Antiguo Capitán fundador de la COE 101 y Capitán jefe de la COE 31
Realizada por el Teniente Coronel A. Luis Vicente Canela
A lo largo de su vida militar, el coronel Moltó, además de sus otros destinos, estuvo en tres COE; en la 51 como teniente y en la 31 y la 101, como su capitán. Hoy le pediremos que nos hable de su etapa en la 101, la COE de Mallorca.
Mi coronel, ¿ cuándo llegó a la 101?
Estuve al Mando de la COE 101 desde agosto de 1969 hasta junio de 1974, momento en que pasé destinado a la COE 31 en Alicante. Cuando llegué a la 101 venía de Sabiñánigo, del Batallón «Gravelinas», una magnífica unidad de montaña, por cierto.
En aquella época llegar a mandar una COE era una caja de sorpresas. ¿Qué se encontró a su llegada?
La COE 101 estaba en Palma de Mallorca, en el Regimiento «Palma nº 47», que entonces mandaba el coronel Máximo Alomar Josa, del que dependíamos en los aspectos administrativos, aunque operativamente las órdenes provenían de la Jefatura de Tropas de Mallorca. Era una unidad de nueva creación de tipo «B» (2 secciones y PLM) y acababa de trasladarse desde su anterior ubicación en el centro de Palma, a Son Dureta. Así que teníamos un alojamiento a estrenar y no tuve problemas para equipar las instalaciones: aula de clase, tatami, armería, furrilería, sala de mandos, despacho para el capitán. Además, el regimiento estaba situado al lado del CIR y muy cerca del campo de tiro.
En ocasiones las relaciones entre la COE, sus mandos, y el regimiento que los alojaba no eran las mejores. ¿Cómo se llevaba con los mandos del regimiento?
Mi relación con los componentes del regimiento fue, en todo momento, correcta. Incluso puse nuestras instalaciones también a su disposición, que ellos utilizaban con toda normalidad, sobre todo, el tatami.
¿Y con la Jefatura de Tropas?
Yo creo que para la Jefatura de Tropas éramos una especie de unidad con la que experimentar. Normalmente aprobaban el programa que yo le presentaba. Aunque, desde el primer momento, pusieron mucho empeño en que hiciera salidas de instrucción al resto de las islas, sobre todo a Cabrera.
Desde el principio orienté las salidas al campo a adiestrar a los guerrilleros en las distintas especialidades: escalada, topografía, instrucción nocturna, haciendo hincapié en todo lo relacionado con el medio acuático: al que no sabía nadar se le enseñaba; al que ya sabía, lo perfeccionaba utilizando las aletas y con los que manejaban las técnicas de buceo realizábamos ejercicios de combate en agua. Hay que tener en cuenta que en Baleares estaban los mejores deportistas en pesca subacuática de España.
Otro de los objetivos era adquirir un profundo conocimiento de las islas. Realizábamos las salidas al campo apoyándonos en las baterías de costa que había por todas ellas y cuya situación era privilegiada. Algunas tenían todavía guarnición y otras no. Hacia el interior íbamos de una forma más puntual. Por ejemplo, en el mes de febrero solíamos ir a Inca, donde estaba el Grupo de Caballería y, desde allí, subíamos al Puig Mayor, que es el punto más alto de Mallorca, en la Sierra de Tramontana.
Había una cierta rivalidad con el Grupo de Caballería, según creo
Bueno, era tradicional jugar un partido de fútbol con ellos. Con posterioridad me enteré de que hacían trampas. Con tal de ganar, incorporaban a su equipo soldados ya licenciados que habían hecho la mili en caballería y que vivían en Mallorca. Tal fue la rivalidad que llegamos a alcanzar.
Qué aspectos de la instrucción destacaría y de cuáles está más satisfecho
Llegamos a alcanzar un alto grado en al instrucción de tiro con fusil. Disponíamos de mucha munición —realmente, más de la que podíamos consumir—. Así que, además de completar la libreta de tiro reglamentaria, dedicábamos muchas horas a nuestra «libreta particular». También, el manejo de toda clase de explosivos ya que la Jefatura de Tropas ponía a nuestra disposición la mayor parte de los que tenían para instrucción de sus unidades. A veces explosionábamos cargas de hasta 50 Kilos que se oían por toda la isla.
¿Cómo funcionaban, logísticamente, las salidas a otras islas?
Nos transportaba el barco de la Transmediterránea que hacia un servicio regular entre islas; o bien en transportes de la Armada: el «Conde de Venadito» o el «Galicia». Y, a veces, en helicópteros Chinook.
Creo que la isla de Cabrera era una de sus preferidas
Cabrera era el «paraíso» para una COE. En la isla solo había un destacamento militar y un civil: Juan «el Payes». Íbamos por semanas completas, pues el barco solo iba los viernes. Allí realizábamos los ejercicios de supervivencia, que no podían ser más reales. Se podían obtener setas, verduras, erizos de mar, centollos, pescado, etc.
