Antiguo sargento de la COE 91 y 92, brigada de la 102, alférez y teniente de la COE 91 y teniente y capitán del GOE II
Realizada por el Teniente Coronel. A. Luis Vicente Canela
De sus cuarenta y ocho años en el ejército (treinta de ellos en servicio activo), estuvo destinado más de veinte en Unidades de Operaciones Especiales, principalmente en las COE 91 y 92. Hijo de militar, el capitán Oria, nació en Santa Fe, Granada, un quince de marzo del año 1943. Está casado y es padre de cuatro hijas; tiene 7 nietos y dos bisnietos. Como a tantas otras familias de la época, las vicisitudes profesionales de su padre lo llevaron en su niñez de Melilla a Sidi Ifni, a Santa Fe, a Albacete, y de nuevo a Melilla; finalmente, en 1957, tras la independencia de Marruecos, su padre fue destinado al Regimiento Córdoba 10, y la familia regresó a Granada. Entrevistamos hoy al capitán Fernando Oria Domínguez.
Fernando, el uno de septiembre 1959 te pones por primera vez el uniforme e ingresas, como soldado voluntario, en el Regimiento Córdoba 10
La verdad es que ya me había «puesto» muchas veces el uniforme, porque siempre quise ser militar. Sentía el ejército como una vocación. Es cierto que influyó mucho el hecho de que mi padre lo fuera y recuerdo que, siendo todavía un crío, ya me gustaba ponerme su ropa militar y su gorra.
Asciendes a cabo y, posteriormente, a cabo 1º. Pides destino a África, pero…la cosa se tuerce
Acababa de ascender a cabo 1º cuando salió una prevención en la Orden de Capitanía General que decía que los cabos 1º que quisieran ir durante tres meses agregados a la Unidad de Ifni-Sahara, lo solicitaran en su unidad. Así que solicité destino a Tiradores de Ifni, pero cuando se enteró mi padre impidió que me dieran el destino. Tres meses más tarde salió la misma solicitud y, aprovechando que mi padre había pasado destinado a Automovilismo, volví a solicitarla. Cuando él quiso reaccionar, el pasaporte se hallaba ya en mis manos y me incorporé el tres de diciembre de 1961, al 2º Tabor, 8º Compañía, que mandaba entonces el capitán «Alvarito», en Ida U Sugum, en el Puesto de Tiradores nº 348.
Allí permaneces varios años, hasta que en junio de 1966 haces el curso de sargento
En esa fecha ingreso como alumno de la I Promoción, 7º curso de sargento de Infantería, que entonces se realizaba, primero durante tres meses en la unidad de destino y, luego, durante seis meses, en Hoyo de Manzanares en Madrid.
Cuando finalizas el curso de sargento y regresas al Córdoba 10, ya vuelves con la intención de irte a la COE, pero te toca esperar un poco todavía
No salió bien. Yo me entero de que hay una vacante de cabo 1º en la COE 91 y me presento al capitán, Pedro Cobo, para pedirla, pero el capitán me responde que, estando pendiente del ascenso a sargento, no me podía dar la vacante. Luego, cuando asciendo, en septiembre de 1968, pido todas las vacantes que salen: la COE de Granada, la de Ronda, la de Tarifa y creo que alguna más. Finalmente me destinan a la 92, en Ronda. Allí estuve 28 meses.
En 1969 te casas y a tu mujer «le regalas» un año en Jaca realizando el Curso de Operaciones Especiales
Nos casamos en mayo, en Granada. Y, sí, ese año, en septiembre ingresé como alumno del XIV Curso de Operaciones Especiales.
Dicen que el Curso de Operaciones Especiales marca de una forma indeleble. ¿Cómo lo viviste tú?
El Curso te capacita táctica y técnicamente para ser guerrillero. Te proporciona una exigente formación y una mentalización que es indispensable para afrontar las misiones más duras y difíciles, en las que la iniciativa jugará un gran papel. Lo que me impulsó a realizar el Curso de Operaciones Especiales fue mi visión de la vida castrense. Siempre he pensado que el militar debe pasar una gran parte su tiempo adiestrándose en el campo y el menor tiempo posible en los cuarteles.
Parece que te gustó el Pirineo, Fernando, porque acabas un curso y al año siguiente regresas para hacer otro
Cuando regresé a mi unidad solicité el Curso de Montaña, que realicé en el año 1971. Luego fui destinado a la COE 91, en Granada, donde transcurrió un gran periodo de mi vida militar, hasta que se disolvió y se creó el GOE II «Santa Fe».
Y todavía te sobró tiempo para hacer el Curso de Instructor de Educación Física (EF), aunque te presentaste un poco «perjudicado»
A finales de 1973, solicité el curso de Instructor de EF. Pasé las pruebas físicas y el 8 de mayo, me incorporé a la ECEF en Toledo, como tú dices, «perjudicado», pues llevaba una escayola en el pie izquierdo; y es que había subido a esquiar a Sierra Nevada y, en una placa de hielo, me fui contra un poste metálico, fracturándome dos metatarsianos.
