Realizada por el Teniente Coronel A. Luis Vicente Canela
Continuando con la serie de entrevistas a antiguos capitanes de COE, traemos hoy a las páginas de la revista al coronel Téllez de Meneses, que fue capitán de la COE 61 entre los años 1976 a 1984.
Mi coronel, ¿se define usted como un militar vocacional?
Pues sí; soy hijo de militar y mi padre sembró en mí, desde muy joven, el espíritu de servicio y de amor a España.
Estuvo en la COE 61 como teniente y posteriormente la mandó como capitán.
Efectivamente. El mandar -como capitán- la COE en la que había estado de teniente tres años, me hizo una ilusión enorme. Mi experiencia era importante y me sentía seguro para asumir el mando de la COE. De mis capitanes anteriores había aprendido: de uno rigor, seriedad y disciplina, de otro la inquietud por hacer cosas nuevas.
¿Qué resaltaría usted como más significativo de las COE?
Teníamos toda la iniciativa del mundo y la asumíamos con una gran responsabilidad: el ritmo de trabajo me encantaba, empezábamos los primeros y terminábamos los últimos; jornadas de instrucción nocturna; salidas mensuales de diez días al campo… Además, los cuadros de mando tenían una cualificación muy alta y la voluntariedad de la tropa era un plus.
Como jefe de la COE, ¿cuáles eran sus objetivos?
Mi mayor exigencia era alcanzar el máximo nivel de instrucción, para cumplir a la perfección las misiones que nos encomendasen y garantizar, en todo momento, la seguridad durante el adiestramiento.
En cuanto a mi forma de proceder, lo más importante era crear espíritu de unidad y luego asignar misiones y exigir responsabilidades, respetando la forma de trabajar de cada uno. Mi mayor esfuerzo lo aplicaba en enseñar a oficiales y suboficiales a cumplir lo más dignamente con su deber, y facilitar que las «cosas del día a día», de la instrucción específica de la unidad, las fueran descubriendo solos.
Respecto a la tropa, los exhortaba a que guardasen siempre con orgullo el recuerdo de haber sido guerrilleros. Trataba de inculcarles el respeto a la naturaleza, al entorno, a dejar las cosas mejor de lo que las habíamos encontrado, a que fueran conscientes de las facilidades que nos daban para hacer nuestro trabajo y, muy importante, a integrarnos con las gentes de los pueblos donde trabajábamos, de tal forma que al irnos nos preguntasen cuando íbamos a volver y se sintieran orgullosos de sus soldados. Por supuesto que cuidaba especialmente las «entregas de boina», dándole la máxima difusión posible entre el personal y la prensa, y me siento orgulloso de la participación que conseguíamos tanto de guerrilleros como de familiares, a los que tratábamos procurando que se encontraran como en casa.
¿Cómo definiría la personalidad de los hombres que se formaban en las COE?
Creo que lo fundamental era la vida en el campo, eso contribuía a dar una gran cohesión a la unidad. La elección del sitio, la forma de organizar las comidas, la manera de trabajar -también la de descansar- y todas las anécdotas que han sido la base de la historia de las unidades de OE. Eso no quiere decir que no fuera importante la instrucción y el adiestramiento en el acuartelamiento, donde la vida se normalizaba un poco más, aunque la exigencia seguía siendo grande.
Eran también importantes los ejercicios con otras unidades; contribuían a estimular el amor propio y el orgullo de unidad; cuando nos integraban en operaciones de mayor envergadura, salía a flote la responsabilidad y el deseo de hacer bien las cosas.
¿Qué cree que diferenciaba a los guerrilleros de los otros soldados?
Bueno, para mí siempre fue importante transmitir a mi unidad que, aunque éramos boinas verdes y teníamos un trabajo más exigente por las misiones que se nos asignaban, todos pertenecíamos al mismo Ejército y nos preparábamos para defender los intereses de la misma patria.
¿Cuál sería el balance de sus años como jefe de la COE?
Pues, de lo que estoy más satisfecho es de no haber sufrido accidentes graves en instrucción, maniobras, desplazamientos, etc. También me siento orgulloso de haber conseguido la asignación de un cupo diferenciado en la concesión de Cruces al Mérito Militar con distintivo blanco, para recompensar de alguna manera el esfuerzo y dedicación de los cuadros de mando.
¿Recuerda alguna operación en especial?
Por el esfuerzo y la dedicación que supuso, la «Operación Alazán», que no careció de anécdotas graciosas, como lo que nos ocurrió una noche en la que nos informaron de una ruta por donde se esperaba el paso de «mugalaris»: montamos una emboscada y, en un momento determinado, comenzaron a oírse pasos, luego silencio, más pasos, el click del seguro de un arma…luego resultó que era una vaca moviéndose tranquilamente mientras pacía.
En otra ocasión, en esa misma operación, montamos un golpe de mano durante la madrugada: «Operación Susto». Se organizó una cobertura exterior y un oficial, dos suboficiales y un guardia civil, entramos en el bar Faisán, en Irún. Nos colocamos en distintos sitios de la barra, separados del resto de clientes; uno de los nuestros coincidió en los servicios con alguien que le enseñó la identificación de policía y le dijo: «los otros que hay en el bar también son todos policías». Sin decir más, por no alertar a los camareros, nos fuimos y tan contentos.
Bien, pues en nombre de la revista Boina Verde le doy las gracias, mi coronel, por el tiempo que nos ha dedicado, y por el relato de las experiencias que conformaron las COE en la época en la que nacieron y crecieron, para que queden plasmadas en sus páginas y puedan ser recordadas.