Realizada por Miguel Ángel Núñez
Vocal Relaciones Externas FEDA-VBVE
Es para mí una satisfacción, la de poder entrevistar a Manuel Ángel Manresa Martínez, antiguo guerrillero de la COE 11, en Madrid, personaje querido, apreciado y respetado por todos los que le conocemos.
Hola “Aspirino”, ¿no te importa que te llame así, ¿verdad?
No, para nada, es así como me llaman cariñosamente, desde mi paso por la COE 11, y tiene su sentido, que después explicaré.
Preséntate, cuéntanos como fueron tus comienzos por la emblemática COE 11.
Sí, pero antes quisiera dar mi agradecimiento y orgullo por haberme elegido para ser entrevistado, sin olvidar que muchos de vosotros guerrilleros, sois merecedores de esta distinción y por supuesto, saludar a todos los mandos y compañeros boinas verdes de España, tanto veteranos como en activo, y en especial, a los mandos de nuestra compañía: capitán Diego Camacho, tenientes Rodríguez y Jambrina, brigada Córdoba, sargentos Rueda, Lara, Hilario Sánchez y Rando, así como a los cabos 1º y cabos, por su profesionalidad, entrega y dedicación a todos nosotros.
Me presento: Mi nombre es Manuel Ángel Manresa Martínez, nacido en Alicante el 20/06/1956 perteneciente al reemplazo 77/78 con destino en la COE 11, en el Regimiento Inmemorial del Rey n° 1, en el cuartel Infante D. Juan, en el paseo de Moret de Madrid. De profesión enfermero y apodado “El Aspiríno “.
Me crie en un pueblecito de montaña en plena naturaleza, mi juventud transcurrió con estudios y actividades en una organización juvenil de la época, marcada por actividades de disciplina, respeto a nuestra bandera y nación, salidas al campo, acampadas y marchas en grupo etc., con lo cual ya tenía claro lo que me gustaba y quería.
Terminé mis estudios de enfermería y me presenté a unas oposiciones de un organismo provincial obteniendo una plaza antes de mi incorporación a filas. Expuse a mis padres mi deseo para ser boina verde, a lo cual se opuso rotundamente mi madre. Me incorporé al CIR de Colmenar Viejo donde pasé mi periodo de instrucción, destinándome luego a un cuartel de Cuatro Vientos para esperar el destino definitivo.
A los pocos días nos formaron en el la explanada para darnos el destino y yo rezando para que me mandasen a la COE, cosa que los demás no querían. Iban nombrando destinos a centros de salud, hospitales etc., y la gente contenta. Cuando me nombraron a mí destinándome a la COE quedaron todos en silencio y yo di un salto de alegría enorme dejándolos sin palabras, pensarían que estaba loco, si, pero de alegría, porque podía cumplir mi deseo gracias a Dios.
Me incorporé a la COE 11 al día siguiente con el uniforme de “pistolo”. La compañía estaba en la tercera planta de un bloque del edificio, había una puerta de entrada de color verde y al abrirme la puerta, me quedé muerto porque tenía delante un perro como un león era “Sacre” nuestra mascota fiel y querido por todos, al lado un veterano (apodado Loquillo) con barba muy larga y machete en mano poniéndomelo en el cuello, pensé Dios mío donde he venido. Tras mi incorporación empezó la instrucción como recluta en la compañía que constaba de dos secciones una de veteranos y la otra de reclutas.
Los tres primeros meses fueron duros, porque después de estar todo el día haciendo las actividades diarias por las noches los Veteranos no nos dejaban descansar con bromas algunas bastante pesadas y así todas las noches. Yo no me explicaba cómo podían soportar ese ritmo sin dormir y al día siguiente rendir mejor que nosotros, hasta que observe que los veteranos que esa noche nos metían caña descansaban al día siguiente por baja médica, servicio en compañía, etc., y así iban alternándose por las noches entre ellos.
Los pocos días que permanecíamos en el cuartel transcurrían después del toque de diana con un precalentamiento por parte del tte. Jambrina o Rodríguez dando unas vueltas al recinto del cuartel, aseo, ducha y desayuno en el comedor y a continuación salida hacia la casa de campo a paso ligero donde realizábamos distintos ejercicios tácticos de tablas de combate, conguitos por alcantarillado, saltos desde los camiones Reo, para regresar a paso maniobra la mitad del trayecto y luego el último tramo a paso ligero hasta el interior del cuartel, tiempo justo para comer después del toque de fajina, siesta y luego teóricas o ensayos de orden cerrado para desfile. Luego lo más esperado era la hora del permiso hasta el toque de silencio, que aprovechábamos para recuperarnos dando una vuelta por la ciudad. Aunque el médico apodado “el Welbys” y yo dedicamos parte de ese tiempo libre, para hacer visitas a laboratorios, farmacias y almacenes farmacéuticos para pedir muestras de material sanitario y medicamentos. Así conseguimos reponer el escaso material que disponíamos en un cajón botiquín de madera tipo munición; disponiendo así de todo lo necesario con la improvisación del momento, para atender una urgencia en cualquier momento.
