Entrevista al Coronel Francisco Rubio Damián

Antiguo Capitán de la COE EMMOE

Realizada por el Teniente Coronel  A.  Luis Vicente Canela  

De los dieciséis destinos que ha tenido en su carrera militar, la EMMOE es, con diferencia, donde permaneció más tiempo. Estuvo en la Escuela once años, ya fuera como alumno de los Cursos de Operaciones Especiales y de Montaña, profesor de Operaciones Especiales, capitán de la COE o director del centro. Además de las funciones propias de los distintos empleos y destinos que le han correspondido, es Doctor en Sociología, y Máster en Seguridad Global y Defensa. Es, asimismo, autor de un interesantísimo ensayo titulado: «La guerra de los robots».

Mi coronel, la COE de la EMMOE se crea durante el XXVI Curso de Operaciones Especiales, precisamente el suyo, y su primer jefe fue el capitán Ignacio Estévez, que poco tiempo después es relevado por Fernando Carbonell. ¿Cómo llegó  usted a la COE de la EMMOE?

Yo llevaba pocos meses de profesor en el Curso de Operaciones Especiales, cuando, en 1987, Julio Arranz dejó vacante el puesto de capitán de la COE. Pidieron voluntarios, y a Juan Gómez, el Moro, y a mí nos faltó tiempo para dar un paso al frente. Aún recuerdo los gritos del coronel Doncel cuando le dijeron que solo dos profesores querían mandar la COE: el último en llegar y el de Ingenieros. Sus voces, por decirlo así, retumbaron por todo el patio de armas.

Cuál cree que era la causa de que no resultara atractiva la vacante

Pienso que los protos preferían la docencia al mando de unidad, excepto, quizá, Javier Varela, que ya había mandado la COE de Barcelona. No era mi caso, por lo que me asignaron el puesto.

Desde su creación fue una COE muy vinculada al Curso de Mandos. ¿Eso se manifestaba de alguna forma especial?

Sí, porque, además del adiestramiento propio de la COE, los guerrilleros hacían de enemigo en los temas tácticos del Curso; eran temibles y muchos compañeros «cayeron en sus garras». Los alumnos éramos una pieza cotizadísima para los bravos guerrilleros que, por cierto, estaban muy concienciados para «la caza».

¿Colaboraban también en otros aspectos?

Sí, la COE apoyaba al Curso en los saltos paracaidistas, en los ejercicios de guerrillas y contraguerrillas y en la fase de combate en agua en La Escala, en Gerona; eso creaba una relación muy especial que, cuando se acercaba el final del Curso, hacía que el trato se volviera más cordial. Al final, todos amigos.

Me cuenta que los mandos de la COE se implicaban mucho en la ejecución de todas las actividades, no solo dirigiéndolas, sino realizándolas.

Desde el principio establecimos que todos debíamos de hacerlo todo: desde el capitán hasta el guerrillero más bisoño. Eso significaba que, en la supervivencia, por ejemplo, participaba toda la compañía, incluidos los mandos, y el pelotón de servicios que, hasta entonces se había librado por tener que apoyar la actividad. Cierto es que los guerrilleros del pelotón vivían en una caseta de obra y se desplazaban en vehículos para hacer los suministros, pero hacían las prácticas, recogían recursos y se alimentaban –es un decir– como el resto de la unidad.

El trabajo de los guerrilleros de una COE nunca ha destacado por su divulgación, más bien al contrario, siempre se ha mantenido dentro de la discreción. Sin embargo, me dice que hay ocasiones en que conviene que el esfuerzo se evidencie.

Pues sí. Me percaté de ello con motivo de una marcha: los 4×40 (una marcha a pie de cuatro días a razón de 40 km diarios). Cometí el error de planificar un recorrido con salida y llegada a la COE. Así que, después de dar la vuelta al pantano de Yesa (Navarra) y tras una «paliza» de 160 km, nos encontrábamos en el punto de partida y parecía que no habíamos hecho gran cosa. Desde luego, no habíamos avanzado nada. Entonces entendí que hay ocasiones en las que no solo hay que «hacer», sino también «mostrar lo que se hace».

Al año siguiente aprovechamos el tiro de armas colectivas de la EMMOE en San Gregorio (Zaragoza), para desplazarnos desde Jaca a pie. Esta vez, los soldados que se habían desplazado a San Gregorio en vehículos fueron los mismos que nos vieron salir de la COE y aparecer en Zaragoza, en perfecto orden de marcha. Al llegar al campamento en San Gregorio, nuestros compañeros nos observaron con la curiosidad y el respeto que no mostraron el año anterior y los guerrilleros nos sentimos orgullosos de lo que habíamos hecho.

Veo que fomentaba especialmente este tipo de «actividades de grupo».

Siempre me parecieron muy importantes. Otra actividad que instituimos fue la media maratón en La Escala, durante la fase de combate en agua. La idea era la misma, cada año toda la COE debía hacerla y, por lo tanto, no se trataba de correr más, sino de correr en equipo y terminar todos la carrera. Esto último motivaba a algunos y desmotivaba a otros, de forma que siempre había alguien que se iba de juerga hasta altas horas de la noche anterior para añadir algo de dificultad a la prueba. En la práctica, la COE salía agrupada y, cuando quedaban pocos kilómetros para la meta, yo iba dando permiso a los grupos que querían aumentar el ritmo y destacarse, pero siempre en equipo y con su jefe al mando.

Antes me decía que también colaboraban en los ejercicios de guerrillas y contraguerrillas del Curso.