El 11 agosto de 1976, saltas el charco y te incorporas a la COE de Tenerife
Por poco tiempo, porque en octubre de ese mismo año ingresé como alumno de la Escala Especial de Mando en la Academia de Villaverde, en Madrid. Y dos años después, en julio de 1978, ascendí a alférez y me incorporé a mi nuevo destino: el Regimiento La Reina nº 2, de guarnición en Córdoba.
Pero tampoco estuviste allí mucho tiempo
Salió Curso de Buceador Elemental; pasé las pruebas y me fui a Cartagena.
Posteriormente realizaría el de Buceador de Asalto, que, ya sabes, que complementaba al primero. Luego, en septiembre de 1978, recién terminado el Curso de Buceador Elemental, me incorporé a mi nuevo destino, en la COE 91, y regresé a Granada.
Hablemos un poco de aquellas COE
¿Cómo eran? ¿Qué era lo mejor, lo más significativo?
En aquella época tanto la 92 como la 91, estaban formadas por ochenta y ocho guerrilleros, incluyendo al capitán. Realmente, él era el que imprimía su personalidad e impronta en todas actividades. Yo destacaría el ímpetu de todos los componentes de la unidad y, como más significativo, subrayaría el tiempo que se le dedicaba a la preparación y elaboración de los todos ejercicios.
¿Qué destacarías de los cuadros de mando de la COE?
Si bien es verdad que la programación era responsabilidad del capitán, los mandos teníamos la iniciativa necesaria para su desarrollo, además de asesorarlo en la elaboración de esos programas. Yo creo que
la unión y el compañerismo eran el denominador común de nuestra relación; trabajábamos siempre en equipo: como una piña.
¿Cómo definirías la personalidad de los hombres que se alistaban en la COE? ¿Había un patrón? ¿En qué se diferenciaban de los demás soldados?
Quizá en las ganas de aprender y en su espíritu de trabajo. La verdad es que cuanta más «caña» se les daba, más se esforzaban. Creo que la clave era que se les instruía siempre dando ejemplo; sin duda la mejor manera de enseñar y que ya te inculcan en el curso de OE. Eso hacía que los soldados tuvieran una confianza plena en sus mandos. Además, eran muchas las horas que se pasaban juntos en el monte, o preparando los ejercicios. Esa convivencia hacía que nos llegáramos a conocer muy bien. En cuanto a la diferencia entre un soldado y un guerrillero, bueno, yo creo que radica en la dureza, en el esfuerzo y en el sacrificio que se le exige al segundo y hay también un componente de dureza psicológica, por la presión a la que se le somete durante el adiestramiento.
¿Cómo se planteaba la instrucción y el adiestramiento de los soldados de la compañía? ¿Cómo recuerdas la formación de se impartía a la tropa?
Cuando llegaba un reemplazo, se realizaba el «periodo de endurecimiento» en el Campamento Militar «Alférez Rubio Moscoso» en Padul. Allí permanecían unos dos meses. Era un periodo muy intenso y exigente, durante el que los futuros guerrilleros acababan conociéndose a la perfección y se consolidaba en ellos el espíritu de compromiso y de compañerismo: la importancia del «binomio», del pelotón, de la sección, de la compañía. Después, se les encuadraba en un pelotón y continuaban juntos hasta finalizar su servicio militar.
¿Recuerdas alguna anécdota en especial de esos periodos?
En una ocasión, los veteranos, no dejaban dormir a los nuevos reclutas por las noches, lo cual repercutía en su adiestramiento. Así que, una noche sacamos del barracón a todos los veteranos y los tuvimos subiendo y bajando a los árboles del campamento, para ver si se concienciaban de que el poco tiempo que tenían de descanso por las noches los reclutas, había que respetarlo.
Fernando, háblame un poco de las salidas al campo, de los escenarios en los que se realizaban los ejercicios y maniobras y del trato de los guerrilleros con la población civil
Las COE que estaban ubicadas en la zona oriental de Andalucía, tenían una orografía excepcional para el adiestramiento. En pocos kilómetros tenían la nieve, la montaña y el mar. Con la población civil siempre tuvimos una relación muy especial: eran nuestros «aliados» en los ejercicios de guerrillas y contraguerrillas, cuando actuábamos «contra» las diferentes unidades del Ejército.
Entre las fases que más gustaban a la tropa estaban las de agua y de nieve. ¿Cómo se organizaban?
