se decidió que el MOE se trasladase al acuartelamiento de Rabasa, en Alicante, donde se encontraba el GOE III al mando del teniente coronel Bataller, a mi juicio, una de las personas que más ha luchado por dar a conocer lo que representa llevar la boina verde.
Por fin tuvimos un general, que además había sido teniente en la COE 31, el general Andréu. Recuerdo que era para mí un orgullo, al ser el capitán más antiguo, clavar el machete sobre el saco de arena en el Acto a los Caídos en Alicante.
Asciendes a comandante y en 2003 regresas a Valencia donde permanecerás en los empleos de comandante y teniente coronel hasta tu pase a la reserva en 2008.
Efectivamente. En 2002, estando en el MOE, ascendí a comandante con el número uno de mi promoción. No había vacante de mi escala en el MOE y quedé disponible, pendiente de asignación de destino. Cuando me enteré de que iba a salir destinado forzoso, salió una vacante en el Cuartel General de Despliegue Rápido de la OTAN (HQ NRDC), de Bétera (Valencia), la solicité y me la dieron.
En aquella época se celebró el XXV aniversario de mi promoción, y tuve el honor de representarla como número uno de la misma.
Cuatro años más tarde, en el 2006, ascendí a teniente coronel y me pidieron que siguiera en el HQ, a lo que accedí, ya que, independientemente del trabajo a realizar en la división, tuve la suerte de poder seguir colaborando, como diplomado en OE, en la preparación y aclimatación a temperaturas extremas del personal, tanto español como extranjero, pensando en un posible despliegue en Afganistán. Por esta labor, fui felicitado en más de una ocasión por los generales correspondientes del HQ.
¿Quieres añadir usted alguna cosa más?
Un fuerte abrazo, para todos aquellos que han desplegado y despliegan actualmente, en las diferentes zonas de operaciones como fuerzas de OE y frente a los cuales me considero solo un alevín. Ellos sí que son merecedores de llamarse guerrilleros.