Entrevista al Coronel Jesús Palacio Lacalle. Antiguo capitán de las COE 51 y 52

Realizada por el Teniente Coronel  A.  Luis Vicente Canela

Jacetano, su padre era profesor de la Escuela Militar de Montaña y él nos confiesa que desde pequeñito ya quería ser militar. Entrevistamos hoy al coronel Jesús Palacio.

 

Mi coronel, era usted muy joven cuando se crea al Curso de Guerrilleros, pero me confiesa que ya entonces se sentía atraído por aquellos polifacéticos hombres.

Yo tenía 6 años cuando se crea el curso. Y, con la candidez de la edad, decía que, cuando fuera mayor haría un curso como aquél donde se practicaba el esquí, la escalada, el paracaidismo y además eran “hombres rana”, que no deja de ser una denominación curiosa para los buceadores.

Ingresa en la academia en el año 1967, con la XXVI promoción, y sale con el grado de teniente de infantería en el año 1971.

Sí. En aquella época nuestro primer destino eran los Centros de Instrucción de Reclutas, los CIR. Adonde íbamos destinados un año. En febrero de 1972 solicité destino al Tercio número 3 de la Legión, en el Sahara, Aunque tuve que esperar hasta finalizar el año en el CIR.

¿Cómo recuerda el destino en el Sahara?

Fueron unos años muy intensos, que terminaron con la decepción de tener que abandonar una tierra y a unas gentes, a las que les habíamos cogido mucho cariño, y retirarnos de una guerra que no habíamos perdido.

Y llega su primer destino en una COE.

 Sí. A finales de 1974. Me incorporo a la COE 91, en Granada; sin diplomar, pero con el compromiso de hacer el curso. Permanecí en ella prácticamente un año, y la experiencia fue muy enriquecedora. Mi capitán, Máximo Fernández Usero, más que un jefe, fue un maestro, cuyas enseñanzas me impactaron y que recordé y apliqué durante el resto de mi vida profesional.

¿Cómo recuerda a la COE 91 de aquellos años?

Fue una época de trabajo muy intenso, con medios muy escasos. Superábamos los problemas con mucha ilusión. Las zonas donde realizábamos el adiestramiento durante las salidas al campo, Granada, Almería, Jaén y Málaga, eran muy propicias para nuestras actividades. De hecho, había lugares como la sierra de Loja, donde seguíamos los itinerarios de un libro que se titulaba Bandolerismo contemporáneo, que contaba hechos reales de la época de los maquis. Otras fases como la de esquí, se realizaban en Sierra Nevada. La estación no era lo que es hoy, pero nos dispensaban un trato maravilloso gracias al buen hacer de nuestro capitán. Como dato curioso, en el desfile (que entonces se denominaba “De la Victoria”) íbamos vestidos de blanco, como si fuéramos una unidad de esquiadores, y formando un batallón con la COE hermana, la 92, qué vestía el uniforme mimetizado.

En 1975 regresa a Jaca y comienza el Curso.

En septiembre de 1975 me incorporé al XX Curso de Operaciones Especiales, del que no hablaré pues sus actividades son sobradamente conocidas por todos. Pero si quiero recalcar que, para mí, además de un bagaje de experiencias y conocimientos que me han servido durante toda la vida, resultó entrañable regresar a la ciudad de Jaca, donde tenía mis raíces y que había abandonado muy niño por fallecimiento de mi madre. Asimismo, el recuerdo de mis profesores: Gordo, Lavilla, Casals, Carbonell, Otero y algún otro que me olvido, permanecerá siempre en mi memoria como ejemplo de eficacia trabajo y dedicación.

Sin embargo, al finalizar el Curso, ya no regresa a su unidad ¿por qué?

Se dio la circunstancia de que los ascensos a capitán se aceleraron y más de la mitad de los oficiales del curso, ascendimos a este empleo, por lo que no pudimos regresar a nuestras unidades cómo era nuestra intención.

