Realizada por Miguel Ángel Núñez
Vocal Relaciones Externas FEDA-VBVE
Hola, Luis, por favor, preséntate y cuéntanos cómo fueron tus comienzos en la Compañía de Operaciones Especiales 51, en Zaragoza:
Con muchísima ilusión. Entonces yo era un joven universitario que hasta aquel momento apenas había salido del círculo familiar, amigos de la facultad, guateques y «apretar codos»; a esto se limitaba mi vida. Por ello se comprenderá mi ilusión por ampliar vivencias y la mili me ofreció la oportunidad, y de qué manera, en el CIR 10, ubicado en las afueras de Zaragoza.
Un día aparecieron unos locos que se tiraban de un camión en marcha y practicaban defensa personal y lucían una boina verde. No me lo pensé más, me apunté esperando tener suerte…y la tuve. Días después me presentaba a las puertas del acuartelamiento Las Navas 12. Presentí que mi vida cambiaría.
¿Por qué tomaste la decisión de irte voluntario a una COE?
Sobre todo por cambiar un poco mi vida acomodada. Vivía demasiado bien, necesitaba un poco de aventura y me la dieron dos personas que hoy, desgraciadamente, ya no están: mi padre, que al conocer mi destino voluntario casi le da un ataque y John Wayne. Sí, sí, John Wayne, el actor protagonista del film Boinas Verdes; esos sí que molaban y me los tropecé en el CIR. No tuve dudas.
¿Qué te ha parecido la formación recibida en la COE 51 durante tu estancia en ella?
Escasa. El hecho de que nuestro servicio militar obligatorio se limitase a, apenas, año y medio, daba lugar a que cada reemplazo de operaciones especiales tuviese que saltarse alguno de los cursos, a mí, por ejemplo, me faltó completar la práctica de escalada. No obstante no me quejé, pues siempre padecí un poco de vértigo.
¿En qué consistía la preparación de los soldados de operaciones especiales?
En mi reemplazo, además de formaciones, desfiles y armamento, como todos los demás soldados, tuvimos cursos de topografía; barreamientos; sabotajes; defensa personal; tiro con arma corta, larga, fusil, subfusil; lanzamiento de granadas; esquí, completísimo; navegación; escalada; transmisiones…
¿De todas las fases que hiciste, cuáles fueron, en tu opinión, las más interesantes y por qué?
Difícil respuesta. Todas y cada una. Con todas se conseguía un verdadero soldado boina verde; otra cosa era la que más te gustara, y ahí todos podríamos divergir. Personalmente, a mí me encantó el descenso en bote desde Pontoneros hasta Fayón, en el curso del Ebro, por ironías de la vida fue mi primera experiencia náutica. Muchos años después me enrolé como sargento reservista de la Armada y, actualmente, presido una base náutica en Barcelona afiliada a la Federación Catalana de Vela.
¿Cuál ha sido la fase más dura para ti, por sus características, dificultades… y por qué?
Recuerdo un hecho casi anecdótico: “aproximación a un objetivo bajo fuego real”. No diré nombres, pero un superior quiso pasar de este simulacro real. No sé por qué razón, pero mi capitán lo autorizó; este superior se colocó delante de mí y en pleno avance se le enganchó el cinturón a la alambrada de la trinchera, mientras estallaban granadas a los lados, le entró el pánico. Recuerdo los gritos del capitán increpándolo. Finalmente sonó el pito y hubo que rescatarlo. Creo que lo arrestó.
¿Tienes alguna anécdota, experiencia, recuerdo que destacar en tu paso por operaciones especiales?
Sobre todo, la unión de todos los compañeros. Podíamos estar «de punta» porque alguno hubiese llevado a cabo alguna estupidez en la compañía, pero al sonar el toque de formación todos éramos uno. Si alguien, realmente, cometía alguna barbaridad se le arrestaba y tema finalizado.
Recuerdo una noche en la que yo estaba de semana y al toque de retreta y pasar lista faltaban cuatro, se habían ido a Zaragoza a pasar la tarde y se les averió el coche. Ahora que ya estoy licenciado, puedo decirlo: pasé retreta nombrándolos como presentes en la formación.
En otra ocasión el que se fastidió fui yo. Regresé al cuartel con el coche de mi padre recién comprado. A la mañana siguiente, al formar la tropa, el que llegó tarde a formación fui yo. Consecuencia: el teniente me arrestó una semana. El único arresto en la mili.
Por lo que me has contado y tantos detalles como me has dado, ¿influyó mucho en tu vida el llegar a ser un boina verde?
Pues seguramente sí. Fue una forma de espabilarse, de ser más cauto, de comprender que en la vida no vale únicamente tener suerte. La suerte te la tienes que labrar, día a día.
¿Qué más recuerdas de todo lo que me estás contando?
Pues una cosa muy especial, cuanto menos para mí.