La formación que recibíamos a cargo de nuestros mandos consistía en superar distintas fases para instruirnos y una vez superadas conseguir nuestra ansiada boina verde como reconocimiento a nuestro sacrificio, entrega, honor y lealtad a nuestra patria y a su bandera, de las que nos sentimos muy orgullosos.
Las distintas fases de nuestra formación consistían en el aprendizaje teórico y práctico en zonas de agua, nieve, montaña, explosivos, tiro diurno y nocturno, paso de pista de fuego con munición real, tiro en población, fuga y escape, supervivencia, topografía, marchas campo a través y maniobras con otras unidades del ejército en distintas ciudades de la región.
-Las maniobras que hicimos creo recordar fueron en Almagro (Ciudad Real) donde estuvimos acampados detrás del Teatro Corral de Comedias del siglo XVII participando paracaidistas y otras unidades de infantería. El trayecto hasta allí lo hicimos con camiones Reo y él Jeep que teníamos, consumía tanto combustible que necesitaba unas garrafas para reponer el depósito durante el viaje. En los ratos libres de permiso nos hinchamos a degustar las famosas berenjenas aliñadas con hinojo y pimiento de Almagro.
En Cáceres fue otra que hicimos también con distintas unidades de infantería siendo Torrecilla de los Ángeles el lugar donde nos ubicamos y desde allí nos desplazábamos para dar golpes de mano, marchas de reconocimiento terreno recorriendo distintas zonas de Cáceres. Una que recuerdo con agrado fue un pueblo llamado Obejuelo que cuando llegamos, hacía poco que tenía acceso por medio de un camino forestal, antes eran senderos para mulos y caballos. Los habitantes humildes, sencillos y de buen corazón nos ofrecieron todo lo que tenían.
Les pusimos unas diapositivas y quedaron encantados aquello era para ellos como el cine. Aún me acuerdo de un queso en aceite en tinaja y los embutidos que comimos. Reconozco ahora haber hecho trampa en las marchas campo a través en zonas de montaña porque yo me pregunté “quien tiene más años de mili aquí” y me dije nuestro veterano perro mascota “el Sacre” entonces siempre iba detrás de él y me llevaba por los mejores sitios del abrupto terreno con mucho menos esfuerzo y cansancio. En Torrecilla nos dejaron una nave almacén para no pasar frío porque allí hacía más, que en la fase de nieve nos dejaron dos bidones de miel para desayunar y uno lo dejamos temblando era buenísima. La gente en todo momento se volcó con nosotros, fue una experiencia inolvidable gracias a todos ellos.
La otra que hicimos fue en Piedra Hita (Ávila) donde teníamos nuestra ubicación. Nos instalamos en el nuevo matadero municipal aún sin terminar que nos ofrecieron para nuestra estancia allí y de allí nos desplazábamos a las distintas zonas donde teníamos las salidas previstas por nuestros mandos. En una de ellas hacía mal tiempo con niebla, llovizna intensa y frío. Después de andar todo el día una vez dado el golpe de mano, por la noche descansamos en los márgenes de una carretera cubiertos con los ponchos, aunque ya estábamos mojados. Por la mañana despejó y cruzando un campo encontramos una cabaña donde refugiaban el ganado entonces aprovechamos para secarnos la ropa y hacer un pequeño fuego para comer caliente entrando así en calor. Unas horas después nos recogieron en el punto establecido.
Un fin de semana coincidió que se hacía una feria de ganado y nunca olvidaré como se realizaba el acuerdo entre vendedor y comprador bien fuese con cambios de animales o dinero. Con unas palabras y un simple apretón de manos quedaba hecho sin necesidad de papeles ni firmas. Agradable también recordar que pele más patatas y cebollas como nunca en mi vida. Lo mejor de todo era cuando teníamos libre, los paseos por el pueblo y las visitas que hacíamos a un bar próximo que nos atendían de maravilla permitiéndonos pedir unas rondas de un buen vino con la tapa variada que nos servía el dueño “Marcelo“, muy buena persona, regalándonos el último día las cantimploras llenas de vino.
¿Por que tomaste la decisión de irte voluntario a una Compañía de Operaciones Especiales?