Usted, mi coronel, es de infantería, pero creo que, en una ocasión, se hizo – forzado por las circunstancias-, artillero.

Es una anécdota curiosa. Estábamos realizando el Curso de Paracaidismo. Yo era ya capitán y fui destinado, forzoso, al regimiento Barbastro Nº 43. Nos dieron un permiso para San José, y me presenté en el regimiento para informar que efectuaría mi incorporación al finalizar el curso. De vuelta a Alcantarilla, y al finalizar el Curso de Paracaidismo, teníamos del acto de clausura y la entrega de diplomas. Cuando busqué el uniforme de paseo, me di cuenta de que me lo había dejado en Zaragoza. Me fui a un regimiento próximo (por si alguien me podía prestar un uniforme), y encontré un “alma caritativa” que me dejó uno que “me cuadraba” bien, pero -aquí está lo curioso- que era de teniente de Artillería. Cuando nos fueron llamando, uno por uno, para recibir el diploma, el capitán Palacio, pasó vestido de teniente de artillería. No se enteró nadie.

Y, ya con su diploma en el bolsillo, se incorpora al acuartelamiento donde también había una COE.

La número 52, qué mandaba el capitán Zato. Yo pasaba una tremenda envidia al ver aquellos soldados con su boina verde. Colaboré con ellos en varias ocasiones, e incluso -por ausencia de su capitán- llegué a mandarla “accidentalmente”.

En el 77, pasa de nuevo por un CIR, esta vez en Zaragoza, pero a principios de 1979 se queda vacante la COE 52, en Barbastro.

El capitán general me designa para mandarla, por no haber en ella ningún oficial diplomado. Me incorporo inmediatamente y hago el relevo con el capitán saliente, cosa muy rara entonces.

Usted ya había pasado por una COE ¿Qué diferencia encuentra entre la 91 y la 52?

Pues, al contrario que en la COE de Granada, las COE de Aragón estaban bastante “mimadas”. Teníamos muy buen material (comprado con el fondo particular) anorak, chándal, etc. Así como material de buceo y de escalada. Además, al ser un pueblo pequeño, estábamos casi en el monte, y teníamos la nieve muy cerca, un pantano allí mismo, en la puerta de casa.

Después nos autorizaron a efectuar la fase de agua en La Escala, en Gerona, y posteriormente realizábamos actividades buceo en el pantano, coincidiendo con las Escuelas de Buceo del Regimiento de Pontoneros, que nos apoyaba con material equipo y asesoramiento. Personalmente le estoy muy agradecido, y pienso que la COE le debe el alto nivel de buceo que alcanzó en esa época.

En el aspecto negativo, fue una época de gran escasez de mandos, que al principio era agobiante, pero que, poco a poco, se fue solucionando, sobre todo cuando empezaron a salir las promociones de suboficiales de la Básica, que llegaban con el Curso de OE hecho. Y ya que hablamos de nuestros suboficiales, un problema que no se solucionó fue el de las pocas facilidades que tenían nuestros sargentos para su promoción profesional, pues mientras en otras unidades se les facilitaba tiempo y asesoramiento para el estudio, en la COE no podíamos hacerlo, por lo que siempre estuvieron en inferioridad de condiciones para el ingreso en la Escala Media.

¿Cómo eran sus relaciones con la gente de la zona?

La hermandad y la unión del pueblo con el cuartel eran ejemplares. Tanto que, cuando estaba a punto de incorporarse un coronel, los civiles preguntaban: “Oye, ¿qué coronel nos viene?”. Es verdad que cuándo se nos pedía apoyo, acudíamos enseguida, sobre todo en épocas de verano, en las que, desgraciadamente, se producían muchos ahogados en los ríos y pantanos de la zona. Para realizar las búsquedas, teníamos un grupo muy especializado y la gente agradecía nuestro trabajo.