Tuve un capitán extraordinario y un teniente magnífico, todavía mantengo contacto con este último. El capitán, Julio Ferrer Sequera, fue un auténtico militar y amigo personal que, casualmente, residía en una pequeña aldea muy cercana a la mía. Una vez terminé la mili y conocedor él de esta circunstancia, venía muchas veces a mi pueblecito de Castellón; me pedía que lo acompañase a un pequeño valle, cerca de nuestra ermita, a recoger hierbas para sazonar sus olivas y de paso charlábamos sobre mil cosas. Lamentablemente asistí a su funeral hace unos años.
Con el entonces teniente, hoy general, José María Tomé López, también me une una fuerte amistad. Mi esposa, hace unos pocos años, redactó un libro sobre la COE 51 con el beneplácito del general, libro que hoy está en la biblioteca del campamento de Rabasa.
¿Te ha sido útil lo aprendido en la COE en tu vida civil?
Pues sí, la defensa personal, y de forma inesperada. Hace ya muchos años, allá por el 2000, más o menos, tres individuos me acorralaron intentando robarme en un descampado, donde había dejado el coche. Instintivamente me defendí y dejé al cabecilla retorciéndose en el suelo, después agarré por el cuello al segundo que me devolvió el dinero robado mientras que el tercero huía a la carrera. Fin del asunto.
Como segundo presidente fundador de la Asociación Nacional de Veteranos Boinas Verdes, ¿nos puedes contar cómo fueron los comienzos, si hubo colaboración y ayuda de algún tipo, dificultades, anécdotas,…?
Como el general Bataller debe recordar, la casualidad unió a los dos primeros presidentes de la Asociación Nacional de Veteranos Boinas Verdes (ANVBV). El primero, mi amigo inseparable, Roque Gutiérrez vive y trabaja en su magnífico restaurante de Morella (Castellón).
A pocos kilómetros y sin ninguna otra población entremedio, paso muchas temporadas, en una humilde pero maravillosa población del Maestrazgo, Herbers. Entre otras cosas, patria del carlismo en Levante.
Desde el primer día sintonizamos en todo y gracias a él y a su hijo Carlos, excelente chef de cocina y antiguo guerrillero, cuando nos vemos en nuestros respectivos hogares, siempre salen a relucir (para bien) las anécdotas y aventuras de nuestra vida castrense y asociativa. Como dice la célebre canción, “amigos para siempre”.
Quedé gratísimamente impactado por la enorme audiencia que se presentó en la concentración de veteranos boinas verdes en el campamento Rabasa de Alicante convocada por el entonces comandante Bataller, jefe GOE III. Creo que nos sobrepasó a todos, sobre todo a los que veníamos desde lejos. Roque logró algo impensable, atraer a tantísimos compañeros.
No obstante, el trabajo le prohibía poder dedicarse plenamente a la ANVBV, de modo que me pidió que tomara las riendas de aquella magnífica iniciativa. Y así intenté emularle. Con el tiempo y los años, uno comprueba que los relevos son absolutamente necesarios. Afortunadamente tenemos gente extraordinaria que está dando lo mejor de su tiempo libre para enardecer el espíritu guerrillero. Pasado un tiempo, también pasé el testigo a los magníficos guerrilleros que, muchos de ellos, hoy son el orgullo de nuestra asociación.
¿Quieres relatarme algo más?
Poca cosa. Me siento más que dichoso con y por mi familia y por los muchos amigos a los que frecuento, entre ellos aquellos que nos solemos llamar los boinas verdes de verdad, no los de Hollywood.
Ahora disfruto de mis hobbies. Me encanta viajar. He recorrido gran parte del mundo, no me puedo quejar, aunque mi esposa que me acompaña, me aventaja con sus reportajes de lugares exóticos, que algún susto le han costado.
Mis otras dos pasiones de jubilado son la música y los ferrocarriles en miniatura. Mi afición ferroviaria sigue en pie, esperando que el guardabarrera levante el banderín rojo; y respecto a la música, hace años que estudié piano y practico tres o cuatro horas diarias, sobre todo clásica, musicales de cine y bandas famosas de temas orquestales.
Si pudieras regresar al pasado, ¿volverías a presentarte como voluntario en la COE y por qué?
De hecho, ya lo hice. Me alisté en la primera convocatoria para la reserva voluntaria; aprobé las pruebas preliminares y me tuve que conformar con la Armada, pues no había convocatorias ni plazas para OE.
Estuve haciendo el curso para suboficiales reservistas en la Academia de Suboficiales de la Armada (ESUBO) en San Fernando, Cádiz. Después estuve destinado en el arsenal de Cartagena en el GEAT, departamento de idiomas, pues, por suerte, hablo, leo y escribo inglés, francés e italiano, además de catalán. Ésta circunstancia me dio unos destinos increíbles, porque me asignaron a la Asociación Europea de Suboficiales de Reserva (AESOR), con lo que, durante más de diez años pude visitar Francia, Bélgica, Holanda, Suiza, Alemania, Austria e Italia. Todo ello, me permitió, además, desfilar en París el día de su fiesta nacional; en Bruselas, acompañando a la reina Fabiola, y asistir al desfile de la fiesta nacional de Italia en Roma.
Recuerdos imborrables. Espero no haberos aburrido demasiado. Un abrazo.