Principalmente por un afán de aventura, de superación personal, la buena imagen y reputación que adquirieron en tampoco tiempo estas unidades (como la legión) y el servicio a la Patria, como lo sentimos todos nosotros.
¿Qué te ha parecido la formación recibida en la COE durante tu estancia en ella?
Creo que fue bastante completa e intensa en general, para el tiempo que estuvimos en ella.
¿En qué consistía la preparación de los soldados en operaciones especiales?
Se realizaban unas fases de adiestramiento en distintos medios naturales para aprender a desenvolvernos como en agua, nieve, montaña, aire y en explosivos, tiro diurno y nocturno con todo tipo de armas, tiro en población, pista de fuego. Se completaba en caso de ser prisionero con la fase de fuga y escape, complementada con la supervivencia en todo tipo de situaciones.
¿Cuáles de ellas, fueron las más interesantes para vosotros?
Creo que fueron todas importantes, unas con más riesgo que otras. Gracias a nuestros mandos que, en todo momento, con su experiencia y preparación, minimizaban esos riesgos para nuestra seguridad.
¿Me puedes contar brevemente cómo se desarrolló cada una de ellas para vosotros?
Aunque sería extenso explicarlo intentaré hacerlo. La de nieve en Navacerrada en la Sierra de Guadarrama (Madrid) nuestros mandos nos enseñaron todas las técnicas, de esquí, marcha con raquetas, tiro en movimiento y apostado, combatir el intenso frío mediante construcción de iglús y fosas etc. La única vez que me arrestaron durante una semana fue en el descenso con esquí en la pista principal porque tras superar el inicio de esta, entré en una zona de nieve blanda quedándose clavadas las tablas con las botas y yo salí volando unos metros para caer metiendo la cabeza en la nieve como un avestruz.
Los mandos que venían detrás me preguntaron si estaba bien y yo aún conmocionado por el golpe con las gafas rotas y sangrando por la nariz no quería mirar atrás porque pensé que mis pies se habían quedado allí atrás, me ordenaron que continuase y al negarme me arrestaron una semana. Me las puse al hombro y bajé al refugio andando.
En montaña eran técnicas de escalada con arneses y cuerdas adecuadas, descensos haciendo rapel, tirolinas para cruce dé vaguadas, ríos etc.
En la de explosivos la supervisión de nuestros mandos era máxima para evitar cualquier accidente. Consistía en el transporte y manejo de estos, preparación de estos con el cebo detonador o mechas de ignición rápida como lenta según el objetivo, con pértiga, voladura de puentes u otra finalidad. La trilita la de uso más común.
Entonces, con todas las salidas que hacíais, pasarías poco tiempo en el cuartel, ¿cuéntame alguna más de ellas…?
A decir verdad, allí pasábamos muy poco tiempo el justo para recuperarnos un poco. Otra fue la de tiro diurno y nocturno que realizábamos en el campo de tiro cerca de Hoyo de Manzanares, con distintas armas, subfusil, cetme, pistola, mortero, lanzagranadas. A mí me gustó el tiro con balas trazadoras que te marcaban el objetivo a batir.
La de topografía y marchas campo a través consistía en aprender a orientarse con brújula, puntos cardinales por el sol, estrellas y características de los troncos de árboles. Ayudado de estos medios se realizaban las marchas teniendo que estar en los puntos de control desconociendo el terreno a las horas previstas en cada uno de ellos hasta llegar al final de esta. Vamos que nos hinchamos de hacer kilómetros.
¿Qué otras pruebas recuerdas de todo lo que me estás contando?
La pista de fuego fue muy emocionante, se realizaba reptando con el equipo de combate. La hicimos dos veces, porque unos reporteros creo que de Informe semanal tenían mucho interés en filmar y tomar distintas fotografías para un documental que se emitiría una semana antes del desfile de las Fuerzas Armadas, el año que tomó posesión de la Corona el Rey Juan Carlos l.
Nuestro capitán dijo que no podía obligarnos a repetirla, pero si voluntariamente queríamos se haría. Total, que accedimos volverla a hacer con toda la ilusión. Está todo preparado para el recorrido, dos ametralladoras, cargas explosivas de trilita a ambos lados del sendero que se accionaban mediante una serie de interruptores instalados en una tabla a la cual se le denominaba “el piano “, alambradas, botes de humo etc., los reporteros prepararon sus equipos de filmación y se inició a las órdenes del capitán. Cuando empezó todo el tinglado no tardaron en meterse bajo los Reo aquellos reporteros.
La COE 11 era la que iniciaría el desfile escoltando la bandera nacional ante su Majestad y autoridades, para después incorporarnos con la COE 12 desfilando las dos compañías en último lugar del desfile.