En ambas, el adiestramiento se realizaba por niveles. Los pelotones se formaban sobre la base de los guerrilleros que tuvieran un mismo nivel técnico. Cuando alguno de los soldados no conseguía alcanzar unos niveles mínimos, los mandábamos a «clases particulares» con el teniente o el capitán, hasta que conseguían mejorar. Y, entonces, se les encuadraba de nuevo con su pelotón.
En aquella época los medios eran escasos y no siempre los más adecuados. ¿Cómo os enfrentabais a aquella precariedad?
Con mucha iniciativa para conseguir lo necesario o, en su defecto, poderlo fabricar. Además, el cuidado del material era fundamental. En la compañía teníamos un cuarto específico para cada tipo de material: nieve, agua, montaña, armamento, escalada, topografía, transmisiones, etc. donde todo estaba perfectamente colocado y clasificado. Cuando los soldados llegaban la COE, a cada uno se le asignaba su material, que tenían que cuidar y del que eran responsables. Cuando algún material sufría algún desperfecto, rápidamente se arreglaba para que se pudiera utilizar nuevamente.
¿Cómo eran las relaciones con la otra COE de la Región Militar?
Pues la verdad es que nos llevábamos muy bien. Había mucha unión y colaborábamos en todo lo que se podía. Por ejemplo, en la fase de nieve la COE 91 siempre iba en primer lugar. Iniciaba las relaciones con CETURSA, preparando los forfait, buscando donde se podía comer o dormir y, luego, llegaba la COE 92 para realizar su fase.
Fernando, tú viviste la trasformación de las unidades y la creación del GOE II «Santa Fe». ¿Cómo lo recuerdas?
Yo estaba destinado en la COE 91, cuando, en septiembre de 1985, la compañía fue trasladada al Campamento Militar «Alférez Rubio Moscoso», en Padul, donde se disolvieron las COE 91 y 92 y se creó el GOE II, junto con las COE 21 y 22, que estaban en Tarifa (Cádiz) y en Huelva, y que también se trasladaron a Granada. Algunos mandos se quedaron disponibles y otros permanecieron en la unidad. Transcurridos dos meses, con la llegada de los nuevos mandos y los nuevos reemplazos, se realizó la transformación plena al recién creado GOE II «Santa Fe» que, finalmente, fue trasladado al acuartelamiento Cervantes en la ciudad de Granada.
¿Cómo eran las relaciones con los mandos y tropa del acuartelamiento?
Personalmente, me llevaba muy bien con ellos; claro que, en mi caso, yo había pertenecido al regimiento. Pero bueno, todos (mandos y tropa) nos llevábamos bien y nos ayudábamos en todo lo que fuera posible.
Entonces, no había demasiada proyección exterior de nuestro Ejército, aunque sí algunas colaboraciones en ejercicios y maniobras
Las colaboraciones siempre fueron extraordinarias. Nosotros, con los que más maniobras realizábamos era, lógicamente, con el «Córdoba 10». Pero también, aunque de una forma más esporádica, con la COE 92, la Brigada Paracaidista, o el Regimiento «Ceuta 54». Y luego estaban las colaboraciones internacionales, como los ejercicios hispanoportugueses, los COMANGOE, u otras que hicimos con fuerzas especiales de Jordania.
¿Qué destacarías si tuvieras que hacer un balance de todos tus años en la COE?
La enorme satisfacción que siento de haber instruido a cientos de guerrilleros, que me han dado todo un ejemplo con su compromiso y el esfuerzo que realizaban por aprender cada día más.
¿Cuál crees que fue la clave del éxito de las COE?
Dos factores: el trabajo en equipo y el ejemplo de los mandos.
Finalmente, Fernando, en diciembre de 1989, decides solicitar el pase voluntario a la reserva activa y cuelgas la boina verde en el armario. ¿Volverías a repetir la experiencia en UOE?
¡Sin dudarlo! Después de toda una vida de dedicación a la milicia, no hay mayor satisfacción que el reconocimiento de tus jefes y de tus subordinados. Con toda humildad, me gustaría decir que ha sido una de las mayores
—sino la mayor—, recompensas que he tenido, porque pocas cosas hay tan gratificantes como recibir el elogio y el cariño de aquellos a los que has exigido el máximo, llevando su adestramiento al límite y, a fecha de hoy, sigo manteniendo el mismo espíritu de compañerismo y de amistad con muchos de ellos y continuamos viéndonos en las reuniones periódicas de guerrilleros para recordar las vivencias de nuestro paso por la COE.
¿Quieres añadir alguna cosa más?
Sí, que ha sido un orgullo vestir el uniforme del Ejército español, dentro y fuera de la COE. No hay mayor grandeza que la de ser soldado. Fernando, sé que eres una persona muy activa, con compromisos de todo tipo. Así que, no me queda más que darte las gracias en nombre de los lectores de la revista Boina Verde y en el mío propio por habernos hecho «un hueco» y compartir tus recuerdos con nosotros.