Era una de las actividades más divertidas que hacíamos con el Curso de Operaciones Especiales. Actuábamos como Organización Clandestina de Apoyo a la guerrilla (OCA). Era nuestra única actividad realmente encubierta y la ejecutábamos con apoyo de la población civil y usando medios que podríamos llamar «alternativos», tales como caballos, avionetas, embarcaciones de rafting, etc. La OCA tenía enfrente a una contraguerrilla muy bien entrenada –los GOE que participaban en las guerrillas–, y más que motivada para capturarnos. El punto débil de la organización eran los cuadros de mando, porque sus compañeros de los GOE los conocían personalmente y, entre ellos, el jefe de la OCA (el capitán de la COE) era la pieza mayor. En mi caso, solía establecer el cuartel general de la OCA en mi domicilio particular y nunca me desplazaba con mi vehículo que, muy probablemente, estaría señalado. De las pelucas que usábamos prefiero ni hablar. En todo caso, como reza el lema de los Comandos Portugueses: «La suerte protege a los audaces», y nunca nos capturaron.

La costumbre de algunas unidades militares de tener una mascota arraigó en casi todas las COE. ¿Cuál era la suya?

Un jabalí al que llamábamos Tempranillo y que ostentaba la graduación de cabo. Le teníamos mucho aprecio, pero con el paso del tiempo se convirtió en un «señor jabalí» con unos colmillos que infundían mucho respeto. Los días de desfile, su cuidador lo sacaba antes a correr, para fatigarlo, con la noble intención de que desfilara lo más tranquilo posible. Sin embargo, llegó un momento en que no había manera de mantenerlo a raya, ni siquiera con el dulce aroma de los azucarillos que se ponía en el bolsillo lateral de su pantalón el guerrillero que lo conducía. «El Tempra» desfilaba desbocado, tirando del cuidador como un fueraborda tira del esquiador acuático.

Yo no lo veía porque iba en cabeza, pero oía cómo la gente gritaba a nuestro paso. Era cuestión de tiempo que en un desfile me adelantara por la derecha tirando del sufrido guerrillero al otro lado de la cuerda. Para colmo, con frecuencia se escapaba de su recinto, provocando escenas de pánico entre los «pistolos», lo que era aprovechado por los mandos de la EMMOE para apercibirme cariñosamente. Aunque lo retrasé todo lo que pude, llegó un momento en que decidí que «el Tempra» tenía que hacer su último servicio a la COE. Lo ascendí a cabo primero –hecho que quedó reflejado en la Orden del Día– y ordené su «ejecución» mediante un tiro en la nuca con una carabina del 22. Ni se enteró: la muerte fue instantánea, y su sacrificio sirvió para dar de comer a la COE que estaba desplegada en el campo.

Sin embargo, pronto fue sustituido.

Un día, se presentó en la COE el capitán José Antonio Crespo (hoy, Crespo-Francés), con un enorme y precioso mastín del Pirineo que llevaba días abandonado por Jaca. Nos lo entregó en estado famélico. Recuerdo muy bien la mañana que trajo al pobre animal; estaba en los huesos y rancheros del comedor nos dieron una caja con ocho pollos asados. Soy testigo de que se los comió todos de una sentada, y los tres primeros casi sin masticar: se los tragó. Sobrevivió a la comilona y supimos que era un perro de carácter, muy apto para la COE. Lo llamamos Crispín, y no hay que ser un lince de la adivinación para intuir por qué decidimos llamarle así.

Por lo que sé, tenía tanto carácter que casi le cuesta la vida.

Es cierto. En una ocasión el brigada Rogelio Arenas le disparó. Estábamos en el campamento de Jánovas, haciendo prácticas de combate en población. Era de noche y Rogelio estaba en un lugar oscuro y apartado, haciendo aguas menores. Por lo visto, Crispín se le acercó con «aviesas intenciones» y a Rogelio no se le ocurrió otra cosa que «tirar de pistola», con tan mala suerte que acertó a darle al pobre perro en una pata. Seguro que lo intenta cien veces y le sale una. Después del sobresalto producido por el disparo en mitad de la noche y una vez comprobado lo que había pasado, me llevé a Crispín al hospital militar de ganado de Zaragoza, donde lo operaron sin hacer preguntas, tipo mafia.

Pero, si el brigada Arenas era de la COE, debía de conocerlo, ¿por qué lo atacó?

Lo que pasó es que algunos guerrilleros habían maleado a Crispín, entrenándolo para atacar a cualquiera que no llevara puesta la boina verde. No hubo forma de corregirlo y, aquella noche, Rogelio se fue a mear sin la boina. Lección aprendida: mea siempre con la boina puesta.

¿Qué pasó, al final con Crispín?

Después de varios ataques, tuvimos que deshacernos de él. El teniente Luis Felipe Tourné encontró una finca donde lo acogieron en Madrid.

Bueno, mi coronel, la verdad es que nos quedamos con las ganas de ampliar la «pequeña historia» de la COE de la EMMOE. Esperemos hacerlo en otra ocasión podamos. En mi nombre, y en el de la Revista Boina Verde, le agradezco el tiempo que nos ha dedicado. Un fuerte abrazo.

5 respuestas

  1. El ensayo ” la guerra de los robobts” tiene algo que ver con la novela ” sueñan los androides con ovejas electricas ” ?

    1. “La guerra de los robots” es un ensayo sobre los sistemas de armas autónomas letales, es decir, los robots inteligentes de combate.

  2. Muy interesante la entrevista. Me ha traído muchos recuerdos de mi paso por la Coe 31 de Alicante años 79/80 viva la Coe y viva España.
    Y saludos a todos los compañeros. Que los seremos mientras vivamos.

    1. Buenos días, Muy agradecido por sus comentarios, Si dispusiera de fotos hay un Email donde nos puede remitir material fotográfico de su remplazo y vivencias ,un cordial saludo

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