Tengo entendido que una de estas fases fue especialmente dura para ti, por hechos acaecidos que nunca has olvidado, ¿es así?
Si fue la de tiro en población, que se realizó en Cogolludo provincia de Guadalajara. Cuando llegamos nos formaron en la plaza del pueblo frente al palacio de los Duques de Medinaceli un edificio y fachada espectacular. El capitán nos dio una charla y nos dijo que íbamos a estar alojados en el durante nuestra estancia. Imagínate que bonito pensar en las comodidades que se nos ofrecieron. Cuando entramos y vimos el interior nos quedamos perplejos porque era un solar lleno de matorrales y allí montamos nuestras tiendas de campaña para pasar esos días.
El viernes nos llevaron a un pueblo próximo abandonado y semiderruido para enseñarnos la zona donde haríamos los ejercicios, pasando por todos los sitios para hacerlo. Consistía en ir caminando por una calle donde habría colocadas siluetas tanto móviles como fijas teniendo que abatirlas según íbamos ascendiendo la calle. Podía ser en viviendas, por las ventanas, puertas o interior de esta o bien saltando de un tejado a otro, en el suelo de la calle etc. Nos dieron permiso ese fin de semana y el lunes a primera hora con un amanecer desapacible nublado, frío, revoloteaban la zona unos pájaros negros como cuervos y empezando los preparativos para iniciar el recorrido. Nuestros mandos una vez formados, fueron nombrando al primer grupo que haría. Nuestro compañero José Parres pidió permiso para ser el uno de ellos, denegándoselo en dos ocasiones. Al tocarle el turno al segundo grupo insistió de nuevo y se lo concedieron.
Empezaron el ejercicio y cuando llegaron al final de la calle oímos una explosión de sonido hueco cayendo a continuación una cosa negra que nos hizo gracia porque pensamos que habían matado a una de esas aves. Cuando a los pocos segundos oímos gritos de “médico, médico“ y el médico se había marchado con unos lesionados al hospital. Entonces sin vacilar subí corriendo con mi mochila-botiquín de combate para ver lo ocurrido y me encontré a Parres que había perdido la pierna derecha por la explosión.
Sinceramente me quedé paralizado unos segundos al ver a mi amigo así y oyendo sus gritos de dolor pidiendo ayuda. Reaccioné inmediatamente ante la urgencia de su lesión practicándole torniquete superior e inferior del muñón, sedándolo y realizándole un vendaje compresivo de este, gotero é inmovilización hasta que lo evacuamos en la caja de un camión Avía hacia Cogolludo.
Gracias a la rápida actuación de nuestros mandos ante lo sucedido, el traslado al hospital Gómez Ulla fue rápido, se habían encargado de la petición de un helicóptero para su traslado al hospital Gómez Ulla, así como de llamar al médico rural para que lo reconociese y demás gestiones. Entrando al pueblo el médico esperaba nuestra llegada y una vez que lo reconoció recuerdo que decía con frecuencia muy bien, muy bien, estupendo; quien lo ha atendido diciéndole algunos que el “Aspirino”. Reanudamos la marcha y vimos llegar el helicóptero que aterrizaba en una era a la salida del pueblo.
Pasamos al herido a éste y me fui a coger mi botiquín al camión, pero un mando dijo que subiese y lo dejase, pues se suponía que ellos tendrían de todo. Iniciamos la ida hacia el hospital a bastante altura y velocidad, aunque daba la sensación que no avanzábamos mucho, por las ganas que tenía de llegar para que lo atendieran. A mitad del trayecto se le fue pasando el efecto de los sedantes y empezó de nuevo a gritar de dolor, hablé con él piloto y dijo que en los laterales, había dos botiquines tipo americano con material. Mi sorpresa fue al abrirlos porque sólo había unos sobres de gasas, venda, algodón, mercromina, tiritas, tijeras y unas pinzas, pero en uno había una caja con ampollas de amoniaco. El herido cada vez más inquieto gritando hasta con insultos de tanto dolor.
Entonces tuve que improvisar y hablándole, partí una cápsula que olía fuertísimo a amoniaco se lo puse a oler en la nariz diciéndole que inspirase fuerte que ese sedante le quitaría el dolor, llegó un momento que hasta yo me estaba mareando del olor que despedía y gracias a Dios dio resultado hasta el helipuerto del hospital donde esperaba una ambulancia para su traslado a urgencias. Una vez pasado a la ambulancia el conductor trató varias veces poner el motor en marcha y no hubo manera, total que entre todos empujándola conseguimos dejarlo en urgencias. Al día siguiente nos enteramos que la intervención realizada salió bien y su estado era estable.
