Realizada por Miguel Ángel Núñez
Vocal Relaciones Externas FEDA-VBVE
¿Por qué elegiste ser guerrillero y cómo fueron tus comienzos en la COE 61 de Burgos?
Pensando en aprovechar al máximo mi tiempo en el servicio militar, iba con la idea de la boina verde. Tuve la fortuna estando en el CIR que acudieran en captación de voluntarios para la COE de Burgos, viendo la oportunidad de ingresar en una unidad que se adaptaba perfectamente a mi espíritu aventurero. Duros y trepidantes fueron los comienzos en la compañía, como no podía ser de otra manera, tal y como esperaba. Si algo me llamó la atención, fue el compañerismo y buen trato que en todo momento nos dieron los veteranos, ayudándonos desde que llegamos. Recuerdo el momento al entrar en mi camareta asignada, cómo nos ofrecieron diverso material, como navajas y linternas. Gracias a esos veteranos que nos arroparon, nuestros primeros días fueron algo menos malos.
Si puedes recordar sus nombres, dinos ¿quiénes fueron tus mandos y qué opinión tienes de todos ellos?
No recuerdo el nombre de todos, si del capitán D. Luis Téllez de Meneses Madero, de aspecto serio y muy profesional. Teniente Garcés, digamos que era de carácter imprevisible. Teniente Ortega, muy buen oficial y de porte netamente guerrillero. Sargento Larry, muy cercano y querido por todos bajo su mando. El sargento Cianuri, que parecía uno más de nosotros. El brigada Mata, de buen trato y magnifico en su cometido. Sargentos Donoso, Bañuelos, Alonso, Calzada, Ortiz….
De todas las fases en las que participaste, ¿cuál te resultó la más dura y complicada y la que más te gustó y disfrutaste?
Todas fueron duras y con todas disfruté, de todas aprendía y en todas llegamos al límite de nuestra resistencia. Quizás la «fase del búho» por el intenso frío y alguna marcha nocturna especialmente dura. Continuamente agotados, constantemente helados y con persistente sueño. Recuerdo como al llegar al campamento montado en Cubillas, nos daban una tostada y leche con coñac para poder entrar algo en calor e intentar dormir enrollados en una manta y un exiguo saco.
¿Estar en la VI región militar, donde también se ubicaba el País Vasco, en los años de plomo, condicionó la preparación y entrenamiento de la unidad?
Por supuesto, teníamos muchas alertas por terrorismo y tuvimos que realizar servicios extras de protección y otro tipo de misiones. Aun así, la programación del entrenamiento y preparación guerrillera continuaba dentro de las misiones que el gobierno nos encomendaba. Protección de polvorines, dar seguridad a bases de otras unidades y la impermeabilización de la frontera vasco-francesa eran algunos de los cometidos fuera de nuestros esquemas normales. Por todo ello, las exigencias eran superiores y máxima la preparación.
¿Qué operaciones tuvieron que realizarse por informaciones referentes a posibles atentados de ETA?
Vivimos la peor época de crímenes de ETA. Continuos atentados que nos obligaban a un estado de alerta permanente. Los Servicios de Información del Estado obtenían datos sobre futuros atentados. Instalaciones como el polvorín de Ibeas o la base de helicópteros del Ejército de Tierra en Agoncillo, eran algunos de los lugares a los que nos teníamos que desplazar con urgencia. Sin duda, la misión más importante fue la impermeabilización de la frontera dentro de la Operación Alazán que nos llevó casi 45 días de duras condiciones en el monte.
¿Recuerdas cómo un pelotón al mando del teniente Ortega pilló totalmente desprevenido a la dotación de un BMR que tenía que estar protegiendo el polvorín de Ibeas?
Creo recordar que fue en el polvorín de Ibeas de Juarros, en el que un equipo de boinas verdes con el teniente Ortega a la cabeza, con el fin de examinar la eficiencia de la habitual protección que otras unidades daban a esa instalación, resultando que, cuando la dotación del BMR encargada de la vigilancia quiso darse cuenta se encontraron con los guerrilleros encima y apuntándolos con sus armas. Hubo que tomar medidas, pues era un objetivo terrorista.
El 23 F os cogió en plena sierra de Cameros. No teníais comunicación con el exterior, por lo que la unidad no supo nada del golpe de estado hasta el 24 por la noche. Lo ocurrido el día 23 F, ¿qué consecuencias tuvo posteriormente para todos los miembros de tu reemplazo?
Salimos de la base de helicópteros de Agoncillo. Cada equipo en una aeronave. Nos trasladaron a cada grupo a zonas diferentes de la sierra de Cameros y debíamos llegar al punto de reunión tras una larga marcha, sin ser vistos ni capturados. En el pelotón que yo mandaba, se decidió avanzar hasta el siguiente pueblo abandonado para ganar tiempo al día siguiente. Casualmente en esa población se encontraba otro equipo de los nuestros que ya se había hecho con una casa para pernoctar. Nos acoplamos con ellos. Mientras en el Congreso de los Diputados ocurrían los hechos que todos conocemos, algunos guerrilleros descubrieron unos pichones de paloma, que luego resultaron ser de competición y muy valiosos, pero que para unos hambrientos boinas verdes eran más apetitosos que las latas que llevaban en la mochila. Solo hicieron aquello que se les había inculcado, sobrevivir con lo que se encuentra.