Y en Cabrera se encontró, además, con una sorpresa
Así fue. La primera vez que estuvimos en la isla nos topamos con un monumento que narraba un episodio poco conocido de la historia de España. Y, según algunos historiadores, uno de los mayores ejemplos de supervivencia realizados por el ser humano. Entre 5000 y 10000 soldados franceses (los historiadores no se ponen de acuerdo), fueron capturados por los españoles en la batalla de Bailén. No sabiendo qué hacer con ellos, los embarcaron y los llevaron a la isla de Cabrera donde permanecieron por espacio de unos cinco años. Tan solo regresaron a Francia unos 2000. El estado francés había erigido un monumento en su memoria y todos los años iba una representación de su embajada en Madrid para rendirles honores.
Antes me decía que la instrucción de combate en agua era para usted muy importante, pero la realidad es que material no tenían mucho
La fase de agua se realizaba en una antigua batería de costa que pertenecía ya al ayuntamiento de Pollensa. Es cierto que, al principio, no teníamos ningún material. Pero, poco a poco, fuimos obteniendo alguno: aletas, gafas, tubos, cinturones; el lastre lo fabricaba el subteniente especialista de armamento con el plomo de las balas que recuperábamos al terminar los ejercicios de tiro. En aquella época, los «chalecos» eran cámaras neumáticas de ruedas de coche y todos los guerrilleros tenían una, y las botellas de buceo las teníamos que alquilar.
Durante una salida a la isla de Cabrera, recibimos la visita del ministro del Ejército. Realizamos unos ejercicios en el agua —con alguna voladura incluida—y cuando finalizó la exhibición, el ministro me preguntó que si necesitábamos algún material. Yo no me corté y le expuse una lista completa de lo que necesitaba. La cosa funcionó y nos concedieron un crédito para comprarlo: botellas de buceo, una lancha neumática, compresor para llenar las botellas y algunos trajes de neopreno.
Mi coronel, siempre me dice que, además del aspecto profesional, guarda muy buen recuerdo de Baleares y de la relación con sus gentes
Fueron cinco años maravillosos. Tanto desde el punto de vista militar como en las relaciones con la población civil.
En el aspecto profesional, creo que puedo presumir, porque es verdad, de la consideración de la que gozaba la COE entre los altos mandos de las demás unidades de las islas. A veces ocasionados por cosas a las que nosotros no le dábamos demasiada importancia. Por ejemplo, no recuerdo en que año fue, se convocaron unos campeonatos de tiro de la Región Militar. Como no solían presentarse muchos mandos y, para animar la competición, nos inscribimos todos los de la COE. Bueno, pues nos clasificamos casi todos. El problema era que nuestra participación dejaba a la COE prácticamente sin mandos durante unos días. El General Jefe de Tropas, consultó el hecho con el Capitán General de la Región y este tomó la decisión de que se nombrara a un oficial del regimiento para hacerse cargo de la COE. Así se hizo y nosotros nos fuimos a Granada a los Campeonatos Nacionales.
En cuanto a relaciones con el mundo civil, en este caso el deportivo, la Federación de Deportes de Baleares celebraba todos los años una fiesta para homenajear a los mejores deportistas y solicitaba a la Jefatura de Tropas que asistiera el militar que hubiera destacado más desde el punto de vista deportivo. Un año fue designado el teniente Juan Esteve Abad, destinado en la COE, que se había proclamado Campeón Nacional Militar de Judo. El coronel se empeñó en que teníamos que asistir al acto. Así que, allí fuimos una representación del Estado Mayor y de la COE, con nuestras respectivas esposas, a la cena y la posterior entrega de trofeos.
También contribuía a esas relaciones el hecho de que los entonces príncipes de España, visitaban todos los años las islas y se celebraban recepciones, unas veces en el Palacio de Marivent y otras en el Club Militar Es Forti, y el capitán de la COE siempre era invitado, acompañado de su mujer, a asistir.
En lo institucional, la COE también participaba todos los años en los actos que se celebraban para conmemorar el Aniversario de la Conquista de Mallorca por el Rey Jaime I de Aragón. Una compañía formada por una sección de Policía Militar, otra de Aviación y otra de la COE, mandada por su capitán, era la encargada de rendir honores.
Y llegó junio de 1974…
Con todo el dolor de mi corazón, tuve que decir adiós a mi querida COE 101. Salió convocada la vacante para el mando de la COE 31. Era la de Alicante, mi tierra y no me pude resistir.
Pues, mi coronel, muchas gracias de nuevo por esta entrevista, que ya es la segunda (la primera fue como capitán de la COE 31) que se publica en las páginas de la revista Boina Verde. Espero que no sea la última y que, otro día, podamos seguir hablando del camino —difícil en muchas ocasiones—, que recorrieron aquellas primeras unidades de operaciones especiales y que no debemos olvidar nunca.