Mas tarde tuvimos que hacer una marcha con puntos de control de bastantes kilómetros y con un horario establecido. Salíamos cada poco tiempo un grupo y así toda la compañía. Cuando terminamos nos formaron, el capitán se dirigió a todos diciendo que parecía mentira que los veteranos lo hubiésemos hecho peor que nuestros reclutas por lo cual teníamos que repetir la marcha al día siguiente para mejorar los tiempos.
Yo tenía entonces asignadas dos armas: un subfusil y una pistola con funda de lona bastante holgada. Durante el regreso pare unos minutos en algunos sitios para descansar, uno de ellos fue en un pequeño riachuelo donde había un poco de arena fina en la orilla. Me arrodillé para mojarme la cara y a unos kilómetros, al tocarme la cintura, me di cuenta que no tenía la pistola y ya me pasó de todo por la cabeza. Regresé por los mismos sitios donde hice un alto y donde me agaché, allí estaba mi novia, la besé, y di gracias a Dios de haberla encontrado. Ese día también lo recordaré porque se hizo el acto más deseado e importante para un guerrillero boina verde, como es la imposición de la boina por los veteranos a los reclutas, para luego todos juntos celebrarlo.
Por lo que me has contado y tanto detalle que me has dado, ¿influyó este hecho bastante en tu vida?
Así ha sido. La parte positiva de esto es, que con su fuerza de voluntad, física y mental se recuperó pronto, fortaleciéndose también nuestra amistad y compañerismo hasta ahora.
¿Quieres contarme algo más?
Si la última fase que fue la de agua, realizada en Sacedon (Guadalajara) en el pantano de Entrepeñas. La preparación inicial para ésta, se hizo en la piscina del cuartel de la División Acorazada Brunete de Madrid, inmersión a pulmón y con botellas de oxígeno, buceo, nado etc., consistió en lanzamiento con lanchas neumáticas y recogida a velocidad, descenso y subida desde helicóptero de día y noche, colocación de explosivos, boga con camuflaje, etc. Aquí nos enteramos que a Parres le pondrían una pierna ortopédica normal y nuestros mandos nos propusieron donar el presupuesto de ese mes para comidas, para comprar una pierna articulada mejor para el compañero a lo que por supuesto accedimos todos encantados.
Teníamos al brigada Córdoba, excepcional militar y gran persona, que se encargaba de la plana, velando por nosotros para que nunca nos faltase nada, ajustándose a los presupuestos que tenía asignados. Se hacía el duro con todos, pero siempre estaba pendiente de nosotros, hasta el punto de que, si alguno no podía ir a su casa algún fin de semana por falta de dinero, no dudaba en darle lo que le faltaba.
Cuando terminamos nuestro servicio en la COE, a la espera de ser licenciados al darnos “la blanqui “, algunos con muchas ganas, aunque después todos hubiésemos deseado continuar.
Ha sido una de las experiencias en vuestras vidas que ha merecido la pena ¿verdad?
Por supuesto, y la prueba de ello es que, a pesar de los años transcurridos, aún mantenemos la amistad y compañerismo de antaño, mediante reuniones, eventos, Asociaciones de VBV, etc., con el mismo amor y servicio a España.
Y ya para terminar, ¿os ha servido para algo en la vida civil?
Si porque nos enseñaron valores como, responsabilidad, honor, lealtad, compañerismo, superación y servicio a los demás en nuestra vida diaria.
Encantado de haberte conocido y te agradezco el tiempo que me has dedicado.
Gracias a ti por la entrevista. Estoy seguro, que muchos compañeros de cualquier COE, te querrán también contar su experiencia, anécdotas… y como decimos los guerrilleros, “Salimos juntos y regresamos juntos “, “Siempre adelante”. ¡Honor, Deber, ¡Patria! ¡Por España! ¡Me atrevo! ¡Viva España! ¡Viva El Rey!
2 respuestas
Soy un compañero que estuvo en la COE 22 de Huelva reemplazo 1974/75, nacido en Málaga y residente en Madrid. He leído la entrevista. De ella, destaco tu respuesta a la pregunta ¿ha merecido la pena, verdad? contestando “Por supuesto, y la prueba de ello es que, a pesar de los años transcurridos, aún mantenemos la amistad y compañerismo de antaño, mediante reuniones, eventos Asociaciones de VBV, con el mismo amor y servicio a España”. Gracias por compartir tus comentarios con nosotros. Saludos cordiales para todos
Gracias a ti Salvador por tus comentarios que siempre dan gusto de leer. Un abrazo