Como resultado y después de la normal denuncia del dueño, el arresto, una vez en el cuartel, fue considerable. Todos los días después de la dura instrucción habitual, comenzaba el agotador castigo, día tras día, el reemplazo al completo, todo el tiempo. Un día después de una de nuestras marchas topográficas, al alcanzar el punto de reunión donde esperaban los camiones para llevarnos al cuartel de San Marcial, a pesar del agotamiento acumulado, cuando se concentraron todas las patrullas, nos hicieron formar y marchar los últimos diez kilómetros a la carrera. Aunque llegamos exhaustos al cuartel, decidimos entrar cantando a la carrera y en tercien guerrillero y, en vez de pararnos frente la compañía, la pasamos de largo, entramos en el patio central y dimos varias vueltas, corriendo en formación, cantando bien alto y en tercien, con esa arrogancia que ganas con la boina. Ya no sentíamos el cansancio. Vimos las caras de nuestros mandos orgullosos de serlo. Ese día se terminó el arresto.
¿Qué te ordenó el capitán para descubrir a los culpables y qué consecuencias tuvo para ti el no dar ningún nombre?
Recién habíamos vuelto de Agoncillo al cuartel y, llegado la denuncia sobre los pichones y algún deterioro más, el capitán empezó las oportunas indagaciones para descubrir a los culpables. En plena formación, se solicitó mi presencia en la oficina del capitán, asistiendo este y otros mandos. Se me pidió explicase el incidente y ordenó señalase a los culpables. No lo hice. Decidieron no buscar más y arrestarnos a todos los veteranos.
En los días de arresto, cuando no se podía más y se ordenaba un pequeño descanso, este no me correspondía a mí, teniendo que seguir dando «barrigazos» en tierra mientras los demás procuraban recuperar el aliento. Nadie se quejó, yo no me lamenté, seguimos con el castigo hasta que los mandos consideraron que ya era suficiente. Pocos días después me ascendían a cabo 1º. Bajo mi punto de vista, esto habla del buen juicio de mis superiores, que valoraron en positivo el que no delatase a mis compañeros, que estaban orgullosos del comportamiento de los hombres a su mando y el buen concepto que de nosotros tenían.
Durante la Operación «Alazán» para la impermeabilización de la frontera con Francia durante 45 días, tuvisteis que hacer frente a varios rescates de personas, controles en los caminos… Cuéntanos algunas de las anécdotas y experiencias vividas.
Recuerdo, especialmente, dos rescates. El primero en el monte, cuando dos hermanos descendían por los acantilados para mariscar en la zona de la costa y uno de ellos se despeño, acudiendo el otro hasta nuestro campamento, situado cerca y dándonos aviso de lo sucedido. Inmediatamente se dispuso lo necesario para el rescate, laborioso y muy complicado, pero se logró ascender al herido hasta una zona donde esperaba un helicóptero de la guardia civil. Otro rescate fue en las peñas de Aya, donde una joven se fracturó una pierna en un terreno difícil, siendo las 02:30 h de la madrugada se llegó hasta la accidentada con la única luz de las linternas, inmovilizando la fractura y porteando a la herida hasta la carretera donde esperaban nuestros vehículos, trasladándola hasta una clínica en San Sebastián. Controles en carreteras y vigilancia de caseríos, caminos, montes y pasos fronterizos, eran habituales y a diario, a pie o en vehículo, en algunas ocasiones acompañados por personal de la guardia civil.
Una vez finalizas tu servicio en la COE 61, ¿cómo ha sido tu vida personal y profesional hasta hoy? ¿Te ha sido útil lo aprendido y la experiencia adquirida como guerrillero?
La influencia que tuvo mi servicio en la 61 fue decisiva en los años posteriores y en la actualidad. La formación recibida, el espíritu enraizado, los valores adquiridos y las capacidades aprendidas han sido la base de mi vida personal y profesional. El sacrificio, sufrimiento, agotamiento, satisfacción y orgullo experimentado hasta el límite, me enseño que podía recorrer cualquier camino por duro y difícil que fuese. Todas mis elecciones personales y profesionales han sido sustentadas con el valor, decisión y entereza de la esencia guerrillera de la que estoy impregnado.
Cuéntanos algunos hechos relevantes, experiencias, anécdotas… ocurridas durante el tiempo que llevas como veterano boina verde.
Ha tenido mucho peso servir como guerrillero y, como veterano boina verde, casi siempre mis experiencias han estado cercanas a este tipo de servicio. He sido instructor de artes marciales. Fui escolta en el País Vasco. Estuve embarcado en el buque Alakrana en protección contra la piratería somalí. Formé parte en la embajada de Ecuador en Londres del servicio de seguridad diplomática encargada de la protección de Julián Assange. En este tipo de tareas he estado ocupado hasta ahora. Siempre intentando estar en la óptima forma física y equilibrio mental adecuado para abordar este tipo de trabajos.
¿Si pudieras regresar al pasado, volverías a presentarte voluntario en la COE?
Lo hice con veinte años, volvería de nuevo, lo haría ahora mismo con mi edad y condiciones actuales, pues mi compromiso con la unidad sigue vigente.
Gracias, Jesús Portillo, por permitirnos conocerte mejor, por ser como eres y por ese «espíritu guerrillero» que llevas dentro, ejemplo a seguir por tus compañeros y que sigas así por mucho tiempo.