En aquella época se efectuaban también grandes ejercicios de guerrillas y contraguerrillas. Se le daba un gran realismo, con participación del personal civil de la zona actuando como confidentes de la guerrilla o de la “contra”. La gente colaboraba con entusiasmo y nunca tuvimos ningún problema.

Jugábamos con la ventaja de que el regimiento de Barbastro, en su función de movilización, controlaba a todos los soldados que sirvieron en las COE, y que fijaban su residencia en Aragón, con lo cual disponíamos de fichas y direcciones del personal, con el que contactábamos para convivir con ellos en nuestras salidas al campo.

Participaron también el la Operación Alazán.

Sí. En esta época participamos en la operación de impermeabilización de la frontera Vasco-Navarra. Nos alternábamos la 51 y la 52 en la zona de Elizondo, Zugarramurdi. Fue una época muy interesante, aunque, a veces, las órdenes estaban poco claras. Nuestras patrullas acompañaban siempre a una pareja de guardias civiles, como agentes de la autoridad, por lo que estrechamos con ellos grandes lazos de amistad, que algunos aún guardamos.

En octubre de 1982, da un nuevo salto y se incorpora a la COE 51, en Zaragoza. Prácticamente el mismo terreno y la misma gente ¿No?

Sí. El cambio no supuso ningún problema porque las unidades eran muy similares en todo: medios, programación, etc. Además, nos conocíamos todos por haber coincidido en muchas ocasiones y, a pesar de estar ubicados en una gran ciudad, teníamos campo de tiro, explosivos y zonas para poder hacer todo tipo de prácticas.

En esos años comienza la transformación de las COE: se abandona progresivamente el concepto de guerrilleros y se evoluciona hacia OE. ¿Cómo lo recuerda?

Pues siguiendo las directrices del Estado Mayor de la brigada, se racionalizan las actividades, integrando a la COE en los ejercicios de la brigada, para acercarse, como dices, al concepto de operaciones especiales, pero manteniendo la autonomía del capitán, a quién se le consultaba todo. En ese sentido, quiero significar la labor del capitán Félix Sánchez Gómez, al que luego tuve el honor de tener de jefe, como Director de Enseñanza.

El ascenso a comandante supone el alejamiento de las unidades de OE…aunque no del todo.

En 1986 asciendo a comandante, y después de un corto tiempo en Badajoz, voy destinado a la Academia General Militar. Está vacante había sido de “diplomado en OE”, pero había sido desclasificada. No obstante, organicé los ejercicios de guerrillas que se hacían en la zona de Jaca. Después, a lo largo de mi vida, me he encontrado con oficiales que me aseguraron que hicieron el curso de OE por la influencia que ejercí en ellos, lo cual no deja de producirme un cierto orgullo. Ya como teniente coronel, en departamento de Instrucción y Adiestramiento de la Academia General Militar, la mayor parte de los profesores del departamento eran guerrilleros y algunos montañeros, lo cual marcó una impronta en aquellas generaciones de oficiales: Casado, Allo, Romero, Librero y tantos otros que ahora no cito, fueron magníficos colaboradores que siempre estarán en mi recuerdo.

Pues aquí ponemos fin a la entrevista, mi coronel. ¿Quiere decir algo más para finalizar?

Quiero terminar con una reflexión, si me lo permites. Las COE desaparecieron, pero su espíritu permanece en los viejos guerrilleros que un día fueron llamados al servicio militar y decidieron realizarlo en el lugar de mayor riesgo y fatiga y que hoy en día se sienten tan guerrilleros como entonces. Nuestras asociaciones -qué hay que mantener y potenciar-, siguen estando vivas, mientras vivos sigan estando nuestros viejos compañeros.

Muchas gracias en nombre de la revista Boina Verde que, precisamente, y abundando en su último comentario, trata de que no se olvide una época, la de las COE, y a unos hombres que lo dieron todo sin pedir nada.

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